Se hizo muy tarde por la noche, la casa de Perla estaba muy silenciosa, tan silenciosa como ella que estaba devastada, con su cuerpo tumbado sobre la cama y su rostro lo tenía hinchado de tanto llorar. A medianoche Fabiola le llevó té.—Bebe aunque sea un poco.—No quiero.—Necesitas estar calmada por tu bebé. —Perla volteó a mirarla, tenía los ojos enrojecidos por el llanto.—¿Cómo podré calmarme cuando su padre está muerto? —Lo sé, sé cuánto sufres, también pasé por ese dolor cuando murió el padre de Josef.—Todo ha sido tan injusto, Arturo jugó con Jeremith, se burló de él, me utilizó e hizo que Jeremith me odiara; ahora él está muerto, murió creyendo que yo lo había engañado, jamás pude decirle la verdad.—Desde el cielo él debe conocer todo lo que sucedió realmente.—En este momento no tengo la certeza de que los muertos puedan vernos desde donde están, todo es oscuro, turbio y triste.—No puedes perder la fe.—He perdido muchas cosas, hasta hace algunos meses estaba conforme co
Arturo estaba sentado en el sofá de la casa de Perla, movía rápido su pie izquierdo de arriba abajo con nerviosismo, luego miró su reloj de muñeca y se puso de pie, fue a buscar a Perla a la habitación.—¿Por qué demoran tanto? —Perla con enojo respondió:—Ayudé a mi mamá a empacar las cosas de mi hermano, sabes perfectamente en qué condiciones está Josef. —Arturo se acercó a ella mirándola con fijeza, luego la agarró de la quijada y le dijo:—Te ves muy enojada, pero pronto comprenderás que todo esto vale la pena.—¿De verdad podrás vivir en paz cuando mataste a un hombre inocente? Yo jamás podré ser feliz contigo después de esto, ni con todo el dinero del mundo lo seré. —Arturo sonrió con Amargura y agregó:—Aún no sabes lo que es vivir como una reina, conmigo lo vas a descubrir, estoy seguro que te acostumbrarás, te haré mi esposa; a diferencia de Jeremith haré que todos los Hamilton te respeten.—No quiero ser tu esposa, no te quiero, eres un ser despreciable, un asesino.—Vas a s
Perla y Fabiola se quedaron en la sala, ella se veía pensativa y estaba muy callada. Fabiola en cuanto supo que estaban solas en la casa se acercó a Perla.—¿Qué vamos a hacer? Arturo nos matará cuando le entregues esa fortuna.—No nos va a matar, quiere que me convierta en su esposa.—Eso no garantiza nada.—Es verdad, pero debo intentar…—¿Intentar qué?—Intentar escapar, tenemos que desaparecer mamá, huir del país.—¿Crees que podamos desaparecer de ese hombre? Él tiene dinero, nosotras no, no tenemos a dónde ir.—Tengo unas joyas que Jeremith me dio, valen mucho dinero; solo debemos salir de aquí.—¿Pero cómo?—Hay que hallar la manera de que Arturo nos deje salir de aquí.—Me parece imposible.—Al menos a ti, que te deje ir a la casa, después yo puedo escapar.—Nada de lo que dices me puede tranquilizar.—Debo hacer que él deje que regreses a la casa, Arturo no sabe que tengo esas joyas, todas juntas valen más de medio millón.—¡¿Tanto?! —Si, Jeremith me las dio como un patrimon
Perla necesitaba tiempo para estar a solas con su alma adolorida, el mundo se le había venido encima en cuestión de días, tenía muchos problemas y no se imaginaba que vendrían muchos más que convertirían su existencia en un tormento. La muerte de Jeremith era lo peor que había podido experimentar hasta entonces, todos los demás problemas estaban en segundo plano, Perla solo deseaba poder estar sola y llorar por su pérdida.Fabiola acostó a Josef en su nueva cama y se quedó con él, entonces Perla salió de la casa y fue al área de la piscina, sabía que desde algún lugar de la casa estaba siendo vigilada, pues tenía cámaras de seguridad en todas las áreas. Se quitó el calzado y se sentó al borde de la piscina, luego sumergió los pies en el agua. Tenía la mirada como desconectada de todo, miraba hacia el infinito inexistente, en su mente solo podía recordar los momentos hermosos que había pasado junto a Jeremith, pensaba en las cosas buenas que él quería hacer para su vida junto a ella;
Perla se vistió para asistir al funeral, cuando ya estaba lista Arturo fue por ella, solo para descubrír que tenía un moretón que cubría el lado izquierdo de su rostro, él la agarró de la quijada.—¡Maldición! —Dijo apretando el otro puño, Perla tenía un semblante triste y volteó su rostro a un lado.—No puedo asistir al funeral de Jeremith, todos lo notarán.—Ponte unas gafas oscuras. —Las gafas no lo cubrirán, el moretón se va a expandir aún más, si la gente me ve así harán preguntas.—Si no vas también harán preguntas.—Entonces vamos.—En mi auto tengo un par de gafas.Salieron de la habitación, Fabiola estaba en el pasillo, obsevó a Perla con lamento en su rostro y miró con recelo a Arturo, él sonrió con malicia y le dijo:—No me mires a así Fabiola, no olvides que dentro de muy poco me convertiré en tu yerno, cuando tu linda hija y yo al fin estemos casados de verdad —Miró a Perla—. Te amo tanto, por eso serás mi esposa. —Fabiola le dijo:—Usted no la ama, solo la ve como un tro
Reymond le dijo a Jeremith la razón de por qué Perla no había llegado al funeral.—Tan poco le importo. —Dijo con amargura.—¿No te parece extraño? Al menos debió disimular y asistir.—Quizás no quiso darle la cara a mi familia, Perla es cobarde, traicionera.—Me parece que por lógica debió venir, si matas a alguien haces todo para no levantar sospechas.***Perla se recostó en la cama a descansar un poco, aunque era imposible hacerlo, tenía muchas cosas en su mente por las que preocuparse, además la tristeza que sentía por la partida de Jeremith.Fabiola llegó con una vasija con hielo y un paño pequeño. Perla agarró un cubo de hielo y lo puso sobre el área del rostro que se había tornado en color púrpura. Además del moretón, Perla se notaba muy triste, con sus ojos apagados e hinchados, las últimas horas había llorado en reiteradas ocasiones.Fabiola se sentó a un lado de la cama. —¿Qué va a ser de nuestras vidas? Arturo nos tiene en sus manos.—Convenceré a Arturo de que te deje r
Perla salió a la terraza y no se percató de que al al fondo al lado izquierdo había un hombre de cabello rojizo, estaba abatida y desesperada, deseaba desaparecer de aquel lugar, si su madre y su hermano no estuvieran en las manos de Arturo, ella no lo pensaría dos veces para huir y desaparecer para siempre.Jeremith estaba ensimismado en sus pensamientos de dolor y rencor, de pronto volteó para regresar adentro y vio a Perla, el corazón se le aceleró, volvió a voltearse dándole la espalda, tomó una bocanada de aire y pensó:"Daría lo que fuera por acercarme a ella, no entiendo por qué está aquí, debería estar adentro fingiendo ser la viuda doliente." De pronto Arturo llegó a la terraza, Jeremith corrió a esconderse detrás de una columna junto a la pared, deseaba poder escuchar lo que hablaban, pero estaba como a veinte metros de distancia, era difícil desde allí escuchar con claridad lo que decían, sin embargo afinó el oído para intentarlo.Perla cerró los ojos y suspiró en silencio
Arturo llegó a la habitación de Perla, entró sin antes tocar la puerta, por dentro estaba lleno de dudas, le daba la impresión de que Perla intentaba engañarlo, pero esa misma tarde la pondría a prueba. Se sentó en la cama a esperar que ella terminara de ducharse.Minutos más tarde ella salió del baño secando su cabello con una toalla pequeña, su cuerpo lo tenía cubierto con una bata de baño. Ella ya presentía lo que Arturo iba a hacer, por lo que asumió una actitud serena y caminó hacia la cómoda, dejó la toalla a un lado y agarró el peine, comenzó a pasarlo por su cabello. Arturo la observó por un rato sin mover sus ojos a otra parte, luego se puso de pie y se acercó a ella por detrás y le agarró los hombros, Perla sintió el rechazo en cada músculo de su cuerpo, respiró hondo pero en silencio, aunque su pecho subía y bajaba con cada respiración. Arturo olió su cabello y muy cerca de su oído le dijo:—Me encanta tu aroma —inhaló por la nariz atrapando su aroma—. Es auténtico, podrás