Mientras tanto, en el hospital, Jazmín estaba volviendo de la cafetería. Cuando vio a los paramédicos entrar con una camilla, y en ella, a Sofía, sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies.— ¡Dios mío, Sofía! — gritó, corriendo hacia ellos.Los médicos trabajaban con rapidez, y uno de ellos se acercó a Jazmín.— Necesitamos llevarla a cirugía de inmediato. Su estado es crítico.Jazmín asintió, su rostro pálido de preocupación. Mientras los médicos se llevaban a Sofía, tomó su teléfono y llamó a Daniel, pero la llamada se desvió a su buzón de voz.— Daniel, soy Jazmín. Sofía está aquí, la están llevando a cirugía. Por favor, ven rápido.Unos minutos después, Daniel llegó al hospital, su rostro tenso y lleno de preocupación. Al ver a Jazmín, corrió hacia ella y la abrazó.— ¿Cómo está? ¿Qué han dicho los médicos? — preguntó.— Está en cirugía. Dicen que es crítica, pero están haciendo todo lo posible — respondió Jazmín, sus ojos llenos de lágrimas.Mientras esperaban, Juan llegó
Juliet se dirigía hacia la entrada de la empresa con una calma y serenidad que contrastaba fuertemente con la tensión que llenaba el aire a su alrededor. Era un día como cualquier otro, la gente se apresuraba a sus oficinas, charlaba en los pasillos y el sonido de los teléfonos resonaba en la distancia. Sin embargo, Juliet caminaba con una paz inquietante, casi irreal. Su mente estaba enfocada y su corazón latía con una regularidad que habría sorprendido a cualquiera que supiera lo que estaba por hacer.Al llegar a su pequeño cubículo, Juliet se acomodó en su silla, colocó su bolso en el escritorio y comenzó a tararear una canción suave y melódica, una canción que su madre solía cantar cuando era niña. Despacio, abrió su bolso y comenzó a sacar pequeños explosivos caseros. Cada uno había sido preparado con precisión meticulosa. Había estudiado durante meses cómo crear estos dispositivos y cómo hacerlos pasar desapercibidos. También sacó una botella de líquido inflamable, cuyo olor imp
Jessica estaba en la mansión Belmont, cuidando al hijo de Jazmín junto con la niñera, cuando su teléfono sonó de repente. Al contestar, la voz al otro lado de la línea le informó de lo sucedido: Jazmín había sido víctima de un atentado y estaba en el hospital. Sin perder tiempo, Jessica se dirigió a la niñera, su voz firme pero llena de urgencia.— Prepara el bolso del bebé. Vamos al hospital — ordenó Jessica, mientras recogía sus cosas rápidamente.La niñera, sin hacer preguntas, obedeció de inmediato. En cuestión de minutos, estaban en el coche, rumbo al hospital. El trayecto se hizo eterno para Jessica, que no dejaba de pensar en Jazmín y en lo que podría esperarles al llegar.Al llegar al hospital, Jessica salió del coche apresuradamente, con el bebé en brazos y la niñera siguiéndola de cerca. La primera persona que vio fue Santiago. Estaba sucio y desaliñado, con una expresión de desespero en el rostro. Sin dudarlo, corrió hacia él, quien la envolvió en un abrazo reconfortante.—
Sin embargo, Ana logró liberarse huyendo escaleras abajo y sintiendo los pasos de los guardias detrás de ella. Nunca antes había corrido tanto, pero mantenerse en forma ahora resultaba provechoso.Cuando puso en pie fuera del hospital, varios hombres más venían por ella, pero de repente, un coche de color blanco, se estacionó frente a ella y le abrió la puerta.— Entra — ordenó, y la madre de Roberto, sin saber siquiera quien era, aprovechó la oportunidad.La mujer dentro del coche, comenzó a jugar con la palma de su mano en señal de nerviosismo. Estaba exhausta y muy doblemente frustrada por fallar.— Estaba a un paso, un maldito paso de hacerlo si no fuera por esa… — bramó en un estado de locura.Julieta la miraba de reojo con una sonrisa, sintiéndose victoriosa de encontrarla. Había planeado sacarla de ese sanatorio, y al no poder hacerlo, el destino la trajo a ella para distracción de los otros. Ahora tenía el poder de destruirlos con facilidad, pero… Julieta no se había dado cuen
Jazmín respiró con dificultad, intentando calmar la furia que le recorría el cuerpo. La escena que acababa de presenciar aún revoloteaba en su mente: su esposo Leandro, al borde de la asfixia, y sus hombres, incapaces de atrapar a la mujer que había intentado matarlo. La rabia se reflejaba en sus ojos, fríos y asesinos, y su mirada congelaba a cualquiera que tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino.Se puso de pie con una determinación férrea y salió de la habitación de Leandro, dejando atrás el sonido de su respiración entrecortada. Sus manos estaban cerradas en puños, y cada paso que daba resonaba como un eco de su furia contenida. Al llegar al salón donde sus hombres la esperaban, los miró con un desprecio palpable.— ¡Son unos inútiles! — siseó con frialdad, su voz cortante como el hielo.Los hombres bajaron la mirada, incapaces de sostener su feroz escrutinio. Daniel, uno de los más cercanos a ella, intentó hablar, pero Jazmín levantó una mano, silenciándolo inmediatamente
Juan se encontraba en la habitación de su hermana en el hospital, con el teléfono en la mano y el corazón acelerado. La situación había llegado a un punto insostenible, y sabía que tenía que hablar con su hermano Roberto, aunque este estuviera cumpliendo condena en prisión. La familia Belmont era influyente, y sabía que podría conseguir que le pasaran la llamada.Marcó el número de la prisión y esperó con impaciencia mientras sonaban los tonos. Finalmente, una voz autoritaria respondió al otro lado de la línea.— Prisión Estatal, ¿en qué puedo ayudarle?—Quiero hablar con Roberto Belmont. Soy su hermano, Juan Belmont. Es urgente — dijo Juan, tratando de mantener la calma en su voz, aunque su mente estaba en caos.Hubo una pausa, seguida por un murmullo de voces en el fondo. Juan sabía que su solicitud no era común, pero confiaba en que su apellido le abriría puertas.— Un momento, por favor — dijo finalmente la voz al otro lado.Juan esperó, cada segundo parecía horas. Pensaba en todo
Jazmín respiró hondo antes de marcar el número de Santiago. La noche era fría y el hospital, un laberinto de sombras y murmullos. Finalmente, Santiago contestó con su voz grave y profesional, cumpliendo con lo que había dictado su jefa.— Santiago, necesito que aumentes la seguridad en el hospital. Mi esposo Leandro y mi sobrina Sofía están en peligro. Además, encárgate de la seguridad de Jessica y mi hijo — manifestó de forma directa, sorprendiendo al hombre.Santiago quedó en silencio por un instante, procesando la magnitud del encargo. Finalmente, preguntó con cautela:— ¿Qué planeas hacer o a dónde irás? ¿Es algo serio?Jazmín sonrió al otro lado del celular. Sabía que su decisión sorprendería a Santiago, pero estaba convencida de que era lo correcto.— Iré a ver a Roberto.La mención de Roberto hizo que Santiago frunciera el ceño. Aunque no solía cuestionar a su jefa, esta vez no pudo evitar expresar su preocupación.— Señora, nunca me meto en sus asuntos, pero... ¿estás segura?
Jazmín conducía con la mirada fija en la carretera, su mente aun procesando los recientes eventos. Mientras avanzaban por la autopista oscura y solitaria, algo en el retrovisor captó su atención. Una furgoneta negra que los había seguido desde el principio comenzaba a acercarse peligrosamente.— Roberto, esa furgoneta nos está siguiendo — dijo Jazmín, su voz llena de alerta —. Y se está acercando.Roberto, sentado a su lado, miró por el espejo y vio el vehículo acercándose rápidamente. Una sensación de inquietud se apoderó de él.— ¿Qué hacemos? — preguntó, su voz llena de preocupación —. Acelera.Jazmín mantuvo la calma, con las cosas que había vivido aprendió a mantener la calma en momentos críticos y su experiencia en situaciones de alta tensión entrando en juego, le ayudó a mantenerse fija en el objetivo, aunque nunca lo puso a prueba.— En la guantera hay un arma — dijo, sin apartar la vista de la carretera.Roberto la miró, claramente confundido por la situación. Abrió la guanter