CAPÍTULO 2

Domingo, 7 de octubre de 2018.

Salgo de casa con Chris y Rose. Debo pasar primero a ver cómo va todo en la cafetería, Martha —la encargada del local— siempre mantiene todo bajo control así que no tengo mucho de qué preocuparme, aunque es bueno de vez en cuando darse una vuelta por el negocio por si se necesita algo. Aparte de que hoy aprovecharemos a desayunar ahí.

Vamos los tres en el Audi, mientras me detengo en un semáforo que ya ha quedado en rojo miro la pantalla táctil del reproductor y aprovecho a buscar el Pendrive que siempre suelo dejar en el auto y coloco la música en aleatorio antes de mirar hacia el frente y ver que el semáforo cambia a verde, cediéndonos el paso.

Después de veinte minutos llegamos, estaciono el auto para luego bajar los tres al mismo tiempo y dirigirnos hacia la cafetería. Las paredes amarillas con puntos marrones y las grandes ventanas le daban un toque llamativo al lugar. Apenas entramos puedo vislumbrar a Michelle, una de las trabajadoras del lugar desde hace ya varios meses, detrás del mostrador junto a un chico el cuál no sé su nombre, pero que puedo apostar es el nuevo del que Martha me habló hace unos días, porque definitivamente no lo había visto antes.

Haciendo a un lado mis pensamientos me dirijo hacia el mostrador mientras Chris y Rose van en busca de una mesa, el lugar está demasiado lleno para ser tan temprano. Mientras camino hacia donde se encuentra la chica pelirroja me doy cuenta de que estoy llamando la atención de quienes aún están haciendo fila, pero me importa muy poco lo que ellos piensen, a fin de cuentas, ser la dueña del lugar te da ciertos beneficios y uno de ellos es que no tienes que esperar para poder ser atendida.

Llego al mostrador y hablo.

—Buenos días Michelle, voy a querer tres órdenes de Hot Cakes, huevos revueltos con tostadas y tocino, y tres malteadas y jugo de naranja, por favor.

—Lo sentimos hermosa, pero tendrás que hacer fila para poder hacer tu pedido o bien ir a sentarte y esperar a que uno de los meseros atienda a tu orden. —dirijo mi mirada hacia donde proviene la voz sólo para darme cuenta que se trata nada más y nada menos que del chico castaño que efectivamente con su comentario me confirma que es nuevo.

Lo miro por un momento con expresión seria y cuando creo que es el momento entonces decido ponerlo en su lugar.

—Okay... —digo con voz neutra y miro de manera fugaz su uniforme para verificar su nombre—. Michael, esta vez dejaré pasar tu insolencia pero créeme que para la próxima no tendré tanta consideración.

El chico me mira con el ceño fruncido en clara confusión hasta que Michelle se acerca a su oído y le susurra algo que hace que el chico abra los ojos desmesuradamente que da la impresión de que en cualquier momento se saldrán de su lugar.

Me doy la vuelta para ir a la mesa en la que se encuentran mis acompañantes pero antes de avanzar me volteo por encima del hombro para mirar a Michelle.

—Llévame la orden cuando esté lista, por favor.

—Enseguida, señorita Smith. —responde con un asentimiento.

Me abro paso entre las mesas para encontrar a mi hermano y a mi prima, que después de unos segundos logro visualizarlos en una de las mesas que se encuentran cerca de una de las grandes ventanas. Llego hasta ellos y tomo asiento en una de las sillas, cuando levanto la mirada y veo la forma en la que ellos me miran sé que han escuchado algo del teatrito que he montado.

—¿Qué? —suelto con aburrimiento rodando los ojos. Veo como ambos comparten una mirada y aprietan los labios conteniendo la risa.

—Pobre chico —habla Rose—. Casi pierde su trabajo sólo por llamarte hermosa —dice con fingido pesar.

—No empieces Rose, que hoy no estoy de humor.

—Hasta la m****a se le asustó al pobre chico —dice soltando una carcajada y yo me obligo a apretar los labios para contener la risa que amenaza con ganarme ya que su comentario me ha causado gracia.

—Tendrán que darle permiso para ir a cambiarse —se une Chris a la conversación—. Porque estoy seguro de que se cagó del miedo. —dice y los tres soltamos una risotada. Sí, ya no pude contenerme.

—Mejor cambiemos de tema. —digo después de calmar la risa—. No quiero que piensen que nos estamos burlando de él o algo parecido.

—Pero eso es exactamente lo que estamos haciendo —dice Chris y le lanzo una mirada asesina—. Bien, bien, ya me callo.

—Okay, señorita consideración —dice Rose con burla—. Díganos, ¿Cuáles son sus planes para hoy?

—El primer plan para hoy es llevarlos a ustedes dos, par de fastidiosos de vuelta a casa. —digo señalándolos con mi dedo índice—. Después iré a verificar que todo esté bien y en orden en la librería —explico—. Oh, y en la noche me arreglaré para ir a inspeccionar un rato el bar, hace ya algunos días que no voy por ahí.

—Entonces yo me quedaré un rato en la librería para hacerle un poco de compañía a Hillary. —me informa Chris.

—Muy bien —digo mirándolo con los ojos entornados—. Sólo no trates de seducirla, ella es como 6 años mayor que tú. —le advierto.

—¡Oh santísima m****a! ¿Puedes dejar de ser tan exagerada? —exclama con frustración.

Abro la boca para responderle, pero la cierro de nuevo al ver que un chico alto y atractivo, cabello castaño, cadera estrecha, hombros anchos y bien fornido se dirige a nuestra mesa. Se trata de Michael; debo admitir que el chico se ve atractivo en esos vaqueros oscuros que se amoldan a la perfección a sus piernas tonificadas y esa camiseta celeste que se adhiere a su cuerpo aparentemente bien trabajado, gracias a la poca vista que da la tela.

Llega hasta dónde estamos y deja sobre la mesa las dos bandejas de comida que trae en sus manos, pero no se va, se mantiene quieto a un lado de nosotros; alzo la mirada y me encuentro con unos ojos oscuros mirándome con un poco de vergüenza, arrepentimiento y algo de disculpa, por lo cual me fue imposible no bajar un poco la guardia. Es verdad que me he convertido en una mujer un poco dura, fría y algo distante pero esa fachada es sólo para protegerme, también tengo sentimientos. Así que a pesar de mi seriedad me aclaro la garganta antes de darle las gracias.

—No se preocupe. En realidad, sólo quería decir que siento mucho lo que pasó hace un momento —Se disculpa—. Realmente no tenía idea de quién era usted y mi intención no era ofenderla o hacerla enojar.

—Está todo bien Michael, no te preocupes —digo en tono tranquilo—. No me has ofendido, sólo no me agradó mucho la forma en la que te dirigiste a mí. —explico—. Pero está todo bien, sólo no se vuelva a repetir.

—Muchas gracias señorita Smith —dice soltando un suspiro claramente aliviado—. No volverá a pasar.

—Excelente.

Un asentimiento de su parte es lo último que veo antes de que se dé la vuelta y se marche.

Escucho que alguien se aclara la garganta, volteo y mi mirada se encuentra con su tonto rostro de Rose y una sonrisa estúpida en sus labios y a un Chris realmente divertido por la situación.

—¿Puedes quitar esa jodida cara? —replico.

—¿Tú puedes ser un poco menos amargada? —ataca.

Escuchamos una carcajada por parte de Chris y ambas volteamos para verlo.

—¿Pueden cerrar la boca las dos? —concluye él.

—Okay, ¿saben qué? —digo—. Sólo callémonos los tres y terminemos de comer que todo esto me está incomodando.

****🍃****

Me miro al espejo una vez más para asegurarme de que todo esté bien con mi ropa. Estoy enfundada en un vestido de encaje dorado, ceñido a mi figura hasta la cadera haciendo resaltar mi cuerpo, la parte superior es un escote en v demasiado llamativo, ni siquiera me he puesto sujetador así que se ve hasta la línea entre mis pechos, sólo le ruego al cielo que mis niñas no decidan salir a explorar el mundo o definitivamente esta noche será bautizada como la más vergonzosa de mi vida. El vestido también cuenta con un fondo rojo y vuelo en organza del mismo color, tiene detalles de pedrería y lentejuelas rojas y rosadas en la parte de la cintura, desde allí se desprende una falda con vuelo. Llevo unos tacones de color rojo y mi cabello dorado esta suelto con unas leves ondas que caen por sobre mi hombro hasta un poco más debajo de mis pechos; el maquillaje no es exagerado, nunca me ha gustado el exceso de maquillaje, aun así hoy me esmeré un poco más que de costumbre.

Realmente me gusta lo que veo, estoy satisfecha con el resultado y estoy segura que Jack quedará impresionado, cómo siempre. Sonrío con satisfacción cuando recuerdo todas las veces que nos hemos visto y cada una de ellas ha quedado maravillado después de posar su penetrante mirada en mí.

Después de tomar un sobre de color dorado e introducir mi teléfono, mis tarjetas de crédito y mi efectivo en él, salgo de mi habitación y me dirijo a las escaleras. Me despido de Chris y le aseguro de que estaré bien, y una vez que me aseguro de que él también lo estará, tomo las llaves del Audi y salgo de casa.

El club al que voy es uno de los más conocidos en Vancouver, se encuentra en Yaletown y puedo decir con orgullo —y también vergüenza— que ese negocio que hoy tengo ha sido gracias a mis esfuerzos y grandes sacrificios, ya que el dinero de mis padres sólo lo utilizamos para sus terapias de Chris y para los otros negocios de los que él tiene conocimiento. Pues no me sentía cómoda usar parte de su dinero para invertir en éste club cuando él es totalmente ajeno de su existencia.

Cuando llego al club, voy directamente al estacionamiento que se usa sólo para personal autorizado, en este caso es sólo para mí pero hace un tiempo decidí permitirle el acceso también a los chicos que tienen auto o motocicleta que aquí trabajan, y a Jack.

Éste último ya ha llegado porque su auto se encuentra ya en el estacionamiento. Sin tener la intención de hacer esperar más al aludido estaciono mi auto junto al suyo y bajo de él encendiendo la alarma para luego empezar a caminar hacia la entrada del lugar.

Al llegar a la puerta principal, uno de los guardias me mira y me dedica un asentimiento. Es obvio que sabe quién soy, así que sólo se hace a un lado para que pueda pasar. Al entrar, llega a mí el aroma de cientos de colonias mezclándose con el olor a sudor, alcohol y hierba. Sé que algunas personas de las que se encuentran aquí la consumen así que es lógico que se sienta en el ambiente. Pero no es exactamente eso lo que hace que mi piel se erice, sino el hecho de que conozco a la persona que surte este lugar para que esa hierba llegue a todos ellos.

Empiezo abrirme paso entre la masa de gente para dirigirme a la barra y tener una mejor vista del lugar y poder encontrar a Jack, aunque posiblemente ya esté en la zona exclusiva del club. Moverme hasta la barra es un gran reto, los chicos parecen mantener sus ojos en mi escote y los que no lo hacen, me ven como un objeto en el cual restregar sus entrepiernas. Son detestables hombres de las cavernas creyendo que por demostrar que hay algo entre sus piernas son todos unos machos respetables. Así que cuando al fin vislumbro la barra americana —con un lindo barman incluido—, estoy frustrada y muy urgida de una bebida.

—¡Pero mira que linda sorpresa! —el barman sonríe en mi dirección. El volumen de la música está demasiado alto para escucharlo, así que no demora en terminar la mezcla que hacía, servirla, y luego inclinarse en mi dirección. Pero por supuesto que conozco esa cara—. ¿Que deseas preciosura?

Freddy es un barman bastante coqueto. Por algo está ahí, tiene carisma.

—Dame una cerveza Fred, de preferencia que sea enlatada. —ordeno en un grito que parece ahogarse en medio de la música excesivamente fuerte.

Demonios, ¿Acaso no le duelen los oídos a esta gente o ya han quedado sordos?

—Claro que sí nena, enseguida. —lo veo agacharse y segundos después, se irgue con una lata y una cerveza de botella—. ¿Segura que no quieres una Corona, hermosa? Puedes ver que aún no la he abierto.

Lo primero que pienso es "a la m****a, la acaba de tomar para mí y está sellada, no hay peligro".

—Me convenciste, una corona será. —lo veo quitar la tapa de la cerveza con el borde de la barra americana y desliza la botella y la tapa en mi dirección.

—Que la disfrutes, y ya sabes, si quieres compañía, puedes quedarte por acá.

Le doy un trago largo a la cerveza mientras mis dedos juegan con la tapa de la misma cuando una sensación rara recorre mi cuerpo entero.

—Si viera un regalo como tú todos los días junto a la barra, hasta yo sería barman.

La voz es baja, controlada y malditamente seductora detrás de mí.

Mi piel se eriza y mi respiración parece más inestable que nunca. Me sostengo de la barra con rapidez y la chapa que cumplía la función de tapa se hunde en la yema de mi pulgar causando que suelte un siseo.

Jodida m****a, ¿qué ha sido eso? ¿acaso ese trago me lo ha causado? Eso no ha sido un mareo y definitivamente no es para nada normal.

Haciendo a un lado esa rara sensación me obligo a darme la vuelta y encarar a —quien quiera que sea— el tipo que se ha atrevido a estropear mi momento de paz, sin contar que la curiosidad y mis hormonas me están ganando la batalla.

En el momento que mis ojos se encuentran con semejante hombre, el aire que no sabía que estaba reteniendo, escapa de mis pulmones.

Santa m****a.

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