El hoyo se hacía cada vez más y más profundo, pero no podía dejar que a John le tocase la peor parte cuando todo lo que había hecho era ofrecerle consuelo y refugio-. John es un amigo, nada más.
-Claro -replicó Jack . Abrió la puerta del coche y se puso en pie sobre la recia y vigorosa hierba-. Necesito algo de aire fresco, aquí dentro apesta.
-Lo digo en serio, Jack - dijo saliendo como una flecha del coche y hablando con desesperación-. Por favor, escúchame.
-¿Escucharte? -inquirió, girándose con tanta furia que Helen se echó para atrás, apoyándose en el capó del coche-.
Cielo, eres basura, ni más ni menos. Crees que tu amiguito tiene posibilidades de recibir una buena paliza, ¿verdad? ¡Qué razón tienes! Y no ha pasado un día durante estos tres meses en el que no haya deseado que tú fueses también un hombre para poder castigarte de la misma manera.
Pero... -añadió inspeccionándola con una sonrisa amarga-, hay más de una manera de desollar a una rata.
-Jack ...- dijo ahogándose casi por el terror-. ¿No puedes limitarte a concederme el divorcio y dejar las cosas como están?
-Tendrás tu divorcio.
Un par de grajos descendieron en picado desde una enorme encina junto a la carretera, y su graznido áspero y estridente estuvo a tono con el momento.
-¿Por qué, Helen?- preguntó mientras se giraba para mirarla de frente.
En su rostro apenas se vislumbraba el Jack que sólo ella había conocido, vulnerable, accesible, con una capacidad ilimitada para la ternura-. ¿Qué fue mal? Creí que todo era tan...- prosiguió, pero se interrumpió para volverse a mirar de nuevo las colinas-. Pero no te conocía, ¿verdad? Todo era fingido, absolutamente todo.
Amor mío. Al mirar su nuca dorada por el sol, Helen sabía que el futuro, con su promesa de una pesadilla viviente, no era nada comparado con la aguda agonía que estaba dominando su alma por completó.
Existida a partir de aquel día, pero no estaría viva realmente. Sin embargo, lo amaba demasiado como para arrastrarlo al infierno con ella. La olvidaría con el tiempo y habría innumerables mujeres más que dispuestas a ayudarlo.
Aquel dolor era demasiado intenso para las lágrimas, y se volvió ciegamente para mirar a lo lejos, a una minúscula granja de la que salía un penacho de humo que ascendía lentamente hacia el cielo.
-Es una de esas cosas que pasan -dijo rígidamente-. La vida es así...
-¿Helen? No habrá algo que no me cuentas, ¿verdad?
No se había dado cuenta de que se había vuelto y la estaba mirando. Caminó rápidamente sus facciones para ponerse la máscara adecuada.
-¿Es que no bastan los hechos? -dijo con voz tensa-. Tendrás que adiarme por lo que sabes, no hay nada más.
-Realmente no podía haber nada más, ¿a que no? -dijo con mordaz cinismo-. Sólo que por un momento...
Dejó de hablar bruscamente y le señaló el coche con un ademán violento.
-Entra, ya he tenido bastante.
No hablaron durante el viaje de vuelta; y al detenerse junto al pequeño restaurante de Arthur, se inclinó por delante de ella y le abrió fácilmente la puerta.
-Buenas noches, Helen -dijo con tono inexpresivo.
-Buenas noches.
Tuvo que emplear toda su fuerza de voluntad para alejarse. Abrió la puerta del restaurante sin mirar en tomo a ella y oyó cómo el coche arrancaba con un furioso estruendo. Apenas había atravesado la puerta de la cocina, cuando se desplomó a los pies de Arthur Kelly.
-¿Helen? -preguntó levantándola y llevándola al único taburete que había junto a la puerta de atrás, con el rostro arrugado tenso de preocupación-.
¿Qué demonios pasa, chica?
Le acariciaba las manos mientras hablaba, claramente desconcertado.
-Arthur, ¿puedo irme a casa?- preguntó. Pero no pudo hablar durante varios segundos y cuando lo hizo, su voz era un débil susurro-.
Me siento fatal.
-Eso parece -replicó. Se asomó a mirar a los clientes por el panel de cristal de la puerta de la cocina-. No te puedo llevar ahora mismo; llamaré a un taxi, ¿de acuerdo?
-No, por favor, no lo hagas -le contestó.
El servicio de taxi más cercano estaba en una pequeña población a varios kilómetros de distancia, y necesitaba estar sola en seguida-. Llegaré a casa en diez minutos, prefiero andar.
-Está bien, chica, como quieras – accedió frunciendo el ceño con preocupación-. Pero llámame cuando estés en casa, ¿eh? Sólo para hacer feliz a un viejo.
-Lo haré. Y te veré mañana, como siempre.
Horas más tarde, tras una cena guisada por la estimable señora Cox de la que no había podido probar bocado, Helen estaba sentada en su habitación en la oscuridad de la noche, encarando las consecuencias de su encuentro con Jack .Inconscientemente, había esperado que, cuando lo volviera a ver, se operaría el milagro y las cosas se arreglarían.Era ridículo, como si un adulto persistiese en creer en papá Noel cuando la magia se había extinguido hacía años.En total, había pasado nueve meses con él, tres como su esposa, y había sido el cielo en la tierra. Habla estado aterrada aquel primer día cuando, siendo una empleada relativamente nueva en la gran compañía de abastecimiento de comidas para la que trabajaba, la habían llamado para coordinar con la secretaria del gran hombre una cena formal que Jack iba a celebrar aquel fin de semana.Se había aventurada al interior del monumental bloque de oficinas con las advertencias y consejos de sus compañeros pitándole en los oídos.Cuesta mucho
-BUENOS días, Helen.Se quedó paralizada junto a la puerta de la cocina mientras Jack se acercaba a ella después de cerrar suavemente la puerta del restaurante.-¿Qué quieres? -le preguntó mirándolo con anhelo, aunque su razón repudiaba el estremecimiento que le había recorrido todo el cuerpo.-Comer, si no es mucho pedir. Creía que esto era un restaurante abierto al público- replicó con un sarcasmo mordaz. Helen enrojeció mientras le hacía tomar asiento en una mesa. Su porte era lento y relajado.-¿Por qué has venido? – le preguntó en un susurro, de pie junto a él.-He venido a comer- le dijo lentamente, con una paciencia exagerada-. ¿Recuerdas que hago las mismas cosas que un hombre normal?Afortunadamente, John estaría fuera durante otras veinticuatro horas. Tenía que librarse de Jack antes de que volviese.-Sabes exactamente a lo que me refiero- le espetó-. Ayer dijimos todo lo que podía decirse...-En absoluto -dijo con aspereza-. Y, por favor, deja de hacerte la ingenua porque l
Mientras se dirigía a la cocina, una sensación de cansancio increíble hizo que le temblaran las manos.¿Merecía la pena? Tal vez sería mejor decírselo. Pero recordó el rostro arrugado y cansado de Sandra, los rasgos hundidos y el cuerpo joven y rígido contorsionado como una caricatura de una mujer vieja.¿Podría soportar que la viese empeorar lentamente y...?Deja de gimotear, se dijo a sí misma con furia mientras la campana anunciaba la llegada de nuevos clientes.Viviría día a día y hora a hora. Hacía ya semanas que sabía que aquella sería la única manera de soportar los meses y los años venideros.Le llevó a Jack su cuenco de sopa antes de volverse a la familia que se había sentado en una esquina al otro lado de la sala. Durante el tiempo que estuvo hablando con los dos niños y tomó nota a los padres, era consciente de que Jack tenía la mirada puesta m su nuca; aunque cuando se volvió y se encaminó a la cocina, estaba comiendo tranquilamente un panecillo y contemplando el paisaje p
Cuando salió del cálido y acogedor restaurante pensó por un momento que Jack no había ido, y se le encogió el estómago, aunque no estaba segura si con alivio o decepción. Entonces, oyó que la llamaba y lo vio surgir de las sombras del otro lado de la calle.-¿Dónde tienes el coche? -preguntó débilmente mientras se acercaba a él. Iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de cuero negra, y Helen se derritió al verlo.-A salvo -dijo con tono mordaz y cruel-. Pensé que podíamos recorrer a pie el corto trayecto hasta tu pensión.-¿Sabes dónde vivo?- preguntó alarmada.-Por supuesto -respondió mirándola, esbelta y desamparada ante su corpulencia masculina-. El detective privado que contraté es minucioso y discreto al mismo tiempo.-¡Cómo no! -exclamó sin alegría. Jack sólo toleraba lo mejor.-Ven.La tomó del brazo con fuerza para llevarla hacia la pequeña casa de huéspedes de la señora Cox. Aunque el contacto fue breve, el calor de sus dedos pareció quemarle el brazo. Se echó hacia atrá
Estaba hablando cuando Helen se desmayó a sus pies en la quietud de la noche y su cabello se abrió como un halo dorado en tomo a su pálido rostro. Volvió en sí lentamente entre un millar de imágenes de pesadilla, y se percató de que Jack la sostenía junto a su pecho, de rodillas sobre la espesa hierba al borde del camino.-¿Jack ...?-No te muevas. Te has desmayado.-Nunca me había pasado antes -dijo sintiendo los labios rígidos.-No -replicó. Pareció ir a decir algo, pero las palabras se apagaron mientras la observaba con ojos vacíos de toda emoción-. ¿Tienes que contarme algo, Helen?-No entiendo -dijo tratando de liberarse, pero tenía los brazos rígidos.Jack maldijo en voz baja, pero con energía antes de levantarla en sus brazos y ponerse de pie.-Pongámoslo así -dijo ferozmente mientras se disponía a andar por el camino en dirección a las luces lejanas-. No es raro que, en determinadas circunstancias, una mujer pierda el conocimiento a los tres meses de embarazo aproximadamente.
Levantó la mano para pegarle, pero Jack se movió rápidamente, asiendo su mano levantada al tiempo que la empujaba hacia atrás y se reunía con ella en el pequeño jardín tras abrir la verja con las piernas.-¿No te gusta mi terminología?- le preguntó con sarcasmo-. Entonces, ¿cómo te describirías?-Soy tu mujer, no tu propiedad -respondió mientras forcejeaba contra su recio cuerpo.-¡Ah, por fin te has acordado! Necesitas aprender una lección, jovencita.Mientras sus labios descendían sobre ella por segunda vez aquella noche, empezó a luchar de verdad, retorciéndose y golpeándole con manos y pies, apartando la cara a un lado y otro para esquivar su beso.Jack le habla inmovilizado los brazos a ambos lados del cuerpo con la misma facilidad que si fuera una niña, empujándola hacia atrás, entre las sombras de un viejo arbusto de lilas que propagaba su intenso aroma al aire fresco de la noche.Helen sabía que era una batalla perdida. Sus labios eran cálidos, firmes y sensuales sobre los suy
-Sabes que nunca te dejaré marchar, ¿verdad? Te mataría antes que dejar que cualquier otro te poseyera.-Jack ...-¡No empieces! Eres mía, Helen, siempre serás mía... de una forma u otra.-Estás loco...-¿Por ti? Quizás... pero sabes que no suelo amenazar en vano – dijo Jack. Sus ojos negros brillaban cruelmente-.Créeme, puedo hacer que desees no haber nacido. Pagarás por lo que has hecho y seguirás siendo mi mujer, Helen, mi mujer.El rostro severo y atractivo parecía estar esculpido en piedra.– ¡No!Profirió un grito de tormento que la despertó bruscamente y le hizo incorporarse en la estrecha cama.No la había encontrado... todavía. Sólo había sido un sueño, aunque demasiado vívido como para poder reprimir los temores que mantenía a raya a la luz del día.La encontraría.Sacudió la cabeza para apartar el suave cabello dorado de su rostro sudoroso. Había sido una locura huir de aquella manera. Nadie contrariaba a Jack Forbes y se salía con la suya, y menos su joven esposa después
Acababa de colocar dos cuencos de sopa humeante y una cesta de panecillos recién hechos frente a la joven pareja que los había pedido, cuando la vieja y tradicional campana de la puerta de entrada anunció la llegada de otra persona.-Hola, Helen -dijo con voz suave, demasiado suave.Sus ojos entornados eran devastadores.-Jack ...Mientras palidecía fue consciente de la punzada de alegría que sintió al volverlo a ver. Después, a medida que le invadía el honor de la situación, pensó que se iba a desmayar.Fue obvio que él pensó lo mismo, porque se movió rápidamente y la obligó a sentarse, diciéndole con voz áspera:-No pongas esa cara de sorpresa. Sabías que te encontraría algún día; sólo era cuestión de tiempo.-Jack ...-El mismo- replicó, mirando implacablemente los ojos azules y aturdidos con sus brillantes ojos negras. Su rostro era duro como el granito, igual que en el sueño. El sueño... Había sido un aviso-. Ahora, levántate.-¿Qué?-He dicho que te levantes.Su mirada la habría