CAPÍTULO IX

Estaba hablando cuando Helen se desmayó a sus pies en la quietud de la noche y su cabello se abrió como un halo dorado en tomo a su pálido rostro. Volvió en sí lentamente entre un millar de imágenes de pesadilla, y se percató de que Jack la sostenía junto a su pecho, de rodillas sobre la espesa hierba al borde del camino.

-¿Jack ...?

-No te muevas. Te has desmayado.

-Nunca me había pasado antes -dijo sintiendo los labios rígidos.

-No -replicó. Pareció ir a decir algo, pero las palabras se apagaron mientras la observaba con ojos vacíos de toda emoción-. ¿Tienes que contarme algo, Helen?

-No entiendo -dijo tratando de liberarse, pero tenía los brazos rígidos.

Jack maldijo en voz baja, pero con energía antes de levantarla en sus brazos y ponerse de pie.

-Pongámoslo así -dijo ferozmente mientras se disponía a andar por el camino en dirección a las luces lejanas-. No es raro que, en determinadas circunstancias, una mujer pierda el conocimiento a los tres meses de embarazo aproximadamente.

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