—Lo investigaremos, pero es muy probable que sea información falsa —dijo Tobar.
Muy temprano había ido Isabella a la estación con todos los antecedentes que estaba recibiendo por mensajes y llamadas. Gente aseguraba haber visto a Matilde en el puerto, en el centro comercial, en un parque, en una discoteca.—¿Por qué mentirían?—No necesariamente son mentiras, pueden confundirse, pueden desear verla para ayudar. Otros sólo quieren joder, si me disculpa la expresión.Isabella asintió con pesar.—¿Ya sabe si fue ella quien retiró el dinero?El detective le enseñó la grabación de la cámara de seguridad. Allí estaba su hija, sana y salva frente al cajero automático, Isabella no pudo contener las lágrimas al verla.—Se la ve tranquila, no parece estar siendo coaccionada por alguien —comentó el detective—. Hay un auto que la está esperando, sólo se alcanza a ver una parte. ¿Lo reconoce?Isabella vio un auto gris. Probablemente la mitad de los autos de la ciudad eran grises y no lograba distinguir el modelo.—Estamos trabajando para averiguar la matrícula.Los esfuerzos del detective por demostrarle que estaban avanzando en la investigación no la tranquilizaron. ¿Cómo podía estar tranquila si no sabía si su hija estaba a salvo, con hambre o frío? ¿O si estaba herida o asustada? Esos pensamientos eran una espiral en descenso al infierno y necesitaba mantenerse fuerte o se derrumbaría y perdería a sí misma.Por la tarde almorzó con su abogado.—Necesito contratar a un detective, George, para que investigue la información que me llega, que es mucha. Además, si puedo encontrar a mi hija antes que la policía, mejor todavía.—Hay uno muy bueno, investiga para nosotros en el bufete, hablaré con él.Luego se dedicó a recorrer junto a su hermana y su sobrina los lugares que más frecuentaba Matilde. Se encontró con algunos de sus amigos, chicos de su mismo círculo social. Erick Johnson le interesaba, sabía que su hija se sentía atraída por el muchacho, ella se lo había mencionado un par de veces.—No hablábamos mucho últimamente —dijo Erick.Era un chico guapo y él lo sabía, esos eran los peores.—¿Por qué? ¿Pasó algo entre ustedes?—Mire, no quiero hablar mal de ella ahora que no está, pero la vi con un chico en una disco el otro día, se estaban besando.—¡¿Qué chico?! ¡¿Cómo se llama?! ¡¿De dónde es?!—No lo sé, nunca antes lo había visto. No es de la escuela ni del club. Él... no era como nosotros, usted sabe a lo que me refiero.Claro que lo sabía, y también sabía que el único modo en que su hija acabara enredada con gente así era a través de July. Todo la llevaba a July.Oliver regresó a la hora de la cena y se fue directo a la ducha. Isabella comió atenta a su teléfono, Oliver estaba igual.—Erick Johnson dice haber visto a Matilde besándose con un chico en una disco.—¿Quién rayos es Erick Johnson? ¿Es el hijo de Edward?—No, de Anthony. Va en la escuela de Matilde, pensé que se gustaban, ella me lo dio a entender. Me pidió permiso para salir con él dos veces, pero Erick dijo que nunca salió con ella.—¡¿Le diste permiso a nuestra hija para salir con un hombre?!—Tiene la misma edad que ella y yo confiaba en Matilde... ¿Cómo iba a saber que me mentía?—Le diste permiso —recriminó Oliver.—No iba a tenerla encerrada. A esa edad tú y yo ya follábamos, no te pongas conservador ahora.—¿Y quién es el infeliz con el que estaba?—No lo sé, Erick no lo conoce.—Y parece que nosotros tampoco conocemos a nuestra hija.La mezcla de dolor, decepción y culpa era un cóctel enloquecedor que mermaba las fuerzas de ambos. La necesidad de sentir que algo la anclaba a la tierra tenía a Isabella desesperada. No estaba muy segura de cómo afectaría eso a Oliver, él no era muy expresivo.Cuando se metieron a la cama ella empezó a masajearle la espalda. Estaba cansada, había dejado los pies en la calle buscando a su hija, pero quería hacer a su esposo, que sufría igual que ella, sentir bien.Le repartió besos por el cuello y las manos dejaron la espalda y se deslizaron hacia su fornido pecho y el bien esculpido vientre. Quería amarlo y que él la amara también en el momento más horrible de sus vidas.—Isabella, no estoy de humor.—Necesito esto —le susurró ella—, lo necesito mucho.—¿De qué estás hablando? ¿Cómo quieres que me concentre en follar en un momento así?—Me estoy muriendo, Oliver. Necesito sentir que me amas.—Ya te dije que no puedo, no seas insensible, yo también estoy sufriendo. No soy una máquina de follar.Indignada, Isabella dejó la habitación dando un portazo. Había cuartos de invitados, pero ella se fue al de Matilde. La almohada todavía conservaba el aroma de su hija y lloró al imaginar que podría llegar un día en el que se desvaneciera y lo olvidara. 〜✿〜Oliver volvió a ir a trabajar y esta vez Isabella no hizo nada para detenerlo. Lo detestaba porque parecía que su vida no se había visto afectada en lo más mínimo por la desaparición de Matilde. Después de todo, él casi nunca estaba en casa ni pasaba mucho tiempo con su hija, empezaría a extrañarla el fin de semana. Luego pensaba que tal vez así lidiaba con el dolor, se evadía trabajando y el enojo se le quitaba.Ella no podía. Y ya tenía pensado todo lo que haría en el día, empezando por una reunión con el detective privado y George.Su teléfono sonó mientras desayunaba, era un número desconocido.—Hola.—Escucha con atención si quieres volver a ver a tu hija —dijo una voz modificada, como las que narraban los videos que a veces veía Matilde en internet.Isabella brincó de su silla y casi se cayó de espaldas.—Ella está conmigo y está muy asustada, quiere volver a casa.Retrocedió hasta dar con el muro. Temblaba, aterrada.—Si quieres volver a verla te costará veinte millones.—¿Cómo... cómo sé que mi hija realmente está con usted?—¿Quieres una prueba? ¿Quieres que te mande un dedo o una oreja?—¡No! ¡No, por favor!—Ella está aquí, saluda a tu mamá.Isabella oyó una bofetada y unos gritos.—¡Basta, por favor! ¡Le creo, le creo!—¡Veinte millones, ahora! Te daré cinco minutos. Si le dices a la policía o no los transfieres, te la devolveré hecha carbón como a su amiguita.La llamada finalizó y el teléfono por poco se le cayó. Recibió un mensaje con los datos para transferir. Cinco minutos. En cinco minutos la policía no podría hacer nada, tampoco su abogado. Oliver no estaba ni Mary. Ya le quedaban cuatro minutos con treinta segundos y debía tomar una decisión. Veinte millones no eran nada comparados con la vida de su hija, ni siquiera debía pensarlo. Cuatro minutos.Entró a la aplicación de su banco. El monto máximo por transferencia era de un millón. Dos minutos. Transferir, transferir, transferir. Transfirió hasta que el sistema se lo permitió, pero no logró cubrir ni la mitad del monto. Llamó al número desconocido para explicar que los bancos tenían sistemas de seguridad, que no se podían transferir grandes sumas a un destinatario nuevo y todo eso, pero no logró decir nada.El corazón se le cayó al suelo, el secuestrador la había bloqueado.Su grito desgarrador llenó la silenciosa casa. Había estado tan cerca de recuperar a su hija que sentía que había vuelto a perderla. La habían arrancado de sus brazos con tanta crueldad. ¿Cómo podía haber en el mundo gente tan desalmada?"Otros sólo quieren joder, si me disculpa la expresión".Su llanto se intensificó. A los diez minutos recibió otra llamada, otro número desconocido. Contestó tan rápido que ni se acordó de grabar.—¡Por favor! —suplicó ella.—¿Isabella?¡Era Jacob Swizz, el infeliz inoportuno de Jacob Swizz! Ella se quedó sin aliento. Quería decirle que liberara la línea por si los secuestradores la llamaban, pero apenas y podía respirar con la opresión en su pecho.—Isabella, un ejecutivo me avisó de una serie de transacciones irregulares desde tu cuenta corriente, ¿está todo bien?Ella negó con la cabeza, como si él pudiera verla.Jacob no la veía, pero oía perfectamente su desesperado llanto, su crisis nerviosa.Por las mañanas y usando la autopista, ella demoraba quince minutos en llegar al banco. Ahora, presa del horror y la desesperación, le pareció que Jacob hizo el viaje en cinco o menos. Ella cortó la llamada y ya lo tenía a su lado.En el peor momento de su vida sólo su enemigo estaba para tenderle la mano. El mundo había enloquecido.—Llora todo lo que necesites, desahogarte te hará bien —decía él con su despreciable y complaciente voz mientras la abrazaba y sobaba la espalda.Y ella más lloraba sobre su hombro. Qué se le arruinara el traje con sus lágrimas saladas, se lo merecía por... por ser tan perfecto.El cansancio fue debilitando su llanto. Hipeando recibió el té que Jacob le preparó.Volvió a coger su teléfono y le contó lo ocurrido a Tobar. Él le pidió la grabación y dijo que investigaría, pero que probablemnte se había tratado de una est4fa.—En el fondo yo sabía que podía ser mentira, pero...—Pero no podías arriesgarte a que fuera verdad y no hacer nada —completó Jacob.—¡Exacto! Y si vuelvo a recibir una llamada así, creo que lo haría de nuevo.—Un verdadero secuestrador no pediría una transferencia que se puede rastrear. Querría dinero en efectivo, eso he visto en las películas. Si vuelve a ocurrir, debes avisarle a la policía.—Intervendrán mi teléfono, eso dijo el detective... Gracias por venir, no te quitaré más tiempo.—Descuida. Todos los clientes con los que alcancé a hablar hoy estaban más interesados en saber de ti. No dudes en llamar si lo necesitas, tengo mucho tiempo libre, puedo... puedo ayudarte a pegar afiches.En la mesa de centro había varias pilas de ellos.—Me llevaré unos y los pondré por donde vivo.Hasta el momento Oliver no se había llevado ninguno.—Gracias, Jacob.Todavía temblorosa por la llamada del supuesto secuestrador, Isabella se armó de valor para cumplir con su agenda. 〜✿〜—Todos por donde vivo ya saben de la desaparición de la niña y me avisarán si se enteran de algo —le decía Mary durante la cena.Isabella dudaba mucho que Matilde pudiera llegar a ir a un barrio como el de ella, pero ahora toda ayuda era valiosa.—Gracias, Mary.—La niña aparecerá, ya verá.Oliver llegó y se fue una vez más directo a la ducha. Ella estaba esperándolo en el cuarto.Le contó lo de la llamada.—¡¿Veinte millones?! ¡¿Cómo pudiste ser tan estúpida?!Era la primera vez que él la insultaba de ese modo. Habían tenido discusiones como todas las parejas, pero jamás se había sentido herida por sus palabras.—¡¿Y qué habrías hecho tú en mi lugar?!—¡Hablarle a la policía!—¡Dijo que iba a matarla!—¡No te dio ninguna prueba de que la tuviera!—¡Oí a una chica gritar!... Quería creer que era ella, que podría recuperarla.—Y ese error te costó veinte millones.—De todos modos es mi dinero, yo lo gasto en lo que quiero —dijo, limpiándose las lágrimas.Además, Swizz había conseguido que bloquearan la cuenta a la que ella había transferido el dinero, era cuestión de tiempo para que la fiscalía diera una orden y se lo devolvieran.—¿A ti no te han llamado?—Claro que lo han hecho, pero no voy a caer en estupideces.Isabella no lo podía creer. Por instantes no reconoció al hombre que tenía en frente y con el que llevaba casada casi catorce años. Parecía que no le importaba ni un poco recuperar a su hija.Hastiada cogió su pijama y se fue a la habitación de Matilde. Acababa de comprender que no podría contar con su esposo para buscarla. Estaba sola.Isabella miró las calcomanías de caricaturas en el portátil sobre el escritorio de Tobar y supo que se trataba del de su hija. Eran sus favoritas y no se las perdía.Si el detective la había llamado era porque había encontrado algo importante. Condujo hasta la estación con un nudo en el estómago y el corazón en la garganta. Oliver estaba a su lado. Había llegado quince minutos tarde, pero no se molestó en reclamarle.Parecía nervioso. Ella estaba asustada.—Ya hemos terminado las pericias con el portátil de su hija, así que pueden llevárselo.Isabella lo cogió rápidamente y lo aferró contra su pecho.—¿Encontró algo importante? —preguntó Oliver, un poco más relajado.—Había mucho material eliminado, pero nuestros expertos lograron recuperarlo. Nos interesa saber si conocen a este chico. —Tobar giró su portátil para que vieran las fotos.Era un joven como de la edad de Matilde, de tez algo morena y sonrisa radiante.—Nunca lo he visto —dijo Oliver—, ¿lo conoces tú?Isabella negó.—Pues
El muchacho de las fotografías se llamaba Pablo y tenía diecisiete años, Isabella lo confirmó con su identificación en mano.—No soy novio de su hija y no sé dónde está.—Vi las fotos donde se besaban.—Ella me gustaba, lo admito. Y creí que yo también le gustaba. Es hermosa, la chica más hermosa que he conocido.—¿Cómo se conocieron?—Aquí, en el skate park. Ella se me acercó un día, andaba con su amiga July y empezamos a hablar de bicicletas. Dijo que no sabía andar y quería que le enseñara.A los cuatro años Matilde tuvo su primer triciclo y a los cinco ya andaba en bicicleta. —Nos juntamos a practicar y una cosa llevó a la otra. Fue la primera vez que nos besamos.—¿Qué más hicieron? ¿Le pediste que te enviara fotos sexys?—¡Claro que no! No soy un cerdo.—Pero te las envió de todos modos.—¡Ni siquiera tengo las selfies donde nos besamos!—No mientas. —El taxista le enseñó el taser.Hablaban dentro del taxi, en un callejón. —¡Digo la verdad! Revise mi teléfono, tengo los chats y
—¡¿En qué mierd4 estabas pensando, Isabella?! Como si no tuviéramos suficientes preocupaciones tú te metes en problemas con la justicia —le gritó Oliver. Primero la insultó y ahora su esposo había empezado a gritarle en la calle. ¿A dónde acabarían si seguían así?Gracias a su abogado y al dinero había conseguido su libertad, pero Isabella jamás olvidaría el horror de haber estado tras las rejas durante dos horas. Sería una historia para contarle a sus nietos. Porque tendría nietos, claro que sí, Matilde regresaría a ella y le daría muchos nietos.—¡Pensaba en encontrar a mi hija! ¡Yo la estoy buscando, no como tú! No has sido capaz de pegar un puto afiche. ¡Hasta Swizz pega afiches y tú no!—¿Quién es Swizz?—Da igual, estamos hablando de ti.Oliver rio con sarcasmo.—¡Entraste a robar a una casa! ¡Y a la casa de los Johnson! ¡Qué vergüenza! ¡Qué decepción!—¡Tenía razones para hacerlo! —De todos modos no encontraste nada... Ya no te reconozco. Nuestra hija desaparecida y llena de
La ausencia de Isabella durante la noche no cambió nada en absoluto en casa; Oliver no le había pedido ninguna explicación, ya ni siquiera le hablaba.Dos días después ella tuvo que presentarse a la audiencia por el robo en casa de los Johnsons. Devolvió el aparato y explicó sus razones para hacerlo, aun así le dieron una orden de restricción y prohibición de acercarse a cualquier miembro de la familia.—Tarde o temprano caerá el infeliz —balbuceó cuando salieron de la sala.—Isabella, mi consejo como tu abogado y amigo es que no causes revuelo. El centro de atención debe ser la desaparición de tu hija y no tú.—Todos están en mi contra.—Tal vez deberías preguntarte por qué. "Porque no son madres, porque no están sufriendo como yo". Ella sabía que no estaba equivocada y cada día que pasaba sin su hija se convencía más y más de que haría cualquier cosa para encontrarla.Oliver no la había acompañado a la audiencia, imaginó que seguía furioso. Siguió esperando por su escena de celos
Era un lugar muy oscuro, esa fue la primera impresión que tuvo Isabella sobre el "Ganso remojado". La falta de iluminación le daba un aire de clandestinidad, pues impedía ver lo que hacían las sombras que se movían en los rincones. No imaginaba a su hija allí de ningún modo.La mayoría de los clientes parecían bastante jóvenes, pero debían ser mayores de edad porque bebían alcohol. Fueron hasta la barra. —Tengo que hablar con el dueño.—No puedes ir de manera tan directa, debes ser más sutil —le aconsejó Jacob.Ella no tenía tiempo para ser sutil cuando ir de frente era mucho más rápido.A su lado llegó una chica. Ignorando el excesivo maquillaje y la ropa osada, que dejaba muy poco a la imaginación, no debía ser mayor que Matilde.—Un ron —pidió. Su voz era la de una muchachita. Incrédula, Isabella vio cómo le servían sin siquiera pedirle la identificación. —Este lugar sí es un antro de mala muerte —susurró, con sorpresa.—¿Y recién te das cuenta? Debiste sospecharlo por el nomb
—Sírvame un trago más, señor barman, estoy triste... —decía Isabella sentada a la barra de la cocina en casa de Jacob.—Para pasar las penas hay cosas mejores que el alcohol, pero no creo que estés lista para esta conversación todavía.—¡Alcohol! —exigió ella.Jacob le sirvió agua. —¿Cómo va todo con tu esposo? ¿Ya se reconciliaron?—No... apenas y hablamos y sólo para discutir —bebió un sorbo— ¡Esto no es alcohol! Te voy a demandar por mal servicio... —Prometo compensarlo de otro modo.Isabella se sobresaltó al sentir las manos de Jacob sobre sus hombros desnudos.—Un masaje te relajará.Su cuerpo, acostumbrado únicamente al toque de Oliver, se dejó conquistar por estas nuevas manos, tan firmes y expertas, y de una gentileza conmovedora en un mundo que tan hostil se había vuelto. —¡Vaya que lo haces bien! Se me erizaron los bellos —Isabella se miraba los brazos. Jacob sonrió con autosuficiencia y aumentó la intensidad de los movimientos. Sus dedos presionaban los tensos músculos
Nunca vio Isabella una expresión tan furiosa como la que su esposo tenía. Decir que estaba ofuscado era poco y, pese a que él la interrogaba, el desprecio en sus ojos decía a gritos que ya la había juzgado y encontrado culpable. —¡Contesta! ¡¿Dónde estabas?!—Buscando a nuestra hija.—¡Vestida así! ¿Me quieres ver la cara?—Piensa lo que quieras —intentó pasarle por el lado, él la cogió del brazo.—No irás a ninguna parte sin darme una explicación. ¿Para quién te vestiste como una puta? —No me hables así, suéltame —sus tironeos sólo lograron que el agarre de Oliver fuera más firme.—¡¿Me estás engañando?!—¡No! ¡¿Cómo puedes pensar algo así de mí?!Oliver la arrinconó contra el muro, empujándola con el peso de su cuerpo. Como un perro empezó a olerle el cabello, el rostro, la chaqueta.—¡Hueles a perfume de hombre! No lo puedo creer. ¡Te acuestas con otro mientras nuestra hija está desaparecida!—¡Cállate! ¡¿Cómo puedes ser tan miserable?!—¡Eres una zorra inmunda! Me das asco.Olive
—Podría no tratarse de nada en absoluto, un muchachito buscando diversión —decía Tom, revisando el video que Isabella le había llevado de su visita al Ganso remojado. —Todo lo que ocurría en ese lugar era ilegal, esto también debe serlo. ¡Le venden alcohol y droga a los niños!—Lo investigaré. De todos modos, no le recomiendo que vuelva a ir a ese bar, no sería bueno para el caso que la relacionaran con él.Isabella iba a decirle que no había problema, que había ido disfrazada, aunque por culpa del disfraz su matrimonio se tambaleaba. No dijo nada y asintió.—La mantendré informada.Y el tiempo se le haría eterno esperando por esa información. Oliver no había vuelto y Mary tenía el día libre, así que tuvo la casa para ella sola. Qué grande y espaciosa se sentía cuando nadie más la acompañaba, era como el vientre de una bestia que la había devorado.Sin ánimos de cocinar, ni conocimiento suficiente para hacerlo, Isabella ordenó algo de comida. Grande fue su sorpresa al salir al encuen