Luego de descargar todas sus amargas emociones con el llanto, Samantha se quitó el vestido de novia y se puso un camisón de los guardados en el clóset. Estaba tan cansada que se quedó dormida casi enseguida.Al despertar, no solo descubrió que habían limpiado su habitación, llevándose la fea ropa que le había enviado su padre y los restos del adorno roto, sino que dejaron un par de vestidos decentes sobre un sillón.Se levantó enseguida para revisarlos. Eran vestidos elegantes, del tipo que solían usar las mujeres adineradas con las que salía Edmund, como Claire Combs. No eran su estilo y la talla era un poco grande, pero le quedarían mejor que las prendas de prostituta que le había enviado.Se metió al baño y se dio una rápida ducha ataviándose con uno de los trajes, un vestido sencillo color crema con escote tipo barco y falda plisada. Se ató su larga cabellera oscura en una cola de caballo y salió de la habitación sin maquillarse.Tenía hambre. El día anterior había comido muy poco
Samantha se sentó en el borde de la cama frente a Robert e intentó mirarlo con la misma intensidad con que él lo hacía, aunque no podía disimular su nerviosismo.—¿Qué quieres?Él alzó los hombros con indiferencia.—Compartir un tiempo a solas con mi esposa. ¿No puedo?Ella se mordió los labios para controlar su ansiedad.Debía reconocer que aquel hombre era hermoso. Su atractivo no pasaba desapercibido para nadie. En el centro comercial había notado como las mujeres lo veían con interés, incluso, hombres. Su postura segura y determinada lo hacía llamativo.—Gracias por todas las compras —agradeció con sinceridad.—Quiero que estés cómoda y tranquila, y que Edmund deje de tener influencias sobre ti.—¿Por qué? —quiso saber, confusa—. Este no es un matrimonio real.—Claro que lo es. Los funcionarios que viste en la casa de tu padre eran muy reales.—Pero todo fue acordado. Nosotros ni siquiera nos conocemos, solo es un negocio.—Si vamos a vivir bajo el mismo techo, quiero que lo hagam
Samantha no volvió a ver al León esa noche. Al bajar al comedor para la cena, Morrigan, el mayordomo, le informó que él no iría a comer. Estaba encerrado en su despacho ocupándose de unos asuntos de trabajo.Esa noticia terminó de partirle el corazón. Supuso que el hombre se aislaba para no tener nada que ver con ella, molesto por el mal sexo que le había ofrecido.Era una novata en eso, no sabía qué hacer ni cómo moverse para darle placer. Solo se quedó quieta, lo dejó actuar según sus preferencias sin dar su opinión.Robert Lennox era un hombre poderoso, rico y muy atractivo, podía tener a cualquier mujer a su lado, a amantes expertas que lo hicieran despegar los pies de la tierra. Sin embargo, la había elegido a ella.—Es obvio que te quiere solo para fastidiar a Edmund —se dijo frente al espejo, cuando se arreglaba para bajar a desayunar.¿Estaría el León en el comedor? ¿O volvería a dejarla sola?Samantha salió de su habitación resignada, aquello era lo mejor que sabía hacer. La
Cuando el León se marchó de la mansión, Samantha sintió una extraña sensación en el pecho. Al mirar desde una ventana al Aston Martin alejarse, experimentó una desconcertante mezcla de alivio y pesar.Por un lado estaba alegre al tener la casa para ella sola y moverse a sus anchas, pero por otro, lo extrañaba. Su actitud silenciosa, esquiva y prepotente comenzaba a resultarle interesante.Sin embargo, decidió aprovechar el tiempo en soledad para conocer aquella enorme mansión.Se paseó por cada uno de los salones corriendo las cortinas y abriendo las ventanas. Le encantó ver como la luz del sol hacía brillar los muebles y adornos y la brisa marina inundaba los rincones impregnándolos con aroma a libertad.Apreció sin prisa las esculturas y las pinturas diseminadas en cada espacio, todas de una exquisitez impecable que hacían honor a la naturaleza. Bellos paisajes naturales estaban retratados en los cuadros, de mares y montañas, y la mayoría de las figuras expuestas eran aves. La temát
Samantha tenía los nervios deshechos, tanto por el miedo como por la rabia. Pasó todo el día encerrada en su habitación, ni siquiera salió a almorzar.Como Robert no se presentó en la casa, ella decidió comer dentro de su dormitorio, por eso Morrigan le envió una bandeja con alimentos.Estaba asustada y confusa. Los temores no la dejaban pensar con claridad.Su padre le había enviado varios mensajes recordándole su compromiso, amenazando con romper el convenio con la policía si no le enviaba pronto alguna información sobre los negocio del León.Hasta le había dado ideas de cómo sacarle información mientras tenía sexo con él y de cómo preparar bebidas alteradas con venenos caseros con los que podría hacerlo dormir por horas y así hurgar entre sus pertenencias y en su despacho.Sintió tanta repulsión que no le respondió.Al desviar su atención a los mensajes de Silvia, su madre, su aversión aumentó. Ella le exigía de manera ruda e insultante que le informara del paradero de Michael, per
El resto del día, Samantha se distrajo organizando su ropa nueva en su vestidor, así como sus zapatos y los accesorios.Cuando una de las empleadas tocó a su puerta para avisarle que el León había llegado y la esperaba en el comedor se sorprendió. Pensó que ese día no volvería a verlo.Rápido se arregló y bajó para reunirse con él, el corazón le martilleaba en el pecho por la emoción, aunque se esforzaba por disimularlo. No iba a demostrarle que sentía algún tipo de interés.El hombre estaba sentado en la cabecera de la mesa con postura cansada, leía unos documentos. Al sentirla entrar despegó el rostro de los papeles para mirarla, congelando su sangre con su mirada de hielo.—Ven, siéntate a mi lado. Necesitamos hablar.Samantha se inquietó por su orden y enseguida le obedeció. Temió que estuviese molesto por alguna situación incómoda referente a ella.Al ocupar su puesto en la mesa, a su lado, él soltó los documentos y entrelazó las manos sobre la mesa.—Estuve averiguando sobre los
Samantha no supo qué responder. Los miedos que la abrumaban más la insistencia de Robert la volvían insegura.—Puedo controlar a los Harkes, me he enfrentado a tipos peores que ellos. —Ella lo miró de nuevo, asombrada por sus confesiones—. En el centro tengo un negocio que perteneció a mi madre, un bar que conservo más por motivos sentimentales que económicos. No suelo prestarle mucha atención porque mi empresa consume todo mi tiempo, si lo deseas, puedo entregártelo para que lo administres y así tengas una distracción. Eres administradora, ¿cierto?Ella asintió con la cabeza, impactada por su oferta y con la ansiedad corriendo por sus venas.—Te daré ese bar, adminístralo como lo consideres prudente, solo te pido que no lo lleves a la quiebra. Tiene más de cuarenta años funcionando, allí se conocieron mis padres e iniciaron su romance.La mujer arqueó las cejas, sintiendo una gran curiosidad por todo lo que él le contaba. Quería conocerlo a profundidad, su pasado y su presente, y tod
Al terminar la cena, Samantha se disculpó con Robert y subió a su habitación. Él siguió revisando los documentos que antes había estado leyendo.Al estar sola, comenzó a caminar con nerviosismo de un lado a otro. La conversación que había tenido con el hombre la dejó inquieta.Él le había ofrecido todo lo que ella necesitaba para llevar a cabo su venganza y obtener los recursos para alejarse de allí, pero a la vez, quería encadenarla a su lado.Si quedaba embarazada del León no iba a poder marcharse. Ese hombre no se lo permitiría.Pero seguir viviendo en esa ciudad resultaba un peligro para ella. Fernand y las Combs continuaría con sus burlas, cada vez que se encontrara con ellos la molestarían. Su padre no dejaría jamás de acosarla, buscaría alguna manera de llegar a ella a través de su sicario Johan.Y los Harkes nunca desistirían de intentar lastimarla. Mucho menos, si ella lograba ubicar a su hermano y enviarlo lejos. Ellos necesitaban un culpable a quien cobrarle la muerte de Co