Freya. Inocencia eliminada
Freya. Inocencia eliminada
Por: Evelyn Rabelo
Flashbacks

Desde que tengo conciencia, siempre he sido una luchadora, mi madre pasaba muy poco por casa, durante el día trabajaba y en la tarde solo pasaba para dejarme la comida que me había comprado y para alistarse, todas las noches salía con algún tipo, muy pocas veces era el mismo, solamente mantenía relaciones algo más duraderas con aquellos que tenían la posibilidad de darle la "buena vida" que a ella le interesaba y mi padre, bueno, a ese nunca lo conocí, cuando mi madre salió embarazada hizo lo típico: irse; suena a cliché, lo sé, pero es lo que hay, estas cosas suceden en la vida real.

Toda mi infancia me la pasé en estas circunstancias, por tanto, tuve que aprender a hacerme mis cosas, limpiar la casa, lavar mis ropas, y sí, también defenderme sola ante el abismo voraz que es la vida.

Como tenía tanto tiempo libre y nadie que me regañara o me prohibiera hacer las cosas, sobre los 16 años comencé a salir sola con mis amigas, esperaba a que mi mamá se fuera a sus andanzas, me vestía y me encontraba con ellas en un parque que quedaba cerca de un bar llamado Tentación. Al inicio no sabía ni vestirme bien ni maquillarme, nunca tuve a nadie que me enseñara esas cosas y, a decir verdad, a pesar de lo sola que estaba casi todo el tiempo, era bastante inocente ya que me avergonzaba de cómo era mi vida y no vine a compartir con chicas hasta que pasé dos años de secundaria.

Mis amigas Valeria, Carlota y Sol fueron las encargadas de ayudarme en todo este mundo de la moda y como yo era bastante grande para mi edad, me quedaba la ropa de mi madre y a escondidas las utilizaba para mis noches de chicas, los vestidos y prendas que le regalaban los novios de mi mamá eran preciosos por eso me encantaban. En una de esas noches de salida decidí ponerme un vestido rojo corto con la espalda afuera, quería impresionar a un chico que frecuentaba el bar, no lo conocía y nunca había hablado con él, pero resaltaba entre todos siempre, era alto, muy alto, tenía el pelo rubio, los ojos color avellana y una sonrisa increíble, probablemente él no supiera ni de mi existencia por eso decidí llevar esa noche el vestido rojo, se notaba que era mayor que yo y de alguna forma tenía que llamar su atención.

Llegamos al parque sobre las 10 de la noche, era viernes y yo sabía que ya él estaba dentro del bar, los viernes siempre llegaba temprano y se iba tarde, no podíamos entrar al bar pues éramos menores de edad, me tenía que resignar a esperar por su salida.

Pasé la noche haciendo cuentos con mis amigos, además de las chicas tenía otras amistades, entre ellas, mi mejor amigo varón, siempre tuve la impresión de que le gustaba pero no quería ni pensar en eso, no deseaba desperdiciar los pocos amigos que tenía.

Ya eran pasadas las 12 de la noche, sabía que él estaba por salir, sin decirle nada a nadie caminé hasta la puerta del bar, unos pocos minutos después lo vi camino hacia la salida, retrocedí unos pasos, tomé mi móvil en las manos y comencé a caminar como si leyera algún mensaje, pasé por la entrada de Tentación justo cuando él salía y "accidentalmente" chocamos. Mi móvil cayó al piso y yo tambaleé un poco, desde lejos se veía alto, pero ahora que lo tenía justamente frente a mí, era más grande de lo que pensaba, me sujetó por los hombros para estabilizarme y recogió mi teléfono del piso me miró fijamente y me dijo:

-Lo siento mucho, no vi que venías caminando- me entregó el teléfono

Yo me quedé unos segundos embobada, esos ojos avellanos eran preciosos y al mirarlos de cerca tenían unos destellos de verde, sus labios eran carnosos y rosados y definitivamente frecuentaba el gimnasio.

-No pasa nada – balbuceé – discúlpame tú a mí que ni miraba por dónde caminaba.

En mi interior no creía que finalmente estaba hablando con él y para mi sorpresa se quedó mirándome fijamente y sonriendo, no supe ni qué hacer, al fin él habló:

-Bueno, esto lleva una presentación oficial, hola, me llamo Apolo, un placer conocerte…

-Freya, me llamo Freya.

-Freya… me encanta el nombre, le pega perfectamente a tus ojos azules.

Sabía que iba a mencionar algo sobre mis ojos, las personas siempre lo hacían, mi tez era muy blanca, mi cabello castaño bastante oscuro y eso hacía que el color de mis ojos resaltara más. Yo tenía que mirar hacia arriba para poder mirarle la cara y eso que yo no era muy bajita que digamos, medía 1.65.

- ¿Estás segura que te encuentras bien? – Asentí con la cabeza – Ven, vamos a sentarnos te llevaste un buen susto.

Me rodeó la cintura con su brazo y me llevó a un banco que estaba justo en frente de nosotros, me sentó y me revisó los brazos asegurándose que no me hubiera dado un golpe.

-Listo, examen físico terminado.

-¿Eres Médico? – le pregunté

-No, soy dueño de una compañía empresarial, pero aprender primeros auxilios nunca está de más – sonrió – y tú ¿a qué te dedicas?

-Soy estudiante – no le mencioné mi edad.

-Eso es bueno, construirse un futuro, yo también estudié mucho y gracias a eso he podido crecer tanto en el ámbito laboral, pero ya eso te lo explicaré después.

Se sentó a mi lado y con su dedo índice comenzó a trazar un recorrido desde mi rodilla hasta el muslo y cada vez subía más, yo me congelé, Apolo me encantaba, pero no sabía nada relacionado con el tema sexual, eso me aterrorizaba.

-¿Quieres que vayamos a un lugar más privado? El bar tiene un reservado que sería especial para que pudiéramos conversar más.

Entré en pánico, eché mi móvil en el bolso, me paré rápidamente y solo atiné a decirle: -Muchas gracias, por tu atención, pero mañana tengo que madrugar, es hora de que me vaya. Y sin esperar una respuesta por su parte, giré mi espalda y me fui.

No me atreví a volver intentar un acercamiento hacia él, no lo vi más por mucho tiempo, pero nunca pude olvidar su mirada fija y sus ojos clavados en los míos con esa sonrisa pícara que me regaló ese día.

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