Isabella cruzaba la puerta de su casa cuando unos gritos la hicieron salir corriendo.—¡No, Jacob, suelta ese cuchillo! —gritaba Matilde. ¡Un cuchillo! ¡¿Y qué hacía Jacob ahí a esa hora?! El terror que la embargó duró hasta que llegó a la sala después del comedor, de rodillas porque un pie se le dobló.Jacob y Matilde estaban sentados frente a la tv, jugando videojuegos.—¡Isabella! ¿Qué te pasó? —él la ayudó a levantarse.Con taquicardia y sintiendo las piernas de gelatina, Isabella se dejó caer en el sillón.—¿Están... jugando?—Sí, Jacob trajo una consola de videojuegos. En esta casa hay de todo, menos algo así. ¿Nunca tuve una?—Claro que no, los videojuegos pudren el cerebro.—El mío ya está medio podrido —repuso Matilde.—En mi casa tampoco había videojuegos, pensé que sería buena idea —Jacob le había quitado un zapato y le examinaba el pie—. El tobillo se te hinchó, te traeré una compresa fría. Isabella esperó a perderlo de vista.—¿Hace cuánto llegó?—Como una hora. Estuvimo
*—Oye bien esa risa, Jacob, recuérdala. Esa es la risa de la hija de tu enemigo.Jacob miró una vez más a la muchacha.—Ella ríe, pero tú no lo haces. ¿Te parece que eso es justo?Tal vez él también reiría si tuviera una pelota para jugar en el agua como ella. Ya hasta sospechaba que no tendría oportunidad ni de meterse al agua.—Algún día serás dueño de todo lo que ella tiene.Por ahora Jacob deseaba sólo su pelota.—Su padre no tiene hijos hombres para que sean sus sucesores. El heredero será a quien su hija favorita elija como esposo, así que tendrás que casarte con ella.—¡¿QUÉ?!El espanto en la voz de Jacob lo hizo reír, ya se imaginaba su expresión de horror.—¡JAJAJAJAJAJA! Es una broma. Tendrás que ser mucho mejor que su esposo, en todo sentido, para que nuestro enemigo te escoja a ti en vez de a él, un extraño en vez de alguien de la familia. ¿Lo harás?—¡Por supuesto que sí!El camino de Jacob hacia la excelencia sólo se fortaleció desde ese momento, hasta que apareció Maria
Un ruido hizo a Mary salir corriendo. En la sala, a Matilde se le había caído el vaso con refresco. El fiasco sobre la alfombra no se comparaba con la expresión de pánico de la muchacha, estática frente a la tv.—¿Qué pasa, mi niña?Matilde no contestó y salió corriendo escaleras arriba. En las noticias, el presentador hablaba: "El hijo del senador Meyerson ha sido puesto en custodia policial mientras continúan las investigaciones para dilucidar el asesinato de July Estévez. Su padre, en tanto, enfrenta los cargos de encubrimiento y obstrucción a la justicia, junto con varios altos mandos del departamento de policía. Todavía falta determinar cómo encaja la desaparición de la joven Matilde Crown en este verdadero puzzle policíaco".Mary apagó la tv y siguió con sus deberes. 〜✿〜—¿Era gastroenteritis? —le preguntó Mary a Isabella cuando llegó de su visita al médico.—Gastroenteritis de un mes y medio. ¡Soy un desastre!Con un abrazo Mary intentó da
Adolorida, Isabella se dio ánimos para levantarse y asistir al control en el hospital. —Creo que te haría bien tomarte unos días de descanso fuera de la ciudad. Nos vamos hoy y volvemos el lunes. ¿Qué opinas?La propuesta de Jacob le parecía perfecta y ganas no le faltaban de salir corriendo y tomarse un respiro de todo, de la vida misma. Soledad y silencio, lejos del dolor y las preocupaciones, ¡una maravilla!Sin embargo, acababa de recuperar a su hija, se vería horrible si la dejaba para irse a pasear con su amante. Era algo que no podía permitirse, por mucho que lo deseara. —¿Y este auto? —preguntó Isabella.No era el citycar, estaba segura de que era el mismo auto en que lo había visto irse con una mujer, que supuestamente era su prima. —Este es el que uso para salir a conquistar chicas, te lo presento. —Prefiero tu citycar.—Ese lo uso para conquistar señoras, debe ser por eso.Isabella rio hasta que Matilde subió al auto con ellos.—¿Qué haces aquí, hija?—Voy a acompañarte,
Despertar con el canto de los pájaros hizo que Isabella se levantara con mejor predisposición al diálogo y a apreciar las molestias que Jacob y Matilde se habían tomado para pasar unos días juntos. Lo hacían por ella, porque estaba cansada, adolorida y estresada; lo hacían porque la querían, aunque estuvieran llenos de secretos y mentiras.—Hija, ¿no trajiste el cargador de mi teléfono?—No, lo olvidé.—¿Me prestas el tuyo?—Tampoco lo traje. Olvida el teléfono y disfruta de la naturaleza —dijo Matilde, que leía un libro en uno de los sillones de la terraza. Isabella fue con Jacob, que descansaba en el balcón del segundo piso.—¿Me prestas el cargador de tu teléfono?—¿Se te pasó el enojo?Isabella se estaba esforzando, realmente quería pasarlo bien con su familia, pero ya empezaba a enojarse de nuevo.—Lo estoy intentando, pero me estoy quedando sin batería y no soporto estar sin batería, es como si se me acabara a mí la energía, como si me faltara el aire.Con una pasividad exaspera
Pálida y con el estómago revuelto, Isabella seguía pasmada, en shock ante la increíble historia en que le relataba Matilde, con lujo de detalles, la relación clandestina que mantenía con Jacob.—Él siempre fue tan dulce y atento conmigo, yo... ¡Yo pensé que me amaba! Pero luego me encerró y no me dejó volver a casa.La sensación de irrealidad ante las palabras de su hija la hicieron tener frío, el corazón se le congelaba.—Yo logré escaparme y, cuando descubrí que él tenía una relación contigo, inventé lo de la amnesia porque estaba muy confundida y asustada. El Jacob que tú conoces es sólo un personaje, una bella fachada, el verdadero es aterrador. *—¿A dónde va a llevarme, señor Jacob Swizz? —preguntó la muchacha con un tono inocente que contrastaba bastante con el vestido que llevaba y su maquillaje recargado. —No me llames señor, Matilde, no soy tan viejo.—La edad no es un problema para mí y veo que para ti tampoco, eso me gusta, un hombre libre que no se limita por las consecue
Jacob, que llegaba en el peor momento, cerró la puerta tras él, acabando con toda posibilidad de escape. —¿Qué está pasando? —preguntó al verlas llorosas y tomadas de la mano después de tan espantosa discusión.—¡Mamá ya sabe toda la verdad!Aquello no perturbó en lo más mínimo su expresión, con una tranquilidad que escapaba a la razón y la cordura. Qué doloroso fue para Isabella encontrarse con ese rostro bajo la máscara de su sonrisa encantadora. —Querrás decir que sabe tu verdad, todavía no oye la mía.Ante su avance, las mujeres retrocedieron.—Déjanos salir, Jacob. Queremos volver a la ciudad —dijo Isabella.—Es tarde, es peligroso conducir de noche en la carretera.—Da igual, vamos a salir ahora.La mano de Matilde se zafó de su agarre.—Yo no me voy, yo quiero quedarme —expresó la muchacha, ante la sorpresa de Isabella, sin angustia ni el anterior terror que empañaba su voz. —Eres una buena niña, Matilde. Vete a dormir a tu habitación.—Sí, Jacob —contestó ella, con su voz du
En el momento más oscuro de su vida, Isabella lamentó no haber creído en las paranoicas ideas de Oliver. El enemigo que desde las sombras orquestaba todas las desdichas que los asolaban parecía ser una realidad. —¿Quieres que confíe en ti, Jacob? ¿Qué hay de Xiomara? ¿Cuándo pensabas decirme que ella era Lucía?—¿Cuándo te enteraste? ¿Cómo lo supiste? —preguntó, sorprendido.—Hace varios días, lo descubrió el detective privado. Quise confiar en ti, Jacob, quise creer que todo era una horrible coincidencia, pero con esto ya no puedo. ¡¿Qué quieren de nosotros?! ¡¿Destruirnos?!—¡No! ¡No, Isabella, yo no quiero hacerte daño, yo te amo! Esto es difícil de explicar porque estarás más segura mientras menos sepas.—Eso es absurdo. ¡Y no te atrevas a decir que me amas porque no es así!... Tú no sabes lo que es el amor, tú has estado jugando con mis sentimientos igual que Xiomara con Oliver.—Así fue al principio, no voy a negártelo. Te detestaba, lo he hecho durante años porque mi vida enter