¿Dónde está Matilde? Esa era la pregunta que se repetía una y otra vez en la cabeza de Isabella. Los detectives no tenían ni la más mínima idea.
Luego de oír la terrible noticia, los padres de July se habían ido destrozados. Tendrían que esperar a que se le realizaran todas las pericias forenses al cuerpo para poder sepultarlo. Ahora que Isabella tenía la certeza de que no se trataba de Matilde, se interesó por saber más detalles del asunto.El cuerpo estaba quemado, carbonizado, por eso era irreconocible. Y era July, la pequeña July que era como la hermana de Matilde y a la que había visto crecer junto a su hija. El alivio que sentía se empañaba por la tragedia y el corazón le dolía. Toda madre se conmovía por la muerte de un hijo, aunque fuera el de alguien más.El detective Tobar volvió a sentarse frente a Isabella y Oliver. Su mirada seria y escrutadora los hizo sentirse culpables hasta de respirar.—Señores Crown, comprendo que están pasando por un momento difícil, pero deben saber que, desde ahora, su hija ha pasado a ser la principal sospechosa de la muerte de July Estévez.A Isabella se le escapó una carcajada.—¡¿Qué mierd4 está diciendo?! —exclamó Oliver, golpeando la mesa—. ¡Nuestra hija está desaparecida y usted la está culpando de algo atroz! Ella sería incapaz de lastimar a su amiga. ¡Ella también es una víctima en todo esto!Entre los gritos de su esposo, las explicaciones del detective y sus propios pensamientos, Isabella no logró entender mucho. Y no habló hasta llegar a casa.—Pediré una audiencia con el fiscal para que saque a ese detective imbécil del caso. —Oliver fue por un trago. Gruñó al ver que ya no estaba el mini bar.—Tal vez esto sea mejor. Definitivamente es mejor.Oliver se volvió a mirar a Isabella. Ojerosa, pálida, con los ojos entornados y el cabello descuidado parecía una drogadicta lunática.—¿Qué es mejor? ¿Qué busquen a Matilde por homicidio?—Mejor ser la homicida que la muerta —dijo ella, fuera de sí—. Sé que es horrible, pero, ¿cuáles son las alternativas? ¿Qué esté secuestrada? ¿Qué esté muerta por allí y todavía no la hayan encontrado? Prefiero una hija asesina, pero viva. Tenemos dinero, podremos sacarla de la cárcel... pero ni con todo el dinero del mundo la sacaremos de un cementerio...Oliver abrazó a su esposa y contuvo su llanto. Necesitaban estar unidos y ser fuertes para enfrentar todo lo que se les vendría por delante. 〜✿〜Al día siguiente, la casa de los Crown estuvo llena de gente. Al avisarle a la familia lo ocurrido con Matilde, su desaparición se volvió más real que nunca y más dolorosa también.—Hay que contactar a la prensa, que salga en las noticias. Si se está escondiendo, hay que convencerla de que se entregue —dijo Emilia, hermana de Isabella.Su hija, Sonia, tenía la misma edad de Matilde y se manejaba bien con la tecnología.—Yo haré afiches con su fotografía y los difundiré por redes sociales. Hoy en día todo el mundo tiene al menos una.—Gracias, cariño. ¿Tú no sabes si pudo irse con alguien? ¿Alguien que la esté ayudando a esconderse? ¿Algún amigo del que no sepamos?—No tía, últimamente no hablábamos mucho.De la familia de Oliver estaban su hermano Aníbal, empresario y Selena, su esposa. Tenía más hermanos, pero vivían fuera de la ciudad.—¿Y andaba con sus tarjetas? Es posible saber si las ha usado en alguna parte —dijo Aníbal.—La policía ya nos pidió sus datos bancarios —contó Oliver.—¿Por qué la dejaste salir sola? —preguntó por cuarta vez la madre de Isabella.—Un hombre. Cuando estas cosas pasan es porque hay un hombre involucrado —dijo Selena, la cuñada menos favorita de Isabella.—Ella no tenía novio —aseguró Oliver.—Hasta donde ustedes saben —agregó Selena.Isabella se puso de pie. Ya había aguantado suficiente, su paciencia y amabilidad tenían un límite.—Les agradezco a todos por venir, por su preocupación y la ayuda que puedan darnos. Pronto vendrán los detectives y será un caos si hay tanta gente —abrió la puerta de la entrada y no necesitó decir nada más.Los familiares fueron saliendo, no muy felices con el trato recibido.—Fuiste descortés —le reclamó Oliver.—Mi hija está desaparecida, puedo ser todo lo descortés que quiera.Los detectives llegaron y fueron directo a revisar la habitación de Matilde.—¿Se llevó algo? —preguntó Tobar."El bolso Pr4da", pensó Isabella. Fue al clóset y empezó a revisar. Matilde llevaba el uniforme de la escuela y planeaba dormir fuera. Debía haberse llevado al menos una muda de ropa y su pijama. Y había tanta ropa, era imposible que Isabella pudiera recordarla toda como para saber qué faltaba.Pero lo supo.—Falta un vestido, el negro con encaje que le mandaste a diseñar con Beni.—¿No estará en la tintorería? —cuestionó Oliver.—Ya lo llevamos, yo misma la ayudé a colgar la ropa esa vez. Estaba aquí. Es un vestido de fiesta —le explicó a los detectives—. ¿Habrá ido a una fiesta? ¿A la fiesta de quién?... ¡El vestido azul con pedrería tampoco está!Revisó los zapatos y accesorios, las joyas. Faltaban aretes, pulseras, collares, bolsos. Y dos pares de zapatos, casi estaba segura de eso.Cuando ya nada pudieron decir para ayudar, los detectives les pidieron a Isabella y a Oliver que los dejaran trabajar a solas.—Iba a una fiesta con su amiga y se llevó cosas para ella. ¿Por qué no nos lo dijo? —Oliver se tomó un analgésico.—Debió pensar que no la dejaríamos ir... Tal vez era de alguien que no conocemos.—Me voy a volver loco con tantas preguntas.Casi media hora después, los detectives terminaron de registrar la habitación. Se llevarían el portátil, una libreta y un disco duro externo para analizarlos en la estación.—Encontramos dos pijamas. ¿Tenía más? —preguntó la detective Valencia.—No —dijo Isabella, con expresión de que iba a volverse loca también—. Sólo tenía dos. Y no se había llevado ninguno para dormir en casa de July. Mentira tras mentira empezaban a sentir que no conocían a su hija.Muy temprano Isabella fue a casa de Diana. Decir que la mujer estaba devastada era poco. Muerta en vida le hacía más justicia a su aspecto y sentir.—Si te sirve de algo, yo no creo que haya sido Matilde quien mató a mi July —le dijo Diana. Y aun en su terrible estado todavía tenía la mujer energías para preocuparse por los demás. Era mucho mejor persona de lo que era Isabella, que deseaba creer todo lo contrario. —Mi hija se llevó dos atuendos de fiesta y accesorios. ¿Sabes de alguna fiesta a la que pudieron ir? ¿A casa de algún amigo de July tal vez?—¿De July? ¿Y por qué no uno de Matilde?El exclusivo círculo social de Matilde estaba compuesto enteramente por niños de bien, de buena familia y con clase, ningún buscapleitos, nadie que diera una fiesta de la que ella no pudiera enterarse. Debía tratarse de un conocido de July y su horroroso ambiente marginal. —Intento abarcar todas las opciones.—Crees que July tiene la culpa de todo, ¿no? —Diana...—Crees que mi hija era una ma
—Lo investigaremos, pero es muy probable que sea información falsa —dijo Tobar.Muy temprano había ido Isabella a la estación con todos los antecedentes que estaba recibiendo por mensajes y llamadas. Gente aseguraba haber visto a Matilde en el puerto, en el centro comercial, en un parque, en una discoteca.—¿Por qué mentirían?—No necesariamente son mentiras, pueden confundirse, pueden desear verla para ayudar. Otros sólo quieren joder, si me disculpa la expresión. Isabella asintió con pesar.—¿Ya sabe si fue ella quien retiró el dinero?El detective le enseñó la grabación de la cámara de seguridad. Allí estaba su hija, sana y salva frente al cajero automático, Isabella no pudo contener las lágrimas al verla.—Se la ve tranquila, no parece estar siendo coaccionada por alguien —comentó el detective—. Hay un auto que la está esperando, sólo se alcanza a ver una parte. ¿Lo reconoce?Isabella vio un auto gris. Probablemente la mitad de los autos de la ciudad eran grises y no lograba dist
Isabella miró las calcomanías de caricaturas en el portátil sobre el escritorio de Tobar y supo que se trataba del de su hija. Eran sus favoritas y no se las perdía.Si el detective la había llamado era porque había encontrado algo importante. Condujo hasta la estación con un nudo en el estómago y el corazón en la garganta. Oliver estaba a su lado. Había llegado quince minutos tarde, pero no se molestó en reclamarle.Parecía nervioso. Ella estaba asustada.—Ya hemos terminado las pericias con el portátil de su hija, así que pueden llevárselo.Isabella lo cogió rápidamente y lo aferró contra su pecho.—¿Encontró algo importante? —preguntó Oliver, un poco más relajado.—Había mucho material eliminado, pero nuestros expertos lograron recuperarlo. Nos interesa saber si conocen a este chico. —Tobar giró su portátil para que vieran las fotos.Era un joven como de la edad de Matilde, de tez algo morena y sonrisa radiante.—Nunca lo he visto —dijo Oliver—, ¿lo conoces tú?Isabella negó.—Pues
El muchacho de las fotografías se llamaba Pablo y tenía diecisiete años, Isabella lo confirmó con su identificación en mano.—No soy novio de su hija y no sé dónde está.—Vi las fotos donde se besaban.—Ella me gustaba, lo admito. Y creí que yo también le gustaba. Es hermosa, la chica más hermosa que he conocido.—¿Cómo se conocieron?—Aquí, en el skate park. Ella se me acercó un día, andaba con su amiga July y empezamos a hablar de bicicletas. Dijo que no sabía andar y quería que le enseñara.A los cuatro años Matilde tuvo su primer triciclo y a los cinco ya andaba en bicicleta. —Nos juntamos a practicar y una cosa llevó a la otra. Fue la primera vez que nos besamos.—¿Qué más hicieron? ¿Le pediste que te enviara fotos sexys?—¡Claro que no! No soy un cerdo.—Pero te las envió de todos modos.—¡Ni siquiera tengo las selfies donde nos besamos!—No mientas. —El taxista le enseñó el taser.Hablaban dentro del taxi, en un callejón. —¡Digo la verdad! Revise mi teléfono, tengo los chats y
—¡¿En qué mierd4 estabas pensando, Isabella?! Como si no tuviéramos suficientes preocupaciones tú te metes en problemas con la justicia —le gritó Oliver. Primero la insultó y ahora su esposo había empezado a gritarle en la calle. ¿A dónde acabarían si seguían así?Gracias a su abogado y al dinero había conseguido su libertad, pero Isabella jamás olvidaría el horror de haber estado tras las rejas durante dos horas. Sería una historia para contarle a sus nietos. Porque tendría nietos, claro que sí, Matilde regresaría a ella y le daría muchos nietos.—¡Pensaba en encontrar a mi hija! ¡Yo la estoy buscando, no como tú! No has sido capaz de pegar un puto afiche. ¡Hasta Swizz pega afiches y tú no!—¿Quién es Swizz?—Da igual, estamos hablando de ti.Oliver rio con sarcasmo.—¡Entraste a robar a una casa! ¡Y a la casa de los Johnson! ¡Qué vergüenza! ¡Qué decepción!—¡Tenía razones para hacerlo! —De todos modos no encontraste nada... Ya no te reconozco. Nuestra hija desaparecida y llena de
La ausencia de Isabella durante la noche no cambió nada en absoluto en casa; Oliver no le había pedido ninguna explicación, ya ni siquiera le hablaba.Dos días después ella tuvo que presentarse a la audiencia por el robo en casa de los Johnsons. Devolvió el aparato y explicó sus razones para hacerlo, aun así le dieron una orden de restricción y prohibición de acercarse a cualquier miembro de la familia.—Tarde o temprano caerá el infeliz —balbuceó cuando salieron de la sala.—Isabella, mi consejo como tu abogado y amigo es que no causes revuelo. El centro de atención debe ser la desaparición de tu hija y no tú.—Todos están en mi contra.—Tal vez deberías preguntarte por qué. "Porque no son madres, porque no están sufriendo como yo". Ella sabía que no estaba equivocada y cada día que pasaba sin su hija se convencía más y más de que haría cualquier cosa para encontrarla.Oliver no la había acompañado a la audiencia, imaginó que seguía furioso. Siguió esperando por su escena de celos
Era un lugar muy oscuro, esa fue la primera impresión que tuvo Isabella sobre el "Ganso remojado". La falta de iluminación le daba un aire de clandestinidad, pues impedía ver lo que hacían las sombras que se movían en los rincones. No imaginaba a su hija allí de ningún modo.La mayoría de los clientes parecían bastante jóvenes, pero debían ser mayores de edad porque bebían alcohol. Fueron hasta la barra. —Tengo que hablar con el dueño.—No puedes ir de manera tan directa, debes ser más sutil —le aconsejó Jacob.Ella no tenía tiempo para ser sutil cuando ir de frente era mucho más rápido.A su lado llegó una chica. Ignorando el excesivo maquillaje y la ropa osada, que dejaba muy poco a la imaginación, no debía ser mayor que Matilde.—Un ron —pidió. Su voz era la de una muchachita. Incrédula, Isabella vio cómo le servían sin siquiera pedirle la identificación. —Este lugar sí es un antro de mala muerte —susurró, con sorpresa.—¿Y recién te das cuenta? Debiste sospecharlo por el nomb
—Sírvame un trago más, señor barman, estoy triste... —decía Isabella sentada a la barra de la cocina en casa de Jacob.—Para pasar las penas hay cosas mejores que el alcohol, pero no creo que estés lista para esta conversación todavía.—¡Alcohol! —exigió ella.Jacob le sirvió agua. —¿Cómo va todo con tu esposo? ¿Ya se reconciliaron?—No... apenas y hablamos y sólo para discutir —bebió un sorbo— ¡Esto no es alcohol! Te voy a demandar por mal servicio... —Prometo compensarlo de otro modo.Isabella se sobresaltó al sentir las manos de Jacob sobre sus hombros desnudos.—Un masaje te relajará.Su cuerpo, acostumbrado únicamente al toque de Oliver, se dejó conquistar por estas nuevas manos, tan firmes y expertas, y de una gentileza conmovedora en un mundo que tan hostil se había vuelto. —¡Vaya que lo haces bien! Se me erizaron los bellos —Isabella se miraba los brazos. Jacob sonrió con autosuficiencia y aumentó la intensidad de los movimientos. Sus dedos presionaban los tensos músculos