La pérdida de Isabella la acercará poco a poco a la verdad. ¿Cederá Jacob a los chantajes de Matilde?
Adolorida, Isabella se dio ánimos para levantarse y asistir al control en el hospital. —Creo que te haría bien tomarte unos días de descanso fuera de la ciudad. Nos vamos hoy y volvemos el lunes. ¿Qué opinas?La propuesta de Jacob le parecía perfecta y ganas no le faltaban de salir corriendo y tomarse un respiro de todo, de la vida misma. Soledad y silencio, lejos del dolor y las preocupaciones, ¡una maravilla!Sin embargo, acababa de recuperar a su hija, se vería horrible si la dejaba para irse a pasear con su amante. Era algo que no podía permitirse, por mucho que lo deseara. —¿Y este auto? —preguntó Isabella.No era el citycar, estaba segura de que era el mismo auto en que lo había visto irse con una mujer, que supuestamente era su prima. —Este es el que uso para salir a conquistar chicas, te lo presento. —Prefiero tu citycar.—Ese lo uso para conquistar señoras, debe ser por eso.Isabella rio hasta que Matilde subió al auto con ellos.—¿Qué haces aquí, hija?—Voy a acompañarte,
Despertar con el canto de los pájaros hizo que Isabella se levantara con mejor predisposición al diálogo y a apreciar las molestias que Jacob y Matilde se habían tomado para pasar unos días juntos. Lo hacían por ella, porque estaba cansada, adolorida y estresada; lo hacían porque la querían, aunque estuvieran llenos de secretos y mentiras.—Hija, ¿no trajiste el cargador de mi teléfono?—No, lo olvidé.—¿Me prestas el tuyo?—Tampoco lo traje. Olvida el teléfono y disfruta de la naturaleza —dijo Matilde, que leía un libro en uno de los sillones de la terraza. Isabella fue con Jacob, que descansaba en el balcón del segundo piso.—¿Me prestas el cargador de tu teléfono?—¿Se te pasó el enojo?Isabella se estaba esforzando, realmente quería pasarlo bien con su familia, pero ya empezaba a enojarse de nuevo.—Lo estoy intentando, pero me estoy quedando sin batería y no soporto estar sin batería, es como si se me acabara a mí la energía, como si me faltara el aire.Con una pasividad exaspera
Pálida y con el estómago revuelto, Isabella seguía pasmada, en shock ante la increíble historia en que le relataba Matilde, con lujo de detalles, la relación clandestina que mantenía con Jacob.—Él siempre fue tan dulce y atento conmigo, yo... ¡Yo pensé que me amaba! Pero luego me encerró y no me dejó volver a casa.La sensación de irrealidad ante las palabras de su hija la hicieron tener frío, el corazón se le congelaba.—Yo logré escaparme y, cuando descubrí que él tenía una relación contigo, inventé lo de la amnesia porque estaba muy confundida y asustada. El Jacob que tú conoces es sólo un personaje, una bella fachada, el verdadero es aterrador. *—¿A dónde va a llevarme, señor Jacob Swizz? —preguntó la muchacha con un tono inocente que contrastaba bastante con el vestido que llevaba y su maquillaje recargado. —No me llames señor, Matilde, no soy tan viejo.—La edad no es un problema para mí y veo que para ti tampoco, eso me gusta, un hombre libre que no se limita por las consecue
Jacob, que llegaba en el peor momento, cerró la puerta tras él, acabando con toda posibilidad de escape. —¿Qué está pasando? —preguntó al verlas llorosas y tomadas de la mano después de tan espantosa discusión.—¡Mamá ya sabe toda la verdad!Aquello no perturbó en lo más mínimo su expresión, con una tranquilidad que escapaba a la razón y la cordura. Qué doloroso fue para Isabella encontrarse con ese rostro bajo la máscara de su sonrisa encantadora. —Querrás decir que sabe tu verdad, todavía no oye la mía.Ante su avance, las mujeres retrocedieron.—Déjanos salir, Jacob. Queremos volver a la ciudad —dijo Isabella.—Es tarde, es peligroso conducir de noche en la carretera.—Da igual, vamos a salir ahora.La mano de Matilde se zafó de su agarre.—Yo no me voy, yo quiero quedarme —expresó la muchacha, ante la sorpresa de Isabella, sin angustia ni el anterior terror que empañaba su voz. —Eres una buena niña, Matilde. Vete a dormir a tu habitación.—Sí, Jacob —contestó ella, con su voz du
En el momento más oscuro de su vida, Isabella lamentó no haber creído en las paranoicas ideas de Oliver. El enemigo que desde las sombras orquestaba todas las desdichas que los asolaban parecía ser una realidad. —¿Quieres que confíe en ti, Jacob? ¿Qué hay de Xiomara? ¿Cuándo pensabas decirme que ella era Lucía?—¿Cuándo te enteraste? ¿Cómo lo supiste? —preguntó, sorprendido.—Hace varios días, lo descubrió el detective privado. Quise confiar en ti, Jacob, quise creer que todo era una horrible coincidencia, pero con esto ya no puedo. ¡¿Qué quieren de nosotros?! ¡¿Destruirnos?!—¡No! ¡No, Isabella, yo no quiero hacerte daño, yo te amo! Esto es difícil de explicar porque estarás más segura mientras menos sepas.—Eso es absurdo. ¡Y no te atrevas a decir que me amas porque no es así!... Tú no sabes lo que es el amor, tú has estado jugando con mis sentimientos igual que Xiomara con Oliver.—Así fue al principio, no voy a negártelo. Te detestaba, lo he hecho durante años porque mi vida enter
*Jacob llegó a la casa. En la sala del primer piso se encontró con el gran hombre, sentado en su sillón de siempre. En la tv frente a él pasaban las noticias.—Siéntate, Jacob. Ya que las familias se están reuniendo, pensé que era el momento de que la nuestra también lo hiciera. Jacob se sentó.—¿Xio sigue aquí?—Ha ido a desintoxicarse. Al menos hizo lo que tenía que hacer, ¿qué hay de ti? Fallaste en conseguir el puesto de subgerente, fallaste en apoderarte de la casa de Isabella, ¿en qué más fallarás, Jacob?En la tv repetían la nota que le habían hecho a Isabella a poco de desaparecer Matilde. Era la misma mujer de ahora, pero se veía diferente. No supo si aquello se debía a que ella había cambiado o lo había hecho él. —La chiquilla por fin ha aparecido, ahora podemos volver al plan original. —Por favor, no.—¿Qué dijiste?—Deja que me encargue de esto a mi modo, Isabella ya está enamorada de mí. Voy a pedirle matrimonio y la plantaré en el altar, la humillaré frente a toda su f
En el asiento trasero del auto de la policía, Isabella se posó una mano en el vientre. Ya no le dolía, pero hasta hace poco, una punzada lacerante la había dejado sin aliento."¿Cómo puede escucharla? ¡Ella no está bien!", le había dicho a la asistente social."¿Intenta invalidar su testimonio? Si está bien o no, eso lo decidirán los especialistas"."Mamá es la que no está bien, está celosa de mí y su novio. Quiso matarme, pero él se interpuso y ahora está herido. ¡Ella tiene que estar encerrada, no él!".Era su palabra contra la de su hija, una pobre muchachita desvalida y aterrada.Mary la recibió al llegar a casa. Quién diría que tener altos niveles de arsénico en el cuerpo le jugaría a favor ante las denuncias de Matilde, sumado a que Jacob se había fugado. Al menos sirvió para sembrar la duda y darle algo de ventaja, pero no podría acercarse a su hija mientras durara la investigación. La muchacha estaba ahora bajo cuidado del Estado. —¿Qué está pasando, Isabellita?Isabella suspi
Isabella y Oliver entraron juntos a la audiencia, Matilde, el fruto del amor que alguna vez los unió, ahora los demandaba para obtener su emancipación."¡Es absurdo!", se repetía Isabella. Estaba lejos de comprender el rumbo que habían tomado las cosas desde aquella mañana en que se despidió de su hija luego del desayuno, hacía una vida atrás. Matilde ya no era la misma, ninguno era el mismo, reflexionó, mirando a Oliver en la silla de ruedas a su lado.La muchacha llegó usando gafas oscuras, avanzó por la sala con paso vacilante, hasta temeroso, y se sentó acompañada de la asistente social y su abogado.—¿Ese no es Arturo Rodríguez? —le preguntó Isabella a Oliver.—Claro que es él. ¿De dónde pudo sacar Matilde dinero para pagar un abogado así?Rodríguez era un abogado experto en casos tributarios, la primera opción de los peces gordos poco asiduos a pagar los impuestos. No era para nada un filántropo interesado en causas sociales, no salía de su casa por cifras con menos de seis ceros