Capítulo 22
—¡Lárgate de aquí!

En el último momento, se escuchó un grito frío.

El calvo acababa de sacar la palma de la mano cuando una fuerte fuerza vino de su espalda.

Ni siquiera pudo gruñir antes de salir disparada de una patada, sin saber si iba a morir.

Leila miró incrédula a Diego, que apareció detrás del calvo.

En ese momento, los ojos de Diego eran fríos y aterradores, como si quisiera matar a alguien.

—Tú... ¿Qué haces aquí?

Tartamudeando, Leila abrió la boca para preguntar.

Al principio pensó que Diego se había ido.

En aquel momento se decepcionó mucho, pues pensó que Diego era tan cobarde que no era ni comparable con César.

—Si no vuelvo, ¿voy a ver cómo te llevan y te violan?

Dirigiendo fríamente una mirada a la descerebrada, Diego espetó de mala gana.

Leila se detuvo, pensando que Diego estaba siendo un poco prepotente. —Diego, sé que te malinterpreté de nuevo, pero tú...

Antes de que pudiera terminar la frase, el calvo, que había salido volando, rugió horriblemente: —¡A por él! ¡Mat
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