Capítulo 6. El acuerdo.

—No puedo creer que esto me esté pasando —dice Amelia desconcertada.

—¿Qué es lo que no puedes creer, Amelia? —le dice Noah mirándola con seriedad.

—Todo, señor. Simplemente todo. Es como si mi vida se hubiera puesto patas arriba en un instante.

—No seas dramática, Amelia. Solo tienes que gestar mis embriones, no es mucho trabajo y, de paso, te pagaré muy bien —le dice Noah con soberbia.

La pobre Amelia pone los ojos en blanco ante la arrogancia de su jefe.

—¡No puedo creer lo que estoy oyendo! Esto es una locura, señor. ¡No soy una incubadora!

—Vamos, Amelia, no seas exagerada. Es una gran oportunidad para ti. Piensa en el dinero y también saqué a tu tía de la cárcel, por si se te olvida, ya me debes un favor.

—Lo sé, pero no se trata del dinero. Se trata de mi cuerpo. No me puede alquilar como si fuera una máquina.

—No lo veas así. Es un favor mutuo. Yo te doy una buena suma y tú me das un hijo. Todos ganamos.

—No todos ganamos. Usted gana, señor. Yo pierdo mi dignidad y el control sobre mi propio cuerpo.

—Es suficiente drama, Amelia. Ya tenemos un trato. Vamos, para que me firmes el contrato de alquiler de vientre. Estás dudando demasiado. Yo ya he cumplido con parte del trato, espero que tú hagas lo mismo —dice Noah enfadado.

Amelia se encoge de hombros con timidez y responde:

—Lo siento, solo expreso mis sentimientos.

—Deja tus sentimientos para otro día. Sube al coche, vamos a la clínica de inseminación ya —advierte con autoridad.

Amelia se quedó boquiabierta, sintiendo cómo se le escapaba el aire de los pulmones. La idea de gestar el hijo de un completo desconocido, por mucho que fuera su jefe, le resultaba abrumadora. La invadió un torrente de emociones: incredulidad, miedo, confusión... ¿Cómo podía su jefe pedirle algo así?

Era como si su vida se hubiera convertido en una pesadilla surrealista, donde las reglas de la normalidad no se aplicaban. La realidad de lo que estaba a punto de hacer la golpeó con fuerza, dejándola sin palabras y tambaleante.

Mientras el coche avanzaba, Noah, impulsado por su desesperación de ser padre, sacó de su portafolio un documento meticulosamente redactado por su abogado. Solo faltaba que Amelia estampara su nombre y firma para que el acuerdo fuera vinculante. De esta manera, se aseguraría de que la joven cumpliera su palabra y la gestación subrogada se convertiría en un compromiso legal.

—¿Qué es? —preguntó Amelia con sumisión.

—Solo fírmalo —le espetó Noah.

Con una mirada de extrañeza y la mano temblorosa, Amelia estampó su firma en el acuerdo. Ya no había vuelta atrás. Se había convertido en la tan ansiada madre subrogada que Noah llevaba más de un año buscando para gestar sus embriones. Un escalofrío la recorrió al sellar su destino, un destino que la convertiría en el recipiente de una vida ajena.

—Muy bien, ahora vamos a la clínica —dice Noah con determinación.

—¿Y mi tía? —pregunta Amelia preocupada.

—No te preocupes, Davis la traerá en un rato estarás con ella —responde Noah con jactancia.

Mansión Noch.

—Amelia no llega... —dice Alma para sí misma mientras Mía se acerca al verla tan intranquila.

—¿Te pasa algo, Alma?

—Es Amelia. Todavía no ha llegado a casa. Hace rato que fue a la empresa a hablar con Noah.

—¿Y no te ha avisado de nada?

—No, nada. Empiezo a preocuparme.

—Eso está muy raro, ¿la has llamado al móvil?

—Sí, pero no me coge el teléfono. Es posible que lo tenga apagado.

—¿Y has intentado llamar a la empresa? Tal vez Noah sepa algo.

—No había pensado en eso. Voy a intentarlo ahora mismo.

—Deja, mejor llamo a Jack para ver qué me dice, ya sabes cómo es Noah.

—Tienes razón. Jack siempre sabe todo. Llámalo, por favor.

Mía llama enseguida a Jack:

—Hola, Jack... soy Mía. ¿No hay por casualidad una joven rubia en la oficina de Noah?

—No, Noah tampoco está.

—¿Cómo?

—Noah salió hace un par de horas. No sé dónde fue.

—¿Y no viste si estaba con él la joven de la que te hablé?

—Realmente no la vi, pero Amaloa sí, hasta vino a mi oficina a preguntarme con enfado quién era una tal Amelia. Posiblemente es la chica que mencionas.

—¿Quién es Amaloa?

—Bueno, querida, es una de las conquistas de tu hermanito.

—Gracias, Jack. Te tengo que colgar.

—Espera, Mía, quiero verte y hablar contigo.

—Ahora no, Jack. Hablamos luego.

Mía cuelga, dejando a Jack con la palabra en la boca.

—¿Y qué te dijo Jack? —pregunta Alma con desesperación.

—No dijo nada importante. Solo me dijo que Noah tampoco estaba allí.

—¿Estarán juntos?

—No lo sé...

Alma y Mía se miraron llenas de incertidumbre. El silencio en la sala se hizo denso, mientras la ausencia de Noah y Amelia se convertía en una pregunta sin respuesta. Ninguna de las dos imaginaba el giro inesperado que sus vidas estaban a punto de tomar, ajenas al encuentro que se estaba gestando lejos de sus ojos.

***

La puerta de la clínica de fertilidad se cerró tras ellos, poniendo fin a una etapa crucial en sus vidas. Amelia, la candidata perfecta según el doctor, llevaba consigo la esperanza de un nuevo comienzo. Noah, el hombre de semblante gélido, mostraba un tenue resquicio de calidez, un atisbo de humanidad que contrastaba con su habitual hostilidad. El eco de las palabras del médico aún resonaba en sus oídos, una promesa que había logrado desenterrar una emoción casi olvidada en el corazón de Noah.

—Vamos, Amelia, no has comido nada. Te invito a comer.

—¿Me está invitando? ¿Sin exigirme ni gritar? —preguntó Amelia sorprendida.

—Sí, te invito. Hoy es un día diferente. Aquí cerca hay un restaurante excelente, te va a gustar.

El silencio los acompañó durante el corto trayecto hasta el restaurante. A pesar de la cercanía, la reserva entre Noah y Amelia hacía que cada paso pareciera una eternidad. Se miraban de reojo, incómodos por la extrañeza de la situación. La actitud de Noah, tan diferente a su habitual hosquedad, desconcertaba a Amelia, y la presencia de ella, tan inesperada en su vida, incomodaba a Noah. Ambos sentían que algo había cambiado, pero aún no lograban descifrar qué era.

Continue lendo no Buenovela
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Digitalize o código para ler no App