56 - Es mi hijo. Mío.

La angustia se apoderaba de Leandro mientras escuchaba las palabras del escolta de Jazmín a través del teléfono. Su corazón latía con fuerza en su pecho, como si estuviera a punto de salirse. No podía creer lo que estaba escuchando: su esposa, había desaparecido.

— ¿Cómo es posible que hayan permitido que esto suceda? — preguntó Leandro con voz temblorosa, apenas conteniendo la furia que ardía en su interior —. Pagué millones, para que la cuiden.

El escolta, visiblemente nervioso, intentó explicar lo sucedido.

— Lo siento, señor. Estábamos patrullando el perímetro como de costumbre, pero en un momento, la señora desapareció. No sabemos cómo pudo suceder, pero había un hombre con él. La llevó por la salida de emergencia.

La respuesta no calmó en lo absoluto la ira de Leandro. Sintió que una tormenta se estaba gestando dentro de él, listo para desatar su furia en cualquier momento. Sin dudarlo, se apresuró hacia el lugar donde se encontraba el encargado de cuidar a Jazmín, con el corazó
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