Don Nicolás fijó su mirada oscura en Adair. Parecía enojado. Adair le devolvió la mirada un poco confuso.Con voz ronca, habló - Sigamos - Nicolás se marchó. Dejando atrás a Adair con la mente en blanco. Le costaba asimilar el comportamiento cambiante del viejo; puesto que, por un momento estaba contento y al otro enojado.“¿Qué le pasa ahora?”, se preguntó. No había hecho nada malo en absoluto; de tal manera que no comprendía lo sucedido. Adair siguió sus pasos; mientras escuchaba el suspiró que provenía del chico. En ese momento, su mente se sintió comprimida. No pudo evitar pensar, “¿qué hice mal?”. Si bien, le importaban muy poco las personas, no era alguien que se regocijaba al causar dolor; en consecuencia, se sintió mal internamente. No le agradaba sentirse así. Con cada segundo que pasaba deseaba más largarse de ese lugar.Su pie pisó la grada del patio. Giró su cuello hacía atrás, encontrándose con la vista del chico sobre él. Ese rostro no mostraba expresión; pero esos ojos
Adair se relajó - Sí, madre - la señora regresó de donde había salido, dejando a Adair solo en el enorme pasillo.La señora pasaba por una puerta a la derecha de la sala donde estaba Adair. Esa puerta siempre se mantenía abierta para que su madre pudiera escuchar cuando alguien llamaba en la entrada. Por ese lugar se podía ingresar a un pequeño patio donde, a una distancia corta, se encontraba la entrada a la cocina. Por otro lado, a un costado de esa puerta, estaban las escaleras que se dirigían hacia arriba. Adair las subió. Entró a su cuarto y se recostó en la cama. La ventana quedaba a un lado, por donde la claridad proveniente del patio alumbraba su habitación. Quizás tanta preocupación canso su mente; de tal manera que se quedó dormido hasta la mañana siguiente.Cuando abrió los ojos, todo el lugar estaba sumergido en la oscuridad. Con tal de evitar a su madre, se levantó en silencio. Procuró no emitir el más mínimo sonido hasta que estuvo fuera de casa. En un principio no tení
Adair vio su espalda alejarse. Con el cerillo aún en una mano y la caja en la otra. Sus ojos se desviaron hacia el chico. Éste le devolvió la mirada, apenado. A diferencia de su padre, su rostro serio era gentil y amable, mezclándose perfectamente con su aspecto varonil. Aclaró su garganta para luego caminar hacia Adair. Se agachó sobre él, observando el interior del horno. Estaba tan cerca que Adair pudo sentir su calor corporal. Su cuello alargado era ligeramente rojo, una vena se abultaba en él, formando un camino hasta la clavícula.De repente giró la cabeza. Sus ojos vagaron desde la cabeza de Adair hasta detenerse en sus manos. Adair tragó saliva. Sentía como si esos ojos fueran una braza caliente rozándole la piel. Después, la voz llegó a sus oídos, amortiguada por el latido de su corazón.-¿están mojados? - preguntó.Adair se sorprendió. Bajó su vista al mismo lugar que él. Comprendiendo, levantó ambas manos - Este es el último - su voz natural era grave y gruesa. Generalmente
Si bien, el hierro había disminuido de tamaño, aún tenía un peso considerable; a lo cual, Caeli no se vio afectado. Creyendo que no era tan pesado como parecía, Adair se acercó - Déjame hacerlo - estiró la mano para tomar las pinzas. Su mano apretó un costado de las de Caeli, lo que provocó que esté retirara las suyas.Caeli dejó que Adair tomara su lugar. Adair se relajó al prensar el bloque con las pinzas. Pensando que sería sencillo hacerlo ya que alguien más pequeño que él pudo moverlo sin dificultad. Sin embargo, cuando ejerció presión en las pinzas, estas no lograron mover el bloque. Avergonzado, recompuso su postura para implementar más de su fuerza. El peso era mucho mayor de lo que pensó. Su rostro se tornó de rojo y sus brazos comenzaron a temblar hasta que por fin el bloque cedió girando lentamente.Después, Adair dejó caer los brazos. La punta de las pinzas chocó contra el suelo, produciendo un sonido metálico; mientras inhalaba profundamente. No comprendía cómo esos brazo
Mientras seguía dando vueltas al bloque se escucharon pasos en la calle. El sonido se acercó hasta que se detuvo justo en la puerta. Adair sudaba profusamente de los pies a la cabeza. Su camisa se humedeció, pegándose a su cuerpo. La tela le resultaba incómoda al rosarse contra su piel. Sacudiendo su cuerpo, levantó el bloque. Trató de seguir las indicaciones que Caeli le había dado; pero, seguía siendo muy difícil. Supuso que no podía comparar la practica que tenía, a pesar de que su cuerpo era más musculoso.Llevó el bloque a la mesa. Notó una figura por el rabillo del ojo; en tanto, depositó el metal sin tanta fuerza como antes. Tomó aire. Limpió su frente con el dorso de la mano. Si bien, le fue difícil, esta vez pudo hacerlo con más calma y no tan preocupado por no soportar el peso. Giró la cabeza para ver a la persona en la puerta. Bajó la mano, sintiéndose analizado por la mirada de Don Nicolás.El viejo lo miraba en silencio. Con una bolsa de papel colgando de una mano; mientr
Adair sonrió apenado. Preguntándose si era notable su ansiedad. Pero aún así estiró el brazo - Con permiso - ignoró la vergüenza al escoger el siguiente, esa vez, de una forma diferente.-Sabroso, ¿no? - mientras comía, Nicolás preguntó.-Sí, muy bueno - Adair se deleitó con el sabor hasta que se lo acabó. Sintiéndose lleno, le fue difícil beber el resto del café. Cuando terminó, bajó la taza y soltó un largo suspiro - ¡Aah! - depositó la taza en la mesa produciendo un suave sonido. Su estómago se abultaba ligeramente, sobresaliendo a través de la tela; en tanto lo sobaba con una mano.-A Caeli le gusta mucho este pan - Nicolás tomó un trago antes de añadir - Se acaba rápido y sólo lo hacen en una panadería; por eso tengo que ir temprano - mordió el pan. Las migajas caían sobre su barba y no se desprendían.Subconscientemente, Adair sacudió la suya con los dedos. Mandando a volar varios pedacitos por el suelo - ¿en serio? - se lamió los restos de los labios - Tiene razón, es muy bueno
Nicolás aceptó sus palabras; pero no sabía si era porque confiaba en ellas o porque no tenía otra opción. Entraron al taller y esperaron. No pasó mucho tiempo cuando Caeli regresó. Vestía la misma ropa floja para su cuerpo delgado. A diferencia de los zapatos, los cuales, eran más ligeros que los que usaba normalmente. No había dado un paso más de la puerta cuando Nicolás habló.-Ve por la carreta.Caeli se detuvo antes de regresar al interior. Nicolás se distrajo en el horno. Ignorando a Adair quién seguía sin moverse a un lado. De pronto, a lo lejos, se comenzó a escuchar un rechinido que poco a poco se iba acercando. Después, la puerta recibió un golpe y fue empujada. Una superficie de madera, soportada por una estructura metálica adherida a una llanta, se abrió paso a través del estrecho espacio en la puerta hecha perfectamente para su tamaño.Caeli entró justo después - Vamos - la llanta se balanceaba hacía los lados, inestable, produciendo un ruido chirriante que se escuchaba de
Giró la vista alrededor, buscando algún árbol seco. Caminó, hundiendo las hojas con sus zapatos. Estaba a punto de dar la vuelta cuando vio una enorme rama en el suelo. Desde lejos, no se podía ver si estaba seca o no; por consiguiente, se acercó. La vara larga de madera tenía varias puntas sobresalientes, como si fueran dedos curvados en varias direcciones. Su grosor era considerable. Cuando Adair se acercó, vio que ya había perdido la vida. Lo que la hacía frágil y fácil de romper.Con ambas manos sujetó la rama. Sintiendo lo áspero de la corteza podrida a punto de caerse. Ignorando las puntas que picaban sus palmas, la arrastró. Su peso era manejable dado que su interior ya no contenía la más mínima humedad. Empujó los pies hacía atrás, retr