Jessica estaba en la mansión Belmont, cuidando al hijo de Jazmín junto con la niñera, cuando su teléfono sonó de repente. Al contestar, la voz al otro lado de la línea le informó de lo sucedido: Jazmín había sido víctima de un atentado y estaba en el hospital. Sin perder tiempo, Jessica se dirigió a la niñera, su voz firme pero llena de urgencia.— Prepara el bolso del bebé. Vamos al hospital — ordenó Jessica, mientras recogía sus cosas rápidamente.La niñera, sin hacer preguntas, obedeció de inmediato. En cuestión de minutos, estaban en el coche, rumbo al hospital. El trayecto se hizo eterno para Jessica, que no dejaba de pensar en Jazmín y en lo que podría esperarles al llegar.Al llegar al hospital, Jessica salió del coche apresuradamente, con el bebé en brazos y la niñera siguiéndola de cerca. La primera persona que vio fue Santiago. Estaba sucio y desaliñado, con una expresión de desespero en el rostro. Sin dudarlo, corrió hacia él, quien la envolvió en un abrazo reconfortante.—
Sin embargo, Ana logró liberarse huyendo escaleras abajo y sintiendo los pasos de los guardias detrás de ella. Nunca antes había corrido tanto, pero mantenerse en forma ahora resultaba provechoso.Cuando puso en pie fuera del hospital, varios hombres más venían por ella, pero de repente, un coche de color blanco, se estacionó frente a ella y le abrió la puerta.— Entra — ordenó, y la madre de Roberto, sin saber siquiera quien era, aprovechó la oportunidad.La mujer dentro del coche, comenzó a jugar con la palma de su mano en señal de nerviosismo. Estaba exhausta y muy doblemente frustrada por fallar.— Estaba a un paso, un maldito paso de hacerlo si no fuera por esa… — bramó en un estado de locura.Julieta la miraba de reojo con una sonrisa, sintiéndose victoriosa de encontrarla. Había planeado sacarla de ese sanatorio, y al no poder hacerlo, el destino la trajo a ella para distracción de los otros. Ahora tenía el poder de destruirlos con facilidad, pero… Julieta no se había dado cuen
Jazmín respiró con dificultad, intentando calmar la furia que le recorría el cuerpo. La escena que acababa de presenciar aún revoloteaba en su mente: su esposo Leandro, al borde de la asfixia, y sus hombres, incapaces de atrapar a la mujer que había intentado matarlo. La rabia se reflejaba en sus ojos, fríos y asesinos, y su mirada congelaba a cualquiera que tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino.Se puso de pie con una determinación férrea y salió de la habitación de Leandro, dejando atrás el sonido de su respiración entrecortada. Sus manos estaban cerradas en puños, y cada paso que daba resonaba como un eco de su furia contenida. Al llegar al salón donde sus hombres la esperaban, los miró con un desprecio palpable.— ¡Son unos inútiles! — siseó con frialdad, su voz cortante como el hielo.Los hombres bajaron la mirada, incapaces de sostener su feroz escrutinio. Daniel, uno de los más cercanos a ella, intentó hablar, pero Jazmín levantó una mano, silenciándolo inmediatamente
Juan se encontraba en la habitación de su hermana en el hospital, con el teléfono en la mano y el corazón acelerado. La situación había llegado a un punto insostenible, y sabía que tenía que hablar con su hermano Roberto, aunque este estuviera cumpliendo condena en prisión. La familia Belmont era influyente, y sabía que podría conseguir que le pasaran la llamada.Marcó el número de la prisión y esperó con impaciencia mientras sonaban los tonos. Finalmente, una voz autoritaria respondió al otro lado de la línea.— Prisión Estatal, ¿en qué puedo ayudarle?—Quiero hablar con Roberto Belmont. Soy su hermano, Juan Belmont. Es urgente — dijo Juan, tratando de mantener la calma en su voz, aunque su mente estaba en caos.Hubo una pausa, seguida por un murmullo de voces en el fondo. Juan sabía que su solicitud no era común, pero confiaba en que su apellido le abriría puertas.— Un momento, por favor — dijo finalmente la voz al otro lado.Juan esperó, cada segundo parecía horas. Pensaba en todo
Jazmín respiró hondo antes de marcar el número de Santiago. La noche era fría y el hospital, un laberinto de sombras y murmullos. Finalmente, Santiago contestó con su voz grave y profesional, cumpliendo con lo que había dictado su jefa.— Santiago, necesito que aumentes la seguridad en el hospital. Mi esposo Leandro y mi sobrina Sofía están en peligro. Además, encárgate de la seguridad de Jessica y mi hijo — manifestó de forma directa, sorprendiendo al hombre.Santiago quedó en silencio por un instante, procesando la magnitud del encargo. Finalmente, preguntó con cautela:— ¿Qué planeas hacer o a dónde irás? ¿Es algo serio?Jazmín sonrió al otro lado del celular. Sabía que su decisión sorprendería a Santiago, pero estaba convencida de que era lo correcto.— Iré a ver a Roberto.La mención de Roberto hizo que Santiago frunciera el ceño. Aunque no solía cuestionar a su jefa, esta vez no pudo evitar expresar su preocupación.— Señora, nunca me meto en sus asuntos, pero... ¿estás segura?
Jazmín conducía con la mirada fija en la carretera, su mente aun procesando los recientes eventos. Mientras avanzaban por la autopista oscura y solitaria, algo en el retrovisor captó su atención. Una furgoneta negra que los había seguido desde el principio comenzaba a acercarse peligrosamente.— Roberto, esa furgoneta nos está siguiendo — dijo Jazmín, su voz llena de alerta —. Y se está acercando.Roberto, sentado a su lado, miró por el espejo y vio el vehículo acercándose rápidamente. Una sensación de inquietud se apoderó de él.— ¿Qué hacemos? — preguntó, su voz llena de preocupación —. Acelera.Jazmín mantuvo la calma, con las cosas que había vivido aprendió a mantener la calma en momentos críticos y su experiencia en situaciones de alta tensión entrando en juego, le ayudó a mantenerse fija en el objetivo, aunque nunca lo puso a prueba.— En la guantera hay un arma — dijo, sin apartar la vista de la carretera.Roberto la miró, claramente confundido por la situación. Abrió la guanter
Jazmín se acercó, observando la escena con una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que, a pesar de todo, Roberto seguía amando a su madre, aunque no fuera la real y esta situación era una prueba cruel para él.— Tenemos que llevarla a un hospital. Necesita ayuda — dijo Jazmín, su voz ahora suave y comprensiva.Roberto asintió, levantándose lentamente.— Sí, tienes razón. No podemos dejarla así — respondió, mirando a Oliver —. Asegúrate de que esté bien asegurada en el coche.Oliver asintió y, con la ayuda de su compañero, llevaron a Ana al coche. La colocaron en el asiento trasero, asegurándose de que no pudiera moverse demasiado.— ¿Estás bien? — preguntó Jazmín suavemente, rompiendo el silencio.Roberto asintió lentamente, aunque sabía que no estaba realmente bien. Había demasiadas emociones y pensamientos en su mente, y necesitaba tiempo para procesarlos.— Creo que sí. Sigo impactado, pero estaré bien — susurró —. Quiero que dejemos a mamá en la clínica y luego ver a Sofía.Jazmín
El ambiente en el hospital estaba cargado de tensión y emociones encontradas. Jessica prácticamente ignoraba a Roberto, resentida por todo lo que había hecho pasar a su amiga Jazmín.— Un gusto verlos a todos de nuevo — dijo Roberto, tratando de romper el hielo.Jazmín miró a Santiago y le pidió con un gesto que llevara a Roberto a donde estaban sus hermanos. Santiago asintió y condujo a Roberto fuera del alcance de las miradas inquisitivas.Jessica se apresuró a tomar la mano de Jazmín y la guio hasta la habitación donde se encontraba Leandro, acompañado por la enfermera que le gustaba a Daniel. Este, sintiendo una mezcla de nervios y seriedad, los siguió y saludó tímidamente a la joven enfermera, quien respondió con una sonrisa antes de retirarse.Daniel volvió a su habitual seriedad, mientras Jazmín cargaba a su niño en brazos, dándole muchos besos y tratando de encontrar consuelo en su inocencia.— ¿Sucede algo? ¿Alguna novedad? — preguntó Jazmín, con una mezcla de preocupación y e