Samantha tenía los nervios deshechos, tanto por el miedo como por la rabia. Pasó todo el día encerrada en su habitación, ni siquiera salió a almorzar.Como Robert no se presentó en la casa, ella decidió comer dentro de su dormitorio, por eso Morrigan le envió una bandeja con alimentos.Estaba asustada y confusa. Los temores no la dejaban pensar con claridad.Su padre le había enviado varios mensajes recordándole su compromiso, amenazando con romper el convenio con la policía si no le enviaba pronto alguna información sobre los negocio del León.Hasta le había dado ideas de cómo sacarle información mientras tenía sexo con él y de cómo preparar bebidas alteradas con venenos caseros con los que podría hacerlo dormir por horas y así hurgar entre sus pertenencias y en su despacho.Sintió tanta repulsión que no le respondió.Al desviar su atención a los mensajes de Silvia, su madre, su aversión aumentó. Ella le exigía de manera ruda e insultante que le informara del paradero de Michael, per
El resto del día, Samantha se distrajo organizando su ropa nueva en su vestidor, así como sus zapatos y los accesorios.Cuando una de las empleadas tocó a su puerta para avisarle que el León había llegado y la esperaba en el comedor se sorprendió. Pensó que ese día no volvería a verlo.Rápido se arregló y bajó para reunirse con él, el corazón le martilleaba en el pecho por la emoción, aunque se esforzaba por disimularlo. No iba a demostrarle que sentía algún tipo de interés.El hombre estaba sentado en la cabecera de la mesa con postura cansada, leía unos documentos. Al sentirla entrar despegó el rostro de los papeles para mirarla, congelando su sangre con su mirada de hielo.—Ven, siéntate a mi lado. Necesitamos hablar.Samantha se inquietó por su orden y enseguida le obedeció. Temió que estuviese molesto por alguna situación incómoda referente a ella.Al ocupar su puesto en la mesa, a su lado, él soltó los documentos y entrelazó las manos sobre la mesa.—Estuve averiguando sobre los
Samantha no supo qué responder. Los miedos que la abrumaban más la insistencia de Robert la volvían insegura.—Puedo controlar a los Harkes, me he enfrentado a tipos peores que ellos. —Ella lo miró de nuevo, asombrada por sus confesiones—. En el centro tengo un negocio que perteneció a mi madre, un bar que conservo más por motivos sentimentales que económicos. No suelo prestarle mucha atención porque mi empresa consume todo mi tiempo, si lo deseas, puedo entregártelo para que lo administres y así tengas una distracción. Eres administradora, ¿cierto?Ella asintió con la cabeza, impactada por su oferta y con la ansiedad corriendo por sus venas.—Te daré ese bar, adminístralo como lo consideres prudente, solo te pido que no lo lleves a la quiebra. Tiene más de cuarenta años funcionando, allí se conocieron mis padres e iniciaron su romance.La mujer arqueó las cejas, sintiendo una gran curiosidad por todo lo que él le contaba. Quería conocerlo a profundidad, su pasado y su presente, y tod
Al terminar la cena, Samantha se disculpó con Robert y subió a su habitación. Él siguió revisando los documentos que antes había estado leyendo.Al estar sola, comenzó a caminar con nerviosismo de un lado a otro. La conversación que había tenido con el hombre la dejó inquieta.Él le había ofrecido todo lo que ella necesitaba para llevar a cabo su venganza y obtener los recursos para alejarse de allí, pero a la vez, quería encadenarla a su lado.Si quedaba embarazada del León no iba a poder marcharse. Ese hombre no se lo permitiría.Pero seguir viviendo en esa ciudad resultaba un peligro para ella. Fernand y las Combs continuaría con sus burlas, cada vez que se encontrara con ellos la molestarían. Su padre no dejaría jamás de acosarla, buscaría alguna manera de llegar a ella a través de su sicario Johan.Y los Harkes nunca desistirían de intentar lastimarla. Mucho menos, si ella lograba ubicar a su hermano y enviarlo lejos. Ellos necesitaban un culpable a quien cobrarle la muerte de Co
Robert Lennox no se quedó a pasar la noche con Samantha. Luego de haber tenido sexo con ella, salió de su interior y se recostó a su lado unos pocos minutos.Una vez que recuperó la coordinación de sus acciones, se levantó y comenzó a vestirse.Ella lo observó en silencio. Se degustó con la imagen de su hermoso y perfecto cuerpo desnudo antes de que él lo tapara con sus ropas.El collar con el anillo colgaba de su cuello haciéndose visible, como si fuese un recordatorio: él jamás iba a pertenecerle. Nunca dejaría de pertenecer a otra, aunque ella ya no estuviera.—Mañana saldré muy temprano a reunirme con un cliente —informó Robert sin verla a la cara—. No sé si me dará tiempo de venir a almorzar, pero en la tarde estaré aquí para llevarte al bar del que te hablé.Samantha no le respondió. El nudo que tenía atado en su garganta se lo impedía. Si abría la boca, de ella podían salir alaridos de dolor.Una vez que estuvo listo, él se giró hacia ella. Se notaba cansado y abatido, como si
Salir de la mansión Lennox le resultó a Samantha más traumático de lo que esperaba. A pesar de estar dentro de un auto que parecía blindado y acompañada por dos enormes y mal encarados guardaespaldas, además de Robert, que tenía una apariencia tan amenazante como la de los escoltas, se sentía nerviosa.Primero, por la posibilidad de que los Harkes estuviesen escondidos en los alrededores, esperando un descuido de ellos para atacar. Y segundo, por el propio Robert Lennox.Luego de lo hablado con su amiga Jenny esa mañana se mantenía en alerta. El León la tenía a su lado solo por una negociación, que podía cambiar de un momento a otro, y más, si la había realizado con su padre, que era el hombre más mentiroso del planeta.En cualquier momento era capaz de lanzarla a las hienas si veía que no le servía para sus fines. Si fue capaz de abandonar a su esposa y a su hija luego de siete años de convivencia, con ella no tendría piedad. No podía confiarse.Él se mantenía en silencio, ocupado co
La cocina era un lugar amplio y moderno, muy bien equipado e iluminado. Samantha pudo ver a un chef principal dirigiendo a cinco ayudantes, quienes organizaban la cocina para comenzar las preparaciones del día.Con el chef se encontraba un hombre de estatura media, hombros anchos y cabellos rojizos, que hablaba con él dando la espalda a la puerta. Por eso, cuando Robert entró con la mujer, él no se percató. Fue el chef quien le advirtió poniéndose algo nervioso.Al girarse el pelirrojo miró con sorpresa al León. Su rostro pecoso, remarcado por una barba de una semana, se estiró por completo.—¡Lennox! —exclamó con voz grave y algo femenina—. ¿A qué se debe tu visita? —preguntó repasando con interés a Samantha de pies a cabeza—. ¿Y esta belleza? —exigió con gran curiosidad.—Mi esposa.La noticia hizo que los ojos del hombre, que poseían un tono ámbar cristalino, se ampliaran en su máxima extensión.—¡¿Tu esposa?! —Él volvió a repasar a Samantha con atención, sin poder creerse lo que l
A pesar del ambiente de tensión que se vivía en el bar por la presencia de una de las «dueñas». Samantha pudo disfrutar de la velada.Como Robert en extrañas ocasiones asistía, y cuando lo hacía era antes de la hora de la apertura y se quedaba solo por algunos minutos, mientras verificaba que todo marchara bien, la estadía de su esposa durante toda la noche tuvo a varios empleados con los nervios de punta.Eso hizo que McGraw se volviera más despiadado. El hombre quería que cada actividad se realizara a la perfección para impresionar a la nueva jefa.Samantha intentaba calmarlo buscando que la viera como una más del equipo y no como alguien superior que estuviese pendiente del desempeño de cada uno para echar a la calle al primero que se equivocara.Se puso a la cintura el delantal que identificaba al bar y ayudó a los meseros con la atención a los clientes. Ella tenía experiencia en el ramo, porque ya había trabajado en otros negocios, y para hacer gala de su posición de jefa, comenz