Los secretos salen a la luz, pero todavía falta el peor de todos. ¿En quién podrá confiar Isabella?
Pálida y con el estómago revuelto, Isabella seguía pasmada, en shock ante la increíble historia en que le relataba Matilde, con lujo de detalles, la relación clandestina que mantenía con Jacob.—Él siempre fue tan dulce y atento conmigo, yo... ¡Yo pensé que me amaba! Pero luego me encerró y no me dejó volver a casa.La sensación de irrealidad ante las palabras de su hija la hicieron tener frío, el corazón se le congelaba.—Yo logré escaparme y, cuando descubrí que él tenía una relación contigo, inventé lo de la amnesia porque estaba muy confundida y asustada. El Jacob que tú conoces es sólo un personaje, una bella fachada, el verdadero es aterrador. *—¿A dónde va a llevarme, señor Jacob Swizz? —preguntó la muchacha con un tono inocente que contrastaba bastante con el vestido que llevaba y su maquillaje recargado. —No me llames señor, Matilde, no soy tan viejo.—La edad no es un problema para mí y veo que para ti tampoco, eso me gusta, un hombre libre que no se limita por las consecue
Jacob, que llegaba en el peor momento, cerró la puerta tras él, acabando con toda posibilidad de escape. —¿Qué está pasando? —preguntó al verlas llorosas y tomadas de la mano después de tan espantosa discusión.—¡Mamá ya sabe toda la verdad!Aquello no perturbó en lo más mínimo su expresión, con una tranquilidad que escapaba a la razón y la cordura. Qué doloroso fue para Isabella encontrarse con ese rostro bajo la máscara de su sonrisa encantadora. —Querrás decir que sabe tu verdad, todavía no oye la mía.Ante su avance, las mujeres retrocedieron.—Déjanos salir, Jacob. Queremos volver a la ciudad —dijo Isabella.—Es tarde, es peligroso conducir de noche en la carretera.—Da igual, vamos a salir ahora.La mano de Matilde se zafó de su agarre.—Yo no me voy, yo quiero quedarme —expresó la muchacha, ante la sorpresa de Isabella, sin angustia ni el anterior terror que empañaba su voz. —Eres una buena niña, Matilde. Vete a dormir a tu habitación.—Sí, Jacob —contestó ella, con su voz du
En el momento más oscuro de su vida, Isabella lamentó no haber creído en las paranoicas ideas de Oliver. El enemigo que desde las sombras orquestaba todas las desdichas que los asolaban parecía ser una realidad. —¿Quieres que confíe en ti, Jacob? ¿Qué hay de Xiomara? ¿Cuándo pensabas decirme que ella era Lucía?—¿Cuándo te enteraste? ¿Cómo lo supiste? —preguntó, sorprendido.—Hace varios días, lo descubrió el detective privado. Quise confiar en ti, Jacob, quise creer que todo era una horrible coincidencia, pero con esto ya no puedo. ¡¿Qué quieren de nosotros?! ¡¿Destruirnos?!—¡No! ¡No, Isabella, yo no quiero hacerte daño, yo te amo! Esto es difícil de explicar porque estarás más segura mientras menos sepas.—Eso es absurdo. ¡Y no te atrevas a decir que me amas porque no es así!... Tú no sabes lo que es el amor, tú has estado jugando con mis sentimientos igual que Xiomara con Oliver.—Así fue al principio, no voy a negártelo. Te detestaba, lo he hecho durante años porque mi vida enter
*Jacob llegó a la casa. En la sala del primer piso se encontró con el gran hombre, sentado en su sillón de siempre. En la tv frente a él pasaban las noticias.—Siéntate, Jacob. Ya que las familias se están reuniendo, pensé que era el momento de que la nuestra también lo hiciera. Jacob se sentó.—¿Xio sigue aquí?—Ha ido a desintoxicarse. Al menos hizo lo que tenía que hacer, ¿qué hay de ti? Fallaste en conseguir el puesto de subgerente, fallaste en apoderarte de la casa de Isabella, ¿en qué más fallarás, Jacob?En la tv repetían la nota que le habían hecho a Isabella a poco de desaparecer Matilde. Era la misma mujer de ahora, pero se veía diferente. No supo si aquello se debía a que ella había cambiado o lo había hecho él. —La chiquilla por fin ha aparecido, ahora podemos volver al plan original. —Por favor, no.—¿Qué dijiste?—Deja que me encargue de esto a mi modo, Isabella ya está enamorada de mí. Voy a pedirle matrimonio y la plantaré en el altar, la humillaré frente a toda su f
En el asiento trasero del auto de la policía, Isabella se posó una mano en el vientre. Ya no le dolía, pero hasta hace poco, una punzada lacerante la había dejado sin aliento."¿Cómo puede escucharla? ¡Ella no está bien!", le había dicho a la asistente social."¿Intenta invalidar su testimonio? Si está bien o no, eso lo decidirán los especialistas"."Mamá es la que no está bien, está celosa de mí y su novio. Quiso matarme, pero él se interpuso y ahora está herido. ¡Ella tiene que estar encerrada, no él!".Era su palabra contra la de su hija, una pobre muchachita desvalida y aterrada.Mary la recibió al llegar a casa. Quién diría que tener altos niveles de arsénico en el cuerpo le jugaría a favor ante las denuncias de Matilde, sumado a que Jacob se había fugado. Al menos sirvió para sembrar la duda y darle algo de ventaja, pero no podría acercarse a su hija mientras durara la investigación. La muchacha estaba ahora bajo cuidado del Estado. —¿Qué está pasando, Isabellita?Isabella suspi
Isabella y Oliver entraron juntos a la audiencia, Matilde, el fruto del amor que alguna vez los unió, ahora los demandaba para obtener su emancipación."¡Es absurdo!", se repetía Isabella. Estaba lejos de comprender el rumbo que habían tomado las cosas desde aquella mañana en que se despidió de su hija luego del desayuno, hacía una vida atrás. Matilde ya no era la misma, ninguno era el mismo, reflexionó, mirando a Oliver en la silla de ruedas a su lado.La muchacha llegó usando gafas oscuras, avanzó por la sala con paso vacilante, hasta temeroso, y se sentó acompañada de la asistente social y su abogado.—¿Ese no es Arturo Rodríguez? —le preguntó Isabella a Oliver.—Claro que es él. ¿De dónde pudo sacar Matilde dinero para pagar un abogado así?Rodríguez era un abogado experto en casos tributarios, la primera opción de los peces gordos poco asiduos a pagar los impuestos. No era para nada un filántropo interesado en causas sociales, no salía de su casa por cifras con menos de seis ceros
Qué vacía volvía a sentirse la casa sin Matilde, demasiado grande y silenciosa. Sin nada que hacer, salvo ayudar a Mary en algunas tareas domésticas, el día de Isabella se le hacía eterno.No la habían dejado hablar con Matilde y Rodríguez tampoco había querido decirles la identidad de quien le pagaba sus jugosos honorarios, pero ya había puesto en antecedente a Tobar sobre Solomon Herbert.—¿Ha podido hablar con Matilde? —le preguntó al detective.—No, la psicóloga de servicios infantiles no lo consideró prudente de momento, me dijo que su hija tuvo una crisis.El rostro de Isabella se llenó de angustia.—Si me permite decirlo, Matilde sabe más de lo que le conviene admitir y está aprovechando todo esto para evadir responsabilidades. Tenemos una testigo que afirma que ella iría con July al evento de Meyerson la noche en que desapareció. De hecho, habría sido Matilde quien involucró a July en el asunto, su testimonio terminará por hundir a Erick Johnson porque tenía tratos directos con
Un esclavo carecía de autonomía y no era dueño de sí mismo. En el mundo civilizado ya no existía la esclavitud en el modo tradicional, pero de que había esclavos, los había: esclavos del trabajo, de los vicios incontrolables, de la tecnología; del amor. Con toda la información a su disposición, Isabella comprendió que Jacob era un esclavo, sometido por un amor deformado por el odio y la venganza. No dudó que, a pesar de todo, él amara a su padrastro. De otro modo, las cadenas de sus deseos jamás habrían podido apresarlo. Una orden no eran más que palabras si alguien no estaba dispuesto a obedecerla.—¿Qué quieres decirme, Isabella?Ella quería darle un motivo para romper aquellas cadenas que lo apresaban.—Yo... yo realmente me enamoré de ti, Jacob. Y si yo pude hacerlo, con lo diferentes que somos, con lo quisquillosa que soy, cualquiera podría hacerlo, cualquiera podría amarte porque eres encantador. No necesitas a ese hombre en tu vida, puedes... puedes rodearte de personas que te