49 Soledad.

Pasó un rato desde que Arturo lanzó a Jeremith por el acantilado, él ya había ido a la casa y limpiado el desastre que quedó de la pelea, él y el otro hombre pusieron cada cosa en su lugar y recogieron los cristales del florero con qué lo hirió.

Jeremith despertó en medio de la maleza, cada músculo de su cuerpo estaba temblando por la baja temperatura, respiraba bocanadas de aire, aunque le era dificultoso, estaba débil por el golpe, se percató del lugar donde se encontraba, en sus adentros no comprendía cómo podía seguir con vida.

Con sus manos temblorosas se abrochó los botones de su chaqueta, aunque su traje no era suficientemente abrigado, pero de no haberlo usado ese día él frío ya lo habría matado.

Con tristeza recordó todo lo que había pasado, sintió que mil espinas se clavaron en su corazón, la traición de Arturo le dolió aún más que la traición de Perla, porque él más que un amigo era como su hermano, desde siempre lo amó como tal, pero lo había traicionado. Sus ojos se llen
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