La mañana llegó cargada de los rayos del sol, que se filtraban tímidamente entre los grandes ventanales del estudio de Gabriele, el lugar olía a óleo fresco, había pinceles de distintos tamaños que descansaban en un tarro de vidrio, y varias telas en proceso que cubrían las paredes como testigos presentes de su trabajo.Gabriele estaba sentado en un sillón cómodo junto a un ventanal, con un café entre las manos, mientras frente a él, en una silla cercana, Damián lo observaba con los codos apoyados en las rodillas y una expresión de seria curiosidad.—Así que... —empezó Damián, dejando flotar las palabras en el aire —¿te vas a quedar aquí, por él?Gabriele se llevó el café a los labios.—No es sólo por él —respondió después de un momento. —También es por mí.Se sentía aturdido, como si hubiese estado flotando en esa frontera borrosa entre el sueño y la vigilia toda la noche, pensando en Luciano, en su relación, en el reloj que seguía envuelto en una pequeña caja negra sobre su escritori
Luciano había citado a Gabriele en su apartamento, a las nueve en punto, Gabriele llegó al edificio, su corazón latía muy de prisa. Entró al ascensor privado y presionó el botón del piso doce. El ascensor, tranquilo y sofisticado, lo llevó directo al apartamento de Luciano. Cuando las puertas se deslizaron hacia los lados, Gabriele lo vio: Luciano estaba de pie junto a los grandes ventanales panorámicos, hablando por teléfono, bañado por la luz de la ciudad nocturna. Al notar su llegada, Luciano le hizo una seña para que se acercara, Gabriele caminó hacia él, todavía con el corazón desbocado, apenas estuvo a su alcance, Luciano le tomó el rostro con una mano y lo besó en la boca, sin decir una palabra, luego, con una sonrisa leve, le indicó que se sentara.Gabriele lo observaba callado, lleno de orgullo. Su novio era un hombre maduro, atractivo, de presencia imponente. Hoy, Luciano vestía un traje azul oscuro y una camisa blanca abierta en el cuello, sin corbata, irradiaba un estilo
A la mañana siguiente, Gabriele despertó solo en la habitación, se incorporó lentamente, parpadeando contra la luz suave que se filtraba por las cortinas. El lado de la cama donde debería estar Luciano estaba vacío y frío. Con un suspiro, se levantó, se dio una ducha rápida y bajó a la cocina en busca de algo para desayunar, mientras abría la nevera distraídamente, su celular vibró.Era un mensaje de Luciano:"Cariño, tuve que salir temprano. Tenía una reunión a las 8 a.m.Te amo.”Gabriele esbozó una sonrisa cálida, sintiendo que, aunque Luciano no estuviera físicamente allí, su presencia lo envolvía de un modo especial y constante. Acarició el teléfono con los dedos mientras escribía:“También te amo, cariño”.Gabriele salió del apartamento de Luciano con el rostro iluminado por una alegría genuina. Se sentía realmente feliz, ligero, como si el mundo entero le perteneciera. El resto del día, Gabriel se sumergió en su estudio, había planeado verse con Damián más tarde, pero este es
La tarde en Milán estaba bañada en una luz suave, perfecta para una boda de verano. Gabriele había regresado después de cuatro años en Roma, donde había dedicado su tiempo a estudiar arte, explorando y perfeccionando su pasión en la vibrante capital italiana. Caminaba entre los invitados, con una sonrisa brillante en su rostro mientras saludaba a familiares y amigos. Su hermana mayor, Amalia iba a casarse esa noche, y todo estaba preparado para un evento que sería recordado durante mucho tiempo. La decoración, las risas, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las copas de champán: todo parecía formar parte de una celebración perfecta.Pero en medio de todo eso, cuando Gabriele pasó cerca de un grupo de invitados, algo en su interior cambió. No fue el suave susurro de las conversaciones ni la música que llenaba el aire. Fue una mirada, una presencia que lo hizo detenerse en seco. En un rincón, entre las sombras de las columnas de mármol, los ojos de Gabriele se encontraron c
Esa noche, mientras la algarabía del baile llenaba el ambiente con risas y música, Gabriele se encontraba perdido en sus pensamientos. No podía apartar la imagen de Luciano Vannicelli de su mente: su mirada penetrante, su actitud distante y, sobre todo, la sensación de que algo en él era completamente inalcanzable.Recordaba claramente las últimas palabras de Luciano cuando, de forma abrupta, se despidió de él:"Disculpa, pero tengo que irme ya. Buenas noches."Esas palabras, tan frías, tan directas, retumbaban en su mente. Gabriele no entendía cómo un encuentro tan fugaz pudiera haberlo marcado de esa manera. ¿Qué había detrás de esa actitud reservada? ¿Por qué lo atraía tanto un hombre que claramente no deseaba ser atrapado?Con un suspiro profundo, se cruzó de brazos y miró hacia la puerta por donde Luciano había desaparecido. Sabía que lo que sentía no era solo una chispa pasajera; había algo más, algo más profundo que lo llamaba.Decidido a despejar sus pensamientos, Gabriele sac
Gabriele se encontraba sentado en la barra del bar, una copa tras otra, con la mirada perdida en la nada. El sonido de las conversaciones que llenaban el lugar parecía apagarse a su alrededor, y el líquido en su vaso se desvanecía con cada sorbo, sin que su mente pudiera encontrar un respiro. Estaba atrapado en un mar de pensamientos oscilantes que no sabía cómo controlar. La indiferencia de Luciano se mantenía como una terrible muralla entre ellos, algo que lo fastidiaba y lo dejaba deseando cruzarla, pero sin saber cómo.Damián, sentado a su lado, observaba en silencio la batalla interna de su amigo. Ya lo conocía bien; sabía que algo lo estaba quemando por dentro.—¿Te encuentras bien, Gabi? —preguntó Damián, sin necesidad de esperar una respuesta. Sabía que algo estaba mal.Gabriele no levantó la mirada, y en su voz, teñida de frustración, se notaba claramente que algo lo consumía.—¿Crees que Luciano es... gay? — De repente preguntó con una sutil vacilación en su voz.Damián fr
Gabriele y Damián salieron del bar, con la tensión de la noche aun colgando en el aire. Gabriele no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con Luciano, a la fría indiferencia que había mostrado, Cuando de repente, una voz los detuvo.—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Lu
De regreso a casa, Gabriele, atrapado por una mezcla de nerviosismo y desbordante emoción, decide finalmente preguntarle a Luciano algo que ha estado guardando en su interior.—¿Alguna vez has sentido una atracción especial por un hombre? —Preguntó Gabriele, con un titubeo en su voz, mientras sus ojos buscaban en los de Luciano una pista, una señal que lo guiara a entender lo que él mismo no lograba comprender.Luciano permaneció en silencio, con un rostro inexpresivo. Al principio, Gabriele pensó que quizá no había escuchado bien, o que Luciano necesitaba unos segundos para procesar la pregunta, pero conforme los segundos se alargaban, la falta de una respuesta se volvió más clara. Era como si la pregunta de Gabriele no tuviera el menor impacto sobre él.¿No tienes nada que decir? —Gabriele murmuró, casi en un susurro.Luciano lo miró fijamente, sus ojos eran tan intensos como siempre.—Nada que decir, Gabriele. —Finalmente, su voz salió sin emoción alguna.La respuesta de Luciano y