-Sabes que nunca te dejaré marchar, ¿verdad? Te mataría antes que dejar que cualquier otro te poseyera.-Jack ...-¡No empieces! Eres mía, Helen, siempre serás mía... de una forma u otra.-Estás loco...-¿Por ti? Quizás... pero sabes que no suelo amenazar en vano – dijo Jack. Sus ojos negros brillaban cruelmente-.Créeme, puedo hacer que desees no haber nacido. Pagarás por lo que has hecho y seguirás siendo mi mujer, Helen, mi mujer.El rostro severo y atractivo parecía estar esculpido en piedra.– ¡No!Profirió un grito de tormento que la despertó bruscamente y le hizo incorporarse en la estrecha cama.No la había encontrado... todavía. Sólo había sido un sueño, aunque demasiado vívido como para poder reprimir los temores que mantenía a raya a la luz del día.La encontraría.Sacudió la cabeza para apartar el suave cabello dorado de su rostro sudoroso. Había sido una locura huir de aquella manera. Nadie contrariaba a Jack Forbes y se salía con la suya, y menos su joven esposa después
Acababa de colocar dos cuencos de sopa humeante y una cesta de panecillos recién hechos frente a la joven pareja que los había pedido, cuando la vieja y tradicional campana de la puerta de entrada anunció la llegada de otra persona.-Hola, Helen -dijo con voz suave, demasiado suave.Sus ojos entornados eran devastadores.-Jack ...Mientras palidecía fue consciente de la punzada de alegría que sintió al volverlo a ver. Después, a medida que le invadía el honor de la situación, pensó que se iba a desmayar.Fue obvio que él pensó lo mismo, porque se movió rápidamente y la obligó a sentarse, diciéndole con voz áspera:-No pongas esa cara de sorpresa. Sabías que te encontraría algún día; sólo era cuestión de tiempo.-Jack ...-El mismo- replicó, mirando implacablemente los ojos azules y aturdidos con sus brillantes ojos negras. Su rostro era duro como el granito, igual que en el sueño. El sueño... Había sido un aviso-. Ahora, levántate.-¿Qué?-He dicho que te levantes.Su mirada la habría
Una vez dentro del coche, atravesó el pueblo rápidamente, dejando atrás la plaza empedrada del mercado, con su cruce y su iglesia del siglo trece, y su por la empinada colina situada enfrente.Jack no volvió a hablar, concentrado como estaba en la estrecha y sinuosa carretera bordeada por viejos muros de piedra. Helen se arriesgó a mirar su perfil severo y atractivo.Se le encogió el estómago al percibir su tez marcadamente morena, su nariz recta y la abundante de pelo castaño brillante. Cuánto lo amaba, nunca dejaría de hacerlo...-Bien, ahora sabremos toda la verdad.Se desvió de la carretera hasta una pequeña verja que daba a unos campos cercados por muros de piedra y salpicados de granjas, y a unas colinas onduladas que parecían prolongarse hasta el infinito-Y te lo advierto- dijo volviéndose en su asienta. Le tomó la barbilla en la mano, girando su cabeza para que viese su severa mirada-.Si me mientes lo sabré y te haré que lamentes haber nacido.Quiero la verdad, por desagrada
El hoyo se hacía cada vez más y más profundo, pero no podía dejar que a John le tocase la peor parte cuando todo lo que había hecho era ofrecerle consuelo y refugio-. John es un amigo, nada más.-Claro -replicó Jack . Abrió la puerta del coche y se puso en pie sobre la recia y vigorosa hierba-. Necesito algo de aire fresco, aquí dentro apesta.-Lo digo en serio, Jack - dijo saliendo como una flecha del coche y hablando con desesperación-. Por favor, escúchame.-¿Escucharte? -inquirió, girándose con tanta furia que Helen se echó para atrás, apoyándose en el capó del coche-.Cielo, eres basura, ni más ni menos. Crees que tu amiguito tiene posibilidades de recibir una buena paliza, ¿verdad? ¡Qué razón tienes! Y no ha pasado un día durante estos tres meses en el que no haya deseado que tú fueses también un hombre para poder castigarte de la misma manera.Pero... -añadió inspeccionándola con una sonrisa amarga-, hay más de una manera de desollar a una rata.-Jack ...- dijo ahogándose casi
Horas más tarde, tras una cena guisada por la estimable señora Cox de la que no había podido probar bocado, Helen estaba sentada en su habitación en la oscuridad de la noche, encarando las consecuencias de su encuentro con Jack .Inconscientemente, había esperado que, cuando lo volviera a ver, se operaría el milagro y las cosas se arreglarían.Era ridículo, como si un adulto persistiese en creer en papá Noel cuando la magia se había extinguido hacía años.En total, había pasado nueve meses con él, tres como su esposa, y había sido el cielo en la tierra. Habla estado aterrada aquel primer día cuando, siendo una empleada relativamente nueva en la gran compañía de abastecimiento de comidas para la que trabajaba, la habían llamado para coordinar con la secretaria del gran hombre una cena formal que Jack iba a celebrar aquel fin de semana.Se había aventurada al interior del monumental bloque de oficinas con las advertencias y consejos de sus compañeros pitándole en los oídos.Cuesta mucho
-BUENOS días, Helen.Se quedó paralizada junto a la puerta de la cocina mientras Jack se acercaba a ella después de cerrar suavemente la puerta del restaurante.-¿Qué quieres? -le preguntó mirándolo con anhelo, aunque su razón repudiaba el estremecimiento que le había recorrido todo el cuerpo.-Comer, si no es mucho pedir. Creía que esto era un restaurante abierto al público- replicó con un sarcasmo mordaz. Helen enrojeció mientras le hacía tomar asiento en una mesa. Su porte era lento y relajado.-¿Por qué has venido? – le preguntó en un susurro, de pie junto a él.-He venido a comer- le dijo lentamente, con una paciencia exagerada-. ¿Recuerdas que hago las mismas cosas que un hombre normal?Afortunadamente, John estaría fuera durante otras veinticuatro horas. Tenía que librarse de Jack antes de que volviese.-Sabes exactamente a lo que me refiero- le espetó-. Ayer dijimos todo lo que podía decirse...-En absoluto -dijo con aspereza-. Y, por favor, deja de hacerte la ingenua porque l
Mientras se dirigía a la cocina, una sensación de cansancio increíble hizo que le temblaran las manos.¿Merecía la pena? Tal vez sería mejor decírselo. Pero recordó el rostro arrugado y cansado de Sandra, los rasgos hundidos y el cuerpo joven y rígido contorsionado como una caricatura de una mujer vieja.¿Podría soportar que la viese empeorar lentamente y...?Deja de gimotear, se dijo a sí misma con furia mientras la campana anunciaba la llegada de nuevos clientes.Viviría día a día y hora a hora. Hacía ya semanas que sabía que aquella sería la única manera de soportar los meses y los años venideros.Le llevó a Jack su cuenco de sopa antes de volverse a la familia que se había sentado en una esquina al otro lado de la sala. Durante el tiempo que estuvo hablando con los dos niños y tomó nota a los padres, era consciente de que Jack tenía la mirada puesta m su nuca; aunque cuando se volvió y se encaminó a la cocina, estaba comiendo tranquilamente un panecillo y contemplando el paisaje p
Cuando salió del cálido y acogedor restaurante pensó por un momento que Jack no había ido, y se le encogió el estómago, aunque no estaba segura si con alivio o decepción. Entonces, oyó que la llamaba y lo vio surgir de las sombras del otro lado de la calle.-¿Dónde tienes el coche? -preguntó débilmente mientras se acercaba a él. Iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de cuero negra, y Helen se derritió al verlo.-A salvo -dijo con tono mordaz y cruel-. Pensé que podíamos recorrer a pie el corto trayecto hasta tu pensión.-¿Sabes dónde vivo?- preguntó alarmada.-Por supuesto -respondió mirándola, esbelta y desamparada ante su corpulencia masculina-. El detective privado que contraté es minucioso y discreto al mismo tiempo.-¡Cómo no! -exclamó sin alegría. Jack sólo toleraba lo mejor.-Ven.La tomó del brazo con fuerza para llevarla hacia la pequeña casa de huéspedes de la señora Cox. Aunque el contacto fue breve, el calor de sus dedos pareció quemarle el brazo. Se echó hacia atrá