Mientras se dirigía a la cocina, una sensación de cansancio increíble hizo que le temblaran las manos.
¿Merecía la pena? Tal vez sería mejor decírselo. Pero recordó el rostro arrugado y cansado de Sandra, los rasgos hundidos y el cuerpo joven y rígido contorsionado como una caricatura de una mujer vieja.
¿Podría soportar que la viese empeorar lentamente y...?
Deja de gimotear, se dijo a sí misma con furia mientras la campana anunciaba la llegada de nuevos clientes.
Viviría día a día y hora a hora. Hacía ya semanas que sabía que aquella sería la única manera de soportar los meses y los años venideros.
Le llevó a Jack su cuenco de sopa antes de volverse a la familia que se había sentado en una esquina al otro lado de la sala. Durante el tiempo que estuvo hablando con los dos niños y tomó nota a los padres, era consciente de que Jack tenía la mirada puesta m su nuca; aunque cuando se volvió y se encaminó a la cocina, estaba comiendo tranquilamente un panecillo y contemplando el paisaje por la ventana
-¿A qué hora sales de trabajar? -le preguntó con tono brusco y rostro inexpresivo cuando le sirvió la tortilla española recién hecha y una patata asada con guarnición de ensalada-. Necesitamos atar unos cuantos cabos sueltos para que las formalidades prosigan con fluidez. Eso es lo que quieres, ¿no? Librarte de mí lo antes posible.
Helen bajó los ojos rápidamente con tristeza. Si él supiera...Nunca lo había deseado o amado tanto como en aquellos momentos cuando se sentía sola y desolada ante el futuro.
-Acabo a las once -dijo suavemente-. Pero puedo verte mañana por la mañana, si quieres.
-Estaré esperándote fuera a las once.
Su tono no permitía discusión alguna y ella asintió, todavía sin mirarlo, antes de ir a refugiarse en la cocina humeante y en la franca normalidad de Arthur.
Durante el resto de la tarde y noche, trabajó como una autómata mientras sus pensamientos estaban en otra parte.
Cuando se casó con Jack Forbes, jamás pensó que no sería para siempre. Sus padres habían muerto en un accidente de coche cuando tenia cuatro años y a su hermana Sandra y a ella las habían enviado a hogares de parientes lejanos distintos; Sandra a las regiones remotas de Escocia y ella al corazón de Londres. No estaban muy compenetradas, pues la diferencia de ocho años parecía insuperable debido a los celos que Sandra sentía por su hermosa hermana pequeña. Sin embargo, Helen recordaba haber llorado tanto por su hermana mayor como por sus padres en otro tiempo.
Hasta que no cumplió los dieciséis no supo que Sandra había rechazado voluntariamente estar en contacto con ella durante los años transcurridos, y tras una chocante visita a casa de su hermana, ya casada, en la que le había dado, literalmente, con la puerta en las narices, se propuso desterrar a Sandra de su vida. Pero... no había sido tan fácil. Sandra era su único familiar cercano; por sus venas corría la misma sangre y ella había querido, necesitado de su amor.
¡Qué débil y tonta fui!, pensó Helen solemnemente mientras servía con una sonrisa un bistec y un pastel de carne caseros a una menuda pareja de japoneses cargados con tres cámaras de fotos. ¡Y cómo había pagado ese sentimiento de debilidad que le iba pisando los talones! ¿No era una hermana que apenas había visto en su vida, después de todo?
Los tíos un tanto ancianos con los que había crecido le habían hecho sentir ansiosa e insegura. Se dio cuenta tiempo después, tras largas y profundas conversaciones con Jack en las que había destapado todas sus dudas y temores. Le habían enseñado que era indigna y desobediente, que su belleza era de algún modo vergonzosa y, aunque algo en su interior se había rebelado siempre contra aquella severa lógica, parte del veneno había hecho efecto.
Pero Jack había sacado a la luz todas las llagas, y las había limpiado con el líquido purificador de la razón. Y, gracias a aquello, se había sentido lo suficientemente fuerte como para intentar de ver a Sandra otra vez. Y lo que había visto y oído la había a aterrorizado.
Ya basta, Helen, se dijo al tiempo que miraba por la ventana, a la oscuridad de la noche. Una hora más y necesitarás todo tu ingenio para hablar con Jack . Algunas tazas de café negro cargado y... ¡basta de lamentaciones!
Cuando salió del cálido y acogedor restaurante pensó por un momento que Jack no había ido, y se le encogió el estómago, aunque no estaba segura si con alivio o decepción. Entonces, oyó que la llamaba y lo vio surgir de las sombras del otro lado de la calle.-¿Dónde tienes el coche? -preguntó débilmente mientras se acercaba a él. Iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de cuero negra, y Helen se derritió al verlo.-A salvo -dijo con tono mordaz y cruel-. Pensé que podíamos recorrer a pie el corto trayecto hasta tu pensión.-¿Sabes dónde vivo?- preguntó alarmada.-Por supuesto -respondió mirándola, esbelta y desamparada ante su corpulencia masculina-. El detective privado que contraté es minucioso y discreto al mismo tiempo.-¡Cómo no! -exclamó sin alegría. Jack sólo toleraba lo mejor.-Ven.La tomó del brazo con fuerza para llevarla hacia la pequeña casa de huéspedes de la señora Cox. Aunque el contacto fue breve, el calor de sus dedos pareció quemarle el brazo. Se echó hacia atrá
Estaba hablando cuando Helen se desmayó a sus pies en la quietud de la noche y su cabello se abrió como un halo dorado en tomo a su pálido rostro. Volvió en sí lentamente entre un millar de imágenes de pesadilla, y se percató de que Jack la sostenía junto a su pecho, de rodillas sobre la espesa hierba al borde del camino.-¿Jack ...?-No te muevas. Te has desmayado.-Nunca me había pasado antes -dijo sintiendo los labios rígidos.-No -replicó. Pareció ir a decir algo, pero las palabras se apagaron mientras la observaba con ojos vacíos de toda emoción-. ¿Tienes que contarme algo, Helen?-No entiendo -dijo tratando de liberarse, pero tenía los brazos rígidos.Jack maldijo en voz baja, pero con energía antes de levantarla en sus brazos y ponerse de pie.-Pongámoslo así -dijo ferozmente mientras se disponía a andar por el camino en dirección a las luces lejanas-. No es raro que, en determinadas circunstancias, una mujer pierda el conocimiento a los tres meses de embarazo aproximadamente.
Levantó la mano para pegarle, pero Jack se movió rápidamente, asiendo su mano levantada al tiempo que la empujaba hacia atrás y se reunía con ella en el pequeño jardín tras abrir la verja con las piernas.-¿No te gusta mi terminología?- le preguntó con sarcasmo-. Entonces, ¿cómo te describirías?-Soy tu mujer, no tu propiedad -respondió mientras forcejeaba contra su recio cuerpo.-¡Ah, por fin te has acordado! Necesitas aprender una lección, jovencita.Mientras sus labios descendían sobre ella por segunda vez aquella noche, empezó a luchar de verdad, retorciéndose y golpeándole con manos y pies, apartando la cara a un lado y otro para esquivar su beso.Jack le habla inmovilizado los brazos a ambos lados del cuerpo con la misma facilidad que si fuera una niña, empujándola hacia atrás, entre las sombras de un viejo arbusto de lilas que propagaba su intenso aroma al aire fresco de la noche.Helen sabía que era una batalla perdida. Sus labios eran cálidos, firmes y sensuales sobre los suy
-Sabes que nunca te dejaré marchar, ¿verdad? Te mataría antes que dejar que cualquier otro te poseyera.-Jack ...-¡No empieces! Eres mía, Helen, siempre serás mía... de una forma u otra.-Estás loco...-¿Por ti? Quizás... pero sabes que no suelo amenazar en vano – dijo Jack. Sus ojos negros brillaban cruelmente-.Créeme, puedo hacer que desees no haber nacido. Pagarás por lo que has hecho y seguirás siendo mi mujer, Helen, mi mujer.El rostro severo y atractivo parecía estar esculpido en piedra.– ¡No!Profirió un grito de tormento que la despertó bruscamente y le hizo incorporarse en la estrecha cama.No la había encontrado... todavía. Sólo había sido un sueño, aunque demasiado vívido como para poder reprimir los temores que mantenía a raya a la luz del día.La encontraría.Sacudió la cabeza para apartar el suave cabello dorado de su rostro sudoroso. Había sido una locura huir de aquella manera. Nadie contrariaba a Jack Forbes y se salía con la suya, y menos su joven esposa después
Acababa de colocar dos cuencos de sopa humeante y una cesta de panecillos recién hechos frente a la joven pareja que los había pedido, cuando la vieja y tradicional campana de la puerta de entrada anunció la llegada de otra persona.-Hola, Helen -dijo con voz suave, demasiado suave.Sus ojos entornados eran devastadores.-Jack ...Mientras palidecía fue consciente de la punzada de alegría que sintió al volverlo a ver. Después, a medida que le invadía el honor de la situación, pensó que se iba a desmayar.Fue obvio que él pensó lo mismo, porque se movió rápidamente y la obligó a sentarse, diciéndole con voz áspera:-No pongas esa cara de sorpresa. Sabías que te encontraría algún día; sólo era cuestión de tiempo.-Jack ...-El mismo- replicó, mirando implacablemente los ojos azules y aturdidos con sus brillantes ojos negras. Su rostro era duro como el granito, igual que en el sueño. El sueño... Había sido un aviso-. Ahora, levántate.-¿Qué?-He dicho que te levantes.Su mirada la habría
Una vez dentro del coche, atravesó el pueblo rápidamente, dejando atrás la plaza empedrada del mercado, con su cruce y su iglesia del siglo trece, y su por la empinada colina situada enfrente.Jack no volvió a hablar, concentrado como estaba en la estrecha y sinuosa carretera bordeada por viejos muros de piedra. Helen se arriesgó a mirar su perfil severo y atractivo.Se le encogió el estómago al percibir su tez marcadamente morena, su nariz recta y la abundante de pelo castaño brillante. Cuánto lo amaba, nunca dejaría de hacerlo...-Bien, ahora sabremos toda la verdad.Se desvió de la carretera hasta una pequeña verja que daba a unos campos cercados por muros de piedra y salpicados de granjas, y a unas colinas onduladas que parecían prolongarse hasta el infinito-Y te lo advierto- dijo volviéndose en su asienta. Le tomó la barbilla en la mano, girando su cabeza para que viese su severa mirada-.Si me mientes lo sabré y te haré que lamentes haber nacido.Quiero la verdad, por desagrada
El hoyo se hacía cada vez más y más profundo, pero no podía dejar que a John le tocase la peor parte cuando todo lo que había hecho era ofrecerle consuelo y refugio-. John es un amigo, nada más.-Claro -replicó Jack . Abrió la puerta del coche y se puso en pie sobre la recia y vigorosa hierba-. Necesito algo de aire fresco, aquí dentro apesta.-Lo digo en serio, Jack - dijo saliendo como una flecha del coche y hablando con desesperación-. Por favor, escúchame.-¿Escucharte? -inquirió, girándose con tanta furia que Helen se echó para atrás, apoyándose en el capó del coche-.Cielo, eres basura, ni más ni menos. Crees que tu amiguito tiene posibilidades de recibir una buena paliza, ¿verdad? ¡Qué razón tienes! Y no ha pasado un día durante estos tres meses en el que no haya deseado que tú fueses también un hombre para poder castigarte de la misma manera.Pero... -añadió inspeccionándola con una sonrisa amarga-, hay más de una manera de desollar a una rata.-Jack ...- dijo ahogándose casi
Horas más tarde, tras una cena guisada por la estimable señora Cox de la que no había podido probar bocado, Helen estaba sentada en su habitación en la oscuridad de la noche, encarando las consecuencias de su encuentro con Jack .Inconscientemente, había esperado que, cuando lo volviera a ver, se operaría el milagro y las cosas se arreglarían.Era ridículo, como si un adulto persistiese en creer en papá Noel cuando la magia se había extinguido hacía años.En total, había pasado nueve meses con él, tres como su esposa, y había sido el cielo en la tierra. Habla estado aterrada aquel primer día cuando, siendo una empleada relativamente nueva en la gran compañía de abastecimiento de comidas para la que trabajaba, la habían llamado para coordinar con la secretaria del gran hombre una cena formal que Jack iba a celebrar aquel fin de semana.Se había aventurada al interior del monumental bloque de oficinas con las advertencias y consejos de sus compañeros pitándole en los oídos.Cuesta mucho