Después de una semana de estar recluida en la casa veraniega del Conde Di Tella, Victoria había aprendido la rutina a la que tendría que acostumbrarse si quería seguir viva. Todas las mañanas, el Conde salía al gimnasio, regresaba alrededor del mediodía con un periódico en las manos, o fumando un puro y a menudo ambas cosas. Por las tardes, después de la comida, el Conde le platicaba sobre su familia: su abuelo el fundador de la organización en los años 50, su hija Alexandra que estudiaba en Londres, su difunta esposa, etc. etc.
Ocasionalmente, Daisy la tarántula, aparecía acompañando al Conde en sus conversaciones. Conversaciones, en las que casi siempre, Victoria se limitaba a escucharlo como si se tratará de su terapeuta, otras, asentía o se limitaba a contestar “sí” y “no”. Al Conde le gustaba la música de cámara, los
A veces el diablo acierta dos veces en la diana. Un claro ejemplo, y como sucede a menudo, es cuando dos personas que no deberían conocerse por el bien de muchos, se conocen. Eso paso justamente cuando el oficial Ezequiel Martínez y Derek Henderson (el hombre de confianza de Leone Bellini) se sentaron a platicar frente a frente.— La primera pista a llegado— dijo Ezequiel Martínez, que vestía una chaqueta que le daba el aspecto de un tipo de una película de los años 50.Derek enarcó las cejas, visiblemente extrañado.— Le advierto que, si se trata de un truco, lo…— No es ningún truco, señor Henderson – dijo con brusquedad el oficial — se de muy buena fuente que el fugitivo estuvo o está en Guadalajara.— ¿Cómo lo sabe? – inquirió Derek— Un desgraciado, dueño de uno de es
Una noche, después del acostumbrado acto sexual, el Conde Di Tella en lugar de dormir inmediatamente como siempre lo hacía, se giró en la cama y contempló el rostro de Victoria Greco, un rostro hermoso y por el que se sentía poderosamente atraído. Ella, mantenía la vista clavada en el techo, sin decir una sola palabra, tal como llevaba haciéndolo mientras el Conde la penetraba. Victoria mantenía la misma expresión catatónica y silenciosa cada que el Conde tenia deseos de hacerle el amor.— Te tengo buenas noticias – dijo el CondeVictoria Greco siguió sin inmutarse, parecía no haber escuchado.— ¡Eh! Doctora – dijo el Conde mientras la zarandeaba ligeramente por el hombro.Ella finalmente volvió la mirada, lo miró unos segundos y se revolvió en la cama dándole la espalda.— Está bien, te l
Leone Bellini estaba sentado en una cafetería local. De vuelta en México por órdenes del Conde Di Tella, no podía evitar sentir los estragos de los husos horarios tan diferentes en América que en Europa.— Desea un poco más de café – preguntó la camarera, una mujer adulta pero muy bella, enfundada en un uniforme que la hacía parecer menor de lo que realmente era.Bellini alzó la vista de la sección de crucigramas del periódico que tenía en sus manos.— No, gracias, he de retirarme, pero estuvo delicioso.La camarera rio y añadió– Es el mejor de la ciudad, se lo aseguró.— No lo dudo – dijo Bellini sorbiendo lo que quedaba de la bebida en la taza y se levantó tomando su periódico. – Tenga la seguridad que volveré, señorita.— Hasta
El lugar estaba cargado de humo de cigarrillo. El calor comenzaba a ser intenso y el sudor emanado de los cuerpos en movimiento propinaba una bofetada a cualquiera que llegará del exterior. Era uno de los días buenos en “El Monje Loco” y lo lógico era pensar que, Efraín Velásquez, dueño y orgulloso propietario, se sintiera más que contento, pero la realidad era distinta, a pesar de su aparente buena racha, el asedio del hombre de confianza de Leone Bellini lo mantenía inquieto. Era la segunda vez que el hombre venía a hacerle una visita y no precisamente como cliente.Sentado a la barra, Derek, parecía un cliente más. Tuvo incluso el detalle de pedir una cerveza y patatas fritas, aunque no tenía hambre en absoluto— Señor Velásquez he venido a tratar un asunto con usted, tengo entendido que este hombre estuvo en su restaurante hace pocos días &ndas
Estaba por oscurecer y la lluvia comenzaba a intensificarse; era una lluvia insidiosa acompañada de algunas rachas de viento fuerte. Dentro de la pequeña casa, Victoria Greco estaba tumbada en una pequeña cama; yacía desnuda y su cuerpo empezaba a temblar producto del descenso de temperatura en el exterior. Cerró los ojos y con su memoria se trasladó al día en que recibió el amuleto Dragón de manos de Akane. Rápidamente desfilaron imágenes en su cabeza, imágenes del pasado, imágenes del presente y rostros y voces que parecían venir de algún lugar de fuera.Recordó con sensación amarga la última vez que había visto a su amado y tragó saliva tratando de deshacer el nudo que sentía en su garganta. Akane le había dicho una vez que el amuleto era una protección y una bendición si se hallaba en las manos correctas, p
Frente a las costas mexicanas, en el estado de Michoacán, se halla el poblado de San Juan de Alima. Las playas, rodeadas de grandes acantilados y formaciones rocosas son el mayor atractivo de la región. Las grandes aglomeraciones y los lujosos hoteles no se encuentran con demasiada frecuencia, pues es un sitio más bien tranquilo y donde la fauna nativa se pasea a gusto por la costa y por los aires. En la playa es común ver pequeñas casas de campaña. El oleaje es tranquilo y las vistas a la bóveda celeste por las noches son francamente asombrosas.Es en este mundo de silencio y tranquilidad donde el hombre identificado como Adán Vega según su documentación y como Sebastián Costa por la Mafia Italiana yacía dentro de uno de los bungalows cercanos a la playa. Sostenía entre sus manos un cuaderno y un lápiz y, cada cierto tiempo, colocaba el lápiz entre los dientes, contemplab
El Bora negro circulaba por la carretera de cuota 54D a unos decentes 80 km por hora. A la altura de Ciudad Guzmán los ocupantes hicieron una parada. Entraron a una tienda de autoservicio y compraron algunas botellas de agua, una cajetilla de cigarrillos y algunas golosinas.La sensación térmica iba en aumento a medida que se acercaban a la costa y Victoria Greco iba con la ventanilla del copiloto abajo y, como si el aire del exterior no fuera suficiente, llevaba un abanico, que agitaba constantemente para refrescarse.— Ya casi llegamos – anunció Derek ante la creciente impaciencia de Victoria.— Te rogare que no me dirijas la palabra, ¿Entendido? – contestó ella con hosquedad.— ¡Que simpática es usted! – dijo Derek riendo.— Cuando regrese a Italia le diré al Conde que te quisiste propasar conmigo. Te aseguró que puedo hacer que te cort
Derek conducía de regreso. Aun se sentía inquieto, pero le reconfortaba saber que su trabajo había terminado, lo que pasara después ya no era de su incumbencia. Victoria Greco se encargaría de terminar la “operación” y el, había cumplido bastante. Se sentía satisfecho, pues sumaba un logró más a su carrera como mercenario a sueldo. Sus dedos se movieron instintivamente hacia la radio del auto, la encendió y se esforzó en tratar de relajarse. Pero, por lo visto, sus nervios aún estaban en estado de hipersensibilidad, porque, cuando su teléfono móvil empezó a sonar, no pudo evitar sobresaltarse una vez más. Por un breve e inquietante momento creyó que sería Victoria Greco que le llamaba para seguir riéndose de él aun a la distancia. Derek miró la pantalla y vio el nombre de Leone Bellini en el identificador de llamadas.