Entonces... ¿Quién creen que fue el causante? Quiero leer sus teorías...
Jazmín quedó aturdida por el estallido, había despertado en el momento en que la estaba subiendo a una camilla. Miró a su alrededor y vio su automóvil envuelto en llamas, con escombros esparcidos por todas partes; pero lo que le impactó, fue ver a su esposo a s lado, golpeado, y suplicándole que resista.Llegaron al hospital, y pese a estar un poco mareada, era consciente de todo. Leandro no la abandonó en ningún momento, y no tenía la intención de hacerlo.— ¡Vaya, parece que alguien no está contento con que me haya recuperado tan rápido! — bromeó Jazmín en voz alta, tratando de mantener el ánimo a pesar de la situación, mientras aguardaba por los resultados.En sus ojos había reocupación, pues su bebé era importante.Leandro, que estaba junto a ella, no pudo evitar sentir una mezcla de preocupación y exasperación.— No es momento para bromas, Jazmín — dijo con voz tensa, ayudándola a sentarse en la cama —. Tenemos que asegurarnos de que estés bien y descubrir quién fue el responsabl
La angustia se apoderaba de Leandro mientras escuchaba las palabras del escolta de Jazmín a través del teléfono. Su corazón latía con fuerza en su pecho, como si estuviera a punto de salirse. No podía creer lo que estaba escuchando: su esposa, había desaparecido.— ¿Cómo es posible que hayan permitido que esto suceda? — preguntó Leandro con voz temblorosa, apenas conteniendo la furia que ardía en su interior —. Pagué millones, para que la cuiden.El escolta, visiblemente nervioso, intentó explicar lo sucedido.— Lo siento, señor. Estábamos patrullando el perímetro como de costumbre, pero en un momento, la señora desapareció. No sabemos cómo pudo suceder, pero había un hombre con él. La llevó por la salida de emergencia.La respuesta no calmó en lo absoluto la ira de Leandro. Sintió que una tormenta se estaba gestando dentro de él, listo para desatar su furia en cualquier momento. Sin dudarlo, se apresuró hacia el lugar donde se encontraba el encargado de cuidar a Jazmín, con el corazó
El tiempo corría implacablemente mientras Leandro y su equipo continuaban con su desesperada búsqueda de Jazmín. Cada calle, cada edificio, cada rincón de la ciudad fue escudriñado en busca de cualquier indicio que pudiera llevarlos hasta ella. Sin embargo, la angustia crecía con cada minuto que pasaba sin noticias de su paradero. En medio de la tensión y la incertidumbre, su mejor amigo se acercó a él con una mirada sombría en el rostro. — Lo siento, amigo — comenzó, su voz cargada de pesar —. El celular que usó Roberto era desechable. No pudimos rastrearlo. Leandro apretó los puños con frustración, sintiendo cómo la impotencia lo envolvía. Había apostado todas sus esperanzas en la posibilidad de rastrear el teléfono y encontrar a Jazmín, pero ahora esa esperanza se desvanecía ante sus ojos. Mientras intentaba procesar la noticia, el hombre volvió a enfocar su atención en la foto que le habían enviado. La imagen de su esposa junto a Roberto parecía arder en su mente, alimentando s
CAPÍTULO 58Finalmente, llegó a la puerta y la abrió de golpe, su corazón se detuvo en su pecho ante la visión que se le presentó. Jazmín yacía en la cama, pálida como la luna, con los ojos cerrados y la respiración débil. Un líquido carmesí manchaba las sábanas, indicando un aborto, y los labios de Jazmín estaban sellados con una cinta.Un grito de angustia se escapó de los labios de Leandro mientras corría hacia ella, cayendo de rodillas junto a la cama. Tomó la mano de Jazmín entre las suyas, sintiendo cómo temblaba de miedo y desesperación. Lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba el rostro pálido de su amada, rezando en silencio para que no fuera demasiado tarde.— Jazmín, por favor, despierta — suplicó Leandro con voz entrecortada por la emoción —. No puedes dejarme, amor. Todo estará bien, te lo prometo.Pero Jazmín permanecía inmóvil, su rostro pálido y sereno como una muñeca de porcelana. El corazón de Leandro se rompía ante la idea de perderla, de enfrentarse al vacío de s
El silencio de la noche envolvía las afueras del hospital, donde un vehículo oscuro se encontraba estacionado en la penumbra. Desde el interior del automóvil, una mujer observaba con una sonrisa en el rostro el edificio iluminado, donde sabía que Jazmín, la esposa de Leandro, se encontraba hospitalizada en estado crítico. La mujer, con una expresión fría y determinada, aguardaba una respuesta de uno de sus infiltrados.Era evidente que la mujer tenía un plan, un objetivo claro en mente. Había ordenado la explosión que había llevado a Jazmín al hospital, como una forma de darle una lección a Leandro. Pero ahora, al ver que alguien más le ha estado asechando, se daba cuenta de que había más personas involucradas en la situación de lo que había anticipado. Murmuraba frases de aliento para sí misma, reafirmando su determinación y asegurándose de que nada se interpusiera en su camino.Mientras tanto, en el interior del hospital, Leandro se encontraba en una sala de espera, hablando con el
Leandro la miró con tristeza, comprendiendo su angustia. Él también se encontraba en ese estado, a punto de derribar la puerta, para obtener información.— Tu bebé está bien, belleza. Nuestro hijo está a salvo. No lo has perdido — respondió.Un torrente de alivio inundó el corazón de la joven al escuchar las palabras de su esposo. Cerró los ojos brevemente, dejando que la sensación de alivio la envolviera mientras las lágrimas de gratitud y felicidad se acumulaban en sus ojos.Lloró. Lloró sonoramente, sabiendo que estuvo a un diminutivo paso de perder nuevamente, y estaba segura que esta vez, no lo resistiría.— Gracias — susurró Jazmín, sintiendo el peso de la preocupación desvanecerse lentamente — Gracias por cuidarnos. Gracias por llegar a tiempo.— No fue suficiente. Estás débil porque no supe cuidarte — respondió, intentando sonar fuerte, aunque por dentro, estaba desgarrado.— Pero para mí eres un héroe. Para nosotros.Leandro le dedicó una sonrisa suave y amorosa, inclinándose
Con el pie en el acelerador, la mujer se movía en el tráfico a una velocidad inhumana, hasta que por fin logró perderlos. Volvió a respirar en paz, una vez se había estacionado en un rincón, para posterior a eso, bajar del coche y simplemente salir caminando de él, abandonándolo. Por otra parte, Leandro sentía que la sangre estaba en un punto de ebullición por la asombrosa respuesta que le habían dado sus hombres. Actualmente, estaba parado en frente de ellos, con ganas de darles con una silla en sus cabezas a cada uno. — Los mejores vehículos, los mejores hombres, y lo perdieron. ¿Qué se supone que debo pensar? — Los susodichos, bajaron sus cabezas avergonzados —. Me hacen ver como un completo imbécil, despilfarrando dinero, sin obtener resultados. Quiero resultados. — Era una mujer — dijo uno de los hombres. Al parecer el más joven de todos. — ¿Perdón? — Leandro vio cómo su superior lo fulminó con la mirada, para que guarde silencio —. No lo mires así, deja que hable. El joven s
Jazmín sentía el corazón oprimido, pero sabía con certeza que debía mantenerse fuerte; sin embargo, no creía que Leandro actuara igual de paciente que ella, con lo que estaba escrito en la otra carpeta, y no tenía el derecho de ocultárselo. — Mis padres eran todo para mí, y me lo arrebataron — susurró, con los ojos hinchados y llorosos —. ¿Qué tan oscuro debe ser el corazón de una persona para atreverse a hacer eso? ¡No éramos ricos! — Lo sé, pero aun así ellos actuaron por envidia. Ellos estaban bien con conseguir el dinero de tu familia, y tarde o temprano serías tú, porque también querían a su hija con Roberto — manifestó Leandro —. Lo hicieron, de forma temporal, pero no imaginaron que ahora serías dueña de todo. Ese pequeño dinero que te pertenece por derecho, solo los ayudaría a mantenerse en una posición estable hasta que consiguieran atar a su hijo con él. — Posiblemente ahora eres tú, a quienes apuntan — susurró Jazmín —. Por eso ella quiso acercarse. — Posiblemente. Lean