CAPÍTULO 5

Lunes, 8 de octubre de 2018.

Siento algo calentando mi cara, así que me remuevo un poco incómoda y trato de continuar con mi sueño, pero la luz que me golpea es muy molesta y se filtra a través de mis párpados. Me cubro el rostro con la sábana, pero la tranquilidad sólo dura unos minutos porque el calor empieza a envolverme y entonces me doy cuenta que será imposible continuar durmiendo. Suelto un bufido y tiro de las sábanas nuevamente, esta vez para apartarlas de mi cuerpo. Abro los ojos y la luz termina por encandilarme así que los cierro de golpe y después de unos segundos intento abrirlos de nuevo poco a poco, esta vez tengo éxito.

Volteo mi rostro hacia la ventana y miro que el sol está en su máximo esplendor. Anoche olvidé por completo correr las cortinas por esa razón la luz del día ha interrumpido mi sueño.

Me levanto de la cama de un salto y estiro mis brazos por encima de mi cabeza para desperezar mis músculos y empiezo a caminar en dirección al baño.

Después de haber vaciado mi vejiga, lavarme los dientes y darme una ducha, tomo mi teléfono para mirar la hora y casi caigo de culo cuando la pantalla marca las 10:30 de la mañana. No puedo creerlo, nunca duermo tanto.

«Quizá necesitabas recuperar la energía que el beso de Jack te robó» el recuerdo de todo lo ocurrido anoche llega a mí como balde de agua fría. ¡Oh, mi Dios! Espero que Jack haya olvidado ese beso porque no sé qué haré si eso ocasiona problemas entre nosotros que puedan afectar el negocio que tenemos.

Salgo de la habitación un poco turbada por el recuerdo de ese jodido beso y empiezo a bajar las escaleras para luego dirigirme a la cocina. No tengo idea de si Chris está en casa, o si ya habrá desayunado y si ha salido.

Ante mi cuestionamiento mental, decido que lo mejor será preparar primero el desayuno y después buscar a mi hermano. Y así lo hago, cuando los huevos revueltos, las tostadas, el tocino y el café están listos empiezo mi búsqueda.

No me toma mucho tiempo encontrarlo en la biblioteca donde papá solía pasar gran parte de su tiempo libre. Esta sentado en uno de los sofás que se encuentran en la estancia con un libro en mano y la vista perdida en el mismo.

—Buen día, extraño. —digo llamando su atención.

Camino hacia donde se encuentra y me siento en el sofá frente a él. Levanta su rostro y me dedica una cálida sonrisa luego coloca un separador para marcar la página en la que se ha quedado. Coloca el libro sobre la mesa de centro que hay frente a nosotros y observo el título del libro, es Demon de Sam León. Ya lo he leído con anterioridad, la novela es muy buena.

—Hola —saluda—. Creí que habías salido.

—Estaba dormida, llegué tarde del bar. —miento sólo un poquitín—. Tuve una noche muy complicada. — explico.

Mi hermano me mira curioso, y la sonrisa que tenía en sus labios se desvanece un poco.

—¿Tuviste algún problema? —me cuestiona.

Entonces cada uno de los recuerdos de la noche anterior vienen a mí como si de una cinta se tratase. Desde el momento en el que unos ojos verdes se plantaron frente a mí, hasta el momento en el que salí huyendo del estacionamiento, y por esa simple razón no puedo evitar sonrojarme.

Sacudo la cabeza para ahuyentar de mi mente esos recuerdos. Trato de recomponerme lo más rápido que puedo y me aclaro la garganta.

—Oh, no —exclamo—. Es sólo que hubo demasiado movimiento, y ya sabes, decidí quedarme a ayudar a los chicos.

—Mmm.. —me mira con los ojos entrecerrados —. Entiendo.

Le sonrío ampliamente para evitar delatarme y me pongo de pie, dispuesta a terminar esta conversación.

—Vamos, ya está listo el desayuno.

Él mira el reloj que tiene en su muñeca izquierda y luego dirige su mirada divertida hacia mí.

—Alexa, a esta hora ya debería ser el almuerzo. —dice soltando una risa.

—Eres un exagerado —lo acuso—. Apresúrate que se está enfriando.

Después de "desayunar" decido salir a comprar algunas cosas para la cena que tendremos hoy con Rose y la tía Marie. Cada domingo ellas van a casa para cenar juntos y pasar un buen rato.

Aún no estoy segura de qué cocinar pero ya se me ocurrirá algo en el camino.

Ésta vez decido ir en la moto, ya que llevo puesto unos jeans claros, una blusa celeste holgada y botines no tan altos, del mismo color. Llevo mi cabello en una coleta alta y mi rostro libre de maquillaje, la verdad es que hacerlo me da pereza, por esa razón es que las únicas veces que me maquillo son en días especiales o cuando tengo que encontrarme con Jack.

Salgo de casa y conduzco por las calles de Vancouver sintiendo el aire filtrarse por debajo de la lente del casco. Hasta ahora me doy cuenta que no fue una muy buena idea llevar la coleta alta, ya que es demasiado incómodo con el casco puesto. Me lastima un poco la cabeza pero trato de ignorarlo y concentrar mi atención en mi camino.

Tardo aproximadamente treinta minutos en llegar al súper. Me adentro en el estacionamiento del lugar y después de encontrar una plaza y apagar la moto, me dispongo a entrar al local.

Tomo uno de los carritos y me dedico a escoger algunas verduras. Ya que Chris me ayudara a cocinar, he decidido hacer sopa de guisantes, un pastel de carne y ¿por qué no? Carne ahumada. Debo admitir que me gusta la cocina, es por esa razón que en casa siempre hay algo delicioso que comer –a excepción del pollo con kétchup–, ya que me la paso haciendo una receta tras otra.

Cuando me doy cuenta, ya han pasado más de treinta minutos desde que entré aquí, ¡oh por Dios! Nunca creí que podría tardarme tanto haciendo las compras.

Tardo unos diez minutos más escogiendo unos cereales y algunos accesorios que podrían servirme luego y después me dirijo a la caja para pagar de una vez.

Salgo del supermercado con seis bolsas llenas, debo aclarar que tuve que sacar el carrito para poder llevar todas las bolsas y cuando estoy por llegar a la moto me detengo en seco, y por un momento realmente quiero golpearme. «Eres una idiota» me acusa la vocecilla en mi cabeza.

¡No puedo creer que no haya pensado antes en esto!

Miro la moto y las bolsas de hito en hito, pensando en alguna jodida forma en la que pueda llevar las seis bolsas en la moto.

Estoy tan concentrada analizando la situación que no me doy cuenta en qué momento un Camaro ZL1 color rojo se estaciona en la plaza que se encuentra a lado de la Ducati.

Cuando ya estoy cerca, la puerta del conductor se abre develando un chico alto de postura intimidante, corpulento, pelinegro y ojos verdes. Baja del auto y al momento en el que sus ojos hacen contacto con los míos siento mi piel erizarse.

Santa madre.

Camina hacia mí con pasos lentos y sensuales y una sonrisa ladina en los labios que hace que mi respiración se atasque en mi garganta. «Es como un delicioso caramelito al que puedes saborear». Definitivamente mis pensamientos me avergüenzan.

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