Las vidas de Jacob y Matilde están en peligro. Si sólo pudiera salvarse uno, ¿quién preferirían que fuera?
En el interior de su auto, Isabella inhaló profundamente y se llevó una mano al pecho. Sin saber por qué, comenzó a llorar. La primera sesión con la terapeuta había estado bastante bien, ella no era una mala mujer, mucho menos una mala madre, así que demostrar que era apta para cuidar a Matilde no le sería difícil, sólo debía ser sincera y dejarle claro lo mucho que amaba a su hija. Todo estaba yendo bien, por eso romper en llanto tan repentinamente la hizo sentir muy confundida, angustiada. Llamó al orfanato. Por orden del juez no tenía permitido contactarse con Matilde, pero sí podía preguntarle a sus cuidadores por ella.—Su hija está muy bien, señora. Aquí cuidamos de ella —dijo uno de ellos, con evidente fastidio.—¿Y qué está haciendo? ¿Está en clases? ¿Está comiendo?—Está descansando en su habitación. Ahora, si me disculpa, hay gente que debe trabajar para vivir.Él no lo sabía todavía, pero aquellas rudas palabras más tarde le costarían su trabajo.En la casa de dos pisos e
Amaneció en la ciudad y las calles que todavía dormían se llenaron de la revitalizante luz matinal. Los adultos fueron a sus trabajos, los niños a sus escuelas tal y como cada día. El mundo no había cambiado por mucho que cambiaran las vidas de quienes vivían en él.De quienes vivían y morían. De quienes nacían y crecían.El sol seguiría saliendo allá en lo alto y, por muy intenso que fuera su brillo, siempre habría más de alguien con sombras en el corazón. Isabella acomodó las flores, lirios de diferentes colores, rodeados por varias manzanillas, las flores favoritas de Matilde. Un día como hoy, hacía dieciocho años, su hija había llegado al mundo, entre risas y llantos de emoción. Hoy, en vez de estar organizando su fiesta de cumpleaños, alistaba las flores que decoraban su tumba. Dieciocho años. Matilde estaría egresando de la escuela y preparándose para cursar estudios superiores. Era tan lista, podría haber cursado cualquier carrera que quisiera, podría haber llegado hasta el ci
—No me esperes hoy, voy a quedarme con July —avisó Matilde. Terminó de desayunar y fue por su mochila.A sus quince años era una jovencita muy responsable y se había ganado el derecho de quedarse fuera, sobre todo cuando sus padres salían por negocios. Además, con July se conocían desde el jardín de niños, así que no había problemas. Estaría segura a su lado.—Salúdame a sus padres —dijo Isabella, mientras respondía unos correos electrónicos.Buscaba un ascenso y quería destacarse. Ya llevaba un buen tiempo siendo asesora financiera en el banco y ahora se había habilitado una plaza para la sub gerencia. Ese puesto sería suyo, como que se llamaba Isabella Crown.—Sus padres se separaron, ya te lo había contado.En su portafolios tenía a un destacado empresario que solicitaba un crédito, con muy buenos antecedentes financieros. Si lograba que finalmente lo pidiera con ella se anotaría unos puntos. Matilde se la quedó mirando, tan concentrada en la pantalla. —Da igual, nos vemos mañana
—Por favor, contesta, m4ldita sea. Era la cuarta vez que Isabella llamaba a su esposo y era la cuarta vez que él le rechazaba la llamada. El chupasangre de su abogado contestó a la primera y ni siquiera estaba muy segura de por qué lo había llamado a él y no a alguien de la familia.Llegó incluso antes que los detectives.—¿Qué te pasó en la cabeza?Por el impacto de la noticia, Isabella se había desmayado. Tenía un chichón que se había cubierto con un improvisado parche porque sangraba un poco. —Eso es lo de menos. ¡Encontraron a una muchacha muerta, dicen que puede ser mi hija, George! —le explicó—. Se llevó su bolso Pr4da, le dije que no lo sacara. Tal vez la asaltaron... ¡Esto no puede estar pasando!Las manos le temblaban y estaba muy pálida, todavía con la bata de baño luego de la ducha. George la abrazó. En su confusión, Isabella se preguntaba cuánto le cobraría por dejarla llorar en su hombro. Y se odió a sí misma, pero ya no controlaba lo que pensaba.—Pero qué fue lo q
Mediodía del domingo diez de mayo, Matilde llevaba un día desaparecida, los detectives no habían vuelto a llamar a Isabella y su té se enfriaba en el mesón de la cocina. Intentaba pensar, buscar una idea en su cabeza pantanosa donde todo se había estancado. Matilde era una buena niña, pero le había mentido sobre quedarse con July.¿En qué más le mentiría?Era una muchacha tranquila, no tenía novio, no fumaba ni bebía, no se metía en problemas... ¿Era así realmente? Ya no tenía certezas de nada.La puerta de la entrada abriéndose puso de nuevo su mundo en movimiento y salió corriendo. Era Oliver. Jamás sintió tanta decepción de ver llegar a su esposo.—Te dije que yo te llamaría, no me gusta que me interrumpan en las reuniones —dejó su maleta al pie de la escalera y revisó algo en su teléfono.Ningún beso de reencuentro o palabras de afecto. "¿Todo bien en mi ausencia, Isabella?" "¿Me extrañaste, amor? Yo te extrañé mucho" "¡Qué alegría estar en casa!"Nada de eso hub0, sólo un hombr
¿Dónde está Matilde? Esa era la pregunta que se repetía una y otra vez en la cabeza de Isabella. Los detectives no tenían ni la más mínima idea.Luego de oír la terrible noticia, los padres de July se habían ido destrozados. Tendrían que esperar a que se le realizaran todas las pericias forenses al cuerpo para poder sepultarlo. Ahora que Isabella tenía la certeza de que no se trataba de Matilde, se interesó por saber más detalles del asunto.El cuerpo estaba quemado, carbonizado, por eso era irreconocible. Y era July, la pequeña July que era como la hermana de Matilde y a la que había visto crecer junto a su hija. El alivio que sentía se empañaba por la tragedia y el corazón le dolía. Toda madre se conmovía por la muerte de un hijo, aunque fuera el de alguien más. El detective Tobar volvió a sentarse frente a Isabella y Oliver. Su mirada seria y escrutadora los hizo sentirse culpables hasta de respirar. —Señores Crown, comprendo que están pasando por un momento difícil, pero deben s
Muy temprano Isabella fue a casa de Diana. Decir que la mujer estaba devastada era poco. Muerta en vida le hacía más justicia a su aspecto y sentir.—Si te sirve de algo, yo no creo que haya sido Matilde quien mató a mi July —le dijo Diana. Y aun en su terrible estado todavía tenía la mujer energías para preocuparse por los demás. Era mucho mejor persona de lo que era Isabella, que deseaba creer todo lo contrario. —Mi hija se llevó dos atuendos de fiesta y accesorios. ¿Sabes de alguna fiesta a la que pudieron ir? ¿A casa de algún amigo de July tal vez?—¿De July? ¿Y por qué no uno de Matilde?El exclusivo círculo social de Matilde estaba compuesto enteramente por niños de bien, de buena familia y con clase, ningún buscapleitos, nadie que diera una fiesta de la que ella no pudiera enterarse. Debía tratarse de un conocido de July y su horroroso ambiente marginal. —Intento abarcar todas las opciones.—Crees que July tiene la culpa de todo, ¿no? —Diana...—Crees que mi hija era una ma
—Lo investigaremos, pero es muy probable que sea información falsa —dijo Tobar.Muy temprano había ido Isabella a la estación con todos los antecedentes que estaba recibiendo por mensajes y llamadas. Gente aseguraba haber visto a Matilde en el puerto, en el centro comercial, en un parque, en una discoteca.—¿Por qué mentirían?—No necesariamente son mentiras, pueden confundirse, pueden desear verla para ayudar. Otros sólo quieren joder, si me disculpa la expresión. Isabella asintió con pesar.—¿Ya sabe si fue ella quien retiró el dinero?El detective le enseñó la grabación de la cámara de seguridad. Allí estaba su hija, sana y salva frente al cajero automático, Isabella no pudo contener las lágrimas al verla.—Se la ve tranquila, no parece estar siendo coaccionada por alguien —comentó el detective—. Hay un auto que la está esperando, sólo se alcanza a ver una parte. ¿Lo reconoce?Isabella vio un auto gris. Probablemente la mitad de los autos de la ciudad eran grises y no lograba dist