Capitulo 2

Momento de cambios | Gigi.

Subí al elevador con impaciencia, ya era tarde para la junta que se hizo de imprevisto. Pero tenía que pasar por mi almuerzo.

- Hola, Gigi - saluda uno de mis compañeros de trabajo.

De hecho, el elevador estaba casi vacío, solo íbamos cuatro personas.

- Hola, Oliver - regrese.

Oliver Graham no era un mal compañero, de hecho, era una persona agradable y muy trabajadora, pero...

- ¿Qué tal la fiesta? - pregunto.

- ¿Qué fiesta?

- La de tu cumpleaños - dijo.

Casi quise rodar los ojos, ya habían pasado más de dos días de eso, aún había pastel en el refrigerador.

- Bastante bien - mentí.

- Bueno como no fui invitado - dijo en tono bromista - ¿Qué te parece si te invito a cenar?

Ahí estaba el, pero, Oliver era sin duda un sujeto agradable pero también insistente y molesto en algunas ocasiones. Esta contaría como la novena vez que me pide una cita.

Antes de responder pude escuchar una pequeña risa disimulada con tos.

- Oh, me encantaría ir, pero tengo planes - mentí.

- Pero aún no acordamos la fecha - ataca.

Perfecto soy una tonta.

- Si, pero qué tal si es en esta semana.

- ¿Estarás ocupada toda la semana? - pregunta curioso.

"Para ti, toda la vida"

- Algo así - dije.

- Bueno, entonces mejor la semana siguiente - opina.

Sabía que, si decía que no, insistirá hasta que le diera un sí.

- Bien, ¿El viernes?

- Suena bien - opina entusiasta él.

Aún faltaba para llegar a la sala de juntas.

- ¿Vas a la junta? - pregunté.

- No, tengo que dejar unos papeles con Adam.

Mis ojos viajan al indicador de pisos.

- Pero... ¿Qué no el licenciado Ramírez trabaja en el quinto piso? - pregunto.

Oliver me mira sin entender y alzó la mano para que vea que vamos en el séptimo piso.

- Demonios - sentencia él.

Inmediatamente se abre el elevador tres de los que estábamos ahí, salimos, Oliver se queda adentro. Uno de los hombres que estaba en el elevador iba delante de mí, caminaba con demasiada confianza y parecía que íbamos a llegar al mismo lugar.

- Te estaba coqueteando - dice de repente.

Doy un brinco por su comentario.

- Perdón, pero ¿Me habla a mí? - pregunto.

Él se detiene y voltea a verme.

- Ese chico, en el elevador, le estaba coqueteando.

- ¿Habla de Oliver?

Él asiente.

- Y parece que lleva ya bastante tiempo en eso - agrega.

Empiezo a jugar con la carpeta que había en mis manos.

- Debería decirle directamente que no - opina él.

Me siento cuando niña, mi padre me estaba reprendiendo, pero no a gritos solo señalando lo que tenía que hacer.

- Es algo... - me quedo callada pues comienzo a analizar la escena:

Un desconocido, que además era un cotilla de primera, me estaba diciendo que hacer.

» Bueno y a todo esto ¿Quién es usted?

El me observa con sorpresa por el repentino cambio de voz y de tema de mi parte.

- Yo soy...

Pero antes de oír una explicación razonable, la puerta del salón de juntas se abre y de este sale mi jefa, que como siempre trae puesto una falda de tubo con un saco a juego, con la diferencia de que hoy es rojo intenso con sus resonantes tacos altos negros.

- James - saluda efusivamente.

Él hombre que tiene una interrogante en el rostro, deja de verme para voltear hacia mi jefa.

- Sabrina - saluda y le da un beso en la mejilla.

- Pero ¿qué haces aquí?  - pregunta.

- Estaba...

"Molestando"

Sus ojos viajan hacia mí y mi jefa le sigue, para terminar, viéndome a mí.

- Oh, Gigi - dice ella.

Me sorprendo por el hecho de que sepa mi nombre.

- Señorita O'Connell - saludo.

- Pasemos a la sala de juntas - dice después haciendo un ademán para que pasara primero.

Volví la vista al desconocido quién sonreía de oreja a oreja y también me cedía el paso.

Camine directo a la sala de juntas, dejando a estos dos atrás, ambos manteniendo una conversación que no oía por la distancia; en cuanto cruce la puerta mis ojos buscaron a Miriam quién tenía dos cafés enfrente.

- Hola - salude.

- Hey - respondió - te traje café.

Tomé uno de los dos y solo bebí un sorbo.

- ¿Sabes para qué estamos aquí? - me preguntó de repente.

Negué con la cabeza.

Mis ojos viajaron hacia sus manos donde mantenía su teléfono. Iba a preguntar por su repentina obsesión con el últimamente, pero por fin la jefa y el desconocido entraron.

- Buenos días - saludo está.

En su mayoría asentimos y saludamos y cómo no, están los lame - botas de Roberto y Christina.

- Oh, jefa déjenos decirle que se ve perfecta - comenzó Roberto.

La mayoría de los presentes sabíamos cómo eran ambos.

- Por supuesto - añado Christina - su outfits es el nuevo grito de la moda, ¿A qué si, Miriam?

Y como siempre queriendo dejar a los demás en exhibición.

La jefa alzó la vista hacia Miriam que aún no respondía y alzó la mano.

- No es necesario, Miriam - dijo.

- Esos dos - susurro Miriam.

Sonreí por su mal humor.

- Bueno chicos, perdón por la junta de último momento, pero hace apenas unas horas he recibido la información que esperamos todos los fines de mes.

Tomó asiento en la silla principal y su compañero a un lado, entre los papeles de enfrente de ella, tomo uno. Todos sabíamos que era; lo único más esperado para todos en esta oficina era el dichoso top ten que anunciaba la revista del mes.

Hasta ahora la revista "Laxon" se ha mantenido en el puesto número uno.

- Lamento informarles que Laxon ha sido relevado al puesto número tres del top ten.

Hasta ahora.

- Mi querido amigo Michael se ha encargado de decirme el porqué de este gran cambio.

Michael Kors era un crítico de las revistas, participe en este dichoso top y uno de los hombres más odiados del espectáculo.

- Comenta que la revista es típica...

Exclamaciones como, "uy", "oh, y "ah" provenientes de Christina y Roberto no sé hicieron esperar.

» Aburrida y monótona. Y es por eso chicos que los he llamado a todos aquí.

Cada uno de los presentes se ve a los ojos, como si ese fuese la respuesta de la junta.

- Necesitamos cambios - dice de nuevo Sandra - y si hace falta hay que despedir lo viejo.

Muchos de nosotros, me incluyo, tragamos seco ese mensaje poco subliminal.

- Por eso he llamado a mi mejor amigo - agrega señalando al "metiche" del elevador - James Kend se une a nuestro equipo de trabajo.

James solo saluda con la mano a todos los presentes.

- Él va dar este nuevo cambio, por lo tanto, todos deben acatar sus órdenes.

Mis ojos viajan a James que para mí sorpresa parece que tengo toda su atención.

- Así que bienvenido James. Es todo chicos, vuelvan al trabajo.

Todos nos ponemos de pie, Miriam toma su café y se levanta pasando de largo a la bola de aduladores que ya han ido a conocer al nuevo "jefe."

- ¿No piensan saludar? - nos pregunta Christina.

Miriam alza la vista de su teléfono y observa la gran cola.

- Supongo que tendré otra oportunidad después - responde cortante Miriam.

- Vamos no seas mal educada - insiste está - somos la imagen de la empresa.

"¿Ah sí?"

Miriam está a punto de explotar, parece que hoy no es su día; estoy a punto de advertirle a Christina que no es el momento, pero me silencio cuando veo como James se interpone entre ellas y yo.

- Parece que vamos a trabajar juntos - dice dirigiéndose hacia mí.

Miriam quién hace nada estaba de mala leche ahora parecía gato curioso.

- Si eso parece - contesto algo incómoda por llamar la atención.

- ¿Y qué? - pregunta.

- ¿Qué?

- ¿No me dirás tú nombre?

Por educación sé que debo contestar, pero mi yo interno quiere mandarlo muy lejos.

- Gigi Anderson - respondo y tomo de la muñeca a Miriam - y Miriam Cook.

Miriam sonreí por la incomodidad de mi presentación.

- Bueno Gigi, va a ser todo un gusto trabajar contigo.

- Nosotros - corregí.

- ¿Qué?

- Que va a trabajar con todos nosotros - trato de puntualizar - no solo conmigo.

Él sonríe de manera burlona y asiente y sin más salgo de ahí.

- ¿Que acaba de pasar? - pregunta Miriam.

- Nada - trato de irme por la tangente.

- ¿Cómo que nada? - pregunta - ese tío está súper interesado en ti.

- Sí, claro - dije - en molestarme.

- Ajá, amiga yo sé lo que es el interés.

- ¿En serio? - pregunto mientras presionó para llamar el elevador.

- Por supuesto - responde - es mi segundo nombre.

Río por su comentario y me adentro con ella en el elevador.

- Sí, claro - terminó la conversación con eso.

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