Acababa de colocar dos cuencos de sopa humeante y una cesta de panecillos recién hechos frente a la joven pareja que los había pedido, cuando la vieja y tradicional campana de la puerta de entrada anunció la llegada de otra persona.
-Hola, Helen -dijo con voz suave, demasiado suave.
Sus ojos entornados eran devastadores.
-Jack ...
Mientras palidecía fue consciente de la punzada de alegría que sintió al volverlo a ver. Después, a medida que le invadía el honor de la situación, pensó que se iba a desmayar.
Fue obvio que él pensó lo mismo, porque se movió rápidamente y la obligó a sentarse, diciéndole con voz áspera:
-No pongas esa cara de sorpresa. Sabías que te encontraría algún día; sólo era cuestión de tiempo.
-Jack ...
-El mismo- replicó, mirando implacablemente los ojos azules y aturdidos con sus brillantes ojos negras. Su rostro era duro como el granito, igual que en el sueño. El sueño... Había sido un aviso-. Ahora, levántate.
-¿Qué?
-He dicho que te levantes.
Su mirada la habría aterrorizado de no ser porque no sentía nada, pero entonces oyó a la joven pareja moverse detrás de ella y vio al hombre aparecer a su lado.
-¡Oiga! -exclamó. No podía tener más de veintiún años y era evidente que estaba muerto de miedo-. ¿Ocurre algo, señorita? ¿Llamo a alguien?
-No...
Su voz se apagó cuando el gruñido grave de Jack irrumpió en la tensión del ambiente.
-No interfieras en cosas que no te conciernen, hijo- dijo sin mirar al joven. Sus ojos no se habían apartado del rostro de Helen desde que había entrado en el restaurante.
-Mire, no creo que quiera hablar con usted...
Jack lo dejó sin habla con sólo dirigir toda la fuerza de aquella maligna mirada a su pálido rostro, y Helen sintió admiración por el chico por no poner pies en polvorosa.
-Vete a sentarte donde estabas. O te sentaré yo.
-¡Déjalo!- exclamó Helen, levantándose de golpe. Vio la mirada de terror en el rostro del joven y, súbitamente, la calma inmóvil que la invadía se transformó en furia-.
No lo intimides.
-¿Que no lo intimide?
El colosal cuerpo de Jack se puso rígido. Helen se volvió al joven.
-No pasa nada, de verdad. Por favor, váyase y coma.
-¿Está segura?- preguntó. El alivio combatía con el orgullo masculino, pero el alivio venció y se escabulló.
-¿Qué quieres, Jack ?
Helen tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara.
Sobrepasaba el metro ochenta de estatura y Helen, a su lado, parecía pequeña pese a su metro sesenta. Pero, con las alpargatas que llevaba puestas para trabajar, daba la impresión de que era todavía más alto.
-Sabes exactamente lo que quiero, así que no intentes hacerte la tonta. ¿Vas a salir de aquí conmigo voluntariamente o tengo que sacarte yo?
-No puedo irme sin más, trabajo aquí...
-Claro que puedes, Helen. Y eso es exactamente lo que vas a hacer.
-No voy a volver, Jack ...
-¿Quién te lo ha pedido?- inquirió con aspecto lúgubre-. ¿No creerás que quiero que vuelvas después de lo que has hecho?
Sería el hombre más tonto del mundo- le dijo.
Algo se agitó en sus ojos mientras hablaba, y su voz se volvió más áspera-.
Pero quiero que hablemos y quiero saber dónde está, ¿me entiendes? Vais a aprender una lección que nunca olvidaréis.
-¿Dónde está? -repitió Helen vagamente-. ¿Quién?
-Te lo advertí, Helen, no juegues conmigo -dijo agarrándola del brazo con la presión de un tomo. Helen volvió a oír como la pareja se movía-. Ya he aguantado bastante.
Su rostro sombrío estaba mareado con la implacable determinación que le había llevado, de ser el segundo hijo de un ingeniero de minas estadounidense, a convertirse en millonario a la edad de treinta y cinco, cuando lo conoció por primera vez hacía un año.
Tendría que hablar con él y, cuanto antes lo hiciera, mejor.
-Le preguntaré a Arthur si puedo irme un rato...
Es mi jefe, está ahí dentro- dijo señalando vagamente la puerta de la cocina.
-Hazlo- le ordenó soltándole el brazo-.
Te daré exactamente sesenta segundos.
Cincuenta y nueve segundos más tarde, al salir con Jack del cálido restaurante a la antigua y sinuosa calle del pueblo, inspiró profundamente el aire puro del condado de York antes de seguirle hasta el coche.
-¿No podríamos andar simplemente?- preguntó con voz nerviosa cuando llegaron junto al coche deportivo aerodinámico que estaba agazapado en la calle gris-. Preferiría...
-Tus preferencias no me interesan- dijo Jack fríamente mientras le abría la puerta-.
Harás lo que se te dice.
Nunca había usado ese tono con ella y, de repente, se rebeló contra su arrogante autoridad.
-No puedes darme órdenes así, Jack - le dijo tratando de mantener la voz firme y serena-. He presentado una petición de divorcio, como sabes; no tienes derecho...
-¡Malditos sean mis derechos! -exclamó con una voz de rabia virulenta-. Nunca he dejado que mis derechos, interfieran en lo que quiero.
Afortunadamente, no te quiero a ti, Helen. El único sentimiento que me inspiras es asco y desprecio. ¿Lo entiendes?
Ella se lo había buscado y no podía culparlo.
-Entonces por qué... -empezó a decir, pero su voz se cascó y tragó saliva antes de volverlo a intentar-. ¿Por qué me has buscado?
-Porque, lo quieras o no, sigues siendo mi mujer y no voy a permitir que me dejes sin darme ninguna explicación, m*****a sea. También está el pequeño asunto del justo castigo- le dijo mirándola con sus severos ojos negros-.
Así que entra en el coche, Helen, y mantén esa hermosa y mentirosa boca cerrada.
Una vez dentro del coche, atravesó el pueblo rápidamente, dejando atrás la plaza empedrada del mercado, con su cruce y su iglesia del siglo trece, y su por la empinada colina situada enfrente.Jack no volvió a hablar, concentrado como estaba en la estrecha y sinuosa carretera bordeada por viejos muros de piedra. Helen se arriesgó a mirar su perfil severo y atractivo.Se le encogió el estómago al percibir su tez marcadamente morena, su nariz recta y la abundante de pelo castaño brillante. Cuánto lo amaba, nunca dejaría de hacerlo...-Bien, ahora sabremos toda la verdad.Se desvió de la carretera hasta una pequeña verja que daba a unos campos cercados por muros de piedra y salpicados de granjas, y a unas colinas onduladas que parecían prolongarse hasta el infinito-Y te lo advierto- dijo volviéndose en su asienta. Le tomó la barbilla en la mano, girando su cabeza para que viese su severa mirada-.Si me mientes lo sabré y te haré que lamentes haber nacido.Quiero la verdad, por desagrada
El hoyo se hacía cada vez más y más profundo, pero no podía dejar que a John le tocase la peor parte cuando todo lo que había hecho era ofrecerle consuelo y refugio-. John es un amigo, nada más.-Claro -replicó Jack . Abrió la puerta del coche y se puso en pie sobre la recia y vigorosa hierba-. Necesito algo de aire fresco, aquí dentro apesta.-Lo digo en serio, Jack - dijo saliendo como una flecha del coche y hablando con desesperación-. Por favor, escúchame.-¿Escucharte? -inquirió, girándose con tanta furia que Helen se echó para atrás, apoyándose en el capó del coche-.Cielo, eres basura, ni más ni menos. Crees que tu amiguito tiene posibilidades de recibir una buena paliza, ¿verdad? ¡Qué razón tienes! Y no ha pasado un día durante estos tres meses en el que no haya deseado que tú fueses también un hombre para poder castigarte de la misma manera.Pero... -añadió inspeccionándola con una sonrisa amarga-, hay más de una manera de desollar a una rata.-Jack ...- dijo ahogándose casi
Horas más tarde, tras una cena guisada por la estimable señora Cox de la que no había podido probar bocado, Helen estaba sentada en su habitación en la oscuridad de la noche, encarando las consecuencias de su encuentro con Jack .Inconscientemente, había esperado que, cuando lo volviera a ver, se operaría el milagro y las cosas se arreglarían.Era ridículo, como si un adulto persistiese en creer en papá Noel cuando la magia se había extinguido hacía años.En total, había pasado nueve meses con él, tres como su esposa, y había sido el cielo en la tierra. Habla estado aterrada aquel primer día cuando, siendo una empleada relativamente nueva en la gran compañía de abastecimiento de comidas para la que trabajaba, la habían llamado para coordinar con la secretaria del gran hombre una cena formal que Jack iba a celebrar aquel fin de semana.Se había aventurada al interior del monumental bloque de oficinas con las advertencias y consejos de sus compañeros pitándole en los oídos.Cuesta mucho
-BUENOS días, Helen.Se quedó paralizada junto a la puerta de la cocina mientras Jack se acercaba a ella después de cerrar suavemente la puerta del restaurante.-¿Qué quieres? -le preguntó mirándolo con anhelo, aunque su razón repudiaba el estremecimiento que le había recorrido todo el cuerpo.-Comer, si no es mucho pedir. Creía que esto era un restaurante abierto al público- replicó con un sarcasmo mordaz. Helen enrojeció mientras le hacía tomar asiento en una mesa. Su porte era lento y relajado.-¿Por qué has venido? – le preguntó en un susurro, de pie junto a él.-He venido a comer- le dijo lentamente, con una paciencia exagerada-. ¿Recuerdas que hago las mismas cosas que un hombre normal?Afortunadamente, John estaría fuera durante otras veinticuatro horas. Tenía que librarse de Jack antes de que volviese.-Sabes exactamente a lo que me refiero- le espetó-. Ayer dijimos todo lo que podía decirse...-En absoluto -dijo con aspereza-. Y, por favor, deja de hacerte la ingenua porque l
Mientras se dirigía a la cocina, una sensación de cansancio increíble hizo que le temblaran las manos.¿Merecía la pena? Tal vez sería mejor decírselo. Pero recordó el rostro arrugado y cansado de Sandra, los rasgos hundidos y el cuerpo joven y rígido contorsionado como una caricatura de una mujer vieja.¿Podría soportar que la viese empeorar lentamente y...?Deja de gimotear, se dijo a sí misma con furia mientras la campana anunciaba la llegada de nuevos clientes.Viviría día a día y hora a hora. Hacía ya semanas que sabía que aquella sería la única manera de soportar los meses y los años venideros.Le llevó a Jack su cuenco de sopa antes de volverse a la familia que se había sentado en una esquina al otro lado de la sala. Durante el tiempo que estuvo hablando con los dos niños y tomó nota a los padres, era consciente de que Jack tenía la mirada puesta m su nuca; aunque cuando se volvió y se encaminó a la cocina, estaba comiendo tranquilamente un panecillo y contemplando el paisaje p
Cuando salió del cálido y acogedor restaurante pensó por un momento que Jack no había ido, y se le encogió el estómago, aunque no estaba segura si con alivio o decepción. Entonces, oyó que la llamaba y lo vio surgir de las sombras del otro lado de la calle.-¿Dónde tienes el coche? -preguntó débilmente mientras se acercaba a él. Iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de cuero negra, y Helen se derritió al verlo.-A salvo -dijo con tono mordaz y cruel-. Pensé que podíamos recorrer a pie el corto trayecto hasta tu pensión.-¿Sabes dónde vivo?- preguntó alarmada.-Por supuesto -respondió mirándola, esbelta y desamparada ante su corpulencia masculina-. El detective privado que contraté es minucioso y discreto al mismo tiempo.-¡Cómo no! -exclamó sin alegría. Jack sólo toleraba lo mejor.-Ven.La tomó del brazo con fuerza para llevarla hacia la pequeña casa de huéspedes de la señora Cox. Aunque el contacto fue breve, el calor de sus dedos pareció quemarle el brazo. Se echó hacia atrá
Estaba hablando cuando Helen se desmayó a sus pies en la quietud de la noche y su cabello se abrió como un halo dorado en tomo a su pálido rostro. Volvió en sí lentamente entre un millar de imágenes de pesadilla, y se percató de que Jack la sostenía junto a su pecho, de rodillas sobre la espesa hierba al borde del camino.-¿Jack ...?-No te muevas. Te has desmayado.-Nunca me había pasado antes -dijo sintiendo los labios rígidos.-No -replicó. Pareció ir a decir algo, pero las palabras se apagaron mientras la observaba con ojos vacíos de toda emoción-. ¿Tienes que contarme algo, Helen?-No entiendo -dijo tratando de liberarse, pero tenía los brazos rígidos.Jack maldijo en voz baja, pero con energía antes de levantarla en sus brazos y ponerse de pie.-Pongámoslo así -dijo ferozmente mientras se disponía a andar por el camino en dirección a las luces lejanas-. No es raro que, en determinadas circunstancias, una mujer pierda el conocimiento a los tres meses de embarazo aproximadamente.
Levantó la mano para pegarle, pero Jack se movió rápidamente, asiendo su mano levantada al tiempo que la empujaba hacia atrás y se reunía con ella en el pequeño jardín tras abrir la verja con las piernas.-¿No te gusta mi terminología?- le preguntó con sarcasmo-. Entonces, ¿cómo te describirías?-Soy tu mujer, no tu propiedad -respondió mientras forcejeaba contra su recio cuerpo.-¡Ah, por fin te has acordado! Necesitas aprender una lección, jovencita.Mientras sus labios descendían sobre ella por segunda vez aquella noche, empezó a luchar de verdad, retorciéndose y golpeándole con manos y pies, apartando la cara a un lado y otro para esquivar su beso.Jack le habla inmovilizado los brazos a ambos lados del cuerpo con la misma facilidad que si fuera una niña, empujándola hacia atrás, entre las sombras de un viejo arbusto de lilas que propagaba su intenso aroma al aire fresco de la noche.Helen sabía que era una batalla perdida. Sus labios eran cálidos, firmes y sensuales sobre los suy