Si bien, el hierro había disminuido de tamaño, aún tenía un peso considerable; a lo cual, Caeli no se vio afectado. Creyendo que no era tan pesado como parecía, Adair se acercó - Déjame hacerlo - estiró la mano para tomar las pinzas. Su mano apretó un costado de las de Caeli, lo que provocó que esté retirara las suyas.Caeli dejó que Adair tomara su lugar. Adair se relajó al prensar el bloque con las pinzas. Pensando que sería sencillo hacerlo ya que alguien más pequeño que él pudo moverlo sin dificultad. Sin embargo, cuando ejerció presión en las pinzas, estas no lograron mover el bloque. Avergonzado, recompuso su postura para implementar más de su fuerza. El peso era mucho mayor de lo que pensó. Su rostro se tornó de rojo y sus brazos comenzaron a temblar hasta que por fin el bloque cedió girando lentamente.Después, Adair dejó caer los brazos. La punta de las pinzas chocó contra el suelo, produciendo un sonido metálico; mientras inhalaba profundamente. No comprendía cómo esos brazo
Mientras seguía dando vueltas al bloque se escucharon pasos en la calle. El sonido se acercó hasta que se detuvo justo en la puerta. Adair sudaba profusamente de los pies a la cabeza. Su camisa se humedeció, pegándose a su cuerpo. La tela le resultaba incómoda al rosarse contra su piel. Sacudiendo su cuerpo, levantó el bloque. Trató de seguir las indicaciones que Caeli le había dado; pero, seguía siendo muy difícil. Supuso que no podía comparar la practica que tenía, a pesar de que su cuerpo era más musculoso.Llevó el bloque a la mesa. Notó una figura por el rabillo del ojo; en tanto, depositó el metal sin tanta fuerza como antes. Tomó aire. Limpió su frente con el dorso de la mano. Si bien, le fue difícil, esta vez pudo hacerlo con más calma y no tan preocupado por no soportar el peso. Giró la cabeza para ver a la persona en la puerta. Bajó la mano, sintiéndose analizado por la mirada de Don Nicolás.El viejo lo miraba en silencio. Con una bolsa de papel colgando de una mano; mientr
Adair sonrió apenado. Preguntándose si era notable su ansiedad. Pero aún así estiró el brazo - Con permiso - ignoró la vergüenza al escoger el siguiente, esa vez, de una forma diferente.-Sabroso, ¿no? - mientras comía, Nicolás preguntó.-Sí, muy bueno - Adair se deleitó con el sabor hasta que se lo acabó. Sintiéndose lleno, le fue difícil beber el resto del café. Cuando terminó, bajó la taza y soltó un largo suspiro - ¡Aah! - depositó la taza en la mesa produciendo un suave sonido. Su estómago se abultaba ligeramente, sobresaliendo a través de la tela; en tanto lo sobaba con una mano.-A Caeli le gusta mucho este pan - Nicolás tomó un trago antes de añadir - Se acaba rápido y sólo lo hacen en una panadería; por eso tengo que ir temprano - mordió el pan. Las migajas caían sobre su barba y no se desprendían.Subconscientemente, Adair sacudió la suya con los dedos. Mandando a volar varios pedacitos por el suelo - ¿en serio? - se lamió los restos de los labios - Tiene razón, es muy bueno
Nicolás aceptó sus palabras; pero no sabía si era porque confiaba en ellas o porque no tenía otra opción. Entraron al taller y esperaron. No pasó mucho tiempo cuando Caeli regresó. Vestía la misma ropa floja para su cuerpo delgado. A diferencia de los zapatos, los cuales, eran más ligeros que los que usaba normalmente. No había dado un paso más de la puerta cuando Nicolás habló.-Ve por la carreta.Caeli se detuvo antes de regresar al interior. Nicolás se distrajo en el horno. Ignorando a Adair quién seguía sin moverse a un lado. De pronto, a lo lejos, se comenzó a escuchar un rechinido que poco a poco se iba acercando. Después, la puerta recibió un golpe y fue empujada. Una superficie de madera, soportada por una estructura metálica adherida a una llanta, se abrió paso a través del estrecho espacio en la puerta hecha perfectamente para su tamaño.Caeli entró justo después - Vamos - la llanta se balanceaba hacía los lados, inestable, produciendo un ruido chirriante que se escuchaba de
Giró la vista alrededor, buscando algún árbol seco. Caminó, hundiendo las hojas con sus zapatos. Estaba a punto de dar la vuelta cuando vio una enorme rama en el suelo. Desde lejos, no se podía ver si estaba seca o no; por consiguiente, se acercó. La vara larga de madera tenía varias puntas sobresalientes, como si fueran dedos curvados en varias direcciones. Su grosor era considerable. Cuando Adair se acercó, vio que ya había perdido la vida. Lo que la hacía frágil y fácil de romper.Con ambas manos sujetó la rama. Sintiendo lo áspero de la corteza podrida a punto de caerse. Ignorando las puntas que picaban sus palmas, la arrastró. Su peso era manejable dado que su interior ya no contenía la más mínima humedad. Empujó los pies hacía atrás, retr
Tragó saliva antes de hablar - Se lastimó - fue directo al grano. Nicolás abrió los ojos, alarmado - Tiene una herida en el brazo; aunque no es preocupante, no fui capaz de traerlo ileso - bajó la cabeza. Sus manos se apretaron en su pantalón. Tan duro que arrugó la tela entre sus dedos.El color abandonó la cara de Nicolás. Al siguiente instante se recuperó. Juntando las cejas, bajó los brazos - Entiendo - su voz comprimida, oprimía el enojo en ella. La respiración de Nicolás estaba agitada, como si en cualquier momento fuera a explotar - Regresa a casa por hoy, te avisaré si vuelves mañana.Mientras el corazón de Adair caía en un hoyo sin fin, Nicolás le dio la espalda. En tanto veía al viejo alejarse con pasos firmes, un aura imponente desprendía de él. Un ligero temor empezó a crecer en Adair. Preguntándose
Subió a su habitación, se quitó los zapatos y los dejó a un lado de la puerta. No quería que su madre subiera y lo regañara otra vez; así que bajó lo antes posible. Atravesó las escaleras silenciosamente. Sus calcetines suaves amortiguaban el sonido de la madera. Al llegar al final, cruzó el pasillo hacia la cocina. El patio estaba limpió, sin una hoja que pudiera obstruir la vista. La puerta de la cocina estaba abierta. A la mesa, sólo su madre ocupaba una de las sillas que la rodeaban.-¿padre no regresará hoy? - Adair interrumpió.Con los codos sobre la mesa, la señora unía sus manos a la altura de su frente. Sus labios se movían sin pronunciar una palabra. Adair entró y sacó una silla. Sólo después de haberse sentado su madre respondió - No - bajó los brazos - está muy ocupado - levantó la vista - comeremos sin él.
Mientras cargaba un brazo flexionado; mientras acostaba los leños con la otra mano, la puerta se abrió de repente. Nicolás se sorprendió por un leve instante antes de reconocer al joven en su taller. Luego, aligeró su expresión antes de decir - Necesitaremos más leña, no hay suficiente para la cocina.Adair abrazo los palos. Se volteó y dobló las rodillas para dejarlos caer junto con el resto - ¿iré hoy? - dijo, en tanto componía leños dispersos. Colocándolos de manera recta a los otros.-así es - después de una pausa añadió - Caeli irá contigo.Las manos de Adair se detuvieron por un segundo. Luego, como si nada hubiera pasado, siguió su labor. Se levantó, la carreta ya estaba vacía. Mientras sacudía sus manos, botando la tierra en ellas - ¿es seguro que él vaya? - miró a Nicolás.&nb