Dixon.—¡Dixon, Chantal, los estaba buscando! —exclamó Derek con tono nervioso.—¿Qué sucede, hermano? —cuestionó ante el estado de ansiedad del rubio.—Es mamá... está aquí, en mi oficina.—¿Judith? —dirigió su mirada a la rizada que palideció al instante— ¿Qué es lo que quiere?—Ha venido a hablar con ustedes.Quedó pensativo por un momento, sopesando las razones que tendría su madre para venir exclusivamente a charlar con ambos. No podía ser nada bueno, de ella hacia él nunca habían salido cosas gratificantes, solo decepciones y disputas; en esta ocasión no podría ser diferente.—Bien —entrelazó sus dedos con los de Chantal y tiró de ella para echar a andar.—Dixon... —farfulló ella.—No te voy a dejar caer, tranquila —afirmó su agarre.Judith estaba sentada en la silla principal, ojeaba uno de los números de la revista, y al percatarse de la entrada de ambos levantó la vista. Su porte elegante abarcó el lugar. Los ojos con un brillo imponente toparon con los de él. Dixon le sostuv
Dixon.Sus cuerpos desnudos se enredaban sobre las sábanas grises, los gemidos ahogados a besos candentes desterraban el silencio de la habitación. Quería palpar cada espacio de su piel, recorrer los poros erizados que sucumbían ante el éxtasis. Las piernas temblorosas se aferraron a sus caderas a la vez que ella decía su nombre como quien reafirma el mayor de los placeres. La electricidad le recorrió el cuerpo al escuchar su voz, sus movimientos se hicieron más fuertes y profundos, haciéndolo soltar bufidos de gozo. Atrapó sus rizos en un puño tirando de ellos mientras el corrientazo amenazaba con romper en su dureza.—Mírame —le exigió en un murmullo.Ella abrió sus ojos y los conectó con los de él. Quería que esos abismos negros contemplaran su deseo, el brillo lascivo y genuino en su azul; ese que era solo por ella. La gloria fluyó como un descargue cargado de placer que lo hizo enterrarse más en la unión de ambos. Besó sus labios con premura, sellando lo mucho que disfrutaba cada
Dixon.Sonoros pasos se escucharon a su derecha, haciendo que todos se giraran a la mujer que se movía con gracia de diosa sobre el piso pulido. Lidia llegó a ellos con una hermosa sonrisa. Se fijó en cada uno antes de saludar deteniéndose más de lo debido en contemplar a la rizada,cosa que dejó claro a Dixon que ella sabía quién era su novia y el apellido que cargaba.—Bienvenidos, pensaba que no iban a venir, ya estaba preocupada. Tú debes ser Derek —dijo al rubio—, en un placer conocerte.—Igualmente —respondió él con resequedad reparándola—, ella es Anne Brown, mi novia.—Un gusto —extendió su mano para saludar a la rubia quien imitó la acción.Dixon percibió el nerviosismo en Chantal cuando Lidia volvió a reparar en ella. Se aferró más a sus dedos, por lo que él le pasó el brazo sobre los hombros de forma protectora.—Ella es Chantal Robinson, mi novia.La mujer asintió intentando disimular una muequilla de desagrado que todos notaron. Él le dio una mirada con tintes gélidos deja
ChantalEl vestido de color rosa pálido se ajustaba a su cintura y caía holgado hasta las rodillas. Se aplicó labial para terminar su maquillaje, pero la sombra de la tristeza era lo que más se asomaba en su rostro. Pasaron varias horas y Dixon solo había venido a tomar su traje y explicarle que tendría que asumir el papel de padrino junto a Maggi. Debía estar en el altar con su padre, el cual no había dejado de beber desde que ambos hablaron. Él le contó todo lo que Daniel dijo, sin embargo, no se sentía feliz al respecto.Percibía que nadie en esa familia la quería cerca de Dixon, no la creían digna, o al menos así se sentía ella. Suspiró y se dio un último vistazo al espejo. Se veía bien, pero su complemento faltaba.Asistiría junto a Anne y Derek, que ya esperaban en el recibidor de la mansión. El rubio no estaba mucho mejor que ella, pero de igual forma le ofreció su brazo con una agradable sonrisa.Fueron al jardín principal. La tarde comenzaba a caer, pronto el cielo dibujaría
Chantal.Caminaron por el amplio jardín hasta llegar al lado de una fuente. Dixon se puso frente a ella y comenzó a buscar dentro del bolsillo de su pantalón.—Quería dártelo antes, pero con todo esto no tuve oportunidad —sacó la pulsera de mariposas y tomó su muñeca para colocársela—. Solo se ve hermosa en ti.Chantal la admiró, los dijes resplandecían con los destellos que brindaban las luces del atardecer. Entonces, recordó a su abuela, y la esfera traslúcida que le había obsequiado junto a sus palabras:«... Todos necesitamos ese algo que nos haga brillar mi niña, recuerda, a esta vida venimos en una mitad, y nos dedicamos sin quererlo a buscar la otra que nos falta...»Chantal sonrió, par de lágrimas corrieron por sus mejillas. La había derribado, él, con todos sus defectos y virtudes, con esa maravillosa forma de quererla y de demostrarle lo que sentía. Dixon había echado su muralla abajo, la había estado agrietando desde ese momento en el que chocaron y su azul se acon el negr
Epílogo.Tres años después.Chantal.Con la sábana de satén blanco cubrió su cuerpo desnudo, salió de la cama arrastrándola por todo el suelo alfombrado. Abrió la puerta de cristal transparente e inhaló el aroma de las rosas rojas que recién abrían en el balcón. Era un panorama perfecto, la Torre Eiffel resaltaba en el ambiente parisino. El clima tibio le recorría la piel, y la hacía sentirse de manera exquisita. Habían llegado la noche anterior, Dixon prácticamente la secuestró del centro de desintoxicación donde hacía sus pasantías. Ese año se graduaría y comenzaría a ejercer como Psicóloga junto al Doctor Garcés, para ayudar a personas como su madre, a salir del horrible abismo que era depender de las adicciones. Se sentía feliz, realizada, había vencido gran parte de sus miedos, y aunque todo su camino en los últimos años no había sido fácil, recorrerlo junto a Dixon, fue la fuerza necesaria que necesitaba para vencer las dificultades.Sus familias seguían en conflicto, pero apren
Chantal.Acababa de llegar de la clínica. Se sentía agotada, los últimos días del año el trabajo se hacía cada vez más arduo. Algunos pacientes recaían debido a su ingreso indefinido, y el hecho de no poder ir a ver a sus familias. Para otros era el recuerdo de que no tenían nada a qué aferrarse. Chantal recordaba cómo hacía más de siete años su madre había estado en esa misma posición, creyéndose sola y por ello les brindaba a cada uno de sus casos toda la ayuda y confort que podía. Ser psicóloga no era fácil, menos en un centro de rehabilitación y aislamiento, pero la hacía sentir viva el hecho de saber que su trabajo remendaba vidas y unía familias, justo como ella hubiera deseado que se reparase la suya. Aunque cada cosa estaba en su lugar hacía años, todavía se preguntaba qué hubiese pasado si los hechos hubieran ocurrido de manera diferente.Se escurrió la nieve de los rizos y colgó su bolso en el armario cerca de la puerta. Se quitó los zapatos, dejando un suspiro cargado de s
Dixon El rostro de esa bola de rizos azabaches le vino a la mente en cuanto su hermano mencionó su nombre: Chantal Robinson. El desagradable apellido le hizo mella en los agrios recuerdos que guardaba. Todo el personal de "Luxury Voices" aplaudía ante la noticia que Derek esparcía con entusiasmo en la oficina. Les contagiaba esa energía pura y luminosa que solamente él era capaz de desprender. La gran noticia era motivo de ovación y señal de que era hora de poner manos a la obra. Pronto se lanzaría la revista y ese proyecto por el que habían trabajado tanto cobraría vida.—Demás está decir que todo tiene que estar impecable para el lanzamiento del primer número —explicó el rubio a todos los trabajadores—. Revisaré los avances de cada departamento personalmente —todos asintieron—. Pueden retirarse. La oficina quedó vacía y en silencio. Derek lo observó por unos instantes y cambió la vista de forma desinteresada. Él se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación como fiera enjau