Gaia sentía el alma y el cuerpo pesados. Pasar por una situación como aquella podía destrozar a cualquier familia, y que tuviera que suceder precisamente en la familia de Alessandro parecía demasiado injusto. A pesar de que la interacción había sido poca había podido notar que eran muy unidos y que se querían de verdad. Los gemelos eran valientes y serenos, Ángelo y Alessandro eran muy emocionales, Carlo era un remanso de paz y de sabiduría y Marco… bueno él no había aparecido por ningún lado, pero a decir de Alessandro era el mejor hombre del mundo, el más fuerte y el más justo.
Quería preguntarle si estaba bien, pero sabía que iba a sentirse estúpido haciéndolo. ¿Exactamente qué le iba a peguntar? ¿Si podía caminar todavía?Gaia no se había despertado en toda la noche, ni siquiera cuando la había sacado de la bañera para llevársela a la cama. Sabía que el sexo había si
Alessandro sintió que el alma se le caía a los pies. Esperaba muchas cosas pero una revelación como esa no estaba entre ellas.— Gaia amor, dame a la niña.La muchach
Gaia estaba sentada con los pies metidos en el agua. El lago estaba inusualmente tibio a aquella hora de la mañana, y la soledad le ayudaba a poner un poco más en claro sus sentimientos. Descubrir que tenía un hijo le revolvía el pecho con tantas emociones que no sabía cuál asumir primero, pero había algo que no le había dicho a Alessandro, porque ni siquiera era capaz de explicárselo a sí misma: aquel niño, Leo, sentía que lo amaba con todo su corazón, sentía que no había nada más imp
Gaia sintió que de sus ojos comenzaría a salir un manantial de lágrimas de un momento a otro, pero no podía obviar lo que estaba sintiendo.— Alessandro… mi felicidad ha estado contigo literalmente desde que tengo memoria — aseguró mirándolo a los ojos — Pero tengo un miedo horrible de hacerte daño. Ni siquiera sé qu&e
Gaia abrió los ojos con espanto cuando Alessandro encendió el televisor y le mostró la turba de camarógrafos, periodistas, fotógrafos y redactores que se aglomeraban fuera del salón de eventos donde se realizaría la cena que ella con tanto espero había organizado. Los cincuenta ejecutivos más importantes del Imperio con sus respectivas parejas, más la familia Di Sávallo, debían entrar por aquella puerta atestada de agentes de la prensa en menos de dos horas, y Gaia no tenía ni idea de cómo se había
— ¡Levántate, hermosa!Si la frase no hubiera estado acompañada de una sonora nalgada, Gaia hubiera asegurado que era el despertar más romántico de la historia. Olía a café y a tostadas francesas, y su estómago rugió haciéndola abrir primero un ojo para encontrar la posición justa de Alessandro. A los pies de la cama, completamente desnudo, sosteniendo una bandeja con el desayuno. Gaia había abierto la puerta y se había quedado estática de repente, contemplando aquel rostro que se le hacía tan conocido. Pasaron uno, dos, tres segundos durante los que ninguno de los dos habló, y luego un mar de recuerdos pareció invadirla hasta dejarla paralizada por completo.Sintió un movimiento a su espalda y adivinó la presencia de ACAPÍTULO 30
El avión era muy pequeño en comparación con el Jet del Imperio, pero igual les brindaba la privacidad necesaria de un avión que sólo se usaría para el transporte de dos personas. Durante tres horas completas, desde su salida del departamento de Alessandro, Gaia no había pronunciado más que monosílabos, suficientes y sobrados dado el caso de que a Leandro sólo le interesaba cómo pudieran quedar afectadas sus vidas en el futuro y para eso con la negación bastaba.
Último capítulo