CamilaEstaba muriendo de miedo, estaba intimidada por ese hombre. Al momento de irse mi alma volvió al cuerpo, estaba aterrada, tanto que quise llorar. Pero no me mostraré débil, no se la pondré fácil.Franco salió de la habitación y de inmediato le puse seguro, sentía enojo y asco por como me tocaba. Aunque estoy conforme por la manera en la que lo llevé a él al límite, su intención era asustarme, intimidarme; por eso no le demostré miedo. Me quedé en mi postura, hasta lo llevé a él a mi juego, juego que no pudo jugar.—Fue una noche intensa, más de lo que pensaba.¿Qué sucede con Beto? Su mirada y su manera de ¿excusarse? ¿Por qué hacerlo ahora? Aquellos días en los que estuve de viaje no parecía dolido o afligido por la ruptura.—Tenía vergüenza de que me viera con Franco, hace poco tiempo era su novia y de repente estoy casada, ¿pensará que lo engañaba?Por qué debo preocuparme por eso ahora, nada de lo que el piense o haya sentido, a mi debe preocuparme. Fui usada por él, jugó c
FrancoEn la noche me transformé, estaba enojado, sentía que ella también había provocado mi reacción. No sé como pudo terminar, de no frenarlo antes, lo más seguro es que…En la mesa pensé en conversar lo que pasó, había mucho más por decir, estaba enojado porque no logré que entendiera lo que quería. Fue algo abrumador cuando la miré, ese fue el momento en el que sentí que pudo terminar mal. Estaba dispuesto a todo.Aquellos ojos hinchados, su cara de tristeza, su cara desencajada me hizo sentir mal. Si, aún seguía molesto, pero me sentí como un monstruo por haber sido brusco con ella, no soy así. No soy perfecto, pero no soy capaz de maltratar a una mujer. Aunque ella, ella y esa lengua que me provoca arrancársela con una pinza.Decidí dejarle una tarjeta porque sentí lástima, debo reconocerlo. Fue como una forma de compensar la manera en la que en su cuarto la toqué a las malas.—Buenos días, señor Collins.Melli llega a mi oficina con una taza de café.—Buen día.—Oye, ¿estás bie
FrancoLevantaba el cuello de mi camisa acalorado, el tema murió en el instante que Camila habló de lo sucedido esa noche. Ella también pareció incomodarse, comprendo que el nivel de lo pasado en esa habitación pasó por encima de muchos límites.Llegando a casa bajé del auto, algunas empleadas le ayudaron a mi esposa con sus bolsas.—Organice rápido su compra, tengo que hablar con usted.Camila me mira de mala gana, recoge varias de sus bolsas y entra a la casa.—¿Me escuchó?—Si, si, más tarde hablo con usted.¿por qué tiene el mal de defecto de ignorar a la gente? Me deja hablando solo, tiene el lujo de darme la espalda como si no le importara quien soy.—Daila, organice mi despacho. Tengo algo que atender en un momento.—Si señor, ya mismo.Esperé en mi jardín mientras despejaban mi despacho, hay días en los que trabajo y todo queda enredado.—Señor Collins, alguien lo busca.—¿A mí? Pero no espero a nadie, ¿Quién es?—Buenos días, señor Franco.Phillip Edwards había llegado a mi c
CamilaLamento haber dejado ir a mi padre de esa manera, esperaba que me fuera con él, en sus ojos veía el desespero. Lo siento papá, no puedo irme. Confío en mi corazonada, algo dice que debo quedarme aquí.Después de esta experiencia no seré la misma mujer débil de antes, Camila Edwards será una mujer independiente, que puede defenderse por si misma, que puede ser de ayuda y soporte. Si pare ser diferente debo quedarme aquí, lo haré. Intentaré recuperar la empresa de mi padre, haré de ChocoFrench un mejor lugar, si después debo devolver la parte de Franco, lo haré. Pero por ahora tengo que aprender de cerca y del mejor.—Señorita, su almuerzo está servido.Lola, es muy atenta conmigo, me cae bien. Le di un obsequio para compensar la manera en la que me he dirigido a ella.—Comeré más tarde, Lolita. Primero voy a la piscina. Vuelvo en un rato.Subí a la habitación para cambiarme, me vestí con mi traje de baño de dos piezas, encima me tapé con una toalla para no pasearme por toda la c
CamilaVi la muerte pasar por mis ojos, como una señal de tener que haberme ido de esta casa cuando mi padre me dijo, pero ya lo decidí. Afrontaré lo que toque, seré fuerte.—Déjame ayudarte.Franco me sostiene, estaba mareada, mi cuerpo hoy colapsó. Quise decirle, no, estoy bien; pero no estaba bien, si daba un paso por mi cuenta caería al piso.—Gracias.Con paso lento me llevaba a mi habitación, me recostó en mi cama y me pidió descansar, reponerme para que mañana estuviera mejor.—¿Estás cómoda?—Si, estoy bien.El Franco que veo ahora es muy diferente al que me recibió en su casa y al que conocí desde hace unos días. Me sorprende que me trate de esta manera, que sea atento y que se preocupe por mí.—Mañana te quedarás en casa, no entrarás a la piscina hasta que… hasta que estés mejor.—Estoy bien, amaneceré bien.—No, quédate en casa, será así hasta que yo te lo indique.No quiero protestar, no quiero pelear con nadie en este momento.—Está bien, me quedaré entonces.Después de c
Franco—¿No quieres quedarte un poco más?—No, Melli. Es tarde, es mejor que nos vayamos. Mira la hora que es.—Calma, ven aquí.Mellisa me toma del brazo y me hala hacia ella, hasta el lugar donde estábamos acostados.—Melli, por favor, es hora de irme.—Franco, dijiste que te quedarías toda la noche; podemos hacer como siempre hacemos. En la mañana muy temprano te organizas y de aquí al trabajo, normal.—No, ahora que lo pienso bien, es mejor irme a casa. Ya hemos disfrutado gran parte de la noche y de la madrugada, es momento de volver.—Vas a quitarme la comodidad, aquí estamos bien. Si durante tanto tiempo no te ha molestado, ¿Por qué ahora sí?—Es que en casa pasan muchas cosas últimamente y no me gustaría que algo pasara y estar por fuera.—¿Qué puede pasar a esta hora?Melli me abraza e intenta besarme.—Mellisa, te dije que ya no más.—Franco ¿Qué pasa contigo?Solté sus brazos y salí de la cama, me vestí y recogí mis cosas.—¿Quieres decirme que te pasa? ¿Cuál es el problema
CamilaNo sabía ni donde estaba parada, me sentía nerviosa, pero aun así no permitiría que me ganaran los nervios. Puedo aprender, que es lo peor que puede pasar. No creo que sea algo tan difícil, al final si otra persona puede, ¿Por qué yo no?—Camila, tiene que organizarme estos documentos, que sean desde el año más lejano hasta la fecha actual.Franco tenía para mí dos pilas de carpetas, eran tan altas que sobrepasaban el escritorio.—¿Qué?—Así como lo escucha, tiene la mañana y la tarde para terminarlo, si empieza ahora tendrá más tiempo libre.—No terminaré en esta vida, ni en la otra. ¿es una broma?—Es su trabajo, ¿no me diga que el primer día ya siente que es mucho? Solo es organizar información ¿es mucho para usted?—No, no, yo puedo hacerlo. No parece complejo.Me levanté de la silla y me puse de pie frente a las dos torres de carpetas, agarré una de ellas y al abrirla lo primero que salió fue una ráfaga de polvo.—¿De qué año es esto?—Desde que inicié la empresa.Franco s
FrancoLlegué a casa y esperé más de una hora a que Camila llegara, estuve atento a que llamara en cualquier momento para que fueran a buscarla, pero el tiempo pasaba y no lo hacía.—Señor, ¿quiere algo más? ¿quedó con hambre?—No, Daila. Muchas gracias, pero estoy bien.—Oh, creí que se había quedado en el comedor porque tenía hambre.—No, pero sabe, si quiero una taza de té.—Si, señor.Daila va para la cocina, pero la detengo por algo más fuerte, no quiero dormir.—Daila, espere. Mejor me prepara un café bien cargado.—¿Café? ¿ahora?Es raro que lo pida, porque ella sabe que me afecta el sueño.—Si, es que trabajaré hasta tarde y bueno, ya sabe como me pongo.El café no demoró más de un par de minutos, me tomé una sola taza con calma; pero al ver que el tiempo seguía, pedí una más.Miré el reloj y ya eran más de las nueve de la noche, estaba considerando en salir e ir por Camila, me preocupa que le haya pasado algo, digo, no es que me importe; pero sabiendo como es, lo mejor es ten