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Capítulo III: Arduo trabajo

Con pasos lentos, Adair se acercó después de escucharlo hablar, con los brazos aún en alto. Al verlas pesadas se alarmó ligeramente. Dudando de su fuerza, pasó a un lado de Nicolás. Rodeó con los dedos un bloque e intentó levantarlo. El peso hacía que el metal se resbalara; así que, arregló su postura. Flexionó las rodillas para después agarrar firmemente el metal. Con mucho esfuerzo, logró levantarlo a la altura de su cintura antes de dejarlo caer. El bloque chocó con los otros, moviéndolos en tanto producían un fuerte sonido.

Adair se frotó las manos; mientras el viejo se acercó. Colocó una mano en su hombro y lo apartó. Luego, tomó el bloque con ambas manos y lo levantó, haciéndolo parecer sencillo. Adair se irritó un poco al ver que el viejo presumía su fuerza. Nicolás volvió a poner el bloque en su lugar. Soltó el aire antes de hablar - Soy viejo, pero estas cosas son sencillas de levantar - se puso las manos en la cadera y con una mirada sería añadió - ¿eres capaz de hacerlo?.

Adair sonrió - Por supuesto - ocultando el fastidió que sentía.

-¡muy bien! - Nicolás mostró una sonrisa que parecía engreída - Necesito ayuda porque mi espalda duele después de un día de trabajo. No porque no pueda hacerlo solo.

Adair podía sentir los intentos de humillarlo con cada palabra que decía. Sí bien, desde un principio quiso evitar trabajar, ahora ya estaba arto por el esfuerzo físico que tenía que hacer y aún más por la boca del viejo engreído. No encontraba la hora de largarse para no volver nunca más.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos, Nicolás ya estaba trabajando sobre la mesa - Oye - Su llamado lo regresó a la realidad - atiza el fuego, ya casi esta listo para que empieces.

Cuando enfocó su vista, se dio cuenta que aún seguía frente a la pared. Se dirigió a la chimenea antes de agacharse. El calor del fuego le llegó a la cara. Alumbrando su fino rostro. La luz hizo que sus ojos se ocultaran en la sombra de su frente; a la vez que detallaba la línea recta de su nariz rodeada por un matorral de barba profundamente negra. Dándole un aspecto de vagabundo.

Sus profundas cejas negras se arrugaron, soportando el calor. Todos sus cabellos eran tan negros que incluso sus pestañas se fundían con sus ojos oscuros. Otorgándole el aspecto de un hombre fuerte y misterioso. Haciendo difícil no sentir atracción hacía él. Aún más cuando su cuerpo juvenil era proporcionado. Resaltando, a través de la camisa, los músculos que rodeaban sus brazos.

Después de incrementar el fuego hasta que fue difícil de soportar. Se paró a un lado para que Nicolás pudiera ver; en tanto se limpiaba las manos, frotándolas - ¿es suficiente?.

Nicolás se encontraba asegurando un trozo de hierro en la prensa sobre la mesa. Dirigió su vista al fuego por un momento, luego, dejó lo que estaba haciendo para dar unos pasos más cerca - Así está bien - señaló con su barbilla - arroja un bloque - le indicó.

Adair le dio la última sacudida a sus manos antes de ir por un bloque. Lo tomó con fuerza, tranquilizando su expresión. Fingió que no era tan pesado como parecía; pero, al contrario, sentía que sus rodillas temblaban con cada paso. Temiendo no poder soportar. Se detuvo un segundo frente al fuego y preguntó - ¿simplemente lo lanzo? - el sudor comenzaba a formarse en su frente. Vio a Nicolás; mientras soltaba maldiciones internamente para que se apresurara a responder.

En el momento en que Nicolás movió ligeramente la cabeza, asintiendo, Adair arrojó el bloque. Después, las palabras llegaron a sus oídos - Lánzalo.

Las chispas volaron en el aire, tronando como si fueran pequeños explosivos. El fuego anaranjado rodeó por completo todo el cuerpo del bloque hasta que no fue capaz de verse. Luego, las llamas se fueron calmando. Disminuyendo de intensidad, llevándose con ellas el calor que habían dejado escapar.

-Mantén el fuego avivado - al levantar la vista, vio a Nicolás tomar unas grandes pinzas de la mesa antes de volver a su lado.

Adair, tomó más leña y la depositó dentro, hasta que convirtió el interior en una intensa hoguera. El metal, lentamente fue adquiriendo el color del fuego, ardiendo con las llamas, siendo capaz de quemar la piel con el más ligero toque. Nicolás se acercó desde atrás - Hay que voltearlo - Adair lo dejó pasar. Se inclinó sobre el fuego, para luego, meter las pinzas en el lugar ardiente. Con las puntas, sujetó el bloque con fuerza. Sus brazos se tensaron. Adair fue capaz de ver cómo los músculos de su espalda se abultaron cuando implementó su fuerza y de un movimiento volteó el bloque. Luego, se incorporó. Limpiando el sudor de su frente con la manga de la camisa - aviva más el fuego.

Sin perder tiempo, Adair agregó más leña. Después Nicolás le entregó las pinzas - ¿has aprendido? - luego agregó - Hazlo tú ahora.

Adair tomó las pinzas. El bloque de hierro era pesado al cargarlo entre sus brazos; por lo tanto, no podía imaginar cómo sería moverlo usando sólo las manos. Imitó la posición de Nicolás. Dobló las rodillas, tomando cada lado de las pinzas con sus inexpertas manos. Luego, prensó el bloque. Intentó voltearlo, implementado la fuerza de cada parte de su cuerpo. Su torso se endureció. Los músculos de su espalda se abultaron. Sus manos sujetaban con tanta fuerza que las venas comenzaron a marcarse, trazando líneas hasta llegar a sus brazos; aún así, solamente levantó un costado del hierro.

Soltando el aire, maldijo para sus adentros. Relajó su cuerpo por un momento antes de inhalar bruscamente e implementar todo de sí en el siguiente intento. Sus dientes se apretaron. Su rostro joven mostró las arrugas bajo su barba. No estaba dispuesto a ser humillado. No quería ser la burla de un viejo engreído. Por tal motivo, luchó con cada músculo para dar más de lo que estaban acostumbrados. Por un momento llegó a maldecir los días pasados donde solía descansar.

Un gruñido bajo se escapó de su garganta, justo en el momento en que el bloque cedió y se dio la vuelta. Las manos de Adair sudaban, enrojecidas y dañadas por el trabajo. Su piel, antes suave y tersa, quedó dañada con ampollas recién formadas. Apenas lograba recuperar el aire, sintiendo que todo su cuerpo se debilitaba al punto de caer ahí mismo y quedarse dormido en ese mismo instante.

Después de que logró descansar por un breve momento, escuchó la siguiente orden - Ahora, traerlo a la mesa - Por un momento creyó que las intenciones de Nicolás eran matarlo.

Giró el cuello sola para ver a Nicolás a la distancia esperando por el bloque. Sus manos ardían, como si hubieran sido quemadas por el fuego. Sin intención de rendirse, tomó el bloque nuevamente. Ignoró el dolor de su cuerpo que renegaba el sobre esfuerzo. Tomó el bloque, usando su furia lo levantó, para luego, en un momento fugaz, arrojarlo hacía la mesa. La madera crujió con el impacto. Las chispas volaron trazando un camino brillante desde la chimenea hasta la mesa. El aire pasaba rápidamente de entre los labios de Adair. Con las espalda curvada dejó caer sus brazos sin fuerzas.

En el momento en que vio volar el bloque, los ojos de Nicolás se agrandaron. El color se fue de su rostro cuando el pesado bloque impactó su banco de trabajo. Sus ojos se dirigieron a Adair, al verlo relajado, el ceño de Nicolás se frunció - Ten cuidado con eso - su voz estaba un milímetro más gruesa - Esto no es un juego - regañó.

Adair se alarmó. El viejo ya infundía un poco de temor en él y al verlo enfurecido realmente se sintió como un perro regañado. Cerró la boca, esperando en silencio por el intenso regañó; sin embargo, al momento siguiente, Nicolás aclaró su voz. Aún enojado dijo - Mantén el fuego vivo.

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