LYNETTE
DOS HORAS ANTES
—Lo siento, señorita Finn, ha habido un error por parte de la aerolínea —me dice la recepcionista a cargo.
—¿Entonces qué procede? —inquiero con cautela.
La chica que debe ser menor que yo, y aparenta tener mucha experiencia, comienza a teclear con frenesí, sin apartar los ojos del monitor. Luego marca un número en el teléfono de la compañía y habla un par de cosas alejándose un metro de nosotros.
Malek se inquieta entre mis brazos y tengo que comenzar a arrullarlo para que no llore, estornuda y poco a poco se queda dormido.
—Listo, señorita, le hemos cambiado el vuelo uno atrás, pero el destino es el mismo.
Eso me deja un poco más tranquila, firmo un par de documentos y me cambian el boleto, cuando termino, paso a la cafetería y mensajeo con mi madre, posteriormente le mando un mensaje a Daniela para informarle la causa de mi retraso, espero una hora hasta que el vuelo en el que iremos a Italia, comienza. La clase de segunda no es tan mala, he ahorrado lo suficiente, bien podría irme en la clase turista, sin embargo, he tenido malas experiencias y no quiero que el primer vuelo de mi hijo sea así.
Sus ojos verdes me sonríe y alejan todo lo malo que me pueda rodear, subimos al avión y esperamos pacientes las instrucciones para levantar vuelo.
—Todo estará bien, mi amor —le susurro acariciando sus mejillas rosadas con cariño—. Mamá te va a proteger siempre.
Estando en el vuelo, recibo un mensaje de un número desconocido, tuve que cambiar de móvil para que el padre de mi hijo no nos encuentre.
“Hola, espero te encuentre bien, soy Zair Kaegan, conseguí tu número gracias a tu registro de salida de tu hijo”
Releo el mensaje, mi historia y pasado con él, son oscuros, hubo una época en la que yo no era la misma persona que soy yo, usualmente dirían que todos cambiamos, solo lo hacemos físicamente, mentalmente, sin embargo, la esencia del alma es la misma, en mi caso, todo se destruyó aquella noche.
LYNETTE: Gracias por tu preocupación.
ZAIR: Llámame en cuanto llegues a tu destino.
No le avisé a nadie a dónde me iría, solo a Daniela, por lo que seguro piensa que me iré a algún estado del país, no es así, mientras más distancia tengamos de Alan Soto, será mejor.
LYNETTE: Entendido.
Apago mi móvil y me espero un par de minutos hasta que siento la necesidad de orinar. El problema viene cuando me levanto con mi bebé de brazos para ir al baño, hay gente a la espera, sin poder aguantar más, incluso cuando intento volver a mi asiento, un señor me empuja, haciendo que casi caiga de bruces.
Malek comienza a querer llorar, lo arrullo para que termine por tranquilizarse, hasta que una de las azafatas se acerca a mí, sabiendo que soy la única en el vuelo que tiene un bebé en brazos y que hay demasiada gente esperando por el baño, habla con su superior para que hagan una excepción y me dejen usar el baño de la primera clase.
Cosa que agradezco, me dice que solo hay una persona y que espere un momento, asiento. Los minutos pasan, cuando de pronto, miro a mi izquierda y me paralizo ante los cinco hombres que se ponen de pie con armas en la mano, una de las azafatas grita al verlos, sin embargo, antes de que pueda hacer más escándalo, uno de ellos le llega por detrás, le cubre la boca y todos los pasajeros de la primera clase bajan la mirada, temerosos de que puedan atentar contra sus vidas.
Los otros cuatro se acercan a mí, intento proteger a mi bebé, no obstante, uno de ellos tira de mi brazo con fuerza, el miedo a que lastimen a mi bebé, me hace actuar, grito en un intento en vano por defender lo que es mío, cosa que solo los provoca, ya que enseguida, el hombre que me sostiene con fuerza, me suelta una bofetada que hace arder la piel de mi mejilla, me gira el rostro y casi pierdo el equilibrio.
—¡Apártate de mi camino, zorra! —expresa con odio.
—Que hermosa muñequita tenemos aquí —dice su compañero.
De dos zancadas lo tengo frente a mí, levanta la mano para tocar mi rostro, pego a mi hijo que no para de llorar contra mi pecho, y cierro los ojos esperando el golpe, o lo que sea que vaya a suceder, cuando una mano fuerte y sólida, rodea mi brazo con facilidad y me atrae hacia el interior del baño, es un hombre alto, delgado, pero fornido, no le veo bien el rostro, ya que su atención se encuentra sobre los matones, aunque logro admirar su color de cabello castaño claro con destellos rubios, alborotado.
—Vaya, pero qué tenemos aquí.
Su voz eriza mi piel, es ronca, cruda, gruesa, con toque siniestro que harían llorar a cualquiera, mi bebé deja de llorar y antes de que pueda seguir viendo los hechos, el hombre misterioso cierra la puerta a sus espaldas, encerrándome por protección.
BRENTT
Dicen que un matón conoce a otro, y estos no vienen de la mafia turca, como esperaba, son parte de la organización, noto el tatuaje en forma de rosa negra que tienen todos en el cuello, lo que me hace saber que son enviados por la Cosa Nostra, símbolo de los Roman, por lo que el maldito Consigliare debe haberlos enviado.
—Lo siento mucho, pero tenemos órdenes de llevarte con nosotros —ríe el líder con malicia.
Me quedo quieto, no hago nada, estudio sus acciones, miradas y movimientos, cuando uno de ellos intenta atacarme, le atesto un golpe a puño limpio en el rostro, de inmediato su mandíbula cruje, la sangre le brota, los otros tres se me vienen encima, no deben provocarme, crecí, peleé y me críe bajo las normas de la orden, sí, pero a lo largo de mi vida me he manejado a mi antojo y quien me conoce solo un poco, sabe que soy el mejor peleador de la organización.
Cazo, elimino, mato, peleo, limpio mi propio camino y gano cada guerra que me propongo, mis oponentes y enemigos entienden una cosa, conmigo en su camino, lloran sangre, tragan miedo y mueren siendo cobardes. Uno a uno los elimino hasta que el pasillo termina siendo un charco de sangre, no los mato, eso llevaría mucho tiempo legal pisando tierra, y no tengo tiempo, debo encontrar a Lynette Finn, recuperar a mi segundo hijo y proponerle un nuevo trato que tengo en mente.
Al finalizar, se llevan a los matones a una de las bodegas, hablo con el que está a mando del equipo de vuelo, y regreso al baño para sacar a la mujer que metí, la misma que cargaba un bebé en brazos. El asunto es que ya no está, uno de los pasajeros me informa que una azafata vino por ella, que al parecer era de la clase segunda, por lo que habiendo acabado con todo, regreso a mi asiento.
Siento un fuerte dolor en la pierna, me tomo un analgésico y espero a que esta tortura acabe. Llegando a Italia, mando a uno de los trabajadores a que me envían el equipaje a mi hotel, luego paso a comer algo, vuelvo a llamarle a Fabricio sin obtener respuestas, mi detective privado me informa que la localización que le aparece en el mapa satelital al rastrear su móvil, es de su casa.
Para cuando llego al hotel, le pido a uno de mis hombres guardia que tengo en Italia, que me ayude a localizar a Lynette, posteriormente entro en mi habitación, mi maleta está en sobre la cama, la abro pero…
—Qué carajo —frunzo el ceño.
No es mi maleta, hay ropa interior de mujer, de bebé, localizo una carpeta con documentos y al leer el nombre del propietario, me parece que es mi día de suerte, reconozco el nombre; Lynette Finn, el asunto es que al ver su foto de identificación, me doy cuenta de que es la misma mujer que vi en el avión, la que cargaba al bebé, mi hijo, Fabricio no se equivocaba cuando dijo que era hermosa.
Lo es, sin duda, rubia, de cabello largo por debajo de los pechos turgentes, firmes y redondos, con ligeras ondas, sus ojos son de un gris que en persona son mucho mejor, con motas oscuras, tez clara y piel tersa como la porcelana, labios hinchados, rosados y una nariz respingona que heredó a mis hijos. Tomo la maleta, llamo a la recepción y me dan el número de la habitación en la que se está hospedando, abro la puerta con la intención de irme, cuando me quedo quieto al verla frente a mí, con la mano levantada como si hubiera estado a punto de llamar.
Ella me mira con sus redondos ojos de muñeca, soy mayor que ella, soy un hombre de treinta años, mientras que ella una mujer de veintiséis. Pero mis ojos son magnetizados por los de alguien más, y ese alguien es mi hijo, el mismo bebé que tiene en brazos.
—Hola —su voz tiende de un hilo.
Ladeo una sonrisa de media luna, sin gracia, porque me conozco, ahora que he encontrado un nuevo medio para un fin, no pienso dejarlo escapar.
—Parece que tienes algo que me pertenece, Lynette Fin.
LYNETTE Un destello de emociones atacan mi vientre, me congelo al instante en el que aquel hombre de cabello castaño, con destellos rubios y ojos verdes, me dice aquellas palabras, por un segundo tardo en reaccionar, le miro, estoy segura de que es el mismo hombre que nos metió a mi bebé y a mí, en el baño del avión, cuando esos matones me atacaron, aún tengo la mejilla roja por la bofetada que recibí. —Gracias —logro articular. Noto que relaja el cuerpo, es como si hubiera estado a la defensiva, pero se ha dado cuenta de algo, cuando dirijo mi mirada en dirección de lo que atrapa la suya, me doy cuenta de que es hacia mi bebé. Lo que me hace apretujarlo contra mi pecho. —Se han equivocado de equipaje —habla sin darme tiempo de decirle lo mismo. —Sí. —Lynette Finn —dice mi nombre con un grosor en su voz que me eriza la piel, aunque su mirada permanece apacible. —Necesitamos hablar, ¿puedo pasar un momento? —inquiere con cautela. Mi primer instinto de supervivencia es de
LYNETTE —Uno de los grandes beneficios que tendrás, es que podrás estar cerca de los gemelos —finaliza con simpleza. Me congelo cuando Brent me cuenta sus planes, se quiere casar conmigo porque no está dispuesto a hacer lo que su padre le demanda, no me habla mucho de su empresa familiar, tampoco sobre su familia, hasta ahora, solo sé que tiene un padre, el abogado me hace leer las cláusulas den trato en caso de ser firmado por voluntad. —Mi cliente, el señor White, por hacerle este favor de comuna cuerdo, está dispuesto a dejar que permanezca en la vida de los gemelos, por el resto de sus vidas, es decir, podrán ir a visitarla a los Estados Unidos, pasarán vacaciones y veranos juntos, luego ellos tendrán que regresar a Italia, siempre sabrán que usted es su madre —añade Fabricio. No dejo de remover mis manos, sigo pensando que esto debe tratarse de una pesadilla, o de un mal rato. —Lo que me pide… no puedo, es decir… —Piénsalo —me interrumpe Brent—. Te estoy dando la opor
BRENTT Para cuando salgo de la ducha, son las dos de la mañana, hace mucho que no duermo en esta casa, la cual, está a mi nombre, una de las pocas propiedades que llegué a rescatar de mi madre, cuando obtuve la mayoría de edad. Ha estado tan fuera del mapa de la pirámide de la mafia, que es casi inexistente para ellos. Solo una persona sabe de ella, mi padre, el hombre que no ha dejado de intentar comunicarse conmigo, solo para molestar con lo mismo y con su cumpleaños. Me quedo con las palabras que me dijo Fabricio. “Ella no es una mujer de la mafia, se la van a comer viva” “Tu padre, la Orden y la Cosa Nostra, no la van a aceptar” “No le hagas eso a la pobre mujer, no juegues sucio, porque ella no es como las mujeres con las que te has aventado un polvo de una noche” Y la última, la que hace que me respire con dificultad. “Recuerda esto, madre por subrogación o no, es la verdadera madre de tus hijos, no es tanto una sustituta, esto es real, lo que intentas hacer” Me paso el
LYNETTEVer los documentos en persona y decirlo son dos cosas muy diferentes, en cuanto le dije a Brentt que aceptaba ser su esposa, tiró de mí y me llevó directamente a su despacho, donde solo tuvimos que esperar alrededor de cinco minutos para que Fabricio entrara por la puerta y nos diera los documentos. Él parecía estar ansioso por hacerlo, ya que sin leerlo ni nada, solo puso sus firmas, yo, por el contrario, traté de leer lo más que pude para evitar malos entendidos, al final, el carraspeo constante del abogado y las miradas asesinas del padre de mis hijos, terminé por firmar todo de mala gana. Y ahora estaba aquí, frente a ellos, escuchando lo que me tienen que decir con respecto a los temas y cláusulas del documento ya firmado. Son cosas tan banales y al mismo tiempo absurdas, como el que no pueda decir nada incoherente cuando estemos frente a sus amigos, socios y empresarios importantes. En pocas palabras, quieren una muñequita que se esté portando bien, de maravilla. —¿Ha
NARRADOR OMNISCIENTEHoras antes, bajo el frío manto de la mañana, aterrizaba Zair, en Italia, un sitio que le causaba cierta amargura como delicias en la memoria, miró por todos lados como si estuviera esperando algo, o a alguien, cruzó una de las avenidas para llegar a la otra acera, sacó su móvil y esperó paciente los tres primeros timbres, hasta que una voz femenina al otro lado de la línea le respondió. —Ya estoy aquí —dijo con aire fresco. A su alrededor pasaban unas italianas que se lo comían con la mirada, después de todo, a ellas les encantaba tontear con los extranjeros, y Zair era un hombre apuesto. —Me temo que no podré ir por ti al aeropuerto —dijo su amiga. Estaba casi seguro de que en estos momentos escarpia haciendo un puchero que le haría conseguir lo que quisiera, un sucio juego que a ella le funcionaba con todos los hombres, menos con él. —No te preocupes, me hospedaré en un hotel —sugirió él, mirando la hora que marcaba su reloj de mano. Esperó un par de segu
BRENTTHace más de dos horas que Lynette llegó, me mostró el anillo que le gustó y luego se puso roja cuando se le salió decir, que le gustó porque le diamante verde, como ella le llama, que es más bien una esmeralda, le recordaba al color de mis ojos, al darse cuenta de lo que acababa de decir, cambio porque se trataba del color de ojos de mis hijos, lo cual es lo mismo, ya que los heredaron de mí. Algo que he descubierto de ella es que es una mujer extraña, leal, y cariñosa con los gemelos, cosa que agradezco, al principio, luego de que Fabricio me lanzará las cosas legales por las que ella podría apelar y hasta quitar, llegué a la conclusión de que no era esa clase de mujer. Estoy bajando las escaleras, cuando me llega una notificación de un correo, se trata de uno de los detectives privados que contraté para que la siguieran, pese a que se nota que no es una mujer que te pueda traicionar o apuñalarte por la espalda, tengo mis precauciones. En cuanto abro el correo, me quedo quie
LYNETTEMe congelo de manera inmediata, en especial porque esta gente no parece ser lo que esperaba, en cuanto las palabras de Brent, brotan de su garganta deslizándose por sus labios como agua, sus rostros parecen distorsionarse de manera inusual, es como si ahora, miles de pares de ojos estuvieran solo sobre mí. Hay juicio en sus miradas, odio y hasta cierta repulsión con solo estar compartiendo el mismo aire conmigo. El padre de Brentt se marcha lanzándole dagas de fuego por los ojos, y él se queda estático, quiero ir con mis hijos, sin embargo, su padre les dice que se los lleven y él tira de mi brazo con cautela, volteo a verlo, abro la boca para cuestionarlo, no obstante, sus ojos van en dirección de un mujer hermosa, alta, de cabello castaño y ojos azules, quien va ataviada con un vestido entallado color rojo sangre, ligeros diamantes adornan la parte de su escote en forma de corazón, y no puedo evitar sentirme incluso un poco intimidada. Ella es mil veces más hermosa que yo,
LYNETTECuando miro a Brentt, me aparto instintivamente de Zair, recordando las cláusulas del trato y deseando que no vaya a malinterpretar esta situación. —Brentt —arguyo.Sus ojos se anclan en mí, me observa con estudiado recelo hasta que con la mirada comprendo que quiere que me coloque a su lado, trato de mantener la calma, aliso la falda de mi vestido y voy hacia él, en cuanto lo hago, rodea mi cintura baja con una mano atrayéndome hacia su cuerpo. La mejillas me arden y mi corazón no deja de latir con fuerza, es cuando me doy cuenta de que mi ataque de pánico ha llegado a su fin. —Él es Zair Kaegan, el doctor que me atendió después del parto —trato de explicar—. También un viejo amigo de mis años escolares. Me quedo en silencio un par de segundos antes de seguir con las presentaciones. —Zair, él es… —le miro y trago grueso—. Mi marido y padre de mis hijos, Brent White. La hostilidad que hay entre los dos es insaciable, si las miradas mataran, ellos ya estarían más que muert