¿Delatará Jacob a Matilde? ¿Intentará ella meterlo en problemas con Isabella? La verdad podría ser demasiado peligrosa para Isabella.
La mirada de Isabella estaba llena de terror, las palabras de Oliver resonaban en su cabeza.¿Jacob era un peligro?Pasar de nuevo por las mismas dudas de antes volvía más intenso su dolor, la desconfianza se le clavaba como una daga al rojo vivo.—¿Qué... qué le hacías a mi hija, Jacob?Él no sabía por dónde empezar, fue Matilde quien habló.—Jacob no me hizo nada, mamá, yo... yo me sentía muy mal y... y quise hacerme daño, pero él me detuvo.Jacob pareció más pasmado que antes cuando Isabella lo miró. Se sentía realmente atrapado. —¿Es eso cierto?"Por favor, por favor", gesticulaba Matilde con desesperación, sin que Isabella la viera.Jacob asintió.—¡¿Por qué querías hacerte daño, hija?! —¡Porque ya no soporto no recordar nada! Y... y siento un dolor muy grande y no estoy segura de por qué... no lo aguanto...El llanto de las mujeres no se detuvo. Jacob las instó a levantarse y les llevó té a la habitación de Matilde. Eran las tres de la mañana cuando la muchacha se durmió por f
Algunas personas gozan de la fortuna de disfrutar de un sueño profundo y reparador. Una vez que apoyan la cabeza sobre la almohada y cierran los ojos, ya no vuelven a abrirlos hasta que suena la alarma. Isabella era de esas personas. Tal vez fuera porque, con su hija a salvo en casa, ya nada la perturbaba y, de su propia mano, no cargaba con peso alguno en su conciencia que le quitara el sueño.A otros, sin embargo, el silencio de la noche sólo vuelve más patente su agitación interna y más fuerte se oían los murmullos de sus conciencias, como el roer de ratas en la cabeza, como el raspar de uñas contra un cristal. Esos no duermen nada bien.Parada en la sala a mitad de la noche, Matilde miraba por la ventana. Jacob llegó a su lado.—El policía se fue —susurró ella.—Con lo ocurrido con los detectives, ya no hay ningún sospechoso, ningún peligro evidente del que protegerte. Era cosa de tiempo para que se fuera. Si ella dijera lo que sabía, las cosas cambiarían, ¿pero a quién decírselas
Isabella se sobresaltó al sentir los labios de Jacob besando su hombro. Después de la llamada de Oliver, se había ido a la cocina y allá llegó él a buscarla.—Hueles a alcohol.—Tomé... tomé un trago de whisky... Lo necesitaba —dijo ella, todavía de espaldas a Jacob, sin atreverse a mirarlo.—Matilde ya está dormida. Tú también te ves cansada, vayamos a la cama.—Sí... ya voy.—¿Ocurre algo? Era el momento preciso para exigirle explicaciones. ¿Por qué su prima inventaba otro nombre para volverse la amante precisamente de su esposo? ¿Por qué él no le había confesado que la conocía cuando le habló de ella y hasta le mostró su foto? ¿Por qué le mentía hasta el día de hoy?¿En qué más le mentía el encantador Jacob? Temía que dejara de ser encantador si se lo preguntaba. Tomó más whisky.—¿Isabella?Ella se volvió por fin a mirarlo. Se veía cansado también. —Esta casa y mi hija son lo más valioso que tengo. Mis cuentas bancarias están casi vacías, vendí mis joyas y mi auto es una porque
Isabella cruzaba la puerta de su casa cuando unos gritos la hicieron salir corriendo.—¡No, Jacob, suelta ese cuchillo! —gritaba Matilde. ¡Un cuchillo! ¡¿Y qué hacía Jacob ahí a esa hora?! El terror que la embargó duró hasta que llegó a la sala después del comedor, de rodillas porque un pie se le dobló.Jacob y Matilde estaban sentados frente a la tv, jugando videojuegos.—¡Isabella! ¿Qué te pasó? —él la ayudó a levantarse.Con taquicardia y sintiendo las piernas de gelatina, Isabella se dejó caer en el sillón.—¿Están... jugando?—Sí, Jacob trajo una consola de videojuegos. En esta casa hay de todo, menos algo así. ¿Nunca tuve una?—Claro que no, los videojuegos pudren el cerebro.—El mío ya está medio podrido —repuso Matilde.—En mi casa tampoco había videojuegos, pensé que sería buena idea —Jacob le había quitado un zapato y le examinaba el pie—. El tobillo se te hinchó, te traeré una compresa fría. Isabella esperó a perderlo de vista.—¿Hace cuánto llegó?—Como una hora. Estuvimo
*—Oye bien esa risa, Jacob, recuérdala. Esa es la risa de la hija de tu enemigo.Jacob miró una vez más a la muchacha.—Ella ríe, pero tú no lo haces. ¿Te parece que eso es justo?Tal vez él también reiría si tuviera una pelota para jugar en el agua como ella. Ya hasta sospechaba que no tendría oportunidad ni de meterse al agua.—Algún día serás dueño de todo lo que ella tiene.Por ahora Jacob deseaba sólo su pelota.—Su padre no tiene hijos hombres para que sean sus sucesores. El heredero será a quien su hija favorita elija como esposo, así que tendrás que casarte con ella.—¡¿QUÉ?!El espanto en la voz de Jacob lo hizo reír, ya se imaginaba su expresión de horror.—¡JAJAJAJAJAJA! Es una broma. Tendrás que ser mucho mejor que su esposo, en todo sentido, para que nuestro enemigo te escoja a ti en vez de a él, un extraño en vez de alguien de la familia. ¿Lo harás?—¡Por supuesto que sí!El camino de Jacob hacia la excelencia sólo se fortaleció desde ese momento, hasta que apareció Maria
Un ruido hizo a Mary salir corriendo. En la sala, a Matilde se le había caído el vaso con refresco. El fiasco sobre la alfombra no se comparaba con la expresión de pánico de la muchacha, estática frente a la tv.—¿Qué pasa, mi niña?Matilde no contestó y salió corriendo escaleras arriba. En las noticias, el presentador hablaba: "El hijo del senador Meyerson ha sido puesto en custodia policial mientras continúan las investigaciones para dilucidar el asesinato de July Estévez. Su padre, en tanto, enfrenta los cargos de encubrimiento y obstrucción a la justicia, junto con varios altos mandos del departamento de policía. Todavía falta determinar cómo encaja la desaparición de la joven Matilde Crown en este verdadero puzzle policíaco".Mary apagó la tv y siguió con sus deberes. 〜✿〜—¿Era gastroenteritis? —le preguntó Mary a Isabella cuando llegó de su visita al médico.—Gastroenteritis de un mes y medio. ¡Soy un desastre!Con un abrazo Mary intentó da
Adolorida, Isabella se dio ánimos para levantarse y asistir al control en el hospital. —Creo que te haría bien tomarte unos días de descanso fuera de la ciudad. Nos vamos hoy y volvemos el lunes. ¿Qué opinas?La propuesta de Jacob le parecía perfecta y ganas no le faltaban de salir corriendo y tomarse un respiro de todo, de la vida misma. Soledad y silencio, lejos del dolor y las preocupaciones, ¡una maravilla!Sin embargo, acababa de recuperar a su hija, se vería horrible si la dejaba para irse a pasear con su amante. Era algo que no podía permitirse, por mucho que lo deseara. —¿Y este auto? —preguntó Isabella.No era el citycar, estaba segura de que era el mismo auto en que lo había visto irse con una mujer, que supuestamente era su prima. —Este es el que uso para salir a conquistar chicas, te lo presento. —Prefiero tu citycar.—Ese lo uso para conquistar señoras, debe ser por eso.Isabella rio hasta que Matilde subió al auto con ellos.—¿Qué haces aquí, hija?—Voy a acompañarte,
Despertar con el canto de los pájaros hizo que Isabella se levantara con mejor predisposición al diálogo y a apreciar las molestias que Jacob y Matilde se habían tomado para pasar unos días juntos. Lo hacían por ella, porque estaba cansada, adolorida y estresada; lo hacían porque la querían, aunque estuvieran llenos de secretos y mentiras.—Hija, ¿no trajiste el cargador de mi teléfono?—No, lo olvidé.—¿Me prestas el tuyo?—Tampoco lo traje. Olvida el teléfono y disfruta de la naturaleza —dijo Matilde, que leía un libro en uno de los sillones de la terraza. Isabella fue con Jacob, que descansaba en el balcón del segundo piso.—¿Me prestas el cargador de tu teléfono?—¿Se te pasó el enojo?Isabella se estaba esforzando, realmente quería pasarlo bien con su familia, pero ya empezaba a enojarse de nuevo.—Lo estoy intentando, pero me estoy quedando sin batería y no soporto estar sin batería, es como si se me acabara a mí la energía, como si me faltara el aire.Con una pasividad exaspera