FrancoNo me lo esperaba, creí que tenía todo bajo mi control. Pero ese maldito siempre tiene un pie por delante por de mí, parece que nada cambia, el tiempo fortalece a las personas; ya verás, también sé jugar, solo debo mover mis fichas.—Señor, ¿desea algo para comer?—No, estoy bien. Pero prepare algo para la nueva huésped.Salí de casa y pedí que preparen el auto.—Por cierto, Daila, que mis padres no la vean cuando lleguen a casa. Que no salga de su habitación, suban lo que ella necesite.—¿Cómo?—Así como escuchó.—Si señor.El jefe de seguridad abrió la puerta de mi carro.—Josué, esta noche no volveré. Encárguese de enviar a mis padres a casa a salvo.—Si, señor Collins.Cerré la puerta del auto y le pedí al conductor que se pusiera en marcha.—¿A dónde lo llevo?—Al hotel de siempre.Mientras el conductor de alejaba de la casa, le escribí a Melli para vernos, fue lo que hablamos y le prometí vernos.—Hola, tenemos que vernos en el lugar de siempre, ya voy en camino.Le di la
CamilaMe mantuve sola en mi noche de bodas, estuve como una prisionera aun usando ese pesado vestido que ya me causaba piquiña.—Señorita, ¿segura que no quiere comer? Mire que está por anochecer.No quise resistirme más, ya fue suficiente. Desde que estoy encerrada escuché muchas cosas, a los padres de Franco, a sus empleados, todo tipo de movimiento. Me negué a abrir la puerta, pero no pude hacerme más la digna, el hambre no me dejaba.—Si, ya le abro la puerta.Levanté mi vestido y los sostuve entre mis manos, me costó un poco de trabajo; pero pude abrir la puerta.—Señorita, por fin abre la puerta. Me empezaba a preocupar.—Gracias.La señora me mira con rareza, lo sé, también yo lo estoy. Sabia que sería terrible, pero no tanto.—¿Desea algo más?—No, estoy bien, es muy amable.Recibí la bandeja y no me di la vuelta hasta que la señora no se retirara.—Oh, espere. ¿puedo hacerle una pregunta? —le digo a la mujer.—Claro que sí, dígame.—¿Sabe si el señor Franco demora?—Creo que
CamilaEra de imaginarse, esos patanes están cortados con la misma tijera. Su pasatiempo de seguro es visitar a esas bandidas en la calle, que sinvergüenza.—Señorita, aquí está su ropa. Si desea puedo acomodarla de inmediato, mientras usted baja a almorzar. El señor Franco está aquí.—Muchas gracias, Lola.—Oh, también dejaré en su closet un vestido que trajo para usted.Salí de la habitación y bajé las escaleras, tenía afán por verlo y decirle lo de mis padres.—Señor Franco, estaba esperándolo.—También necesito hablar con usted, Camila Edwards.—Quiero decirle, que necesito que deja a alguien a mi disposición para cuando necesite algo, porque hoy necesitaba que alguien fuera a casa de mis padres y…—No di la orden, aquí se hace solo lo que yo autorizo.—Pero usted me dijo que yo lo resolviera y…—Le dije que solo yo soy las ordenes, me refería a que usted sola por sus medios lo resolviera; de paso le digo que tiene prohibido gritarle a mi personal, menos encargarles otras activida
CamilaFranco intenta sobrepasarse, me sostuvo con tanta fuerza que maltrataba mi piel. Mis labios se irritaron por la forma brusca de besarme.—¿Qué hace?Lo aparté con fuerza de mí, no toleraba sentirlo cerca.—Camila, no sea una patética. Si no recuerda, usted y yo nos casamos —responde sosteniendo mi mandíbula.—No quiero que vuelva a tocarme.Halé mi brazo con fuerza para apartarlo de mí, quise dejarlo e irme a la barra por un trago, pero él insiste en retenerme.—¿Qué cree que está haciendo? Le dije que sus berrinches de niña pequeña se habían acabado, conmigo no, haga lo que quiera con su padre; pero conmigo no.Franco me tomó de la mano y me volvió a pegar a su cuerpo.—Aquí está mi esposa. Mira cariño, ella es Camila Edwards.—¡Oh! Eres una mujer encantadora, vi tus fotografías de la boda y de inmediato quise saber más sobre la novia más hermosa que he visto.—Es muy linda en decir eso, ahora si me permite, iré a la barra por una bebida.Aproveché el momento para alejarme, Fr
FrancoContenía mis ganas de darle un golpe a la mesa, desde que salí de casa me he aguantado. De por sí ya estaba enojado con ella por lo que pasó en casa, es una grosera prepotente que quiere hacer lo que le plazca. Ahora quiere venir a manejar mis asuntos laborales, que son los más importante a su antojo.Cada vez confirmo lo que presentí de ella el día que la conocí, soberbia e inmadura. De nada le sirvió tanto carácter a Phillip, si al final esta mocosa terminó haciendo con él lo que quiso.—Creo que ya es suficiente de su comentario, mi amor —susurré cerca de su cuello.—Nunca es suficiente, cariño.—Ya, deja el misterio Franco, ¿de que se trata?—No es la gran cosa, ya después lo verán.No quiero que nadie sepa de mis negocios, luego toca rendir cuentas y es lo que menos me gusta. Hasta ahora pretendo llevarla al límite para que se vaya de mi casa y pida el divorcio, si por mi es, hoy mismo le entrego la mitad de ChocoFrench para que termine de tirarla a la basura y no esperar
CamilaEstaba muriendo de miedo, estaba intimidada por ese hombre. Al momento de irse mi alma volvió al cuerpo, estaba aterrada, tanto que quise llorar. Pero no me mostraré débil, no se la pondré fácil.Franco salió de la habitación y de inmediato le puse seguro, sentía enojo y asco por como me tocaba. Aunque estoy conforme por la manera en la que lo llevé a él al límite, su intención era asustarme, intimidarme; por eso no le demostré miedo. Me quedé en mi postura, hasta lo llevé a él a mi juego, juego que no pudo jugar.—Fue una noche intensa, más de lo que pensaba.¿Qué sucede con Beto? Su mirada y su manera de ¿excusarse? ¿Por qué hacerlo ahora? Aquellos días en los que estuve de viaje no parecía dolido o afligido por la ruptura.—Tenía vergüenza de que me viera con Franco, hace poco tiempo era su novia y de repente estoy casada, ¿pensará que lo engañaba?Por qué debo preocuparme por eso ahora, nada de lo que el piense o haya sentido, a mi debe preocuparme. Fui usada por él, jugó c
FrancoEn la noche me transformé, estaba enojado, sentía que ella también había provocado mi reacción. No sé como pudo terminar, de no frenarlo antes, lo más seguro es que…En la mesa pensé en conversar lo que pasó, había mucho más por decir, estaba enojado porque no logré que entendiera lo que quería. Fue algo abrumador cuando la miré, ese fue el momento en el que sentí que pudo terminar mal. Estaba dispuesto a todo.Aquellos ojos hinchados, su cara de tristeza, su cara desencajada me hizo sentir mal. Si, aún seguía molesto, pero me sentí como un monstruo por haber sido brusco con ella, no soy así. No soy perfecto, pero no soy capaz de maltratar a una mujer. Aunque ella, ella y esa lengua que me provoca arrancársela con una pinza.Decidí dejarle una tarjeta porque sentí lástima, debo reconocerlo. Fue como una forma de compensar la manera en la que en su cuarto la toqué a las malas.—Buenos días, señor Collins.Melli llega a mi oficina con una taza de café.—Buen día.—Oye, ¿estás bie
FrancoLevantaba el cuello de mi camisa acalorado, el tema murió en el instante que Camila habló de lo sucedido esa noche. Ella también pareció incomodarse, comprendo que el nivel de lo pasado en esa habitación pasó por encima de muchos límites.Llegando a casa bajé del auto, algunas empleadas le ayudaron a mi esposa con sus bolsas.—Organice rápido su compra, tengo que hablar con usted.Camila me mira de mala gana, recoge varias de sus bolsas y entra a la casa.—¿Me escuchó?—Si, si, más tarde hablo con usted.¿por qué tiene el mal de defecto de ignorar a la gente? Me deja hablando solo, tiene el lujo de darme la espalda como si no le importara quien soy.—Daila, organice mi despacho. Tengo algo que atender en un momento.—Si señor, ya mismo.Esperé en mi jardín mientras despejaban mi despacho, hay días en los que trabajo y todo queda enredado.—Señor Collins, alguien lo busca.—¿A mí? Pero no espero a nadie, ¿Quién es?—Buenos días, señor Franco.Phillip Edwards había llegado a mi c