Muy temprano Isabella fue a casa de Diana. Decir que la mujer estaba devastada era poco. Muerta en vida le hacía más justicia a su aspecto y sentir.
—Si te sirve de algo, yo no creo que haya sido Matilde quien mató a mi July —le dijo Diana.Y aun en su terrible estado todavía tenía la mujer energías para preocuparse por los demás. Era mucho mejor persona de lo que era Isabella, que deseaba creer todo lo contrario.—Mi hija se llevó dos atuendos de fiesta y accesorios. ¿Sabes de alguna fiesta a la que pudieron ir? ¿A casa de algún amigo de July tal vez?—¿De July? ¿Y por qué no uno de Matilde?El exclusivo círculo social de Matilde estaba compuesto enteramente por niños de bien, de buena familia y con clase, ningún buscapleitos, nadie que diera una fiesta de la que ella no pudiera enterarse. Debía tratarse de un conocido de July y su horroroso ambiente marginal.—Intento abarcar todas las opciones.—Crees que July tiene la culpa de todo, ¿no?—Diana...—Crees que mi hija era una mala influencia para la tuya, admítelo. ¡Nunca volviste a tratarnos igual desde que perdimos nuestra fortuna!—¡Sí, eso es lo que creo! ¡Creo que July la involucró en algo asqueroso!—¡Lárgate! ¡Sal de mi casa y no vuelvas! Ojalá y nunca pases por lo que yo estoy pasando —la jaló de un brazo para echarla y cerró de un portazo.En la calle, Isabella se repasó el cabello y ordenó la ropa. Bastante se había tardado en decirle sus verdades. Cuánto se arrepentía de no haber acabado con la amistad de sus hijas el mismo día en que los expulsaron del club social por no pagar las mensualidades.Se puso sus gafas para el sol y se detuvo a pasos de su auto. Un muchacho montado en una bicicleta miraba con detención el vehículo. Muy probablemente era la primera vez que veía un Bentley. El joven avanzó hasta ver la matrícula, luego la vio a ella por breves instantes y se fue calle abajo.Isabella se apresuró a revisar si no le había robado los espejos o hecho alguna marca. Condujo todo el trayecto revisando si alguien la seguía. Lo bueno de todo era que ya nunca más tendría que ir por esos barrios. 〜✿〜Era pasado el mediodía cuando Isabella llegó al banco.—¡Isabella, felicidades!Nadie más que el desgraciado de Jacob Swizz la felicitaría en un momento como el que estaba viviendo, pero lo disculpaba porque de seguro no sabía nada. En unas horas, cuando saliera en el noticiario de la tarde lo ocurrido con su hija ya todos lo sabrían. Todavía tenía algo de tiempo para vivir sin recibir la lástima o las críticas de los demás.—¿Por qué me felicitas?—¡Porque conseguiste el puesto de sub gerente! ¿No lo sabías? Cielos, metí la pata. Finge sorpresa cuando te lo digan.Nunca antes un triunfo se sintió tan amargo como éste. Cuando apareciera Matilde, luego de abrazarla y regañarla y besarla, tirarían la casa por la ventana con los festejos. Y partirían en el yate sin fecha de retorno.—¿Y tus vacaciones?—Olvidé algo en mi oficina y estoy apurada.Jacob se quitó del pasillo y la dejó pasar. Mientras se encendía su computador, Isabella se quedó mirando la fotografía de Matilde en su escritorio.—¡Cómo me haces sufrir, niña por Dios!Ingresó a la aplicación bancaria a la que tenía acceso sólo desde allí y buscó la cuenta de su hija. En ella le depositaban la mesada. Matilde era muy ordenada con sus gastos y no despilfarraba el dinero, ella ahorraba para el futuro. Había tomado clases de economía en la escuela de verano.En el estado de cuenta del mes pasado contaba con varios millones y ahora tenía...¡Nada!Con horror Isabella vio el cero que reflejaba el saldo de la cuenta. No era posible. Revisó los movimientos. Desde hacía casi cinco semanas, todos los días se habían realizado retiros de pequeñas cifras, nada que llamara la atención al ser analizadas individualmente. Lo último que le quedaba lo había retirado el día anterior.Isabella dio un grito de júbilo. ¡A la mierd4 el dinero! Su hija estaba viva y lo estaba gastando. Buscó el lugar desde donde se había hecho el retiro y llamó a Tobar. Ellos podrían conseguir las grabaciones de las cámaras de vigilancia y seguirle la pista a su hija. Anhelaba ser quien la encontrara primero, pero con tal de que apareciera tendría que cooperar con la policía.Unas horas después, sentada en la sala junto a Mary vieron el noticiario."Vuelco en el caso de joven asesinada y quemada", dijo la conductora del programa. "Ahora su mejor amiga es la principal sospechosa y se encuentra prófuga".—¡Madre mía! —exclamó Mary.Isabella se aferraba la cabeza. Se suponía que debían hablar de la desaparición de su hija, no de la muerte de July. Para July ya era tarde, pero Matilde seguía viva."Hija, sin importar lo que haya ocurrido, vuelve a casa. Siempre podrás contar con nosotros, te amamos", decía Isabella en pantalla junto a Oliver y parecía que estuvieran admitiendo que Matilde era una asesina. ¡Y que ellos la respaldaban!Su teléfono y el de la casa empezaron a sonar al instante. Hasta el de Mary recibió llamadas. Familia, amigos, clientes, todos querían hablarle y ella no quería hablar con nadie.Pero existía la posibilidad de que alguien pudiera saber algo.Se dio ánimos y empezó a contestarles. Y tuvo que tragarse los mensajes de apoyo y solidaridad que no le servían de nada. Aguantó así cuatro llamadas y activó el buzón de voz. "En este momento estoy muy ocupada. Por favor, llámame sólo si es una emergencia".Las llamadas cesaron, pero su aplicación de mensajes no tuvo descanso, ya los revisaría luego."Esté atenta si recibe llamadas de números desconocidos y grabe la conversación por si acaso", le había recomendado la detective Valencia. La tesis del secuestro no se había descartado.Eran las diez de la noche y Oliver todavía no llegaba. Imaginó que estaría igual de colapsado que ella o incluso más porque no estaba resguardado en casa. Él no podía activar el buzón de voz con la gente que lo rodeaba.Estaba en la cama leyendo los mensajes cuando recibió una llamada de un número desconocido. Inició la aplicación de grabación y contestó.—Hola, Isabella. Lamento llamar tan tarde, pero acabo de ver las noticias.Era Jacob Swizz. ¡Qué manera de ser inoportuno! Lo bloquearía en cuanto acabara la llamada.—No tenía idea de lo que estaba ocurriendo. Y yo felicitándote, me siento como un imbécil."Y lo eres, querido. ¿Cómo no te habías dado cuenta antes?".De fondo se oía una suave música y el sonido metálico de las máquinas para ejercitarse. Lo imaginó con el torso desnudo y cubierto de sudor mientras los músculos se le tensaban por las maniobras que ejecutaba. Se sintió asquerosa.—Si hay algo que pueda hacer, algo en lo que te pueda ayudar, sólo tienes que decirlo, para eso están los amigos.¡Amigos! Jacob Swizz tenía un problema terrible de percepción de la realidad, él y ella no eran amigos, sólo compañeros de trabajo, rivales de trabajo.—Espero que encuentren a Matilde sana y salva. No soy creyente, pero si tú lo eres, rezaré por ella.—Gracias —dijo Isabella en un hilo de voz. Tenía la garganta apretada.Inhaló profundamente cuando la llamada finalizó y llamó a Oliver.—Amor, ¿dónde estás? Te necesito aquí conmigo.—Me quedaré fuera. Necesito pensar, aclarar las ideas necesito espacio. Mañana nos vemos.—Okay —dijo escuetamente Isabella.En la soledad de su habitación, que se había vuelto inconmensurable, en el silencio de una mansión donde ahora sólo estaba ella, volvió a escuchar la grabación de la llamada de Jacob hasta dormirse.—Lo investigaremos, pero es muy probable que sea información falsa —dijo Tobar.Muy temprano había ido Isabella a la estación con todos los antecedentes que estaba recibiendo por mensajes y llamadas. Gente aseguraba haber visto a Matilde en el puerto, en el centro comercial, en un parque, en una discoteca.—¿Por qué mentirían?—No necesariamente son mentiras, pueden confundirse, pueden desear verla para ayudar. Otros sólo quieren joder, si me disculpa la expresión. Isabella asintió con pesar.—¿Ya sabe si fue ella quien retiró el dinero?El detective le enseñó la grabación de la cámara de seguridad. Allí estaba su hija, sana y salva frente al cajero automático, Isabella no pudo contener las lágrimas al verla.—Se la ve tranquila, no parece estar siendo coaccionada por alguien —comentó el detective—. Hay un auto que la está esperando, sólo se alcanza a ver una parte. ¿Lo reconoce?Isabella vio un auto gris. Probablemente la mitad de los autos de la ciudad eran grises y no lograba dist
Isabella miró las calcomanías de caricaturas en el portátil sobre el escritorio de Tobar y supo que se trataba del de su hija. Eran sus favoritas y no se las perdía.Si el detective la había llamado era porque había encontrado algo importante. Condujo hasta la estación con un nudo en el estómago y el corazón en la garganta. Oliver estaba a su lado. Había llegado quince minutos tarde, pero no se molestó en reclamarle.Parecía nervioso. Ella estaba asustada.—Ya hemos terminado las pericias con el portátil de su hija, así que pueden llevárselo.Isabella lo cogió rápidamente y lo aferró contra su pecho.—¿Encontró algo importante? —preguntó Oliver, un poco más relajado.—Había mucho material eliminado, pero nuestros expertos lograron recuperarlo. Nos interesa saber si conocen a este chico. —Tobar giró su portátil para que vieran las fotos.Era un joven como de la edad de Matilde, de tez algo morena y sonrisa radiante.—Nunca lo he visto —dijo Oliver—, ¿lo conoces tú?Isabella negó.—Pues
El muchacho de las fotografías se llamaba Pablo y tenía diecisiete años, Isabella lo confirmó con su identificación en mano.—No soy novio de su hija y no sé dónde está.—Vi las fotos donde se besaban.—Ella me gustaba, lo admito. Y creí que yo también le gustaba. Es hermosa, la chica más hermosa que he conocido.—¿Cómo se conocieron?—Aquí, en el skate park. Ella se me acercó un día, andaba con su amiga July y empezamos a hablar de bicicletas. Dijo que no sabía andar y quería que le enseñara.A los cuatro años Matilde tuvo su primer triciclo y a los cinco ya andaba en bicicleta. —Nos juntamos a practicar y una cosa llevó a la otra. Fue la primera vez que nos besamos.—¿Qué más hicieron? ¿Le pediste que te enviara fotos sexys?—¡Claro que no! No soy un cerdo.—Pero te las envió de todos modos.—¡Ni siquiera tengo las selfies donde nos besamos!—No mientas. —El taxista le enseñó el taser.Hablaban dentro del taxi, en un callejón. —¡Digo la verdad! Revise mi teléfono, tengo los chats y
—¡¿En qué mierd4 estabas pensando, Isabella?! Como si no tuviéramos suficientes preocupaciones tú te metes en problemas con la justicia —le gritó Oliver. Primero la insultó y ahora su esposo había empezado a gritarle en la calle. ¿A dónde acabarían si seguían así?Gracias a su abogado y al dinero había conseguido su libertad, pero Isabella jamás olvidaría el horror de haber estado tras las rejas durante dos horas. Sería una historia para contarle a sus nietos. Porque tendría nietos, claro que sí, Matilde regresaría a ella y le daría muchos nietos.—¡Pensaba en encontrar a mi hija! ¡Yo la estoy buscando, no como tú! No has sido capaz de pegar un puto afiche. ¡Hasta Swizz pega afiches y tú no!—¿Quién es Swizz?—Da igual, estamos hablando de ti.Oliver rio con sarcasmo.—¡Entraste a robar a una casa! ¡Y a la casa de los Johnson! ¡Qué vergüenza! ¡Qué decepción!—¡Tenía razones para hacerlo! —De todos modos no encontraste nada... Ya no te reconozco. Nuestra hija desaparecida y llena de
La ausencia de Isabella durante la noche no cambió nada en absoluto en casa; Oliver no le había pedido ninguna explicación, ya ni siquiera le hablaba.Dos días después ella tuvo que presentarse a la audiencia por el robo en casa de los Johnsons. Devolvió el aparato y explicó sus razones para hacerlo, aun así le dieron una orden de restricción y prohibición de acercarse a cualquier miembro de la familia.—Tarde o temprano caerá el infeliz —balbuceó cuando salieron de la sala.—Isabella, mi consejo como tu abogado y amigo es que no causes revuelo. El centro de atención debe ser la desaparición de tu hija y no tú.—Todos están en mi contra.—Tal vez deberías preguntarte por qué. "Porque no son madres, porque no están sufriendo como yo". Ella sabía que no estaba equivocada y cada día que pasaba sin su hija se convencía más y más de que haría cualquier cosa para encontrarla.Oliver no la había acompañado a la audiencia, imaginó que seguía furioso. Siguió esperando por su escena de celos
Era un lugar muy oscuro, esa fue la primera impresión que tuvo Isabella sobre el "Ganso remojado". La falta de iluminación le daba un aire de clandestinidad, pues impedía ver lo que hacían las sombras que se movían en los rincones. No imaginaba a su hija allí de ningún modo.La mayoría de los clientes parecían bastante jóvenes, pero debían ser mayores de edad porque bebían alcohol. Fueron hasta la barra. —Tengo que hablar con el dueño.—No puedes ir de manera tan directa, debes ser más sutil —le aconsejó Jacob.Ella no tenía tiempo para ser sutil cuando ir de frente era mucho más rápido.A su lado llegó una chica. Ignorando el excesivo maquillaje y la ropa osada, que dejaba muy poco a la imaginación, no debía ser mayor que Matilde.—Un ron —pidió. Su voz era la de una muchachita. Incrédula, Isabella vio cómo le servían sin siquiera pedirle la identificación. —Este lugar sí es un antro de mala muerte —susurró, con sorpresa.—¿Y recién te das cuenta? Debiste sospecharlo por el nomb
—Sírvame un trago más, señor barman, estoy triste... —decía Isabella sentada a la barra de la cocina en casa de Jacob.—Para pasar las penas hay cosas mejores que el alcohol, pero no creo que estés lista para esta conversación todavía.—¡Alcohol! —exigió ella.Jacob le sirvió agua. —¿Cómo va todo con tu esposo? ¿Ya se reconciliaron?—No... apenas y hablamos y sólo para discutir —bebió un sorbo— ¡Esto no es alcohol! Te voy a demandar por mal servicio... —Prometo compensarlo de otro modo.Isabella se sobresaltó al sentir las manos de Jacob sobre sus hombros desnudos.—Un masaje te relajará.Su cuerpo, acostumbrado únicamente al toque de Oliver, se dejó conquistar por estas nuevas manos, tan firmes y expertas, y de una gentileza conmovedora en un mundo que tan hostil se había vuelto. —¡Vaya que lo haces bien! Se me erizaron los bellos —Isabella se miraba los brazos. Jacob sonrió con autosuficiencia y aumentó la intensidad de los movimientos. Sus dedos presionaban los tensos músculos
Nunca vio Isabella una expresión tan furiosa como la que su esposo tenía. Decir que estaba ofuscado era poco y, pese a que él la interrogaba, el desprecio en sus ojos decía a gritos que ya la había juzgado y encontrado culpable. —¡Contesta! ¡¿Dónde estabas?!—Buscando a nuestra hija.—¡Vestida así! ¿Me quieres ver la cara?—Piensa lo que quieras —intentó pasarle por el lado, él la cogió del brazo.—No irás a ninguna parte sin darme una explicación. ¿Para quién te vestiste como una puta? —No me hables así, suéltame —sus tironeos sólo lograron que el agarre de Oliver fuera más firme.—¡¿Me estás engañando?!—¡No! ¡¿Cómo puedes pensar algo así de mí?!Oliver la arrinconó contra el muro, empujándola con el peso de su cuerpo. Como un perro empezó a olerle el cabello, el rostro, la chaqueta.—¡Hueles a perfume de hombre! No lo puedo creer. ¡Te acuestas con otro mientras nuestra hija está desaparecida!—¡Cállate! ¡¿Cómo puedes ser tan miserable?!—¡Eres una zorra inmunda! Me das asco.Olive