Alessandro sintió que el alma se le caía a los pies. Esperaba muchas cosas pero una revelación como esa no estaba entre ellas.
— Gaia amor, dame a la niña.
La muchach
Gaia estaba sentada con los pies metidos en el agua. El lago estaba inusualmente tibio a aquella hora de la mañana, y la soledad le ayudaba a poner un poco más en claro sus sentimientos. Descubrir que tenía un hijo le revolvía el pecho con tantas emociones que no sabía cuál asumir primero, pero había algo que no le había dicho a Alessandro, porque ni siquiera era capaz de explicárselo a sí misma: aquel niño, Leo, sentía que lo amaba con todo su corazón, sentía que no había nada más imp
Gaia sintió que de sus ojos comenzaría a salir un manantial de lágrimas de un momento a otro, pero no podía obviar lo que estaba sintiendo.— Alessandro… mi felicidad ha estado contigo literalmente desde que tengo memoria — aseguró mirándolo a los ojos — Pero tengo un miedo horrible de hacerte daño. Ni siquiera sé qu&e
Gaia abrió los ojos con espanto cuando Alessandro encendió el televisor y le mostró la turba de camarógrafos, periodistas, fotógrafos y redactores que se aglomeraban fuera del salón de eventos donde se realizaría la cena que ella con tanto espero había organizado. Los cincuenta ejecutivos más importantes del Imperio con sus respectivas parejas, más la familia Di Sávallo, debían entrar por aquella puerta atestada de agentes de la prensa en menos de dos horas, y Gaia no tenía ni idea de cómo se había
— ¡Levántate, hermosa!Si la frase no hubiera estado acompañada de una sonora nalgada, Gaia hubiera asegurado que era el despertar más romántico de la historia. Olía a café y a tostadas francesas, y su estómago rugió haciéndola abrir primero un ojo para encontrar la posición justa de Alessandro. A los pies de la cama, completamente desnudo, sosteniendo una bandeja con el desayuno. Gaia había abierto la puerta y se había quedado estática de repente, contemplando aquel rostro que se le hacía tan conocido. Pasaron uno, dos, tres segundos durante los que ninguno de los dos habló, y luego un mar de recuerdos pareció invadirla hasta dejarla paralizada por completo.Sintió un movimiento a su espalda y adivinó la presencia de ACAPÍTULO 30
El avión era muy pequeño en comparación con el Jet del Imperio, pero igual les brindaba la privacidad necesaria de un avión que sólo se usaría para el transporte de dos personas. Durante tres horas completas, desde su salida del departamento de Alessandro, Gaia no había pronunciado más que monosílabos, suficientes y sobrados dado el caso de que a Leandro sólo le interesaba cómo pudieran quedar afectadas sus vidas en el futuro y para eso con la negación bastaba.
Alessandro se había quedado paralizado en las escaleras del avión al ver cómo aquel deportivo negro entraba en el hangar a toda velocidad, como si estuviera en medio de una película de acción, pero de alguna forma le sorprendió que fuera Malena y no su hermano, que por cierto era un excelente piloto de carreras, quien se bajara del asiento del piloto. Tant
Vio el mar allá abajo y el corazón se le hizo un nudo, las lágrimas no dejaban de bajar por sus mejillas y sintió que ya no importaba. Hacía más de dos meses había logrado sobrevivir a una experiencia de la que pocos hubieras salido con vida. Había soportado cuatro días con sus noches en el mar porque tenía algo por lo que vivir, alguien a quien regresar… y ese alguien ya no estaba.— ¿De verdad creíste que alguien como tú iba a ser capaz de quitarme todo lo que era mío?
Último capítulo