Una vez dentro del coche, atravesó el pueblo rápidamente, dejando atrás la plaza empedrada del mercado, con su cruce y su iglesia del siglo trece, y su por la empinada colina situada enfrente.
Jack no volvió a hablar, concentrado como estaba en la estrecha y sinuosa carretera bordeada por viejos muros de piedra. Helen se arriesgó a mirar su perfil severo y atractivo.
Se le encogió el estómago al percibir su tez marcadamente morena, su nariz recta y la abundante de pelo castaño brillante. Cuánto lo amaba, nunca dejaría de hacerlo...
-Bien, ahora sabremos toda la verdad.
Se desvió de la carretera hasta una pequeña verja que daba a unos campos cercados por muros de piedra y salpicados de granjas, y a unas colinas onduladas que parecían prolongarse hasta el infinito
-Y te lo advierto- dijo volviéndose en su asienta. Le tomó la barbilla en la mano, girando su cabeza para que viese su severa mirada-.
Si me mientes lo sabré y te haré que lamentes haber nacido.
Quiero la verdad, por desagradable que sea. ¿Entendido?
Sí, lo había entendido perfectamente. Pero la verdad era lo único que no podría decirle nunca.
No podría soportar verse reflejar en aquel rostro amado la pena, la desesperación que sentiría por ella y por no poder arreglar algo que estaba completamente fuera de control.
-Si te ayuda a empezar, sé lo de John Davies -le dijo con voz fría e inexpresiva, y se volvió a mirar por la ventana el mundo iluminado por el sol-.
El detective privado que contraté para que te encontrara también averiguó lo de tu amigo. Desgraciadamente, no estaba cuando fui a verlo.
-¿Fuiste a casa de John? -preguntó débilmente-. Pero, ¿por qué...?
-¡No me vengas con ésas, Helen! ¿Cuándo empezó todo?
Le oyó rechinar los dientes de rabia y se esforzó en engranar sus pensamientos. ¿Pensaba que lo había abandonado por John? ¿El dulce y sencillo John, que había sido su amigo durante años?
-Recuerdo su nombre en la lista de invitados a la boda, pero no vino. Ahora entiendo por qué.
-No vino porque ha estado en España durante los últimos tres años -dijo Helen con voz tensa-. Está...
-Muerto cuando le ponga las manos encima -concluyó Jack ferozmente.
-John no tiene nada que ver con esto -dijo Helen-.
Me envió una postal hace unos meses con su nueva dirección y, cuando me fui, era el único lugar al que se me ocurrió ir. Ni siquiera pasé una noche con él.
Me puso en contacto con una señora del pueblo que aloja a huéspedes ocasionales...
-La señora Cox- declaró Jack con dureza-. Sí, ya lo sé. También sé que lo ves con bastante regularidad, así que haznos un favor a los dos y corta el rollo, Helen.
¿Tal vez debía dejarle pensar que lo había abandonado por John?
En la nota que le había dejado sólo decía que su matrimonio había sido un grave error y que, había decidido darlo por terminado; que no quería nada de él y que los trámites de divorcio empezarían inmediatamente.
Si pensase que lo había dejado por un amante, aquel golpe a su ego masculino seria indecible y definitivo. Y aquello debía ser definitivo.
-Mi relación con John no tiene nada que ver contigo -dijo suavemente-. Yo no...
-¡Claro que tiene que ver, m*****a sea! -dijo apretando los dientes-.
Me diste gato por liebre, cariño, y nadie, nadie hace eso. Cuando le ponga las manos en...
Se calló, pero la mirada de su rostro sombrío era letal.
–Esto es ridículo -dijo Helen con tanta calma como podía reunir con el corazón desbocado-. Hacerle daño a John no servirá de nada, nunca volveré...
-Nunca tendrás oportunidad de hacerlo- le interrumpió brutalmente-. Eres mercancía sucia y yo sólo tengo lo mejor -continuó.
Helen sabía que estaba descargándose a causa de su propia herida, pero oírle hablar así era una agonía, después de todo lo que habían compartido...-.
Cuando haya terminado con él no lo deseará ninguna otra mujer, te lo puedo prometer.
-Jack ...- empezó a decir, pero se interrumpió bruscamente. ¿Qué podía decir?
El hoyo se hacía cada vez más y más profundo, pero no podía dejar que a John le tocase la peor parte cuando todo lo que había hecho era ofrecerle consuelo y refugio-. John es un amigo, nada más.-Claro -replicó Jack . Abrió la puerta del coche y se puso en pie sobre la recia y vigorosa hierba-. Necesito algo de aire fresco, aquí dentro apesta.-Lo digo en serio, Jack - dijo saliendo como una flecha del coche y hablando con desesperación-. Por favor, escúchame.-¿Escucharte? -inquirió, girándose con tanta furia que Helen se echó para atrás, apoyándose en el capó del coche-.Cielo, eres basura, ni más ni menos. Crees que tu amiguito tiene posibilidades de recibir una buena paliza, ¿verdad? ¡Qué razón tienes! Y no ha pasado un día durante estos tres meses en el que no haya deseado que tú fueses también un hombre para poder castigarte de la misma manera.Pero... -añadió inspeccionándola con una sonrisa amarga-, hay más de una manera de desollar a una rata.-Jack ...- dijo ahogándose casi
Horas más tarde, tras una cena guisada por la estimable señora Cox de la que no había podido probar bocado, Helen estaba sentada en su habitación en la oscuridad de la noche, encarando las consecuencias de su encuentro con Jack .Inconscientemente, había esperado que, cuando lo volviera a ver, se operaría el milagro y las cosas se arreglarían.Era ridículo, como si un adulto persistiese en creer en papá Noel cuando la magia se había extinguido hacía años.En total, había pasado nueve meses con él, tres como su esposa, y había sido el cielo en la tierra. Habla estado aterrada aquel primer día cuando, siendo una empleada relativamente nueva en la gran compañía de abastecimiento de comidas para la que trabajaba, la habían llamado para coordinar con la secretaria del gran hombre una cena formal que Jack iba a celebrar aquel fin de semana.Se había aventurada al interior del monumental bloque de oficinas con las advertencias y consejos de sus compañeros pitándole en los oídos.Cuesta mucho
-BUENOS días, Helen.Se quedó paralizada junto a la puerta de la cocina mientras Jack se acercaba a ella después de cerrar suavemente la puerta del restaurante.-¿Qué quieres? -le preguntó mirándolo con anhelo, aunque su razón repudiaba el estremecimiento que le había recorrido todo el cuerpo.-Comer, si no es mucho pedir. Creía que esto era un restaurante abierto al público- replicó con un sarcasmo mordaz. Helen enrojeció mientras le hacía tomar asiento en una mesa. Su porte era lento y relajado.-¿Por qué has venido? – le preguntó en un susurro, de pie junto a él.-He venido a comer- le dijo lentamente, con una paciencia exagerada-. ¿Recuerdas que hago las mismas cosas que un hombre normal?Afortunadamente, John estaría fuera durante otras veinticuatro horas. Tenía que librarse de Jack antes de que volviese.-Sabes exactamente a lo que me refiero- le espetó-. Ayer dijimos todo lo que podía decirse...-En absoluto -dijo con aspereza-. Y, por favor, deja de hacerte la ingenua porque l
Mientras se dirigía a la cocina, una sensación de cansancio increíble hizo que le temblaran las manos.¿Merecía la pena? Tal vez sería mejor decírselo. Pero recordó el rostro arrugado y cansado de Sandra, los rasgos hundidos y el cuerpo joven y rígido contorsionado como una caricatura de una mujer vieja.¿Podría soportar que la viese empeorar lentamente y...?Deja de gimotear, se dijo a sí misma con furia mientras la campana anunciaba la llegada de nuevos clientes.Viviría día a día y hora a hora. Hacía ya semanas que sabía que aquella sería la única manera de soportar los meses y los años venideros.Le llevó a Jack su cuenco de sopa antes de volverse a la familia que se había sentado en una esquina al otro lado de la sala. Durante el tiempo que estuvo hablando con los dos niños y tomó nota a los padres, era consciente de que Jack tenía la mirada puesta m su nuca; aunque cuando se volvió y se encaminó a la cocina, estaba comiendo tranquilamente un panecillo y contemplando el paisaje p
Cuando salió del cálido y acogedor restaurante pensó por un momento que Jack no había ido, y se le encogió el estómago, aunque no estaba segura si con alivio o decepción. Entonces, oyó que la llamaba y lo vio surgir de las sombras del otro lado de la calle.-¿Dónde tienes el coche? -preguntó débilmente mientras se acercaba a él. Iba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de cuero negra, y Helen se derritió al verlo.-A salvo -dijo con tono mordaz y cruel-. Pensé que podíamos recorrer a pie el corto trayecto hasta tu pensión.-¿Sabes dónde vivo?- preguntó alarmada.-Por supuesto -respondió mirándola, esbelta y desamparada ante su corpulencia masculina-. El detective privado que contraté es minucioso y discreto al mismo tiempo.-¡Cómo no! -exclamó sin alegría. Jack sólo toleraba lo mejor.-Ven.La tomó del brazo con fuerza para llevarla hacia la pequeña casa de huéspedes de la señora Cox. Aunque el contacto fue breve, el calor de sus dedos pareció quemarle el brazo. Se echó hacia atrá
Estaba hablando cuando Helen se desmayó a sus pies en la quietud de la noche y su cabello se abrió como un halo dorado en tomo a su pálido rostro. Volvió en sí lentamente entre un millar de imágenes de pesadilla, y se percató de que Jack la sostenía junto a su pecho, de rodillas sobre la espesa hierba al borde del camino.-¿Jack ...?-No te muevas. Te has desmayado.-Nunca me había pasado antes -dijo sintiendo los labios rígidos.-No -replicó. Pareció ir a decir algo, pero las palabras se apagaron mientras la observaba con ojos vacíos de toda emoción-. ¿Tienes que contarme algo, Helen?-No entiendo -dijo tratando de liberarse, pero tenía los brazos rígidos.Jack maldijo en voz baja, pero con energía antes de levantarla en sus brazos y ponerse de pie.-Pongámoslo así -dijo ferozmente mientras se disponía a andar por el camino en dirección a las luces lejanas-. No es raro que, en determinadas circunstancias, una mujer pierda el conocimiento a los tres meses de embarazo aproximadamente.
Levantó la mano para pegarle, pero Jack se movió rápidamente, asiendo su mano levantada al tiempo que la empujaba hacia atrás y se reunía con ella en el pequeño jardín tras abrir la verja con las piernas.-¿No te gusta mi terminología?- le preguntó con sarcasmo-. Entonces, ¿cómo te describirías?-Soy tu mujer, no tu propiedad -respondió mientras forcejeaba contra su recio cuerpo.-¡Ah, por fin te has acordado! Necesitas aprender una lección, jovencita.Mientras sus labios descendían sobre ella por segunda vez aquella noche, empezó a luchar de verdad, retorciéndose y golpeándole con manos y pies, apartando la cara a un lado y otro para esquivar su beso.Jack le habla inmovilizado los brazos a ambos lados del cuerpo con la misma facilidad que si fuera una niña, empujándola hacia atrás, entre las sombras de un viejo arbusto de lilas que propagaba su intenso aroma al aire fresco de la noche.Helen sabía que era una batalla perdida. Sus labios eran cálidos, firmes y sensuales sobre los suy
-Sabes que nunca te dejaré marchar, ¿verdad? Te mataría antes que dejar que cualquier otro te poseyera.-Jack ...-¡No empieces! Eres mía, Helen, siempre serás mía... de una forma u otra.-Estás loco...-¿Por ti? Quizás... pero sabes que no suelo amenazar en vano – dijo Jack. Sus ojos negros brillaban cruelmente-.Créeme, puedo hacer que desees no haber nacido. Pagarás por lo que has hecho y seguirás siendo mi mujer, Helen, mi mujer.El rostro severo y atractivo parecía estar esculpido en piedra.– ¡No!Profirió un grito de tormento que la despertó bruscamente y le hizo incorporarse en la estrecha cama.No la había encontrado... todavía. Sólo había sido un sueño, aunque demasiado vívido como para poder reprimir los temores que mantenía a raya a la luz del día.La encontraría.Sacudió la cabeza para apartar el suave cabello dorado de su rostro sudoroso. Había sido una locura huir de aquella manera. Nadie contrariaba a Jack Forbes y se salía con la suya, y menos su joven esposa después