La casa de 380m2 propiedad de la Familia Di Tella se encuentra en la zona arqueológica de los baños termales de Caracalla rodeada de exuberante vegetación. La entrada tiene un suelo de mármol con inserciones grandes y losas policromadas, que representan la rosa de los vientos. La sala de estar cuenta con dos grandes salas y un comedor, separados por un patio luminoso decorado con frescos del siglo XV y una gran bañera de mármol rosa. Los pisos de la sala de estar están completamente cubiertos con parquet de tablas de roble (diseño Versalles) con inserciones de mármol amarillo y rojo. En las paredes hay una boiserie, una gran librería francesa de roble, armarios a medida decorados con toques de papel, espejos y tapices, y una hermosa chimenea francesa del siglo XVII en mármol amarillo de Siena. El área de dormir cuenta con una sala de televisión con una librería de madera, un gran pasill
Colette llevaba varios días frecuentando el restaurante Lucca. Al darse cuenta de que solo esperando allí limitaba sus opciones, había decidió frecuentar otros bares y restaurantes de la zona; su hermano en Francia le enviaba fondos suficientes para llevar una estancia cómoda. Sus padres hacia días que se habían marchado de vuelta a Europa, no sin antes reprenderla enérgicamente por su comportamiento desde aquella noche en el Lucca, donde tuvo su encuentro con Sebastián Costa.Sin importarle demasiado lo que pudieran pensar sus padres, había decidido quedarse. Vestida con una minifalda y una ombliguera a juego con sus zapatillas negras, Colette iba cada noche a la zona de bares y restaurantes de Los Cabos. Había rechazado y abofeteado a más que había tenido la osadía de acercarse a ella con galanterías y cursilerías, algunos, a la antigua Colette, le h
Después de casi 72 horas atada y amordazada, sintiendo sus fuerzas abandonarla poco a poco, Victoria Greco recibió la visita del Conde Di Tella. La música había cesado hace solo algunos minutos y el vacío en su estómago le provocaba una sensación dolorosa y palpitante. Una sensación tan incómoda que, a Victoria, se le ocurrió la loca idea que su estómago era un parasito vivo que, ante la falta de alimento, comenzaría a alimentarse de sus entrañas.El Conde apareció en el umbral de la puerta, como muchas veces lo había hecho el hombre de la barba larga. Las luces se encendieron cegándola momentáneamente; sentía el escozor en sus ojos y finalmente, cuando se adaptó a la iluminación, pudo ver el deplorable sitio en el que había estado recluida durante lo que le había parecido una eternidad.-&nb
Ezequiel Martínez era un policía veterano de la división federal, a lo largo de su carrera había recibido multitud de elogios por parte de sus compañeros y superiores, amén de algunas distinciones reservadas solo para los mejores y más destacados elementos de la corporación. Su tendencia natural al liderazgo lo hubieran podido posicionar en un puesto más alto y probablemente hace mucho que debería estar en su propia oficina detrás de un elegante escritorio o quizá, dando entrenamiento a los nuevos reclutas. Pero eso no le brindaría la emoción a la que estaba acostumbrado, a Ezequiel Martínez, el orgulloso y bravo comandante, le gustaba sentir la adrenalina de las persecuciones al estilo Hollywood y los tiroteos en los que era un experto. Portaba un fusil nuevo Colt Ar 15 semi – automático que no había aun tenido oportunidad de usar; jugueteaba con el gatillo e
— Es un gusto verla tan recuperada, doctora Greco El Conde apareció en el amplio espacio que era el comedor, la vajilla relucía a través de la alacena, el sol de la mañana se colaba por las ventanas cuyas cortinas de una tela tan suave como el pelaje de un oso de peluche estaban levantadas. En el Comedor, Victoria Greco estaba terminando el desayuno; se le veía mejor, la palidez de su rostro se había ido para dar paso a su color habitual: un tono sonrosado y terso. — Espero que haya dormido bien, doctora y espero también que me tenga una respuesta respecto a mi generosa oferta. Victoria levanto la vista de su plato vacío y miro con ojos interrogantes al Conde. Unos ojos enrojecidos que delataban que no había podido descansar y que seguramente había llorado hasta secar sus glándulas lagrimales. — Doctora, por favor, — dijo el conde en tono sereno y despreocupado — No llegaremos a ningún lugar si usted se mantiene sin decir palabra. Sería una lástima qu
Rosella Bellini dibujaba a la luz del sol de la tarde. Su improvisado caballete se tambaleaba si ejercía demasiada presión, así que cada trazo debía hacerlo con más cuidado del habitual. La habitación estaba impregnada con un aroma a frutas cítricas; ella prefería el aroma de lavanda, pero el de frutas cítricas estaba bien, combinaba perfectamente con la vista de la calle que ella dibujaba. En el barrio costero de Ocean Beach, la avenida del Mar ofrecía vistas privilegiadas a la costa. Sumergirse en su mundo, el mundo del dibujo, la acuarela y la gama de colores, le brindaba una especie de refugio; se sentía a salvo cuando tenía un lápiz en mano: infinitas posibilidades frente a ella en cada hoja en blanco. Rosella había dibujado con precisión la avenida del mar, tanto que si tuviera color casi podría tomarse como una fotografía. Se quedó contemplando su trabajo, tratando de mejorarlo aún más, como un artista que no queda nunca conforme con el resultado, hizo algunos borrone
El oficial Ezequiel Martínez estaba sentado en su patrulla. Hacía días que la ciudad estaba en calma y no había tenido casi nada de acción, estaba harto de estar revisando constantemente su correo electrónico, su cuenta de Facebook y demás redes sociales sin nada bueno que ver en realidad. De cualquier forma, casi nadie que no fuera su molesta exesposa le enviaba mensajes.Había pasado una semana desde su conversación con el hombre que se identificó como Leone Bellini, una conversación difícil, pues Ezequiel había pasado la mitad del tiempo pidiendo que le repitiera más despacio las cosas. Bellini hablaba un español muy torpe y poco fluido, aun así, el oficial (comandante para sus compañeros) Martínez se las arregló para captar las cosas importantes que aquel hombre tenía que decirle.Después de aquella conversación,
El Conde Di Tella entró por tercer día consecutivo en el cuarto de huéspedes (así lo llamaba él, aunque no era precisamente eso) Llevaba consigo nuevamente a su peluda mascota, pues había comprobado, para su propia satisfacción, el temor que la tarántula infundía en su huésped. La tarántula, de la especia Grammostola Rosea era una hembra que había adquirido en una de sus andanzas por Sudamérica y aunque la especie era excesivamente común, incluso para los novatos con los arácnidos, a él, le gustaban las cosas sencillas, dóciles y que sirvieran para sus propósitos, en el caso de la araña, su mascota, y en el caso de la doctora Victoria Greco, una carnada, una jugosa carnada. Victoria Greco estaba sentada en el pequeño sofá individual que estaba al fondo de la habitación, parecía cómoda, reclinada apaciblemente con los brazos descansando en el apoyabrazos. Tenía los ojos cerrados, pero los abrió cuando se percató de la presencia del Conde. - ¿Qué tal,
Hacia una hora que el Boeing 777 de Alitalia había arribado a Roma después de una escala en el aeropuerto Charles de Gaulle en Francia. Leone Bellini aún se encontraba en las inmediaciones del aeropuerto internacional Leonardo da Vinci comprando algo de pizza en un pequeño local. “Pizzeta De Pisa” decía el escaparate del pequeño comercio.Aunque sentía el estómago vacío y los intestinos se le revolvían como gusanos en anzuelo, necesitaba probar alimento. El tiempo pasado en México no le había sentado demasiado bien, pues, durante su estancia desarrolló una alergia a los incipientes mariscos que él y Derek comían casi todos los días; si fueron deliciosos en un inicio, pero pronto se tornaron aburridos e intolerantes al paladar.— Leone, ¿estás seguro de que veremos pronto a Sebastián? – dijo la muchacha tra