Capítulo 41
Alberto sintió que le zumbaba el cerebro y se le disparaba la tensión.

¡Este cabrón se estaba pasando tres pueblos!

Los Milanés tenía dinero, pero diez millones no era poco.

—Bien, te daré diez millones. Pero recuerda, si me entero de que has filtrado una palabra a Elisa, estarás buscando tu muerte.

Sorprendentemente, Alberto no volvió a regatear ni a chantajear a Diego, sino que aceptó.

Volvió corriendo a su despacho y le llevó un enorme cheque a Diego.

El corazón de Alberto sangraba al contemplar la fila de ceros.

—El señor Milanés es tan generoso, no se preocupe, no se lo diré a la señorita Milanés. Si no, que muera envenenado.

Diego tomó el cheque y, temiendo que Alberto no le creyera, hizo un juramento.

Mirando a Diego que se marchaba alegremente, Alberto se mofó: —Idiota, ¿y quieres jugar conmigo? ¿Acaso te lo puedes permitir?

Sacó su celular y marcó un número.

—Luis, soy Alberto, por favor, arregla que alguien acabe con un hijo de puta.

—Sé que es caro, pero no me falta dinero,
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