Fabiola dio un paso más cerca de él; mientras Adair suspiraba por poder alejarse cuanto antes - iré a visitar a tu madre luego, ojalá pudiera verte allá también.
Adair mostró una sonrisa relajada - haré lo posible por estar ahí - dio un paso atrás, doblando su torso hacía la calle - por ahora tengo cosas que hacer.
Estaba a punto de marcharse cuando la joven de repente soltó - ¡ah, es verdad! - Adair se sorprendió por el repentino entusiasmo - Don Nicolás te ha estado buscando desde la mañana - los ojos oscuros de Adair se ampliaron cuando vio a Fabiola alzar una mano en el aire; al mismo tiempo que subía la otra para colocarla alrededor de su boca mientras gritaba - ¡Don Nicolás!, ¡Don Nicolás!.
Adair dirigió la vista hacia el lugar al cual Fabiola gritaba. Recordó sutilmente el nombre de Nicolas cuando su madre lo despertó por la mañana. En ese momento supo que estaba perdido. “M****a”, pensó; en tanto un viejo canoso caminó hacia ellos. Su estatura era baja y su espalda estaba ligeramente encorvada. Una barba incipiente moteada de blanco cubría sus mejillas; pero, a pesar de las canas, aún denotaba tener mucha energía, mucha más que la que Adair aparentaba tener.
En ese pueblo pequeño era común que la mayoría de la gente se conociera. A pesar de que Adair nunca había conversado con ese viejo, sabía quien era y a qué se dedicaba. El viejo llegó a unos pasos de distancia. Su voz profunda y ligeramente ronca se escuchó - Adair, Adair - dijo mientras analizaba su rostro - tu madre habló por ti y tú como un niño malagradecido no te presentas ante mi.
La presencia de ese señor era imponente y segura. Adair se encontró incómodo. No se atrevió a responder a la ligera. El viejo siguió hablando - Pero olvidemos la tardanza de hoy - hizo una pausa antes de barrer sus ojos por todo el frente de Adair - yo realmente necesito ayuda en mi taller, la fuerza de un hombre joven me servirá con las cosas difíciles para mi. Dime… - fijó su vista en sus ojos - ¿crees que puedes ayudarme?.
Adair sintió que esos ojos profundos lo atravesaban; mientras esperaba una respuesta. Acorralado en una esquina donde, por un lado las palabras de su madre lo impulsan y por el otro la presencia del viejo lo presionaba a aceptar. Sintiendo el peligro rotundo respirándole en la nuca. Rígidamente Movió la cabeza - ¡de acuerdo! - se obligó a decir.
La voz ronca respondió - muy bien - ese señor era alguien que emanaba el respeto que las personas debían tenerle. Provocando cierto temor a la gente que se enfrentaba a él - entonces vamos - comenzó a caminar sin esperar más. Sin siquiera molestarse en asegurar que Adair seguía sus pasos. En ningún momento miró hacía atrás.
Por otro lado, sin esperar por un segundo llamado, Adair enseguida lo siguió. Llegaron a un taller de herrero. Los metales colgaban por todas partes; mientras las herramientas se encontraban dispersas en la mesa y el suelo. La puerta que daba a la calle era grande y se mantenía abierta la mayor parte del tiempo para que los clientes entrarán. Adair se quedó parado antes de entrar al taller; en tanto el viejo se acercaba a una esquina y tomaba una bata de tela gruesa colgada sobre el perchero.
Giró el cuello para donde Adair estaba. Provocando escalofríos en todo su cuero cabelludo - Ven y toma uno de estos, protegerán tu cuerpo y tu ropa.
Adair suspiró internamente. Pensando en la oportunidad perfecta para escapar. Tomó la bata con una mano. La tela era tan gruesa que el peso bajó su brazo ligeramente. Pasó el cordón por su cuello; para luego, amarrar las pitas tras su espalda. La prenda era azul; pero el uso la había dejado con manchas café junto en medió de su vientre. Con un olor a aceite difícil de soportar. El humor de Adair se terminó de alterar. No le interesaba el trabajó y aún así se vio obligado a colocarse ese traje largo, molesto y pesado que parecía un vestido a la altura de sus rodillas.
Realmente era perezoso; pero internamente se encontraba frustrado al no encontrar nada que de verdad le fascinara hacer. Cada tarea era un fastidio para él y era incluso más fastidioso el hecho que todo el mundo quisiera obligarlo a ser como ellos. Cuando se dio la vuelta, el viejo estaba agregando leña a una pequeña chimenea. Adair se cruzó de brazos, observando tranquilamente como Nicolás rozaba un fósforo tras otro sin conseguir que encendieran. Con una rodilla en el suelo, se inclinaba hacía la leña cada vez que creía que podía encender el fuego; sin embargo, el fósforo solamente emitía una tenue chispa antes de volverse a apagar.
Adair ladeó la cabeza ligeramente, apoyando su peso en una sola pierna. Sus ojos negros eran tan vagos que no mostraban ni burla ni preocupación. Simplemente lo observó esperando que el viejo se olvidara de su presencia. Pero, justo cuando se relajó, Nicolás percibió su figura por el rabillo del ojo. Con el ceño fruncido, se puso de pie y lanzó un objeto hacia Adair.
Tomado por sorpresa, Adair apenas logró reaccionar para agarrarlo. Subió una mano a su nuca; a la vez que analizaba la cajetilla de fósforos en sus dedos. La colocó cerca de su oído y la movió para verificar el contenido. Dándose cuenta que estaba casi vacía.
-¿puedes encenderlo? - habló gravemente, como si quisiera dirigir su ira hacia Adair. Espero un momento. Al no recibir respuesta alguna, su ceño se frunció más, haciendo que las arrugas se amontonaran en su frente dándole un aspecto aún más viejo - Apresúrate, ven aquí - sin dudar, Adair llegó casi corriendo; pues, ese señor infundía cierto temor en él - Enciéndelo - caminó a un lado, dejando libre el paso a la chimenea.
Adair se apoyó sobre una rodilla frente a los leños dispersos. Si bien era un completo vagabundo, había aprendido a encender una fogata en esas tardes que perdía el tiempo junto al río. Así que, acomodó la leña antes de abrir la cajetilla de fósforos. El cartón se sentía un poco húmedo en sus dedos; lo cual, complicaba las cosas. Solamente quedaban cinco fósforos. Probó con uno; pero la pólvora se desgastaba antes de encender. Eligió uno más consistente, acercó las manos hasta estar a sólo unos centímetros de la leña. Luego, rápidamente frotó la punta y como un rayo lanzó el fósforo con llama al centro de los palos donde se amontonaban las púas de los troncos astillados.
La llama poco a poco se expandió sobre las astillas; mientras Adair la cubría con nuevos leños. Después de asegurar que había encendido bien. Se levantó. Tendió la cajetilla a Don Nicolás, diciendo - Están húmedos, así no funcionarán.
La mirada seria de Nicolás se posó sobre sus ojos aburridos a simple vista - No eres tan inepto - al escucharlo, una ceja de Adair crispó - no perderé mi tiempo contigo después de todo - metió la cajetilla en su bolsillo antes de decir - creí que sólo podría usar tu fuerza como algo bueno; pero ya que puedes hacer esto me beneficia.
Adair mostró una sonrisa burlona como si no le importaran esas palabras que iban teñidas de despreció hacia él; aunque, después de todo ya sabía que tenia esa imagen frente a todos. Por lo tanto, no le molestaba en lo absoluto.
-¿Cuántos años tienes? - el viejo inclinó la cabeza para poder ver el rostro del joven.
Colocando las manos detrás de su nuca. Dirigió sus ojos hacia abajo antes de responder tranquilamente - veinte.
Nicolás frunció el ceño - Ya eres bastante mayor - luego, preguntó - ¿Éste es tu primer trabajo?.
Adair tomó aire para luego sacarlo en un suspiro; en tanto hablaba - Se podría decir que sí - dejó caer la cabeza a un lado, como si fuera a dormirse en cualquier momento.
Nicolás sacó la mano del bolsillo. Le dio la espalda y levantó una mano, llamándolo; pero Adair no movió su postura. Aun lado de la chimenea había grandes bloques de hierro apiñados - Cuando el horno esté lo suficientemente caliente, tomarás uno de estos y lo arrojaras al fuego - Nicolás señaló los objetos; mientras miraba a Adair.
Con pasos lentos, Adair se acercó después de escucharlo hablar, con los brazos aún en alto. Al verlas pesadas se alarmó ligeramente. Dudando de su fuerza, pasó a un lado de Nicolás. Rodeó con los dedos un bloque e intentó levantarlo. El peso hacía que el metal se resbalara; así que, arregló su postura. Flexionó las rodillas para después agarrar firmemente el metal. Con mucho esfuerzo, logró levantarlo a la altura de su cintura antes de dejarlo caer. El bloque chocó con los otros, moviéndolos en tanto producían un fuerte sonido.Adair se frotó las manos; mientras el viejo se acercó. Colocó una mano en su hombro y lo apartó. Luego, tomó el bloque con ambas manos y lo levantó, haciéndolo parecer sencillo. Adair se irritó un poco al ver que el viejo presumía su fuerza. Nicolás volvió a poner el bloque en su lugar. Soltó el aire antes de hablar - Soy viejo, pero estas cosas son sencillas de levantar - se puso las manos en la cadera y con una mirada sería añadió - ¿eres capaz de hacerlo?.A
Adair se sintió sorprendido porque a pesar de su furia no alzó la voz en gritos; pero, aún así, lograba calar en sus nervios haciendo que obedeciera en el mismo instante en que escuchaba su voz. Adair se dio la vuelta. La leña ya se había consumido, quedando solamente pequeños trozos de brazas dispersas. Con un palo, juntó los pedazos antes de arrojarlo y agregar más. Después acercó su rostro para soplar dentro mientras escuchaba sonidos a su espalda.Una puerta rechinó. Luego, alguien habló - ¿está todo bien? - la alarma se notaba en su voz. Adair sopló con fuerza para que las llamas cobraran vida.-Todo está bien - Nicolás respondió gentilmente.-¿Qué fue ese sonido? - la voz del joven volvió a preguntar. Adair volvió a llenar sus pulmones con aire, dejándolo ir de golpe contra el fuego. Sin el más mínimo interés de saber quién era el chico.Solamente Nicolás le prestaba atención - Sólo fue un accidente con el bloque, no ha pasado nada.Hubo silencio por un tiempo, antes de que el c
Don Nicolás fijó su mirada oscura en Adair. Parecía enojado. Adair le devolvió la mirada un poco confuso.Con voz ronca, habló - Sigamos - Nicolás se marchó. Dejando atrás a Adair con la mente en blanco. Le costaba asimilar el comportamiento cambiante del viejo; puesto que, por un momento estaba contento y al otro enojado.“¿Qué le pasa ahora?”, se preguntó. No había hecho nada malo en absoluto; de tal manera que no comprendía lo sucedido. Adair siguió sus pasos; mientras escuchaba el suspiró que provenía del chico. En ese momento, su mente se sintió comprimida. No pudo evitar pensar, “¿qué hice mal?”. Si bien, le importaban muy poco las personas, no era alguien que se regocijaba al causar dolor; en consecuencia, se sintió mal internamente. No le agradaba sentirse así. Con cada segundo que pasaba deseaba más largarse de ese lugar.Su pie pisó la grada del patio. Giró su cuello hacía atrás, encontrándose con la vista del chico sobre él. Ese rostro no mostraba expresión; pero esos ojos
Adair se relajó - Sí, madre - la señora regresó de donde había salido, dejando a Adair solo en el enorme pasillo.La señora pasaba por una puerta a la derecha de la sala donde estaba Adair. Esa puerta siempre se mantenía abierta para que su madre pudiera escuchar cuando alguien llamaba en la entrada. Por ese lugar se podía ingresar a un pequeño patio donde, a una distancia corta, se encontraba la entrada a la cocina. Por otro lado, a un costado de esa puerta, estaban las escaleras que se dirigían hacia arriba. Adair las subió. Entró a su cuarto y se recostó en la cama. La ventana quedaba a un lado, por donde la claridad proveniente del patio alumbraba su habitación. Quizás tanta preocupación canso su mente; de tal manera que se quedó dormido hasta la mañana siguiente.Cuando abrió los ojos, todo el lugar estaba sumergido en la oscuridad. Con tal de evitar a su madre, se levantó en silencio. Procuró no emitir el más mínimo sonido hasta que estuvo fuera de casa. En un principio no tení
Adair vio su espalda alejarse. Con el cerillo aún en una mano y la caja en la otra. Sus ojos se desviaron hacia el chico. Éste le devolvió la mirada, apenado. A diferencia de su padre, su rostro serio era gentil y amable, mezclándose perfectamente con su aspecto varonil. Aclaró su garganta para luego caminar hacia Adair. Se agachó sobre él, observando el interior del horno. Estaba tan cerca que Adair pudo sentir su calor corporal. Su cuello alargado era ligeramente rojo, una vena se abultaba en él, formando un camino hasta la clavícula.De repente giró la cabeza. Sus ojos vagaron desde la cabeza de Adair hasta detenerse en sus manos. Adair tragó saliva. Sentía como si esos ojos fueran una braza caliente rozándole la piel. Después, la voz llegó a sus oídos, amortiguada por el latido de su corazón.-¿están mojados? - preguntó.Adair se sorprendió. Bajó su vista al mismo lugar que él. Comprendiendo, levantó ambas manos - Este es el último - su voz natural era grave y gruesa. Generalmente
Si bien, el hierro había disminuido de tamaño, aún tenía un peso considerable; a lo cual, Caeli no se vio afectado. Creyendo que no era tan pesado como parecía, Adair se acercó - Déjame hacerlo - estiró la mano para tomar las pinzas. Su mano apretó un costado de las de Caeli, lo que provocó que esté retirara las suyas.Caeli dejó que Adair tomara su lugar. Adair se relajó al prensar el bloque con las pinzas. Pensando que sería sencillo hacerlo ya que alguien más pequeño que él pudo moverlo sin dificultad. Sin embargo, cuando ejerció presión en las pinzas, estas no lograron mover el bloque. Avergonzado, recompuso su postura para implementar más de su fuerza. El peso era mucho mayor de lo que pensó. Su rostro se tornó de rojo y sus brazos comenzaron a temblar hasta que por fin el bloque cedió girando lentamente.Después, Adair dejó caer los brazos. La punta de las pinzas chocó contra el suelo, produciendo un sonido metálico; mientras inhalaba profundamente. No comprendía cómo esos brazo
Mientras seguía dando vueltas al bloque se escucharon pasos en la calle. El sonido se acercó hasta que se detuvo justo en la puerta. Adair sudaba profusamente de los pies a la cabeza. Su camisa se humedeció, pegándose a su cuerpo. La tela le resultaba incómoda al rosarse contra su piel. Sacudiendo su cuerpo, levantó el bloque. Trató de seguir las indicaciones que Caeli le había dado; pero, seguía siendo muy difícil. Supuso que no podía comparar la practica que tenía, a pesar de que su cuerpo era más musculoso.Llevó el bloque a la mesa. Notó una figura por el rabillo del ojo; en tanto, depositó el metal sin tanta fuerza como antes. Tomó aire. Limpió su frente con el dorso de la mano. Si bien, le fue difícil, esta vez pudo hacerlo con más calma y no tan preocupado por no soportar el peso. Giró la cabeza para ver a la persona en la puerta. Bajó la mano, sintiéndose analizado por la mirada de Don Nicolás.El viejo lo miraba en silencio. Con una bolsa de papel colgando de una mano; mientr
Adair sonrió apenado. Preguntándose si era notable su ansiedad. Pero aún así estiró el brazo - Con permiso - ignoró la vergüenza al escoger el siguiente, esa vez, de una forma diferente.-Sabroso, ¿no? - mientras comía, Nicolás preguntó.-Sí, muy bueno - Adair se deleitó con el sabor hasta que se lo acabó. Sintiéndose lleno, le fue difícil beber el resto del café. Cuando terminó, bajó la taza y soltó un largo suspiro - ¡Aah! - depositó la taza en la mesa produciendo un suave sonido. Su estómago se abultaba ligeramente, sobresaliendo a través de la tela; en tanto lo sobaba con una mano.-A Caeli le gusta mucho este pan - Nicolás tomó un trago antes de añadir - Se acaba rápido y sólo lo hacen en una panadería; por eso tengo que ir temprano - mordió el pan. Las migajas caían sobre su barba y no se desprendían.Subconscientemente, Adair sacudió la suya con los dedos. Mandando a volar varios pedacitos por el suelo - ¿en serio? - se lamió los restos de los labios - Tiene razón, es muy bueno