Pancho
Abdil

Mi otra mitad y yo salimos del hospital, estamos tranquilos porque ellos no dejarán sola a María, incluso la atarán a la cama de ser necesario, o solo porque Amin quieta mantenerla quieta un rato.

— Bueno hermano mío, es hora de trabajar de niñeras de perros — no soy admirador de los animales, algo que no comparto con el sujeto a mi lado.

Siempre asegure que los perros o gatos son como los bebés, si, esa clase de comparación hago ¿Por qué no? Ambos cagan, orinan, comen y lloran... No son muy diferentes a los adultos.

— No quiero, pero era eso o encerrarla en el baño para que no vaya por su amado pancho — hasta el nombre me parece poco pensando, no solo son nuestros apodos.

— Yo sí, tengo ganas de ver su hogar, husmear un poco y descubrir más de ella ¿Eres lento? Por eso iré contigo, algo bueno tenemos que sacar de esto — me río de mi hermano mientras nos acomodamos en el auto.

— Ya veo porque tú eres el cerebro del dúo. Hay que investigar cómo lo haría una chica, mejor que
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