— Jazmín… Jazmín, despierta. — Sin embargo, la mujer no reaccionaba. Inmediatamente, la cargó en sus brazos, y salió con ella a gran velocidad. Santiago al verlo, se alarmó, y rápidamente abrió la puerta del coche. — ¿A la clínica, señor? — Sí, Santiago. Rápido — respondió. Entonces, se percató, que había rastros de sangre detrás de su cabeza —. ¡Maldito hijo de puta! Una vez en la clínica, rápidamente pide que alguien atienda a su esposa embarazada. La desesperación era notable en su voz, y no podía creer que su propio sobrino se atreviera a tanto. Más tarde su amigo Daniel llegó. — Vine apenas me dijiste. ¿Cómo es que el hombre estaba allí? — Lo más seguro es que nos estuviera siguiendo desde el principio. Con lo de la herencia, estoy seguro que hará cualquier cosa por intentar recuperarla — manifestó el magnate. — Eso tenlo por seguro. Te mandó preso, pero lo bueno es que eso está solucionado — respondió —; sin embargo, no encuentro lógica con lastimarla. — No quiere lastima
La ira bullía en el pecho de Leandro mientras salía del lujoso hotel donde había tenido una breve reunión con su sobrino. Sus pasos resonaban en el vestíbulo, cada uno cargado de una rabia contundente que amenazaba con desbordarse en cualquier momento. La conversación con Roberto había sido el colmo, una muestra más de la mezquindad y la arrogancia que parecían haberse arraigado en su joven sobrino.Patrañas.A ese mocoso lo tenía en el suelo, bajo sus pies, como era debido; pero, aun así, la ira estaba allí. Había intentado mantener la compostura durante un tiempo, recordándose a sí mismo que debía ser paciente y diplomático, pero la arrogancia de su sobrino había logrado erosionar su paciencia hasta el límite. No debió tocar a su esposa. No tenía el derecho de hacerlo.— ¿Quién se cree este mocoso para tocar a mi esposa? — pensó Leandro con amargura y en voz alta —. Debí haberlo matado. No sabe nada sobre el mundo real, sobre el trabajo duro y la integridad. Mucho menos el respeto.
La madre de Roberto irrumpió en la lujosa habitación de hotel con una expresión de furia en el rostro. No había tiempo para sutilezas ni formalidades. Su hijo había cruzado una línea y ella estaba decidida a hacerle entender las consecuencias de sus acciones. El joven Roberto, con una mirada de sorpresa y confusión, intentó preguntar algo a su madre, cuando la vio al abrir la puerta. Sin embargo, antes de que pudiera decir una palabra, su rostro fue alcanzado por una abofeteada fuerte y resonante. El sonido de la bofetada resonó en la habitación, seguido de un silencio tenso. — ¡¿Qué demonios estabas pensando, Roberto?! — gritó su madre, con los ojos llenos de ira —. ¡Te dije que conquistar a Jazmín era tu única tarea, y en lugar de eso, la atacas físicamente! ¿En qué estabas pensando? Roberto se frotó la mejilla adolorida, sintiendo la quemazón del golpe. A pesar del dolor físico, su rostro reflejaba más confusión que arrepentimiento. — Pero mamá, ella me provocó — balbuceó, trata
Jazmín estaba jadeante de placer, mientras su esposo, la giraba con astucia y cuidado boca para abajo, para después, tomarla de las caderas, y levantar su culo y dejarlo al aire y a la vista de él. El hombre tragó en seco, al ver lo redondos que estaban, y se agachó para dejar un beso, que hizo que la joven se sobresaltara un poco, y luego sonriera. El sonido de la cremallera del cierre, hizo que la piel de Jazmín se erizara, ansiosa por sentirlo, hasta que, sintió el peso del cuerpo de su esposo sobre ella sutilmente, y sus labios sobre su lóbulo. — ¿Ansiosa? — Ella asintió, con los labios entreabiertos. Estaba con el rostro colorado, el cabello despeinado y la piel erizada por la excitación. El miembro de Leandro acariciaba su entraba, llenándose de su humedad, y torturándola en el proceso. — Sí — gimió finalmente, y el magnate sonrió satisfecho. Con un movimiento rápido, se enderezó, enroscó su cabello con una de sus manos y la otro se empuño en su cadera, para por fin darle l
— Jazmín, quiero disculparme contigo — comenzó, con voz temblorosa —. Lo que hizo mi hijo fue completamente inaceptable, y quiero que sepas que estoy tan furiosa con él como tú lo estás. No puedo creer que haya actuado de esa manera, y que no lo justifico de ninguna manera. — No necesito ni quiero tus disculpas — respondió con frialdad, sin molestarse en ocultar su desprecio —. Lo que tu hijo hizo fue imperdonable, y no hay nada que puedas decir o hacer para cambiar eso. Ahora, si me disculpas, tengo cosas más importantes que hacer que escuchar tus falsas palabras de arrepentimiento. La madre de Roberto se sintió desesperada al ver que Jazmín se alejaba con determinación hacia el ascensor. No podía permitir que la situación quedara así; necesitaba arreglar las cosas, aunque fuera solo un poco, para mantener abierta la posibilidad de que la joven volviera a considerar a su familia en el futuro. Con un gesto de determinación, se apresuró a detenerla antes de que fuera demasiado tarde.
Jazmín quedó aturdida por el estallido, había despertado en el momento en que la estaba subiendo a una camilla. Miró a su alrededor y vio su automóvil envuelto en llamas, con escombros esparcidos por todas partes; pero lo que le impactó, fue ver a su esposo a s lado, golpeado, y suplicándole que resista.Llegaron al hospital, y pese a estar un poco mareada, era consciente de todo. Leandro no la abandonó en ningún momento, y no tenía la intención de hacerlo.— ¡Vaya, parece que alguien no está contento con que me haya recuperado tan rápido! — bromeó Jazmín en voz alta, tratando de mantener el ánimo a pesar de la situación, mientras aguardaba por los resultados.En sus ojos había reocupación, pues su bebé era importante.Leandro, que estaba junto a ella, no pudo evitar sentir una mezcla de preocupación y exasperación.— No es momento para bromas, Jazmín — dijo con voz tensa, ayudándola a sentarse en la cama —. Tenemos que asegurarnos de que estés bien y descubrir quién fue el responsabl
La angustia se apoderaba de Leandro mientras escuchaba las palabras del escolta de Jazmín a través del teléfono. Su corazón latía con fuerza en su pecho, como si estuviera a punto de salirse. No podía creer lo que estaba escuchando: su esposa, había desaparecido.— ¿Cómo es posible que hayan permitido que esto suceda? — preguntó Leandro con voz temblorosa, apenas conteniendo la furia que ardía en su interior —. Pagué millones, para que la cuiden.El escolta, visiblemente nervioso, intentó explicar lo sucedido.— Lo siento, señor. Estábamos patrullando el perímetro como de costumbre, pero en un momento, la señora desapareció. No sabemos cómo pudo suceder, pero había un hombre con él. La llevó por la salida de emergencia.La respuesta no calmó en lo absoluto la ira de Leandro. Sintió que una tormenta se estaba gestando dentro de él, listo para desatar su furia en cualquier momento. Sin dudarlo, se apresuró hacia el lugar donde se encontraba el encargado de cuidar a Jazmín, con el corazó
El tiempo corría implacablemente mientras Leandro y su equipo continuaban con su desesperada búsqueda de Jazmín. Cada calle, cada edificio, cada rincón de la ciudad fue escudriñado en busca de cualquier indicio que pudiera llevarlos hasta ella. Sin embargo, la angustia crecía con cada minuto que pasaba sin noticias de su paradero. En medio de la tensión y la incertidumbre, su mejor amigo se acercó a él con una mirada sombría en el rostro. — Lo siento, amigo — comenzó, su voz cargada de pesar —. El celular que usó Roberto era desechable. No pudimos rastrearlo. Leandro apretó los puños con frustración, sintiendo cómo la impotencia lo envolvía. Había apostado todas sus esperanzas en la posibilidad de rastrear el teléfono y encontrar a Jazmín, pero ahora esa esperanza se desvanecía ante sus ojos. Mientras intentaba procesar la noticia, el hombre volvió a enfocar su atención en la foto que le habían enviado. La imagen de su esposa junto a Roberto parecía arder en su mente, alimentando s