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Contacto equivocado

María Isabel

Una m****a de mañana, y eso se debe a mi vulgaridad, por ceder a mis deseos carnales estoy aquí, frente al edificio donde trabaja mi amado novio Antonio.

Lo pensé y llegué a la conclusión de que él no merece tener a una novia infiel, a una mujer que por querer ser más "liberal" mostró su cuerpo a otro hombre, a uno que resulta ser su nuevo jefe.

Me molesta, nunca cometo errores, y ahora cometí más de uno. Tenía que hacerle caso a mi hermana, no debí ser tan zorra de tomarme una fotografía frente a un espejo con mi cuerpo desnudo.

¿Adivinen qué? Mi rostro también es visible ¡Soy una gilipollas!

Tengo que enfrentar a mi novio, a mi amoroso y hermoso novio - si, soy un poco más dulce que el algodón-, decirle que por error envié una foto mía a otro hombre.

¿Cómo reaccionará? Nada bien, creo que un hombre que aprecia o quiere a su mujer haría lo que sea para borrar tremendo error.

Las cosas no mejoraron, no desde que me levanté en la mañana con ese mensaje de W******p brillando en mi pantalla.

Flashback

Desconocido: No esperaba nada igual, pero admito que es una buena e inesperada forma de empezar a conocer a mis empleadas.

Si, eso me despertó totalmente de la pereza que se adueñó de mí cuerpo como cada mañana. Fue como un balde de agua fría dentro de una nevera.

Me levanté de un salto, salto que me dejó una marca en la frente por chocar torpemente con uno de los adornos que yo misma creé.

Por poco y el pobre pancho termina de pagar los pecados de su madre.

Mis ojos se abrieron a más no poder cuando ví que la fotografía llegó a la persona equivocada, persona que está a miles de kilómetros de distancia.

¡Gracias Dios! Pensando en la pecadora de María Isabel.

Realmente no podía creer que anoche, después de tomar una deliciosa ducha, quise ser menos....aburrida, por lo que una foto de mi cuerpo desnudo y húmedo fue la mejor de mis ideas.

Una genia, la verdad que sobrepaso a Einstein en inteligencia.

Me levanté, y después de un rato pensé en si era necesario comer para vivir, y así dejar mi trabajo, o que sea Antonio el que me mantenga, siempre dice que él puede con todo ¿Por qué no? Yo me quedaría en casa, a escribir mis libros... No, lo de mantenida no es lo mío.

¿Renuncia? No, si hago eso no podré cobrar mi sueldo... Despido, si, esa es la respuesta a mis plegarias, si ellos me despiden puedo obtener la indemnización.

Podré dejar la empresa, seguir mi relación con Antonio y no vivir con la eterna vergüenza de haberle mostrado a mi jefe los limones que llamo senos y mi... ¿Florecita? ¡Ja! Es muy cómico eso.

La mejor opción sería no perder el trabajo de mis sueños, el que me costó meses de práctica, pero viendo el panorama es lo mejor que puedo hacer.

Volviendo a lo importante, tengo que responder ese mensaje sin perder más dignidad.

Lo haré, él va a despedirme por ser una pésima empleada y por mi inmoralidad.

María: Haga de cuenta de que no vió eso, olvídelo y envíe mi despido a recursos humanos.

La respuesta es inesperada, no era lo que imaginaba de un árabe con fuertes raíces tradicionales.

Desconocido: ¿Olvidarlo? No, nadie es tan ciego. Abrió lo que no debía, señorita Álvarez. Nos tiene, y eso es malo para usted.

Fin de flashback

Cómo toda persona madura bloqueé el número de mi nuevo jefe y salí de la casa en pijama para hablar con Antonio y que mi conciencia deje de decirme que soy una perra.

Tengo frío, y las constantes miradas de los hombres en mi trasero tampoco ayuda.

Estoy asustada, muy asustada de que Antonio me deje, de que los años de relación se vayan a la m****a por un descuido estúpido, uno que hasta él pido tener.

Merezco una segunda oportunidad, jamás me comporté mal, él tiene que entender que no fue intencional.

El que quiera seguir con Antonio no tiene nada que ver con dependencia emocional o esas mierdas, no, es por el amor inmenso que siento por él, por el tiempo que compartimos juntos.

—  ¿Señorita? ¿A quién busca? — me pregunta amablemente el guardia de seguridad en la puerta. El edificio donde trabaja Antonio tiene la mejor seguridad que he visto, incluso supera levemente a las industrias Abad y asociados.

— Buen día, estoy buscando a Antonio Sánchez, él trabaja en contaduría— le devuelvo la sonrisa, una que muere al escuchar una risa muy conocida.

Antonio viene tomado de la mano de su prima. Los veo muy felices a ambos, sonríen sin que nadie los moleste, pareciendo una pareja.

Una pareja que suponía era yo.

— ¿María? — pregunta el bagre que elegí como novio hace años y a quién creí deberle explicaciones.

Bueno, digamos que para la gente en general parece más modelo que otra cosa. Es muy atractivo, el cabello rubio largo atado en una cola le deja espectacularmente llamativo; el verde de sus ojos te hace creer que te encuentras en un bosque, cosa que también se aplica a su metro noventa de altura; tiene un cuerpo delgado bien formado y su sonrisa conquistaría hasta a tu abuela.

No es mi caso, ella lo odia.  

La chica que sostiene su mano me mira sonriente, suelta a Antonio y viene caminando hacia mi.

— ¿María? ¡Oh vaya! Eres la prima de Antonio, él me habló tanto de ti ¡Eres realmente hermosa! Adoro tu cabello, y tú pijama es muy sexi— me quedo muda, más que un mimo.

Puedo afirmar que ella también es hermosa, muy hermosa ¿Está mal sentirme celosa? E...es muy bella.

Ya quisiera yo tener esos ojos grises brillantes; su cabello negro largo hasta la cintura sin ningun mechon rebelde y el cuerpo que si es aceptado por la sociedad por no tener grasa de mas en el abodomen, pechos amplios, trasero levantado y labios carnos perfectamente delineados. Sin contar con su hermosa sonrisa y simpática actitud.  

No sé qué decir, Antonio dijo que yo era su prima ¡Lo mismo que me dijo a mi! ¿Tengo que dejarla vivir en la ignorancia, pero feliz o destruir esa preciosa sonrisa? Me quedo con la segunda, algunos son felices con las mentiras.

— ¿Antonio? ¿Vas a explicarlo? — le pregunto tragando las ganas de molerlo a golpes y destrozar su perfecta cara.

— Y...yo ¡Prima! — grita el infeliz alzando los brazos, viene corriendo y me abraza. — Voy a explicarlo en casa, por favor, no me dejes—  me susurra al oído.

Todavía tiene las agallas de rogar que me quede.

— ¿Cielo? Quiero conocer con María, me hablas tanto de ella que no voy a desaprovechar— Antonio se aleja de mí para darle paso — Tenía muchas ganas de conocerte — es una buena chica, se nota a leguas que no es una m*****a, y que tampoco sabe la definición de espacio personal, su abrazo me ahoga.

No puedo culparla a ella cuando no conozco la historia.

— No me vuelvas a buscar, creo que amas tu masculinidad como para perderla— su agarre se refuerza. — Además, así como yo tengo reemplazo, no dudes que tú también — beso su cuello y salgo de ahí.

— ¡María! — esa chica no va a dejar de joderme. 

— ¡Taxi! — grito cuando veo el vehículo pasar, de tan ansiosa que estaba por hablar con mi ahora ex, no traje las llaves de mi casa o de mi automóvil, mismo que también olvidé traer.

— Buen día ¿A dónde, señorita? — me pregunta disimulando su mirada en mi cuerpo, no es un gilipollas. 

— A la Asociación Abad — m****a, hasta el jodido móvil olvidé en mi casa.

Me recuesto en el asiento, acomodo mi cabeza y dejo que algunas lágrimas fluyan sin oponerme. Me duele el pecho, la traición de Antonio fue tan descarada que no llegué a pensar que lo hiciera.

— ¿Se encuentra bien? — La amabilidad es cosa de admiración, no todos son así hoy en día.

— Si, tuve un mal día, es todo — veo como busca algo en el lugar del acompañante, yo me acomodé en la parte trasera.

— Todo irá bien. Poneros esto, le ayudará con el frío — me extiende un saco negro y largo.

Seguro me cubre hasta los errores de tan grande que es.

— Se lo agradezco, estoy muerta de frío — veo que ya estamos cerca del edificio hecho completamente de hierro y vidrio.

Una maestría en arquitectura.

— Ya llegamos, señorita — coño, tengo la suerte de un burro.

— D... disculpe, pero no traje dinero ¿Podría anotar mi número en algún lugar? Prometo pagarle en cuanto…— el hombre sonríe tranquilo.

— Tener un mal día de por sí es un castigo, no voy a preocuparla con mi pago. Si nos volvemos a ver, puede pagarme — no evito darle un beso en la mejilla, bajo del auto y tomo nota mental de la matrícula.

No me gustan las deudas, prometo saldarla noble taxista.

La primera vez que en envío una foto de mi desnuda la recibe mi jefe ¿Mala suerte? Mucha, como si una paloma me hubiera cagado encima.

¡Dios! No quiero entrar, tengo tanta vergüenza que soy capaz de salir volando si me cruzo con mi jefe, uno que en realidad no he visto nunca, compró el edificio y la editorial hace poco, por lo que no hemos tenido contacto en vivo y en directo.

¿Cómo tengo su número si nunca nos vimos? Fácil, al ser una de las jefas de áreas, tenía que enviarle un mensaje con mis datos personales y de aquellos que trabajan para mí, pero en el perfil no había ninguna foto, por lo que pensé que no era una cuenta que realmente utilizara.

Equivocada como siempre.

— Tengo que entrar y acabar con esto ahora mismo — aprieto más el saco contra mi para cubrirme del frío e ingreso.

Y las cosas parecen mejorar en la mañana, acabo de chocar con un hombre, a quien para colmo le tiré el móvil al suelo por culpa de mi distracción.

— L... Lo siento, señor, n...no ví por dónde iba — me arrodillo para recoger el celular con la pantalla rota, lo prendo para verificar que funciona...

¡No puede ser! El dios de la suerte tiene algo contra mí. 

— ¿Tan pronto la encontramos? — levanto mi cabeza viendo al hombre, nunca lo había visto en mi jodida vida.

— Parece que si, hermano, es nuestro día de suerte — alguien más se para detrás de mí y cierra el saco. — Nadie más debe ver tu cuerpo, descarada — me respira en el oído, la incomodidad de mi cuerpo se concentra entre mis piernas.

Miro detrás de mí, pero no hay lo que corrobora la teoría de que si se refieren a Maria Isabel, la chica de mala suerte. 

— E...espacio personal ¿No lo conoce? Pues mi puño va a enseñarle — me alejo de ambos hombres, viendo que se trata de gemelos.

Carajo, me los comería al mismo tiempo.

— Voy a pagar su móvil ¡ Lo siento! — es lo último que digo antes de salir corriendo hasta el ascensor.

Cuando las puertas se cierran puedo respirar mejor y más tranquila, recordando lo que ví en ese móvil.

¿Por qué tenía mi foto de fondo de pantalla? Y no es inocente, no, es la misma que... ¿Él es mi jefe?

Salgo del ascensor directo a mi piso, saludo a mi secretaria e ingreso a mi oficina, siempre tengo un cambio de ropa aquí en caso de una emergencia.

— Adelante — digo cuando Elona toca la puerta.

— María... El nuevo jefe te espera en su oficina en 10 minutos.

Estoy más pálida que una hoja.

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