La perdí. La perdí para siempre, y lo peor es que sigue aquí. Vive pegada al largo ventanal; se aferra a la lluvia, al sol, a la noche, a la niebla, a donde sea que la lleve su gran tristeza.
¿Saben cuál es la peor de las culpas? Esa que no sabemos de dónde vino. Porque te pierde pero te deja un mapa sobre la mesa. Un mapa que no entiendes, y es ahí donde nos juega chueco don destino.
—¿Hasta cuándo?
—Lo siento. Sé que debí contarte antes, pero..
—¿Hasta cuándo dejarás de jugar a ser Dios?
—¿A qué te refieres?
—Uno es responsable de sus actos, no de la condena. Esa le toca al de arriba. Llevas días sin soltar una palabra. ¿Hasta cuándo, Julio?
Es increíble. Inossa acaba de escuchar a un asesino y aún así quiere quedarse.
—Tú
Martes, cuatro de la tarde. Julio Nassar está desaparecido.En algún lugar de Monterrey, una chica de melena alborotada reposa sobre los pies de Nassar. Lleva las muñecas abiertas de par en par; bañando el suelo de un rojo amargo que se burla de Julio.Hace meses coincidieron en un concierto. La niña de tan sólo quince años era fan de su música; él admiraba sus carnes frescas y mirada inocente. La mezcla perfecta; receta del diablo.—¿Cómo te llamas?—Dulce.La carita se le puso roja como tomate. Julio se entregó a la ternura y la invitó a cenar. Pudo ser directo, ahorrarse el rodeo y acostarse con ella, si quería, en pleno concierto. Pero no. Merecía un mejor guión.Llegaron a una pizzería de dudosa reputación que se hallaba en el centro. Julio conocí
—¿Estás bien?La pregunta de la chica bañó de rojo sangre las mejillas de Nassar.—Sí. Solo dame unos minutos.Se levantó de la cama y entró en debate con el espejo.¿Qué rayos te pasa?, discutía para sí, como esperando realmente una respuesta de esa pared transparente.—¿Sigues ahí?Desafortunadamente sí. Julio seguía ahí, aunque su mente viajaba por todos lados.Aquello representó más que una vaga frustración. No era el primero ni sería el último en no poder concretar el cortejo. Mil noches se había entregado a la lujuria y al placer ajeno. La balanza se equilibraba con una noche de impotencia, ¿no?
No recuerdo grandes detalles del concierto. ¿Con cuál canción abrimos?, ¿con cuál cerramos?, ¿a qué hora sacaron al primer desubicado? Todo eso quedó borrado cuando vi a Dulce sin vida en nuestro cuarto de hotel.—¿Qué hiciste muñeca? —creí gritar bien fuerte, pero la voz iba muda.No había fuerzas para llorar. No pude sacarme las culpas. La suerte estaba echada; ella no volvería a abrir los ojos y yo no volvería a vivir.Dejé en manos ajenas el arregló del asunto.Arreglo… como si aquello tuviese solución.Asunto… como si solo se tratara de un objeto.Fingimos un secuestro en el que la niña apareció muerta… la gente c
Hay personas que llegan con el objetivo de cambiarnos los días. Algunos lo hacen de manera voluntaria; otros simplemente obedecen al destino.Inossa me cambió en ambos sentidos.Es preciso recordarles el momento en que nos conocimos. Me despedía de alguien que en realidad no había llegado a mi vida, cuando esta niña de cuerpo perfecto y mirada divina suplicó mi ayuda. Yo se la di sin dudarlo, porque, descubrí, necesitaba ayudar a alguien. Para sentirme con vida y mantener la llama encendida. Una llama que de a poco se extinguía en la habitación, con los reclamos de esa doña nadie que momentos antes decidió dejar de intentarlo por miedo a enamorarse.—Hay algo que no me cuadra.La sangre se hizo hielo y paseó sin remedio por todo mi cuerpo. De pies a cabeza. De corazón a cerebro.—Dices que
Ha pasado un año desde la última vez que charlamos al respecto. La semana pasada festejamos mi cumpleaños número veinticuatro, y en verdad he de agradecerle a Inossa por el esfuerzo.Invitó a gente cercana y se quitó de compromisos. Le habló a un par de músicos y a gente de la disquera. Estuvo mi agente, también, pero a Cristian lo omitió.—¿Y Cristian?—No quiero que tu fiesta huela a oficina.—¿Perdón?—Perdonado.—¿No te agrada Cristian?—No es mi persona favorita, aunque tampoco me cae tan mal como te cae a ti.—¿Por qué dices eso?—Julio, conmigo no tienes que fingir. El hombre estalla en envidia y lo sabes. No entiendo cómo sus fans no se dan cuenta, si cada día se toleran menos.Es cierto
‘’…diablo al que le hablaron tanto de su maldad que acabó por creérsela…’’Me aferro a las piernas de Yerania. Van empapadas en placer y yo me pierdo en el dulce aroma de su piel. Sé que hago mal. Sé que no debo de estar acá. Mi lugar es en casa, con la mujer que amo. ¿Qué hago en este burdel barato?La mujer de rizada cabellera me da un motivo; una respuesta con esos movimientos que lo desquician a cualquiera. Y la tomo de guía. Y voy a la derecha cuando he de ir a la izquierda. Y cambio de carril en plena curva. Y sonrío en funeral porque soy excepción a toda regla; diablo al que le hablaron tanto de su maldad que acabó por creérsela.Hace un par de meses que las cosas entre Inossa y yo no marchan bien. Lo que le conté sobre Cristian la cambió por completo
‘’…perdona la cobardía. Sé que irme ahora es egoísta, pero en verdad no puedo seguir al lado de tu peor enemigo. Quise ayudarte, quiero ayudarte aún a la distancia, y sin embargo, te rodea gente mala. Gente que no ve lo que eres y se traga el cuento de Doña apariencia. Eso imposibilita mi tarea. Agradezco la cabida en tu vida, el haberme compartido tan honesta alegría. A tu lado aprendí que la felicidad no es cosa de un día. El mundo gira pensando que un buen trabajo, amigos y amor verdadero es suficiente para ganarle la batalla al universo, pero se requiere más que eso. Se necesita estar cara a cara con la adversidad, luchar a muerte y poder cenar en la misma mesa. Hacerte amiga de quien te detesta, es algo que aprendí contigo y te lo agradezco. En verdad te lo agradezco. Mas ya no puedo seguir en el camino. No son mis ojos morados a causa de tus golpes lo que me alejan de ti. No di raz&oac
Soy feliz. De alguna extraña manera la partida de Inossa ayudó. Curioso ese ángel que aún en la ausencia se las arregla para guiarme.Sin embargo, no siempre fue así.Sí que le lloré cuando se fue. Sí que lamenté su adiós, y si la bebida no daba soporte, seguro habría adelantado mi fin.¿En qué momento todo cambió?He de darle crédito a los viejos del teatro. Hombres tan avanzados en edad como en intelecto.—¿Qué haces gastándotela con esta bola de ancianos? —me preguntaron la última noche que los vi.—Esta bola de ancianos me levantan el ánimo. Esta bola de ancianos le dan va