“Demasiado fría”.
El agua subió a su pecho; mientras fue recostándose poco a poco. El frío le llegó a la nariz. Tomó una bocanada de aire antes de hundirse nuevamente.
“No aguanto más”.
Toda su cabeza se enfrió. Sus pulmones ardían por la falta de oxígeno. Se sentó de golpe cuando le fue necesario volver a respirar. Abrió los ojos para ver el agua correr, cristalina, reflejando las rocas que adornaban el fondo. Las gotas caían desde su cabello, chorreando sobre su espalda desnuda. Sacudió la cabeza. Meneando cada pelo mojado, haciendo una brisa rápida a todo su alrededor.
Se levantó, descubriendo cada parte de su cuerpo. El agua apenas era capaz de cubrir su pantorrilla. Caminó con los pies descalzos sobre las rocas hasta la orilla. Así, con el cuerpo húmedo, se colocó sus prendas. Mojando la tela, provocando que se adhiriera a su piel.
-¡ahh! - suspiró - tengo que volver a casa - subió las manos a su cabeza. Tranquilamente, comenzó a caminar sin prisa.
El sol empezaba a esconderse tras las montañas cuando por fin se vio una figura caminando que se acercaba por el horizonte; mientras caminaba lentamente. Las personas que lo veían susurraban entre ellas; a la vez que le dedicaban miradas sutiles.
Mientras caminaba despreocupadamente, se llenaba de orgullo al ser el centro de las miradas; aunque no fueran de admiración. Al llegar a las puertas de una enorme casa, tomó aire profundamente antes de empujar la madera y adentrarse en el lugar.
Cuando se escuchó el rechinido de la puerta, rápidamente se acercó una mujer. Limpiándose las manos con la falda del vestido manchado que antes era blanco, habló agitada - Adair - llamó. El joven suspiró - ¿otra vez estuviste perdiendo el tiempo? - la señora era varias pulgadas más baja que él.
Adair bajó los ojos, poniéndolos en el rostro de la mujer que le llegaba a la barbilla - Solo me fui por un momento - cerró los párpados por un segundo, luego, los volvió a abrir lentamente - Madre, no hagas escándalo otra vez.
La señora soltó la tela de su vestido bruscamente - ¡no haría escándalo si tú me obedecerás! - indignada, reclamó con furia - ¡mira lo grande que estas!, ¡ya eres un adulto y aun no quieres trabajar!, ¡ninguna de las jóvenes alrededor quiere casarse contigo porque ya saben lo vago que eres!.
Adair apretó los puños; en tanto asentía - Sí, madre.
-¡no repitas más eso si no harás nada! - la señora dejó de hablar antes de calmarse un poco - te he conseguido un trabajo, pero tienes que presentarte mañana a primera hora para que te expliquen que hacer - la señora fijo su vista en esos ojos oscuros posados en ella. Tranquilos y vacíos, se mantuvieron estáticos mientras lo reprendió - Por ahora, ve a lavarte, la cena está lista.
-Sí, madre - Adair, pasó adelante. Escuchando a sus espaldas el suspiró de dolor producido por su madre.
-este hijo mío - la voz baja llegó a sus oídos como una brisa traída por el viento. Fingiendo ignorancia, se dirigió a su habitación.
Muy temprano en la mañana, su madre llegó a su puerta. Lo sacó de prisa de casa dándole indicaciones del lugar al cual debía ir. Luego, cerró la puerta como un claro mensaje para que no volviera a entrar. Parado en medio del camino solitario, abrió la boca, inhaló todo el aire que cupo en sus pulmones; a la vez que curvada la espalda hacia atrás, mientras alargaba los brazos hacia arriba.
El sol aún no había terminado de salir, cubriendo las calles de un gris pálido con sus primeros rayos cálidos. Cuando terminó de bostezar, Adair se rascó los ojos con ambas manos. Quitando los cheles que aún no se habían caído. Debido a la pereza y el sueño, no prestó atención a las palabras de su madre cuando lo sacó de la cama; por tal razón, no tenía idea del lugar al cual tenía que dirigirse. Sin embargo, no le importó en lo absoluto. Simplemente caminó en busca de un lugar para seguir durmiendo.
El lago al cual iba a relajarse cada tarde estaba cubierto por la bruma de la mañana. La capa blanca de niebla reposaba suavemente sobre la superficie, demostrando la gelidez que atormentaba a quien tocara sus tranquilas aguas. Como Adair solo deseaba dormir. En lugar de sumergirse, se recostó en el tronco de un árbol. Sin embargo, no estuvo lo suficientemente cómodo; así que, se levantó molestó. Limpió la parte trasera de sus pantalones antes de volver al camino.
Al llegar al pueblo, las personas ya corrían de un lado a otro muy despiertas a diferencia de él. Adair metió las manos en los bolsillos; mientras observaba al caminar a las personas ocupadas, cuando vio de lejos a una figura conocida que le sonreía directamente a él.
Parada frente a la puerta de una casa. Una joven alzó la mano, saludando a Adair. Éste, suspiró con cansancio. Dado que lo había visto, se encontró obligado a acercarse a saludarla; debido a que ya era tarde para ignorarla. Cuando estuvo cerca, por cortesía sacó una mano de su bolsillo y la tendió ante ella.
La joven, colocó su delicada mano sobre la de él - Adair, hace tiempo que no pasas a saludar.
-Lo siento - bajó ligeramente la cabeza hacía sus manos unidas, como si fuera a darle un beso; sin embargo, no llegó a rozar sus labios antes de enderezar su espalda y soltar la mano - No te había visto en estos días. Creí que no tenías permitido salir.
La joven, colocó sus manos sobre sus caderas. Levantó la quijada levemente al responder - He estado aquí todos los días; pero tu pasas de largo sin verme.
Lo cierto era que Adair la veía cada tarde, parada bajó el alero de la puerta; sin embargo, le resultaba agotador el simple hecho de hablarle; por tal motivo, siempre fingía no verla. Pues, no le interesaba en lo absoluto tener relación alguna con esa joven.
Por el contrario, Fabiola, haciendo oídos sordos de los chismes de las señoras, siempre intentaba acercarse a él. Siendo la única de las señoritas que no lo despreciaba por su actitud de bago. Aún así, Adair no estaba interesado en lo más mínimo por ella, resultándole molesta.
Fabiola dio un paso más cerca de él; mientras Adair suspiraba por poder alejarse cuanto antes - iré a visitar a tu madre luego, ojalá pudiera verte allá también.Adair mostró una sonrisa relajada - haré lo posible por estar ahí - dio un paso atrás, doblando su torso hacía la calle - por ahora tengo cosas que hacer.Estaba a punto de marcharse cuando la joven de repente soltó - ¡ah, es verdad! - Adair se sorprendió por el repentino entusiasmo - Don Nicolás te ha estado buscando desde la mañana - los ojos oscuros de Adair se ampliaron cuando vio a Fabiola alzar una mano en el aire; al mismo tiempo que subía la otra para colocarla alrededor de su boca mientras gritaba - ¡Don Nicolás!, ¡Don Nicolás!.Adair dirigió la vista hacia el lugar al cual Fabiola gritaba. Recordó sutilmente el nombre de Nicolas cuando su madre lo despertó por la mañana. En ese momento supo que estaba perdido. “Mierda”, pensó; en tanto un viejo canoso caminó hacia ellos. Su estatura era baja y su espalda estaba li
Con pasos lentos, Adair se acercó después de escucharlo hablar, con los brazos aún en alto. Al verlas pesadas se alarmó ligeramente. Dudando de su fuerza, pasó a un lado de Nicolás. Rodeó con los dedos un bloque e intentó levantarlo. El peso hacía que el metal se resbalara; así que, arregló su postura. Flexionó las rodillas para después agarrar firmemente el metal. Con mucho esfuerzo, logró levantarlo a la altura de su cintura antes de dejarlo caer. El bloque chocó con los otros, moviéndolos en tanto producían un fuerte sonido.Adair se frotó las manos; mientras el viejo se acercó. Colocó una mano en su hombro y lo apartó. Luego, tomó el bloque con ambas manos y lo levantó, haciéndolo parecer sencillo. Adair se irritó un poco al ver que el viejo presumía su fuerza. Nicolás volvió a poner el bloque en su lugar. Soltó el aire antes de hablar - Soy viejo, pero estas cosas son sencillas de levantar - se puso las manos en la cadera y con una mirada sería añadió - ¿eres capaz de hacerlo?.A
Adair se sintió sorprendido porque a pesar de su furia no alzó la voz en gritos; pero, aún así, lograba calar en sus nervios haciendo que obedeciera en el mismo instante en que escuchaba su voz. Adair se dio la vuelta. La leña ya se había consumido, quedando solamente pequeños trozos de brazas dispersas. Con un palo, juntó los pedazos antes de arrojarlo y agregar más. Después acercó su rostro para soplar dentro mientras escuchaba sonidos a su espalda.Una puerta rechinó. Luego, alguien habló - ¿está todo bien? - la alarma se notaba en su voz. Adair sopló con fuerza para que las llamas cobraran vida.-Todo está bien - Nicolás respondió gentilmente.-¿Qué fue ese sonido? - la voz del joven volvió a preguntar. Adair volvió a llenar sus pulmones con aire, dejándolo ir de golpe contra el fuego. Sin el más mínimo interés de saber quién era el chico.Solamente Nicolás le prestaba atención - Sólo fue un accidente con el bloque, no ha pasado nada.Hubo silencio por un tiempo, antes de que el c
Don Nicolás fijó su mirada oscura en Adair. Parecía enojado. Adair le devolvió la mirada un poco confuso.Con voz ronca, habló - Sigamos - Nicolás se marchó. Dejando atrás a Adair con la mente en blanco. Le costaba asimilar el comportamiento cambiante del viejo; puesto que, por un momento estaba contento y al otro enojado.“¿Qué le pasa ahora?”, se preguntó. No había hecho nada malo en absoluto; de tal manera que no comprendía lo sucedido. Adair siguió sus pasos; mientras escuchaba el suspiró que provenía del chico. En ese momento, su mente se sintió comprimida. No pudo evitar pensar, “¿qué hice mal?”. Si bien, le importaban muy poco las personas, no era alguien que se regocijaba al causar dolor; en consecuencia, se sintió mal internamente. No le agradaba sentirse así. Con cada segundo que pasaba deseaba más largarse de ese lugar.Su pie pisó la grada del patio. Giró su cuello hacía atrás, encontrándose con la vista del chico sobre él. Ese rostro no mostraba expresión; pero esos ojos
Adair se relajó - Sí, madre - la señora regresó de donde había salido, dejando a Adair solo en el enorme pasillo.La señora pasaba por una puerta a la derecha de la sala donde estaba Adair. Esa puerta siempre se mantenía abierta para que su madre pudiera escuchar cuando alguien llamaba en la entrada. Por ese lugar se podía ingresar a un pequeño patio donde, a una distancia corta, se encontraba la entrada a la cocina. Por otro lado, a un costado de esa puerta, estaban las escaleras que se dirigían hacia arriba. Adair las subió. Entró a su cuarto y se recostó en la cama. La ventana quedaba a un lado, por donde la claridad proveniente del patio alumbraba su habitación. Quizás tanta preocupación canso su mente; de tal manera que se quedó dormido hasta la mañana siguiente.Cuando abrió los ojos, todo el lugar estaba sumergido en la oscuridad. Con tal de evitar a su madre, se levantó en silencio. Procuró no emitir el más mínimo sonido hasta que estuvo fuera de casa. En un principio no tení
Adair vio su espalda alejarse. Con el cerillo aún en una mano y la caja en la otra. Sus ojos se desviaron hacia el chico. Éste le devolvió la mirada, apenado. A diferencia de su padre, su rostro serio era gentil y amable, mezclándose perfectamente con su aspecto varonil. Aclaró su garganta para luego caminar hacia Adair. Se agachó sobre él, observando el interior del horno. Estaba tan cerca que Adair pudo sentir su calor corporal. Su cuello alargado era ligeramente rojo, una vena se abultaba en él, formando un camino hasta la clavícula.De repente giró la cabeza. Sus ojos vagaron desde la cabeza de Adair hasta detenerse en sus manos. Adair tragó saliva. Sentía como si esos ojos fueran una braza caliente rozándole la piel. Después, la voz llegó a sus oídos, amortiguada por el latido de su corazón.-¿están mojados? - preguntó.Adair se sorprendió. Bajó su vista al mismo lugar que él. Comprendiendo, levantó ambas manos - Este es el último - su voz natural era grave y gruesa. Generalmente
Si bien, el hierro había disminuido de tamaño, aún tenía un peso considerable; a lo cual, Caeli no se vio afectado. Creyendo que no era tan pesado como parecía, Adair se acercó - Déjame hacerlo - estiró la mano para tomar las pinzas. Su mano apretó un costado de las de Caeli, lo que provocó que esté retirara las suyas.Caeli dejó que Adair tomara su lugar. Adair se relajó al prensar el bloque con las pinzas. Pensando que sería sencillo hacerlo ya que alguien más pequeño que él pudo moverlo sin dificultad. Sin embargo, cuando ejerció presión en las pinzas, estas no lograron mover el bloque. Avergonzado, recompuso su postura para implementar más de su fuerza. El peso era mucho mayor de lo que pensó. Su rostro se tornó de rojo y sus brazos comenzaron a temblar hasta que por fin el bloque cedió girando lentamente.Después, Adair dejó caer los brazos. La punta de las pinzas chocó contra el suelo, produciendo un sonido metálico; mientras inhalaba profundamente. No comprendía cómo esos brazo
Mientras seguía dando vueltas al bloque se escucharon pasos en la calle. El sonido se acercó hasta que se detuvo justo en la puerta. Adair sudaba profusamente de los pies a la cabeza. Su camisa se humedeció, pegándose a su cuerpo. La tela le resultaba incómoda al rosarse contra su piel. Sacudiendo su cuerpo, levantó el bloque. Trató de seguir las indicaciones que Caeli le había dado; pero, seguía siendo muy difícil. Supuso que no podía comparar la practica que tenía, a pesar de que su cuerpo era más musculoso.Llevó el bloque a la mesa. Notó una figura por el rabillo del ojo; en tanto, depositó el metal sin tanta fuerza como antes. Tomó aire. Limpió su frente con el dorso de la mano. Si bien, le fue difícil, esta vez pudo hacerlo con más calma y no tan preocupado por no soportar el peso. Giró la cabeza para ver a la persona en la puerta. Bajó la mano, sintiéndose analizado por la mirada de Don Nicolás.El viejo lo miraba en silencio. Con una bolsa de papel colgando de una mano; mientr