¿La encontraría? Sin duda. ¿La salvaría? Siempre.
-Lauren Kate-Chantal.
Bajo las cegadoras luces que se esparcían por todo el local, y la música electrónica de fondo. Una mirada de hielo se perdía en el abismo negro de otra. Fue un acto involuntario que tardó segundos, pero para ellos se sintió como una eternidad. Chantal apartó la vista de él cuando Anne se acercó a la mesa con dos bebidas en las manos.
—Siento la demora —sonriente explicó—, pero me bebí la mía en la barra. Es que el bartender estaba de maravillas. Las dos se carcajearon ante tal expresión, imaginaban a la rubia en pleno plan de conquista. —No hay problema —Amber tomó una copa—, pero para la próxima nos llevas—, bebió un largo sorbo— también tenemos derecho a disfrutar de lo bueno del lugar —la rizada rió ante tal comentario tomando la suya. Bebió de ella, casi hizo una mueca por lo amargo del contenido. Estaba muy fuerte y le bajaba por la garganta como si quemara, nunca había probado algo así. Si Anne quería embriagarlas, lo iba a lograr, pues no estaba segura de poder aguantar otra copa. Aquello iba contra toda creencia de ella. Se imaginaba borracha y no podía dejar de pensar en su madre, no quería acabar como ella. Puso el trago en la mesa, los recuerdos que le llegaban eran más amargos que el líquido que estaba en la copa. Se dirigió a Anne, que ya había tomado asiento, le preguntaría qué tenía aquel trago tan fuerte, pero la cara de la rubia era un poema. Miraba detrás de Chantal con un toque de asombro.—Algo me dice que tus "jefes" vienen a saludarte, "Chanty" —la rubia se acomodó coqueta en su lugar. Amber casi se atraganta con su trago y Chantal, tras un largo suspiro de derrota, miró hacia atrás. La sonrisa de Derek iluminaba el ambiente. Con sus brazos abiertos se dirigía a la rizada para darle una extravagante saludo. Ambos hermanos con sus tres acompañantes estaban frente a ellas.—¡Bella Chantal Robinson! —exclamó simpático. La rizada se puso de pie para recibir el saludo—. Nunca pensé encontrarte en un lugar así —la estrechó entre sus brazos, a lo que Dixon hizo una mueca y las otras tres chicas clavaron sus recelosos ojos en ella. —Vine a pasar el rato con unas amigas —le dijo cerca del rostro del rubio, pues la música estaba muy alta—. Ellas son Anne y Amber Brown, son mis mejores amigas y con quien comparto el piso —el chico les hizo un saludo cordial a ambas con su mano. —¡Pero mira que estás hermosa hoy! —le dijo mientras la observaba de arriba a abajo. Ante aquel comentario, ella sonrió apenada. Dixon rodó sus ojos y les dirigió, a ambos, una expresión gélida, de esas que hacen que te hiela el alma. Salió de aquel espacio y se dirigió a unas de las mesas que se encontraba en la zona privada de la disco, sus acompañantes le siguieron los pasos. —Vaya parece que mi hermano no está de buen humor hoy, para variar — le guiñó un ojo a la rizada. —Sí, eso parece —le dijo insegura, pues observaba como el idiota creído le sonreía a las chicas que le coqueteaban desmedidamente. —Bien, debo marcharme —expresó captando la atención de la rizada—, o Dixon no dejará nada para mí —volvió a guiñarle el ojo mientras se iba, a lo que Chantal le respondió con una tímida sonrisa. Desde su lugar veía todo el panorama relacionado con los hermanos. Les echaba miradas fugaces ¿Cómo no hacerlo? Si desde que se marcharon, Anne y Amber no habían parado de comentar lo guapos que eran. La rubia parecía una detective. Le decía todo lo que hacían los chicos, ya que al grupo de estos se juntaron otro par de muchachos, también muy atractivos, con otras tres chicas. Dentro de los nuevos inquilinos se encontraba uno en particular que fue un amor frustrado de Anne, por lo que ella no paraba de quejarse de lo ofrecidas que se veían sus acompañantes. Chantal se sentía una acosadora inconsciente. Miraba la escena, los cuatro hombres bebiendo, chicas cercas de ellos hablándoles coquetamente, otras bailando de modo sensual. No le parecía un delito, al menos no uno que estuviera en sus manos controlar. Además, ¿para qué lo haría? Ella no tenía ningún interés ni nada en contra de aquellas chicas como Anne. Aunque, que no podía entender, por qué a pesar de estar totalmente convencida de aquel hecho, sentía una leve molestia al contemplarlo. Tomó la copa que hace unos minutos había rechazado. Dixon le hablaba en el oído a una trigueña de cabellos lacios, muy hermosa, reía con sensualidad ante el comentario."Parece que solo se pasa de idiota conmigo", negó, no entendía por qué aquel absurdo comentario surcaba su mente. Confusa, tomó dos sorbos largos que le abrazaron la garganta. Amber reía ante lo rojo que se puso su rostro por el amargo líquido. De un tercer sorbo se terminó la copa. La cabeza le daba un poco de vueltas. Se había olvidado totalmente de toda su convicción ante el abuso de bebidas alcohólicas, aparentemente aquel idiota tenía el poder de hacer que ella actuase impulsiva. —Bueno, ya que te bebiste todo... pues a bailar —expresó la rubia tomándola del brazo, la rizada ni chistó al respecto. —¡Sí! —exclamó Amber feliz, mientras se dirigían al medio de la pista.La música era más embriagadora que el alcohol que le corría en sangre. No se fijaba en sus movimientos. Se movía al ritmo de ella como lo hacían las hermanas. Sentía el calor subir por su cuerpo. Sudaba entre la masa de personas. Se sentía relajada, desinhibida, sexy, con cada movimiento de caderas.
Amber danzaba al rededor de ella. La tomaba de las manos y la hacía girar mientras reía torpemente. Anne había ido a la barra a coquetear con el bartender, por alejar de su campo de visión a aquel chico que le había hecho tanto daño. No pasó mucho tiempo cuando un chico alto y de cuerpo fornido se acercó a ambas, tomó a la castaña de la cintura, la colocó frente a él y se puso a bailar con ella sensualmente. Las manos de las chicas aún estaban sujetas por lo que ante tal acto, Chantal también cayó casi pegada al chico. Con un rápido reflejo este la tomó por sus caderas, haciendo que la espalda de la rizada rozara con la mitad de su atlético cuerpo que se movía al ritmo de la música. Chantal, desorientada, sabía que aquella situación se le había ido de las manos, su trasero rozaba a aquel chico que, con una avaricia extrema, mantenía a las dos amigas encima de él como si fueran trofeo de guerra. Se sentía avergonzada por ella y por Amber que ni siquiera se enteraba de la situación en la que se hallaba. Miró instintivamente hacia la zona VIP, el ambiente estaba cargado por allá, todos los chicos estaban en plan de más que amigos con las muchachas. Mas, solo el desagrado llegó a ella cuando sus ojos toparon con Dixon, este besaba a una rubia en el cuello, mientras la trigueña lacia bailaba provocativa frente a él. De forma seductora, él apartó sus labios húmedos de la chica, su mirada fría se posó sobre Chantal.La observaba con una ceja levantada, incrédulo. Ante su azul mirada, la rizada sintió que ella solo le provocaba asco. Él dejó de observarla y besó apasionadamente a la chica que estaba sobre él. Una ola de cólera envolvió el cuerpo de la rizada. Se pegó más al sujeto moviéndose sobre él. El chico, que tenía la mano en su abdomen olía su cabello rizado sin reparo alguno. Él sin duda se encontraba en la gloria. Tomó a Amber con su mano libre y la beso, esta cedió. Chantal observaba como el idiota de ojos azules seguía en su juego con aquellas dos chicas. De repente, el aliento cálido del fornido le acariciaba el cuello. Ella apartó su cabello con una mano y lo miró de perfil intrigada. Este se estaba sobrepasando, aproximaba su cara a la de ella mientras se lamía los rosados labios. Cada vez estaba más cerca, la mirada del chico bajaba a los rojos labios de Chantal y luego a sus ojos con un rápido ritmo repetitivo. Debía admitir que aquel hombre se le hacía sensual y que el deseo conq
DixonEn su vida pensó cometer tal disparate. A sus veintitrés años, Dixon Derricks, era todo lo que él había querido llegar a ser. Casi culminaba su carrera de ensueño. Controlaba acciones de las empresas de su padre. Podía tener en su cama a la chica que desease. Sin embargo, se encontraba haciendo caridad a una ebria inconsciente que había acabado de vomitarle encima, y a una bola de pelos que no tenía otro efecto en él que el de sacarlo de sus casillas.Bien que lo había predecido, esa chica estaba destinada a darle problemas de todo tipo ¿Es que no podía mantenerse tranquila? ¡No! Tenía que ir al jodido antro, beber sin control y caer en las redes de un inescrupuloso como James. Al menos las gracias debería haberle dado, pero tampoco, la chica a su lado se mantenía en silencio y únicamente le echaba miradas furtivas. El rubor no le bajaba de las mejillas y él tenía la leve sospecha de que eso iba más allá del alcohol ingerido.Era consiente del efecto que causaba en las mujeres y
Dixon.Dixon agachó un poco su cabeza, tenía a su vista ese rostro apenado que no se atrevía a cruzar miradas con él. Ella estaba nerviosa, y él acababa de descubrir que le gustaba ser el causante de aquello. Se sentía bien tenerla prisionera entre aquel mueble, tocando su torso aunque fuera de forma indirecta. Soltó un suspiro involuntario cuando notó la mano de Chantal posicionarse al borde de sus pantalones, haciendo que ella diera un respingo y se detuviese al instante.—Creo que puedes terminar de limpiarte tú mismo —notó que ella intentaba enmascarar sus palabras con seguridad.No, con él eso no le funcionaría.Por lo que en un movimiento ágil decidió pegar completamente su cuerpo al de ella, dejando prisionera la mano con la que lo limpiaba. Chantal intentó apartarlo con su mano libre, pero él la tomó y la inmovilizó sobre el mueble de cocina que le impedía retroceder más.“¿Qué mierda estás haciendo, Dixon?”Con un movimiento rápido y casi inconsciente, Dixon enredó sus dedos
Chantal.Cuando Chantal reaccionó ante ese último cometario, ya él se había ido."¡No, no me importa lo que pienses de mí, idiota!"Nunca le habían importado los comentarios ajenos y no iban a empezar a preocuparle ahora.Se dirigió a la puerta del apartamento para asegurarse que estuviera bien cerrada. Le echó un vistazo a Amber que dormía plácidamente. Fue directo al baño, necesitaba ducharse. Frente al espejo observó que estaba hecha un desastre, ojeras enormes, maquillaje corrido, cabello salvajemente alterado, piel sudorosa y su cuello un poco rojo por lo que había sucedido."¿Qué fue lo que me sucedió?", no entendía como había cedido ante aquel hecho.Sus manos tocaban su cuello inconscientemente. Juraba que aún podía sentir como los labios de él le recorrían ahí mientras la sujetaba de los cabellos. El mismo calor volvió a su cuerpo al recordar como aquel hombre la había besado tan deliciosamente. No podía apartarlo de su cabeza. Lo sentía aún apretado a su cuerpo. Nunca había
ChantalEra domingo en la noche y Chantal se esforzaba por redactar los mejores consejos en su página. Lo había resuelto todo lo más sencillo posible, disfrazó sus crudas opiniones con palabras bonitas, de entendimiento social y a la vez apoyo emocional. No les diría a sus lectores lo que querían escuchar ¿Si no qué tipo de consejera sería? Daría sus consejos en un plan implícito con un toque poético, para que cada cual sacase sus propias conclusiones, y a la vez, le estaba dando su toque personal.Ya casi había terminado, solo le faltaba uno en particular, un mensaje al que no sabía qué aconsejar.@broKenGlass09Charming Girl: estoy enamorada de un hombre que no me ama. Me engaña con otras chicas aunque yo soy su novia oficial, he hecho de todo para complacerle y que cambie, pero nada es suficiente. No lo puedo dejar, moriría si lo hago, lo amo más que a nada. Lo siento tan lejos de mí que duele ¿Qué debo hacer?Tal vez este era el único correo serio que, según su percepción, le habí
Chantal.Decidió apartar sus pensamientos. Hurgar en su triste pasado no le resolvería el problema.¿Qué consejo podría dar cuando su experiencia vivida fue la de ver a su madre sucumbir ante la bebida?Le podría decir que lo dejase, que se apartara de él.¿Pero quién era ella para frenar los sentimientos de alguien de esa forma?¿Quién era ella para pedirle a esa chica que se llenara de valor a hacer lo que su madre no pudo?"¿Qué haría yo si estuviera en su lugar?", una interrogante que no era capaz de resolver.Ya que no estaba segura de que su reacción sería: por lo que ella en verdad creía correcto, o por la influencia de su madre.Ni siquiera sabía lo que era enamorarse.Escribió muchas respuestas en las que exigía que despertara de una vez, pero las borró. No se decidía, por lo que tomó un libro y una chaqueta holgada. Se arregló un poco el pelo y se dirigió al café más cercano.Estaba inmersa en las páginas que leía. Se había olvidado de todo, del proyecto, de sus padres, del
Chantal.—Has estado muy desanimada esta semana Chantal —Amber la miraba preocupada—. ¿Te sucede algo de lo que no me haya enterado?—No, no pasa nada —le decía mientras tomaba un sorbo de su gaseosa.Amber observaba a su amiga que, con la mirada perdida, jugaba con las papas fritas que se debería estar comiendo. La había arrastrado prácticamente para almorzar juntas. No era su costumbre, se suponía que cada cual hacía su vida en el campus hasta la tarde y por la noche pasaban el tiempo juntas.Pero había algo mal con su rizada preferida. La sentía lejos, como si su mente no estuviera en su cuerpo la mayoría del tiempo. Ni siquiera había ido a las oficinas de "Luxury Voices" en tres días seguidos. Eso no era normal en ella, Chantal podría ser muchas cosas, pero irresponsable, eso jamás.—Si no te comes esas papas lo haré yo —le señalaba el plato.—No te metas con mi comida, devoradora de cosas fritas —rio la rizada mientras le apartaba el dedo.—Vaya, y yo que pensé que se te había ol
Chantal.Frente a ella estaba ese cuadro de mariposas blancas que tanto le gustaba. Sonrío triste, todo el día lo había pasado batallando contra ella misma, y eso, era más difícil que cualquier cosa que conociese.—Ya hablé con Debby, no te molestará más —hacía unos segundos que él estaba allí dentro. Chantal se volvió a verlo, no lo había notado. Estaba recostado a la puerta, aún con las manos en los bolsillos. Su cabello desordenado le daba un toque sensual y despreocupado. La miraba expectante de alguna reacción, pero ella solo se giró a dejar el bolso sobre su escritorio.—No tenías que haberte entrometido —le dijo sin emoción alguna—. Soy capaz de defenderme sola.—Lo sé —su respuesta sorprendió a Chantal.—Nunca imaginé que dirías eso —soltó sin pensar.—Te he visto actuar en varios escenarios —se acercaba a ella con paso lento—. Sé que eres capaz de muchas cosas. No olvido la forma hostil con la que me tratas —sonrió de lado—. La que me preocupaba era la inocente de Debby —exp