LYNETTE
—¿Estás segura de qué no vas a tener mayor problema con pagar todo el dinero que le pediste prestado a tu jefe?
La pregunta de mi madre me saca de mi ensimismamiento, si ella supiera lo que realmente está pasando, le da un infarto, por lo mismo, estos ocho y casi nueve meses, me he alejado de ella, al menos físicamente, porque seguimos manteniendo buena comunicación mediante llamadas y mensajes de texto.
Le he hecho pasar dinero para que pague por sus estudios, procurando hablar con el doctor a distancia, para que me diga qué tal va mi madre. Admito que los pronósticos no pintan bien, aunque no pierdo la esperanza de que pronto exista un donante cercano, hemos esperado tanto en la lista, que conforme avanzamos, siento que vamos tocando un pedazo de cielo.
—No te preocupes, todo va bien —miento, sintiendo como el remordimiento me golpea el rostro como una bofetada invisible.
Mi madre guarda silencio, después de un par de segundos, escucho que suelta su suspiro lleno de exasperación por no poder ayudarme con los gastos.
—Siento ser una carga para ti —dice.
—No lo eres.
—Escucha, cariño, sé que…
De pronto dejo de escuchar lo que me tiene que decir, una fuerte punzada en el estómago me deja muda, toco mi redondo vientre y respiro hondo, no sé si es niña o niño, ya que una de las cláusulas del contrato que firmé con Alan Soto, establecía que no tenía el derecho de saber el sexo del bebé, no soy idiota, sé lo qué conlleva tener un embarazo subrogado, aún, así, solo me hubiera gustado saber si es niño.
—¿Me estás escuchando, Lynette? —insiste mi madre con su típico tono de voz chillón.
—Sí, mamá, tengo que colgar —me apresuro a decir.
Sin darle tiempo de poner como excusa el que ya casi no nos vemos.
—Pero…
No espero, en cuanto cuelgo, un fuerte gemido cargado de dolor, se desliza por mis labios, cierro las manos en dos perfectos puños, tengo miedo, no tengo a nadie a mi lado que me oriente o que trate de convencerme de que todo estará bien, nada, estoy sola en esto, reviso mentalmente las semanas, las contracciones con más fuertes y consecutivas.
—Joder —susurro con impaciencia.
Sin perder más tiempo, saco de mi bolso el celular, con manos temblorosas y la boca seca, marco el número de Alan Soto, no responde, llamo a su abogado; Fabricio Curtin, quien me responde de inmediato.
—Lynette.
—¡Ya va a nacer! —exclamo justo cuando el dolor se intensifica.
—Sabes qué hacer, te veo en el hospital, trataré de llegar a tiempo.
—¿No estás aquí? —realizo una mueca.
—No, salí por un asunto de un cliente, me temo que llegaré en dos horas.
Eso no ayuda mucho, él no sabe el dolor por el que estoy atravesando, y tampoco es que pretenda que todo el tiempo pretenda que me ve como un ser humano y no como una incubadora de bebés.
—Está bien —susurro.
—Tranquila, me comunicaré con el hospital para que te atiendan bien.
Y diciendo esto, me cuelga, no es tiempo de llorar o esconderme como si fuera una niña pequeña, por ello, agarro la maleta que ya había preparado con anticipación hace tres semanas, y salgo de la habitación, como puedo bajo los peldaños de las escaleras con sumo cuidado, hasta que al momento de pisar el último escalón de mármol blanco, siento que algo se rompe dentro de mí.
Desciendo la mirada y me encuentro con un charco de agua, la fuente se me ha roto, mi andar es como el de los patos, para cuando salgo, tomo un taxi que no tarda en llevarme al hospital, pago y solo puedo recordar la cara de susto que se ancló en su rostro.
Me llevan a una habitación donde me preparan hasta que sin poderlo evitar, una vez estando dentro de la sala de partos, la doctora que está a cargo, me dice que tengo la suficiente dilatación, y que llego el momento de pujar.
—Vamos, tú puedes —me alienta.
Al momento de hacerlo, siento que me parto en dos, esto no son chispas de dolor, no, es más bien una corriente eléctrica que te recorre todo el cuerpo, recorriendo por tu espina dorsal, las lágrimas se me acumulan en los ojos, pujo con todas mis fuerzas, aferrándome a las sabanas de la camilla.
He planeado tanto esto, el dolor no se compara ni poco, con el miedo que me ahoga y hace que de un momento a otro me atragante con la misma bocanada de aire que tomo,
—¡Esto va mal! —grita la doctora de pronto.
Ella dice que el parto no va avanzando, el pitido de una de las máquinas me pone en alerta.
—No va a poder ser por parto natural —exclama una enfermera ayudante.
—¡No quiero cesárea! —arguyo con miedo—. ¡Tiene que ser un parto natural!
Esa era otra cuestión parte del contrato, por ello, Alan se aseguró de que yo tuviera todo lo necesario para que así sea.
Esta vez es terror lo que corre por mis venas. Presa de un nuevo pánico, me remuevo inquieta, las lágrimas brotan a mares de mis ojos, empapando y dejando todo un reguero por mis mejillas, grito desesperada al tiempo que los dolores me vuelven a atacar, esta vez con más furia que antes.
Agarro las sabanas con fuerza descomunal, inhalando y exhalando, no espero a sus instrucciones, el corazón está a nada de salirse de mi pecho.
—Nosotros no podemos decidir, es la naturaleza —niega la doctora.
—Una vez más, por favor —sollozo con el alma cayendo al suelo.
La doctora y la enfermera cruzan una mirada y asienten, me dan un par de instrucciones, pujo una, dos, tres veces, hasta que la doctora me dice que ha visto la cabeza, sigo pujando hasta que el llanto del bebé inunda toda la sala.
—¡Lo has hecho bien! —me dice la doctora—. Es…
No la escucho, los oídos me retumban, mi respiración se acelera, estoy tan agotada, que solo veo lo que sucede como si fueran imágenes borrosas del pasado. La doctora parece decirle algo a la enfermera, no escucho nada, no entiendo qué es lo que pasa, pero de lo que si me doy cuenta, es que en un descuido, por su parte, y en menos de tres segundos, al tiempo que ellas intercambian palabras.
Se acerca otra enfermera, una que las estaba asistiendo, saca una jeringa y me inyecta algo, intento preguntarle qué es, no puedo, porque enseguida, siento que mi cuerpo se adormece, todo se vuelve oscuro a mi alrededor, y me hundo en un profundo sueño sin saber de nada más.
BRENTT—Es una mujer hermosa —insiste mi padre. No respondo, solo observo cada uno de sus movimientos, dejo pasar un par de segundos antes de que pueda romper la maldita burbuja en la que respira. —¿Para esto me has mandado llamar con urgencia? —enarco una ceja con incredulidad—. No tengo tiempo para esto. Mi padre tensa el cuerpo y carraspea antes de recargar su peso sobre el espaldar de su silla. —La conoces bien, aunque hace tiempo que no se ven debido a que te aferras a vivir en New York, como sabes, es momento de que deje mi puesto y se lo ceda a mi sucesor, tú, como mi único hijo, debes tomar el lugar como el nuevo Capo de la mafia italiana —dice con voz filosa—. La orden y la Cosa Nostra está de acuerdo que para hacerlo, debes estar casado, el tener a una buena mujer a tu lado, da confianza a tu organización, ya lo sabes. Las palabras de mi padre queman como el fuegos ardiente del infierno, no solo porque le importa nada mi existencia desde que tengo uso de razón, sino, po
LYNETTE Abro los ojos lentamente, esperando que todo haya sido más que una pesadilla, la boca la siento pastosa y me tomo el tiempo para respirar con profundidad, aclarar mis ideas, me incorporo, justo cuando la puerta se abre y entra el doctor. Quien resulta ser nada más y nada menos, que mi ex novio de preparatoria. —Lynette, nos volvemos a encontrar. Me quedo sin habla en cuanto veo a Zair, de pronto, me entra el remordimiento por lo que hice en el pasado y cómo actué, incluso no puedo sostener la mirada por mucho tiempo, la vergüenza y el desazón me invaden, me muerdo el labio inferior, moviendo mis manos con nerviosismo. —¿Te han dicho algo? —rompe el silencio que nos envuelve. Niego con la cabeza. —Cuando desperté solo dijeron que me asististe, al parecer había una toxina en mi sistema, pero me salvaste —mi corazón comienza a bombear a toda velocidad—. ¿Puedo ver a mi bebé? La enfermera y la doctora no me han querido decir mucho. Puedo notar cómo el cuerpo de Zair s
BRENTTLa cabeza me estalla, los nervios me corroen, pero toda duda se disipa cuando Fabricio entra a mi despacho con mi hijo en brazos, lo pensé muy bien antes de hacer esto, en primera porque es arriesgado y no quiero ponerlo en peligro, hemos corroborado toda la información, y al final, quise saber cómo era y la mujer que lo dio a luz. —Tardaste demasiado —le gruño. —No es cosa fácil, ya lo sabes, si de por sí, traer a una persona adulta lo es, con un bebé se corre más peligro. Dejo de lado todo lo que me dice cuando me lo entrega, es tan frágil y tan pequeño, que temo por un segundo romperlo en dos, aparto de su rostro la manta que lo cubre, y detallo sus facciones, mi bebé es rubio, lo cual sacó de su madre, y sus ojos son verdes, tal y como los míos, —¿El dinero se le ha transferido con éxito a la madre? —pregunto sin apartar la mirada de mi hijo, quien me tiene anonadado con lo perfecto que es. —Por supuesto, incluyendo el 50% adicional que demandaste ingresarle.Asiento s
LYNETTE DOS HORAS ANTES —Lo siento, señorita Finn, ha habido un error por parte de la aerolínea —me dice la recepcionista a cargo. —¿Entonces qué procede? —inquiero con cautela. La chica que debe ser menor que yo, y aparenta tener mucha experiencia, comienza a teclear con frenesí, sin apartar los ojos del monitor. Luego marca un número en el teléfono de la compañía y habla un par de cosas alejándose un metro de nosotros. Malek se inquieta entre mis brazos y tengo que comenzar a arrullarlo para que no llore, estornuda y poco a poco se queda dormido. —Listo, señorita, le hemos cambiado el vuelo uno atrás, pero el destino es el mismo. Eso me deja un poco más tranquila, firmo un par de documentos y me cambian el boleto, cuando termino, paso a la cafetería y mensajeo con mi madre, posteriormente le mando un mensaje a Daniela para informarle la causa de mi retraso, espero una hora hasta que el vuelo en el que iremos a Italia, comienza. La clase de segunda no es tan mala, he ahor
LYNETTE Un destello de emociones atacan mi vientre, me congelo al instante en el que aquel hombre de cabello castaño, con destellos rubios y ojos verdes, me dice aquellas palabras, por un segundo tardo en reaccionar, le miro, estoy segura de que es el mismo hombre que nos metió a mi bebé y a mí, en el baño del avión, cuando esos matones me atacaron, aún tengo la mejilla roja por la bofetada que recibí. —Gracias —logro articular. Noto que relaja el cuerpo, es como si hubiera estado a la defensiva, pero se ha dado cuenta de algo, cuando dirijo mi mirada en dirección de lo que atrapa la suya, me doy cuenta de que es hacia mi bebé. Lo que me hace apretujarlo contra mi pecho. —Se han equivocado de equipaje —habla sin darme tiempo de decirle lo mismo. —Sí. —Lynette Finn —dice mi nombre con un grosor en su voz que me eriza la piel, aunque su mirada permanece apacible. —Necesitamos hablar, ¿puedo pasar un momento? —inquiere con cautela. Mi primer instinto de supervivencia es de
LYNETTE —Uno de los grandes beneficios que tendrás, es que podrás estar cerca de los gemelos —finaliza con simpleza. Me congelo cuando Brent me cuenta sus planes, se quiere casar conmigo porque no está dispuesto a hacer lo que su padre le demanda, no me habla mucho de su empresa familiar, tampoco sobre su familia, hasta ahora, solo sé que tiene un padre, el abogado me hace leer las cláusulas den trato en caso de ser firmado por voluntad. —Mi cliente, el señor White, por hacerle este favor de comuna cuerdo, está dispuesto a dejar que permanezca en la vida de los gemelos, por el resto de sus vidas, es decir, podrán ir a visitarla a los Estados Unidos, pasarán vacaciones y veranos juntos, luego ellos tendrán que regresar a Italia, siempre sabrán que usted es su madre —añade Fabricio. No dejo de remover mis manos, sigo pensando que esto debe tratarse de una pesadilla, o de un mal rato. —Lo que me pide… no puedo, es decir… —Piénsalo —me interrumpe Brent—. Te estoy dando la opor
BRENTT Para cuando salgo de la ducha, son las dos de la mañana, hace mucho que no duermo en esta casa, la cual, está a mi nombre, una de las pocas propiedades que llegué a rescatar de mi madre, cuando obtuve la mayoría de edad. Ha estado tan fuera del mapa de la pirámide de la mafia, que es casi inexistente para ellos. Solo una persona sabe de ella, mi padre, el hombre que no ha dejado de intentar comunicarse conmigo, solo para molestar con lo mismo y con su cumpleaños. Me quedo con las palabras que me dijo Fabricio. “Ella no es una mujer de la mafia, se la van a comer viva” “Tu padre, la Orden y la Cosa Nostra, no la van a aceptar” “No le hagas eso a la pobre mujer, no juegues sucio, porque ella no es como las mujeres con las que te has aventado un polvo de una noche” Y la última, la que hace que me respire con dificultad. “Recuerda esto, madre por subrogación o no, es la verdadera madre de tus hijos, no es tanto una sustituta, esto es real, lo que intentas hacer” Me paso el
LYNETTEVer los documentos en persona y decirlo son dos cosas muy diferentes, en cuanto le dije a Brentt que aceptaba ser su esposa, tiró de mí y me llevó directamente a su despacho, donde solo tuvimos que esperar alrededor de cinco minutos para que Fabricio entrara por la puerta y nos diera los documentos. Él parecía estar ansioso por hacerlo, ya que sin leerlo ni nada, solo puso sus firmas, yo, por el contrario, traté de leer lo más que pude para evitar malos entendidos, al final, el carraspeo constante del abogado y las miradas asesinas del padre de mis hijos, terminé por firmar todo de mala gana. Y ahora estaba aquí, frente a ellos, escuchando lo que me tienen que decir con respecto a los temas y cláusulas del documento ya firmado. Son cosas tan banales y al mismo tiempo absurdas, como el que no pueda decir nada incoherente cuando estemos frente a sus amigos, socios y empresarios importantes. En pocas palabras, quieren una muñequita que se esté portando bien, de maravilla. —¿Ha