Capítulo VII: Pequeño conocido

Adair vio su espalda alejarse. Con el cerillo aún en una mano y la caja en la otra. Sus ojos se desviaron hacia el chico. Éste le devolvió la mirada, apenado. A diferencia de su padre, su rostro serio era gentil y amable, mezclándose perfectamente con su aspecto varonil. Aclaró su garganta para luego caminar hacia Adair. Se agachó sobre él, observando el interior del horno. Estaba tan cerca que Adair pudo sentir su calor corporal. Su cuello alargado era ligeramente rojo, una vena se abultaba en él, formando un camino hasta la clavícula.

De repente giró la cabeza. Sus ojos vagaron desde la cabeza de Adair hasta detenerse en sus manos. Adair tragó saliva. Sentía como si esos ojos fueran una braza caliente rozándole la piel. Después, la voz llegó a sus oídos, amortiguada por el latido de su corazón.

-¿están mojados? - preguntó.

Adair se sorprendió. Bajó su vista al mismo lugar que él. Comprendiendo, levantó ambas manos - Este es el último - su voz natural era grave y gruesa. Generalmente
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