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Capítulo IV: Pequeña criatura

Adair se sintió sorprendido porque a pesar de su furia no alzó la voz en gritos; pero, aún así, lograba calar en sus nervios haciendo que obedeciera en el mismo instante en que escuchaba su voz. Adair se dio la vuelta. La leña ya se había consumido, quedando solamente pequeños trozos de brazas dispersas. Con un palo, juntó los pedazos antes de arrojarlo y agregar más. Después acercó su rostro para soplar dentro mientras escuchaba sonidos a su espalda.

Una puerta rechinó. Luego, alguien habló - ¿está todo bien? - la alarma se notaba en su voz. Adair sopló con fuerza para que las llamas cobraran vida.

-Todo está bien - Nicolás respondió gentilmente.

-¿Qué fue ese sonido? - la voz del joven volvió a preguntar. Adair volvió a llenar sus pulmones con aire, dejándolo ir de golpe contra el fuego. Sin el más mínimo interés de saber quién era el chico.

Solamente Nicolás le prestaba atención - Sólo fue un accidente con el bloque, no ha pasado nada.

Hubo silencio por un tiempo, antes de que el chico dijera - está bien, tengan cuidado - Adair terminó de soplar; sin embargo, cuando se levantó, el chico ya no estaba por ninguna parte.

Nicolás estaba acomodando el bloque apropiadamente. Vio a Adair observando a un lado - Ven aquí - lo llamó. Adair dio dos pasos más cerca. Nicolás se dio la vuelta, tomó algo de una caja puesta en una esquina antes de regresar. Con un martillo en la mano, le dijo - Observa bien, luego lo harás tú - Deteniendo el bloque con las pinzas, comenzó a golpearlo bruscamente. El sonido era tan fuerte que los oídos de Adair dolieron. El martillo se alzaba en alto, bajando una y otra vez con agilidad; en tanto Nicolás se veía cómodo, no derramó ni una gota de sudor, ni se agitó. Deteniendo sus movimientos; mientras le tendía el martillo hacía Adair - trata de hacerlo.

Mantuvo a Adair golpeando el hierro por mucho tiempo. Hasta que sus brazos dolieron y todo su cuerpo chorreaba en sudor. Adair ya estaba cansado. Harto de tanto esfuerzo físico; aún así, Nicolás no mostraba la más mínima pena por él. No le permitió detenerse; mientras vigilaba a un lado. Los oídos de Adair zumbaban con cada golpe. Cuando el bloque perdía el calor, era obligado a llevarlo y traerlo una y otra vez.

Su boca estaba abierta. El aire salía y entraba con dificultad. El músculo de su brazo temblaba, al límite. La fuerza de los golpes fue disminuyendo; mientras Adair pensaba, “no volveré mañana”. El martillo apenas impactaba el metal antes de levantarse ligeramente y volver a caer. Adair estaba a punto de desmayarse cuando escuchó la voz en su oído.

-Ya puedes detenerte - inmediatamente, soltó el martillo y dejó caer el brazo. Suspiró, soportando el dolor persistente en todo el cuerpo - ¿necesitas agua? - preguntó Nicolás - Vamos por un poco.

Nicolás se adentro en la puerta del lado izquierdo en la pared del fondo. Adair lo siguió antes que se cerrara. Esa puerta daba al patio de una casa amplia. Las diversas habitaciones rodeaban el patio de cemento. Al fondo, se podía ver una enorme pileta. El sonido del agua que escurría se escuchó en el lugar. Una figura se movía a lo lejos frente a la pila, de espaldas a ellos. Nicolas caminó por el pasillo alrededor del patio. A diferencia del taller, el pasillo estaba cubierto por un piso traslúcido de color verde. Sin una mancha que lo ensuciara.

Mientras caminaba, Adair no podía apartar la vista del sujeto. Parecía ocupado. Tan ensimismado en sus quehaceres que no se dio cuenta de las personas detrás de él. Por su constitución se notaba que era un hombre; pero sus brazos eran delgados y su cuerpo pequeño. Le resultó curioso a Adair; de tal manera que olvidó el dolor por un momento. De pronto, Nicolás aclaró su garganta, provocando que la atención de Adair volviera al frente. Abrió otra puerta y entró; en tanto Adair daba un último vistazo antes de seguirlo.

El lugar estaba poco iluminado; pero muy espacioso. Con una mesa desocupada en medio, manteniendo el suficiente espacio alrededor. Muebles limpios adornaban las paredes del lado derecho; mientras que al izquierdo estaba la estufa y la leña por un lado, junto con una repisa con baldes. Nicolás tomó vasos de los muebles antes de dirigirse al otro lado. Los introdujo en el balde y le pasó uno a Adair; aún goteando agua.

Sus dedos se humedecieron, sintiéndose lisos y viscosos al mezclarse el agua con el sudor. El vaso de madera estaba frío, lo llevó a su boca, bebiendo todo el contenido como si no fuera suficiente. Cuando lo separó de sus labios, respiró hondo.

Nicolás, quién aún no había terminado, preguntó - ¿quieres más? - el vaso en su mano estaba a la mitad.

Adair le tendió el suyo, diciendo - sí - su garganta estaba rotundamente seca. Se bebió otro vaso sin dificultad alguna. Estaba terminando el último sorbo de líquido cuando escuchó ruidos en la puerta. Giró el torso, solo para quedar sorprendido.

Un joven los observaba desde la entrada. Por su apariencia, sabía que era el chico que vio hace un momento; pero de frente era algo totalmente diferente. Su rostro ligeramente sonrosado deslumbrara con dos ojos cafés grandemente hermosos. Sus labios carnosos y tiernos. Eso en conjunto con su cuerpo delgado le daba una apariencia frágil y delicada. Casi parecía una niña; pero aún conservaba un aura masculina, lo que provocó que Adair se deleitara con su presencia.

-Padre - esos labios rosados se separaron, haciendo que Adair se balanceara con ellos - lo he terminado - informó.

-Muy bien - Nicolás respondió tras él - enseguida iré - fue en ese momento que la mente de Adair reaccionó.

“¿Es su hijo?”, se sorprendió aún más; puesto que su apariencia no tenía mucho en común. Quizás debido a la vejez de de Nicolás sus rasgos se habían distorsionado; pero su complexión seguía siendo muy diferente. Al contrario del chico, el cuerpo Nicolás estaba cubierto de carne y músculo; en cambio, este chico era solamente huesos.

Una mano en su hombro lo despertó. Nicolás pasó a su lado - Vamos, te mostraré su trabajo - el chico lo vio, luego se volteó.

Ambos lo siguieron. Adair se mantuvo un paso más lejos de ellos dos. Salieron al pasillo y buscaron la grada que bajaba al patio para dirigirse a la pileta colocada contra la pared. Uno de sus lados estaba ocupado; mientras que el centro estaba rebosante de agua. El chico tomó el objeto de un lado. Se volteó para enseñarlo.

-La pulí y la lavé - en sus delgados dedos se encontraba un pequeño engranaje de metal - Revisé las medidas y son exactas a las solicitadas.

Nicolás agarró el objeto, lo levantó. Sosteniéndolo entre dos de sus dedos. Luego, lo pasó a Adair. Sin entender en lo más mínimo lo recibió para luego revisarlo de un lado a otro, fingiendo analizarlo con detenimiento.

-Esa pieza la hizo él mismo - explicó Nicolás - desde calentar el bloque, hasta quitar los escombros - su voz contenía la presunción de un padre por el logro de su hijo.

Adair levantó las cejas - impresionante - su voz era profunda. Realmente le costaba trabajo creer que ese cuerpo débil pudiera hacer tal cosa.

-Es la pieza de una caja musical - el chico explicó. Su rostro serio casi como el de su padre; sin embargo, los rasgos de su cara eran amables - Es pequeña y requiere muchos detalles - luego agregó - puede que tenga algún error.

Adair mostró una amplia sonrisa - ¿qué dices?, te quedó perfecto - incluso su comportamiento difería del de su padre. Solamente por el rostro serio que mostraban los dos era lo único que los hacía familia. Le entregó el objeto, enderezando su espalda para hacerlo lucir más pequeño. Le resultaba graciosa su estatura.

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