El muchacho de las fotografías se llamaba Pablo y tenía diecisiete años, Isabella lo confirmó con su identificación en mano.—No soy novio de su hija y no sé dónde está.—Vi las fotos donde se besaban.—Ella me gustaba, lo admito. Y creí que yo también le gustaba. Es hermosa, la chica más hermosa que he conocido.—¿Cómo se conocieron?—Aquí, en el skate park. Ella se me acercó un día, andaba con su amiga July y empezamos a hablar de bicicletas. Dijo que no sabía andar y quería que le enseñara.A los cuatro años Matilde tuvo su primer triciclo y a los cinco ya andaba en bicicleta. —Nos juntamos a practicar y una cosa llevó a la otra. Fue la primera vez que nos besamos.—¿Qué más hicieron? ¿Le pediste que te enviara fotos sexys?—¡Claro que no! No soy un cerdo.—Pero te las envió de todos modos.—¡Ni siquiera tengo las selfies donde nos besamos!—No mientas. —El taxista le enseñó el taser.Hablaban dentro del taxi, en un callejón. —¡Digo la verdad! Revise mi teléfono, tengo los chats y
—¡¿En qué mierd4 estabas pensando, Isabella?! Como si no tuviéramos suficientes preocupaciones tú te metes en problemas con la justicia —le gritó Oliver. Primero la insultó y ahora su esposo había empezado a gritarle en la calle. ¿A dónde acabarían si seguían así?Gracias a su abogado y al dinero había conseguido su libertad, pero Isabella jamás olvidaría el horror de haber estado tras las rejas durante dos horas. Sería una historia para contarle a sus nietos. Porque tendría nietos, claro que sí, Matilde regresaría a ella y le daría muchos nietos.—¡Pensaba en encontrar a mi hija! ¡Yo la estoy buscando, no como tú! No has sido capaz de pegar un puto afiche. ¡Hasta Swizz pega afiches y tú no!—¿Quién es Swizz?—Da igual, estamos hablando de ti.Oliver rio con sarcasmo.—¡Entraste a robar a una casa! ¡Y a la casa de los Johnson! ¡Qué vergüenza! ¡Qué decepción!—¡Tenía razones para hacerlo! —De todos modos no encontraste nada... Ya no te reconozco. Nuestra hija desaparecida y llena de
La ausencia de Isabella durante la noche no cambió nada en absoluto en casa; Oliver no le había pedido ninguna explicación, ya ni siquiera le hablaba.Dos días después ella tuvo que presentarse a la audiencia por el robo en casa de los Johnsons. Devolvió el aparato y explicó sus razones para hacerlo, aun así le dieron una orden de restricción y prohibición de acercarse a cualquier miembro de la familia.—Tarde o temprano caerá el infeliz —balbuceó cuando salieron de la sala.—Isabella, mi consejo como tu abogado y amigo es que no causes revuelo. El centro de atención debe ser la desaparición de tu hija y no tú.—Todos están en mi contra.—Tal vez deberías preguntarte por qué. "Porque no son madres, porque no están sufriendo como yo". Ella sabía que no estaba equivocada y cada día que pasaba sin su hija se convencía más y más de que haría cualquier cosa para encontrarla.Oliver no la había acompañado a la audiencia, imaginó que seguía furioso. Siguió esperando por su escena de celos
Era un lugar muy oscuro, esa fue la primera impresión que tuvo Isabella sobre el "Ganso remojado". La falta de iluminación le daba un aire de clandestinidad, pues impedía ver lo que hacían las sombras que se movían en los rincones. No imaginaba a su hija allí de ningún modo.La mayoría de los clientes parecían bastante jóvenes, pero debían ser mayores de edad porque bebían alcohol. Fueron hasta la barra. —Tengo que hablar con el dueño.—No puedes ir de manera tan directa, debes ser más sutil —le aconsejó Jacob.Ella no tenía tiempo para ser sutil cuando ir de frente era mucho más rápido.A su lado llegó una chica. Ignorando el excesivo maquillaje y la ropa osada, que dejaba muy poco a la imaginación, no debía ser mayor que Matilde.—Un ron —pidió. Su voz era la de una muchachita. Incrédula, Isabella vio cómo le servían sin siquiera pedirle la identificación. —Este lugar sí es un antro de mala muerte —susurró, con sorpresa.—¿Y recién te das cuenta? Debiste sospecharlo por el nomb
—Sírvame un trago más, señor barman, estoy triste... —decía Isabella sentada a la barra de la cocina en casa de Jacob.—Para pasar las penas hay cosas mejores que el alcohol, pero no creo que estés lista para esta conversación todavía.—¡Alcohol! —exigió ella.Jacob le sirvió agua. —¿Cómo va todo con tu esposo? ¿Ya se reconciliaron?—No... apenas y hablamos y sólo para discutir —bebió un sorbo— ¡Esto no es alcohol! Te voy a demandar por mal servicio... —Prometo compensarlo de otro modo.Isabella se sobresaltó al sentir las manos de Jacob sobre sus hombros desnudos.—Un masaje te relajará.Su cuerpo, acostumbrado únicamente al toque de Oliver, se dejó conquistar por estas nuevas manos, tan firmes y expertas, y de una gentileza conmovedora en un mundo que tan hostil se había vuelto. —¡Vaya que lo haces bien! Se me erizaron los bellos —Isabella se miraba los brazos. Jacob sonrió con autosuficiencia y aumentó la intensidad de los movimientos. Sus dedos presionaban los tensos músculos
Nunca vio Isabella una expresión tan furiosa como la que su esposo tenía. Decir que estaba ofuscado era poco y, pese a que él la interrogaba, el desprecio en sus ojos decía a gritos que ya la había juzgado y encontrado culpable. —¡Contesta! ¡¿Dónde estabas?!—Buscando a nuestra hija.—¡Vestida así! ¿Me quieres ver la cara?—Piensa lo que quieras —intentó pasarle por el lado, él la cogió del brazo.—No irás a ninguna parte sin darme una explicación. ¿Para quién te vestiste como una puta? —No me hables así, suéltame —sus tironeos sólo lograron que el agarre de Oliver fuera más firme.—¡¿Me estás engañando?!—¡No! ¡¿Cómo puedes pensar algo así de mí?!Oliver la arrinconó contra el muro, empujándola con el peso de su cuerpo. Como un perro empezó a olerle el cabello, el rostro, la chaqueta.—¡Hueles a perfume de hombre! No lo puedo creer. ¡Te acuestas con otro mientras nuestra hija está desaparecida!—¡Cállate! ¡¿Cómo puedes ser tan miserable?!—¡Eres una zorra inmunda! Me das asco.Olive
—Podría no tratarse de nada en absoluto, un muchachito buscando diversión —decía Tom, revisando el video que Isabella le había llevado de su visita al Ganso remojado. —Todo lo que ocurría en ese lugar era ilegal, esto también debe serlo. ¡Le venden alcohol y droga a los niños!—Lo investigaré. De todos modos, no le recomiendo que vuelva a ir a ese bar, no sería bueno para el caso que la relacionaran con él.Isabella iba a decirle que no había problema, que había ido disfrazada, aunque por culpa del disfraz su matrimonio se tambaleaba. No dijo nada y asintió.—La mantendré informada.Y el tiempo se le haría eterno esperando por esa información. Oliver no había vuelto y Mary tenía el día libre, así que tuvo la casa para ella sola. Qué grande y espaciosa se sentía cuando nadie más la acompañaba, era como el vientre de una bestia que la había devorado.Sin ánimos de cocinar, ni conocimiento suficiente para hacerlo, Isabella ordenó algo de comida. Grande fue su sorpresa al salir al encuen
—¿Quién eres? ¿Por qué contestas el teléfono de mi esposo?El silencio al otro lado de la línea sólo contribuyó a que los pensamientos de Isabella se enmarañaran y las dudas surgieran.—Soy su asistente, él está ocupado y dejó su teléfono en la oficina.La asistente de Oliver era una mujer que bordeaba los cincuenta años, una señora educada y respetuosa que evidentemente no se oía como una jovencita. Sintió que la nuca le hormigueaba. —¿Su asistente? ¿Dónde está Clara?—Ella ya no trabaja aquí. ¿Tiene algún mensaje para el señor Crown? Se lo daré con gusto cuando se desocupe.—No, gracias, ya lo llamaré luego.El amargo sabor de boca que le quedó a Isabella la mantuvo inquieta. Que no se hubiera enterado de la partida de Clara de la inmobiliaria era señal inequívoca del distanciamiento con su esposo. Ahora más que nunca era urgente que tuvieran una charla. —¿Hablabas con alguien? —preguntó Oliver al salir de la ducha.—Con los del taller mecánico. El arreglo de mi auto será bastante